Entre nosotros es gangrena putrefacta. «Corría el año 1944 cuando Vilches Vargas fue detenida e interrogada en el cuartel de la Guardia Civil. La colgaron desnuda, cogida por los pies con un garfio de carnicería. Vilches Vargas era una mujer gruesa y los guardias civiles le fueron cortando la grasa de los costados, no de […]
Entre nosotros es gangrena putrefacta.
«Corría el año 1944 cuando Vilches Vargas fue detenida e interrogada en el cuartel de la Guardia Civil. La colgaron desnuda, cogida por los pies con un garfio de carnicería. Vilches Vargas era una mujer gruesa y los guardias civiles le fueron cortando la grasa de los costados, no de un tajo sino filete a filete. Quiero decir que no lo pasó de una vez. Con vida esa mujer y colgada por los pies como un cerdo y filete a filete. A mí eso no me ha contado nadie, lo he visto, es que lo he visto, esto lo he visto… Le dejaron los huesos mondados al aire» (Consuelo García en Las cárceles de Soledad Real, pág 150).
Cuenta Petra Cuevas en la pág. 101 del libro Cárcel de mujeres que fue interrogada ante Carlos Arias Navarro. Los funcionarios de policía colocaron cables pelados alrededor de sus muñecas y provocaron la descarga, pero no obtuvieron la información deseada, mientras Arias le comentaba que lo habían aprendido de las checas republicanas. Sistemas de tortura refinados, estudiados técnicamente para causar daño y bestialidad. Pero tan sólo fue una de tantas. Luego este hombre hizo carrera en el gobierno de España. Fue, entre otras cosas, director general de seguridad, fiscal, gobernador civil de varias ciudades, jefe del Movimiento, alcalde de Madrid, procurador en cortes, ministro y presidente del gobierno. Bajo su gobierno se ejecutó a Salvador Puig Antich, a Jon Paredes, Txiki, y Anjel Otaegi, José Luis Sánchez Bravo, Ramón García Sanz y Humberto Baena. Tras la muerte de Franco en 1975, el rey Juan Carlos le confirmó como presidente del Gobierno. Así gobierna el rey Juan Carlos. Carlos Arias Navarro fue también gobernador de Navarra entre 1954 a 1957, como Luis Roldán, Jesús García Villoslada o Pedro Luis Ruiz de Alegría Rogel (1992-1994). Mismo perro con collar distinto, aunque a partir de 1982 se les denomine delegados de gobierno. Así se gobierna en España.
Desde la cárcel, a donde fue enviado por el juez Fernando Grande-Marlaska, Pello Olano cuenta que los guardias civiles le impusieron las declaraciones con tortura: «Me ponían boca abajo en el suelo, con las manos atadas atrás y con unas mantas encima y tres personas sentadas sobre ellas. Mientras, otro me metía la cabeza en la bolsa, todo ello entre gritos y amenazas sin parar». Se orinó varias veces encima y se calzó un pantalón de guardiacivil. Olano añade que en los 80 fue detenido en otras tres ocasiones y pasó hasta diez días incomunicado, «pero esta vez ha sido la más dura. Antes te pegaban directamente, pero ahora emplean las bolsas». Al preguntarle si le interrogaron sobre la situación de Lizartza, responde: «No, pero me decían que Regina Otaola estaría muy contenta». Es el último testimonio, pero existen tomos gruesos de relatos inhumanos y criminales.
Ninguno ha sido condenado por torturador. Es sabido que desde años, en el estado español, gobiernos y jueces colaboran en público y en privado con la tortura, que se mofan de los derechos humanos. Es costumbre vieja. A lo más el indecente-gris se calla. «Cuando vinieron a por los comunistas guardé silencio. Yo no era comunista». Entre nosotros los torturados, de antes y ahora, son legión, como los torturadores. No es ninguna rara avis un juez colaborador con la tortura. Produce congoja, desaliento, asco…, denuncian a Pinochet, a Franco, a Hitler, a Bush, a la Inquisición, a Videla, pero no por eso dejan ellos de ser también criminales y torturadores.
Un ejemplo de hoy: Fernando Grande-Marlaska. Incomunica para que torturen. Y hecho el trabajo en la mazmorra la sala castiga al torturado y absuelve al torturador. Pero sin miedo a errar y con años de experiencia pongan Audiencia Nacional. Lean los numerosos relatos espeluznantes, bestiales, sádicos, detallados y minuciosos de los presos/as políticos vascos. Lean sus denuncias ante el tribunal. Escuchen hoy a Pedro Olano y gritarán de nuevo: ¡Malas bestias!
El día 26 de diciembre de 2009 el periódico Deia relataba a toda página cómo un grupo de voluntarios pasaba la «nochebuena sin jamón» sirviendo de forma altruista la cena de los más desfavorecidos en un comedor social de Bilbao. Entre ellos un antiguo gobernador-delegado civil de Navarra (1992-1994), hoy cordero ante el portal, ayer torturador con el detenido (escuchen los relatos de los torturados bajo su cuarto): Pedro Luis Ruiz de Alegría Rogel. Hipocresía de gobernantes, paz criminal y ensangrentada, verdad que es mentira, generosidad que es mueca y tapadera de cloaca, justicia que es venganza. La España una amasada de tortura con manos ensangrentadas de sus amos.
No vayan lejos, lean Irredentas. Las presas políticas y sus hijos en las cárceles franquistas, reeditado en el 2010, del profesor Ricard Vinyes y lean, a continuación, las confesiones de los presos/as políticos vascos, de sus hijos y visitantes sobre las actuales cárceles españolas. Sólo cambian las fechas, prosiguen el maltrato, la humillación, el desprecio, la tortura eterna, de años, de dictadura. ¿Su respuesta ante la denuncia? Nueva tortura con comentario de impunidad: «…me decían que Regina Otaola estaría muy contenta» (es la alcaldesa del PP del pueblo de Olano, que usurpó el puesto).
En el fondo el mismo mensaje macabro de campo de concentración: «¡Perded toda esperanza!». Pero la esperanza del hombre no es la desesperanza parda de los malvados sino la solidaridad tierna de los generosos.
Vi que estabas…
Volví la frente: Estabas. Estuviste
esperándome siempre.
Detrás de una palabra
maravillosa, siempre (Blas de Otero)
Un beso cálido a los masacrados por la justicia.
Rebelión ha publicado este artículo con permiso del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.