«En las reuniones del grupo de los Derechos de las Mujeres y en otras reuniones los hombres más avanzados aplaudieron la idea de igualdad. Noté -yo lo había visto antes, y lo vi más tarde- que los hombres, no obstante sus declaraciones, aunque parecieran ayudarnos, siempre se conformaban con las apariencias… me convencí de que […]
«En las reuniones del grupo de los Derechos de las Mujeres y en otras reuniones los hombres más avanzados aplaudieron la idea de igualdad. Noté -yo lo había visto antes, y lo vi más tarde- que los hombres, no obstante sus declaraciones, aunque parecieran ayudarnos, siempre se conformaban con las apariencias… me convencí de que nosotras las mujeres simplemente debemos tomar nuestro lugar sin pedir permiso por ello».
«… El viejo mundo debería temer el día en que aquellas mujeres finalmente decidan que han tenido bastante. Aquellas mujeres no flaquearán. La fuerza se refugia en ellas. Tened cuidado de ellas… Tened cuidado de las mujeres cuando se cansen de todo lo que las rodea y se levanten contra el viejo mundo. En aquel día un nuevo mundo comenzará».
Louise Michel (1870- 1871, Comuna de París)
Los debates sobre la liberación de la mujer han dejado sus frutos y sus controversias a lo largo de la historia. Las acciones de cientos de miles de mujeres que emprendieron una lucha tenaz para dar fin a la miseria y a la opresión, siempre acompañadas por una revolución de sus vidas, han dejado una huella indeleble sobre la cual volver y también renovar.
VICTORIA ALDUNATE MORALES
Integrante de «Memoria Feminista, feministas autónomas, terapeuta, escritora, vive en Santiago de Chile. Madre de una hija. Ex presa política de la dictadura. Vivió exilios en la URSS y en Argentina. Trabaja con mujeres que viven violencia en primera acogida y en talleres de autoconciencia. «Memoria Feminista, feministas autónomas» además es parte de la Red de Apoyo a COOAMS, Coordinadora de Organizaciones Autónomas Mapuches, y trabaja en acciones coyunturales con Biblioteca Emma Goldmann, anarquistas, y CENFOCAR, Centro de Capacitación y Formación Aracely Romo -en nombre de una activista del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionario) explosionada (dinamitada viva), se presume, por agentes de la dictadura de Pinochet hace 20 años. También es importante decir que compañeras de la «Memoria Feminista, feministas autónomas» son a su vez integrantes de redes ecologistas, contra las represas, de redes animalistas, de coordinaciones anarquistas y okupa.
1. ¿Cómo describirías la situación en que nos encontramos las mujeres hoy?, ¿hay algún tema que consideres prioritario?, ¿existe una «especificidad» de las mujeres en Latinoamérica?
La situación de las mujeres hoy, en el mundo es claramente una situación global en que la pobreza es selectiva con nosotras. Todas las instituciones internacionales, aquellas a las que algo les creemos y aquellas a las que no les creemos nada, igualmente dicen más o menos lo mismo en relación con las cifras sobre nosotras: que las mujeres en el mundo somos las más pobres de los pobres, que tenemos los peores trabajos, los más mal pagados, que nuestros hijos e hijas heredarán nuestra pobreza. Que en el mundo subdesarrollado las mujeres no podemos elegir la maternidad, que cientos mueren de abortos, que muchas de esas son encarceladas, que millones de niñas, mujeres y ancianas son violadas y abusadas, botín de guerra en el fuego cruzado entre imperios, dictaduras y variados enemigos. Y no hay que leer estadísticas para observar eso en la realidad de nuestras calles cada día en Latinoamérica. Las mujeres somos violentadas de manera estructural, es decir, la Violencia contra las mujeres no es la excepción o un «hecho problemático», sino que es la norma del Patriarcado. Y no se trata sólo de golpes e insultos entre cuatro paredes, se trata de un dolor creado a todas para controlarnos. Es el mecanismo con el que se nos domina: La Violencia. Y allí donde se violenta a hombres por llevar adelante luchas revolucionarias y libertarias, a las mujeres que llevan las mismas luchas se las violenta doblemente por luchadoras y por mujeres «metidas» en roles heroicos, reservados a hombres… Ésa sería, desde donde yo miro, la «especificidad» de las mujeres -por recrear una palabra que tú has dicho-, pero en realidad es Patriarcado: violencia, explícita o no, contra las mujeres, contra las lesbianas y, de ahí en adelante, contra todos los interpretados como «femeninos», «afeminados», «más débiles» o «peores» -homosexuales, indígenas, pueblo pobre, infantes, ancianos, etc… Y no es autovictimización, es constatación de mecanismos de funcionamiento social, político, económico, cultural, patriarcales. Otra cosa es que la rebelión de las mujeres camina, existe y está donde ni te imaginas, agazapada para saltarle al Patriarcado, o abiertamente destruyéndolo…
2. ¿Qué significa para vos ser feminista hoy?, ¿cómo ves a los feminismos en la actualidad?
