Se han cumplido cuatro años de nuestro arribo a Pondores. Cuatro años de nuestra última marcha guerrillera hacia este lugar elegido para la dejación de las armas y la reincorporación de antiguos guerrilleros y guerrilleras del Bloque Caribe a la vida civil. Por aquellos días, Pondores era un área de cuatro hectáreas desiertas, azotadas por un sol guajiro e intensas brisas que levantaban remolinos de arena de hasta 100 metros de altura. Ahora, Pondores es una comunidad de paz, arborizada de frutales, moringas y papayos; adornada de rosas, girasoles y toda clase plantas medicinales y aromáticas, sembradas por manos de antiguos combatientes.
Han sido 4 años de incumplimiento del Estado a lo pactado y de inseguridad física, jurídica y socioeconómica. En los que no hemos visto aparecer un solo proyecto productivo colectivo verdaderamente sostenible y sustentable, ni una sola hectárea de tierra del fondo de tres millones que quedó pactado en el Acuerdo de Paz. Los PDET han sido reemplazados y simulados por pequeñas obras que en nada resuelven las necesidades estructurales de nuestras las áreas rurales (pobreza, vías terciarias, vivienda, alimentación, educación, salud, redes eléctricas y conectividad).
Próximo a nuestro espacio de reincorporación se pretende iniciar un proyecto de explotación de carbón a cielo abierto (cañaverales), cuyo título a 30 años impactaría en 60 mil hectáreas y la ambiciosa meta de extraer 35 millones de toneladas anuales que prometen acabar con las pocas reservas hídricas de la región. No hay tierras, proyectos productivos ni inversión social, pero si minería a gran escala.
A Pondores llegamos 250 combatientes en armas, población que fue aumentando con la llegada de exprisioneros y familiares de reincorporados. Sumado a lo anterior, la población de niñas, niños y adolescentes asciende a 145. Ellos y ellas, requieren atención prioritaria en materia de educación, salud y alimentación, debido a que el único ingreso de sus padres es la precaria renta básica consistente en el 90% del salario mínimo vigente.
Para la comunidad de paz de Pondores, nuestro proyecto piloto es la vivienda y a este, hemos dedicado todo el empeño. Pero carecemos de la tierra y del suficiente apoyo institucional para hacer realidad el sueño de tener un techo digno. Le apostamos a una ruta de reincorporación segura, distinta de aquella aprobada por
la ARN en la resolución 4309 de 2019, inspirada en el modelo del Desarme, Desmovilización y Reinserción (DDR), de esencia asistencialista e individual, cuyo balance en otros Procesos de Paz ha sido el del fracaso, contradiciendo nuestra tradición de vida colectiva y de sostenibilidad basada en la productividad.
Coinciden estos cuatro años de tránsito a la vida civil con el auto resolutorio de la JEP relacionado con retenciones ilegales (expediente 01), que pretende reducir nuestra heroica resistencia guerrillera a delitos comunes, crímenes de guerra y de lesa humanidad, acogiendo como verdad el “informe Génesis” presentado como prueba en nuestra contra por Ejército colombiano, al que combatimos por años. Esto se suma a la pretensión de reducir nuestra rebeldía armada a la categoría de “guerrilla lumpenizada” y de “estructuras sin control”, que busca la ruptura de la cadena de mando y en consecuencia, descargar la responsabilidad de los hechos del conflicto en los mandos medios (direcciones de frentes y bloques), cuando es sabido por propios y extraños que en las FARC-EP imperó la unidad de mando, la dirección colectiva, la subordinación y cumplimiento de órdenes, así como una férrea disciplina militar y política, todo ello enmarcado en un estatuto, el régimen disciplinario y las normas internas de comando.
Son cuatro años de promesas incumplidas, de fallida implementación de los acuerdos, de inseguridad física – que deja un fatídico saldo de 260 excombatientes asesinados – que concluyen en la incertidumbre e inseguridad jurídica que producen las decisiones de una JEP bajo presión, que amenaza con enviar a la cárcel a los firmantes del acuerdo, ante el aplauso de los autoproclamados defensores de la paz. Ante este panorama: No hay nada que celebrar.
Benedicto González Montenegro. Pondores La Guajira