La Jornada Nacional de Movilización Social y Sindical convocada por la Central Unitaria de Trabajadores de Chile no tuvo el alcance que preveían sus convocantes, pero puso en evidencia el hartazgo de una gran parte de la sociedad chilena que sigue esperando profundas mejoras y una distribución equitativa de la riqueza. El bombardeo de cifras […]
La Jornada Nacional de Movilización Social y Sindical convocada por la Central Unitaria de Trabajadores de Chile no tuvo el alcance que preveían sus convocantes, pero puso en evidencia el hartazgo de una gran parte de la sociedad chilena que sigue esperando profundas mejoras y una distribución equitativa de la riqueza. El bombardeo de cifras macroeconómicas que se lanzan periódicamente desde el Palacio de la Moneda, se ha convertido en un boomerang.
La bonanza de los números, solo encuentra comprensión y sonrisas de satisfacción, en un sector minoritario ligado a la producción, al comercio y a determinados servicios. Pero para la mayoría de la población esos avances no se reflejan en sus salarios que pierden su carrera frente a los precios de artículos de primera necesidad. Por eso, cuanto más les recuerdan «lo que bien que están», más se encrespa el descontento.
Casi 700 detenidos, y más de una treintena de heridos fue el saldo de una jornada de protestas durante la cual las formas de la represión repitieron imágenes de los métodos violentos y desproporcionados que utilizaban los Carabineros durante la dictadura pinochetista. «No hubo pérdidas de vidas que lamentar», se autoconsolaba el ministro del Interior, Belisario Velasco, a la par que lanzaba elogios al accionar de la policía militarizada que desplegó un operativo que incluyó efectivos de infantería y caballería, y el empleo de carros lanza agua y lanza gases. También afirmó que «la violencia y el vandalismo», logró en algunos momentos paralizar Santiago, la capital, pero minimizó el alcance de la protesta. Desde el gobierno se afirma que los concentrados nunca superaron los 6 o 7 mil manifestantes. Lo cierto es que la protesta no llegó a una masividad importante, pero también resulta difícil cuantificar la participación a raíz de la diversidad de incidentes que provocaron las intervenciones represivas de los carabineros. La cifra de detenidos, la mayoría de los cuales recobró la libertad a las pocas horas, revela que la policía tenía instrucciones para desarticular la protesta y evitar su extensión y crecimiento. El defensor de Derechos Humanos Hugo Gutiérrez, explicó que los carabineros pusieron en práctica un sistema de contención basado en la detención temprana de los dirigentes de las columnas que se formaban, para desarticularlas. Puede que ese procedimiento haya facilitado el caos posterior y la multiplicación de incidentes violentos. Gutiérrez precisamente, considera que el único culpable de los desmanes es la intendencia de Santiago, bajo cuyo mando opera la fuerza pública por delegación expresa de la presidencia de la república.
La convocatoria de la CUT se hacía bajo el lema «a conquistar un estado social, democrático y solidario». Pero el ministro del Interior en su balance de los hechos afirmó: «fue una movilización atípica porque no vi una razón clara para manifestarse y tampoco vi un apoyo masivo ciudadano». Esta apreciación oficial parece equivocada o al menos ingenua si se tiene en cuenta que el día anterior expresaban su apoyo a la convocatoria los jefes de las bancadas parlamentarias de partidos que integran la Concertación en el gobierno, incluído el Partido Socialista al que pertenece la presidenta Michelle Bachelet. El propio presidente del partido socialista Camilo Escalona se había pronunciado en apoyo de la movilización dispuesta por la central de trabajadores. La única voz disonante fue la de la democristiana Soledad Alvear que argumentó no comprender la movilización «cuando hay espacios de diálogo». Precisamente el tema de las comisiones y vías de diálogo, es criticado duramente desde las bases de los partidos de gobierno. Consideran que las comisiones son «un desvío a vía muerta», donde se habla mucho y se soluciona…casi nada. Otros dirigentes sindicales o vecinales, definen a las comisiones como «un lugar para tenernos entretenidos» , sin tomar acciones.
La Central de Trabajadores chilena convocó la movilización para protestar contra el alza de precios, los bajos salarios y la política económica de Bachelet que califican de «neoliberal». También subyace en la protesta, la exigencia de que se cambie el sistema electoral, que muchos consideran falto de representatividad y la causa principal de que la mitad de los electores no concurra a votar cuando son llamados a las urnas. Cada vez hay más gente que no cree en la solución política de los principales problemas del país, al menos dentro de las reglas actuales.
Reivindicación profunda de cambio
Es peligroso que el gobierno y las direcciones políticas desoigan estos reclamos que vienen sintiéndose desde hace mucho tiempo como un rumor subterráneo pero con esporádicas explosiones en la superficie social. Mal asunto sería que el ministro del interior minimizara estas reinvindicaciones. O que la presidenta Bachelet se limitara a condenar la violencia sin asumir que hay un legítimo y creciente descontento por la falta de medidas sociales efectivas. Peor aún, que el «tic» defensivo del gobierno ante las convocatorias, fuera deslegitimarlas a priori, y emplear una fuerza represiva impropia de la situación democrática que pregona. Y esta no es una calificación exagerada; las escenas en las calles difundidas por televisión demuestran que los carabineros actuaron de una manera violenta e indiscriminada. El senador socialista Alejandro Navarro sufrió heridas al ser golpeado por un oficial de policía cuando intentaba mediar para que se permitiera el desarrollo pacífico de la protesta. Entre los heridos y lesionados por la policía también figura el Premio Nacional de Literatura Raúl Zurita, y varios periodistas y reporteros gráficos. La movilización tuvo su epicentro en Santiago de Chile, pero también hubo réplicas en Valparaíso, Concepción o Rancagua y en la provincia de Arauco. En la capital, las protestas se extendieron por la noche a los cordones periféricos, con barricadas, fogatas y cortes de suministro eléctrico, como ocurría en las jornadas de resistencia contra la dictadura.
