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La situación judicial de Pinochet

Cuando la hipocresía es general

Fuentes: El Siglo

Cuesta encontrar precedentes de dictadores encausados por la justicia sin que haya mediado previamente una derrota política y/o militar, así como llama la atención el hecho de que Pinochet finalmente haya sido procesado por delitos de naturaleza económica antes que por sus crímenes de lesa humanidad. Es evidente que Pinochet y el sistema político y […]

Cuesta encontrar precedentes de dictadores encausados por la justicia sin que haya mediado previamente una derrota política y/o militar, así como llama la atención el hecho de que Pinochet finalmente haya sido procesado por delitos de naturaleza económica antes que por sus crímenes de lesa humanidad.

Es evidente que Pinochet y el sistema político y económico construido sobre la base de sus crímenes presentan una relación de interdependencia y causalidad. Pero no lo es menos que aquellos que se beneficiaron del sistema construido encima de esos crímenes, le dieron la espalda y lo condenaron a la más absoluta soledad, salvo excepciones que confirman la regla.

Para ellos, la derrota personal y el escarnio público de Pinochet son una condición necesaria para la subsistencia del modelo, por más que el patético ex salvador de la patria no escatime méritos y esfuerzos para ingresar con todos los honores en el basurero de la historia.

En este delirante cambalache en que ha devenido el Chile neoliberal, Pinochet ha alcanzado, en interrogatorios y careos convenientemente difundidos por la prensa, alturas insospechadas de astucia y falsedad.

Su ya clásica formulación, «no es cierto, pero si lo fuera, no me acuerdo», no es sólo una obra maestra de la hipocresía, sino también una dramática desnaturalización del principio de la responsabilidad de mando, con consecuencias potencialmente graves y peligrosas para la profesión militar.

El principio de la responsabilidad de mando es, como se sabe, el fundamento racional del encadenamiento disciplinario que permite el funcionamiento jerarquizado de la institución militar. Cuando la cúpula simula ignorar lo que ocurre en los escalafones inferiores, o peor aún, cuando desconoce sus órdenes o directamente descarga su propia responsabilidad sobre los hombros de los subordinados, lo que hace es invertir la pirámide y por tanto, sentar las bases de, e incitar a, la desobediencia.

Enfrentado a las responsabilidades que le competen como estadista, como hombre y como soldado, el vergonzoso comportamiento de Pinochet debiera estar provocando justificado bochorno y desazón en los militares profesionales. A estos no les queda sino deducir la inconveniencia de dejarse utilizar por intereses de clase, minoritarios por demás, que además de separarlos de su pueblo, a la hora de los tambores a rebato, no sólo los dejan abandonados a su suerte sino que no trepidan en endosarles la exclusividad de la responsabilidad.

Como era previsible, el gobierno hizo gárgaras con el sambenito del funcionamiento de las instituciones y la independencia del poder judicial, del que según el Ministro Puccio, los chilenos debieran estar orgullosos.

Mientras el candidato de la UDI, Joaquín Lavín dijo que nadie está por sobre la ley, el de RN, Sebastián Piñera afirmaba que le parecía «bien» el procesamiento de Pinochet. El Mercurio y La Tercera competían en ofrecer las versiones textuales de los interrogatorios y careos de Pinochet.

Tal parece que ninguno de ellos tuvo vinculación alguna con las violaciones de los derechos humanos. Y si la tuvieron, parece que no se acuerdan.