Arturo Martínez, presidente de la CUT que el día previo a la protesta anticipó que Chile no sería el mismo después de la movilización, acusó al gobierno y a las autoridades metropolitanas de crear un clima de violencia, lo que terminó por desnaturalizar la forma pacífica en la que había sido convocada. Dijo que la violencia es inevitable «cuando las mismas autoridades empiezan semanas antes a generar el clima». Añadió: «aquí hay gente que tiene hambre, hay gente que está aburrida de esperar». Agregó que la CUT espera poder conversar con los empresarios, con el gobierno. Pero no a través de un consejo o una comisión». «Hay un gobierno que tiene que conversar con una organización social que es capaz de parar este país», concluyó su razonamiento. Martínez dijo también: «Los trabajadores hoy han tenido mayor dignidad. El pueblo de Chile está orgulloso de tener trabajadores conscientes que salieron a la calle a reclamar sus derechos.» «Esto significa que hemos iniciado un proceso interesante para cambiar las cosas». La protesta de los trabajadores chilenos tuvo como símbolo una vaca, que «está cansada de ser ordeñada en beneficio de unos pocos». La CUT utilizó esta analogía para graficar el hartazgo de los trabajadores en su espera para acceder a los beneficios de la economía chilena que pregona el gobierno. ( Este año está previsto un crecimiento de seis puntos ). Al respecto, Juan Somavía, director de la OIT, Organización Internacional del Trabajo que se hallaba de visita en Chile, afirmó que esta movilización es «una llamada de atención» para el gobierno, y afirmó ( por si hacía falta ) que «los problemas de desigualdad en Chile, son reales», y que requieren rápidamente fórmulas para resolverlos.
Los mecanismos de acumulación de capital que permiten a muchas empresas chilenas mostrar ejercicios extraordinariamente rentables, son enjuiciados desde diversos sectores sociales y políticos, incluídos aquellos que forman parte del gobierno de la Concertación. Camilo Escalona, presidente del Partido Socialista afirmaba dias pasados que » la propia prensa señala los abusos que se cometen en las grandes cadenas de supermercados que se presentan ante el país como las principales empresas con rentabilidad.» «Sin embargo -agregaba- día a día están surgiendo nuevos antecedentes que indican que esa rentabilidad se está logrando sobre la base de abusos y de atropellos que son inaceptables en democracia». No es que ese análisis resulte original a esta altura del proceso y después de varios gobiernos que no han tocado los resortes fundamentales del mecanismo económico que dejó la dictadura, pero es un síntoma de que tales verdades ya no pueden esconderse ni ser ignoradas.
El secretario general del Partido Socialista, Marcelo Schilling, descartó que el apoyo dado por su organización política a la movilización haya sido un error político, por tratarse de un partido que forma parte del gobierno. «Creo que no, porque detrás de la manifestación hay una reivindicación profunda de cambio, de participación, de integración, de justicia y de igualdad, que son los valores del Partido Socialista, y yo lo siento mucho pero eso es lo que vamos a defender siempre, les guste o no les guste a quien sea», añadió. «Este es un partido que tiene mas de 70 años de historia y está ligado a la lucha de los trabajadores, no solo al ejercicio del poder. Y la constante ha sido el apego a la lucha de los trabajadores, y es muy difícil para un partido desnaturalizarse».
¿Sabrán escuchar?
La movilización de la CUT sumó el apoyo de diversos sindicatos de trabajadores, pero también de otras organizaciones como el Colegio Médico, el Colegio de Profesores, la Confederación de la Pequeña y Mediana Industria, o la Agrupación Nacional de Empleados Fiscales. El Dr. Juan Luis Castro presidente del Colegio Médico de Chile acompañó la marcha de protesta por las calles de Santiago. Y en ese momento fué muy preciso cuando le interrogó el corresponsal de la BBC sobre su presencia: «En Chile no hay acceso igualitario a la salud. Hay que esperar dias, semanas o meses para una atención médica y tenemos un importante déficit de especialistas. Esos son problemas reales que no han sido abordados»· A su lado, Jorge Pávez, presidente del Colegio de Profesores añadía: «No ha cambiado la matriz de la dictadura que entiende la educación como un privilegio para quienes puedan pagarla.»
Las señales son claras. El descontento no es coyuntural, es producto de la acumulación de frustraciones, esperas y desencuentros. Una parte importante de la sociedad chilena considera insuficientes los pasos que se dieron en todos estos años. Demasiados vestigios de la dictadura están en pié, además de la omnipresente impunidad con la que abandonó este mundo Pinochet y la que cobija a tantos responsables de torturas, secuestros, crímenes y desapariciones. Y lacerantes son las desigualdades sociales y económicas que prevalecen como una herencia perversa a pesar del supuesto cambio de signo de los gobiernos que sucedieron a Pinochet.
Los sectores más lúcidos de las fuerzas políticas comprometidas con el gobierno, los más consecuentes con las ideas originarias de justicia social, tienen una oportunidad de romper con las formas de continuidad que hasta ahora siguieron los gobiernos de la Concertación. Eso es lo que espera una parte importante de la sociedad chilena.