Para mí, no hay posibilidad de no ser feminista en la realidad que impera. No es una moda ni una manera de tener «estilo». Es una opción ética y política inevitable. Y de todos los feminismos, elijo los más radicales, los revolucionarios. El Patriarcado y su máquina es radical, recalcitrante, racista, fascista, clasista, machista, misógina, lesbofóbica, adultocéntrica, adoradora de lo joven, lo blanco, lo anoréxico, entonces el único enfrentamiento posible, para mí, es desde el lado opuesto y ése es el feminismo revolucionario. Este sistema no se «humaniza» porque es inhumano, sería cínico e inútil, se destruye para construir otro. Creo que sigue habiendo como siempre en la historia de los feminismos, feminismos liberales y, a la larga, y aunque no les guste a ellas, neoliberales, ya que si no lo dicen abiertamente le tapan su mierda al neoliberalismo con maquillajes de género y cuotas para las mujeres de la clase política que es casi lo mismo que ser hombres de la clase política. Asimismo, siguen desarrollándose, como desde la Comuna de París, desde Flora Tristán, Carmela Jeria, Emma Goldmann, Alejandra Kollontai, desde las obreras feministas chilenas, feminismos revolucionarios que buscan terminar con el Patriarcado, su Capital y sus imperios coloniales. El feminismo autónomo latinoamericano, el feminismo lésbico latinoamericano, el feminismo anarquista, el feminismo comunitario en Bolivia -ahora mismo- son pruebas de que seguimos aquí, tanto como los feminismos burgueses.
3. ¿Podrías comentarnos de qué manera concebís a la lucha feminista?, ¿pensás que el feminismo puede ser una contribución a la lucha por la transformación social?
Absolutamente, el feminismo revolucionario es mucho más que una «contribución» a esa lucha, es imprescindible. No hay revolución posible sin feminismo. La revolución que no asuma el feminismo, no será. Máximo será un patriarcado de izquierda, incoherente y estrecho… Un aspecto enriquecedor e imprescindible del feminismo revolucionario es que no pretende conducir a nadie. Que, teóricamente y como esperamos, debe ir con otros y otras sin querer mostrarles «el» camino iluminado, sino, más bien oyendo los deseos de los otros y explicitando los propios para ver dónde y cómo pueden encontrarse ambas libertades. Porque el feminismo se hace desde el cuerpo de nosotras, desde nuestra convicción que los deseos, las emociones, el placer, importan tanto como los pensamientos o las guerrillas, no son menores, ni «secundarios». No esperamos tampoco un día «D» -como decimos en la Memoria…- porque la resistencia, las transformaciones son a diario. En los talleres de autoconciencia, en conversatorios, en la calle cuando intervienes con tus ideas, en lenguajes e imágenes, que todas entiendan. Cuando vas a una reunión luego del trabajo en vez de llegar directo a tu casa y avisas que hoy no te toca cocinar ni acostar niños, ni nada porque tu reunión para coordinarte con tus compañeras es también fundamental en tu vida. Cuando vas a tomar un vino con amigas o amigos y sabes que te mereces ese placer y no lo vives con culpa, y entonces le enseñas a tu hija que no tiene que tener culpa por ser feliz. Cuando estás en la cama con la mujer que estás amando, que tú eliges amar, porque crees que tienes derecho a amarla a ella y no a un «él», o cuando estás con un «él» y dices lo que quieres y no aceptas someterte a un sexo que no quieres. Ahí también estás revolucionando la vida, desafiando los moldes machistas y sexistas. El feminismo son procesos, así es que los van haciendo, día a día, diversas feministas.
4. ¿Cuáles serían para vos los desafíos del feminismo en la actualidad?
El primero y más sentido al menos para mí, en Chile, y sé que para mis compañeras de la Memo…, es fortalecer el movimiento feminista, al que hemos llamado autónomo del que somos parte y que, en definitiva, es un movimiento desafiante del Patriarcado y toda su clase política imperante que se disfraza de «izquierda», y por supuesto a su derecha fascista que siempre ha sido y será fascista. Fortalecernos internamente en nuestros trabajos feministas, autónomas, lesbianas feministas, colectivas feministas, activistas feministas, activistas lesbianas, creadoras que accionan políticamente de maneras feministas, etc. También fortalecer las alianzas que hemos decidido hacer, con mapuches autónomos, con estudiantes antineoliberales, con anarquistas, con izquierdistas respetuosos de nuestras posturas, de tal manera que este tejido al que contribuimos pueda construir, como dice una compañera nuestra, el antagonismo revolucionario necesario. Fortalecerlo con trabajo, acciones y horizontalidad recíproca… Hasta el momento, en Chile, al que yo llamo $hile, por su opción neoliberal y facha, nos hemos defendido solamente. Junto con otros movimientos sociales hemos, más que nada, respondido al dolor de la impunidad y los crímenes que siguen ocurriendo como en dictadura: asesinatos y montajes contra comunidades mapuche, contra comunidades anarquistas, prisión política de luchadoras y luchadores sociales, tortura, venta del país a las trasnacionales. Pero no hemos pasado aún, en mi opinión, a una construcción que no sea coyuntural o respondiente, a una construcción definida desde nosotros y nosotras no sólo para defendernos del dolor, sino para construir revoluciones felices. Pienso en Chile cuando hablo así. Si miro Latinoamérica, de seguro habrá otras feministas que podrán decir sobre sus realidades. Cada pueblo feminista tiene que hablar. Entiendo y me alegro por cómo están construyendo en Bolivia y, supongo, que en Venezuela, y en Cuba con las nuevas políticas no sexistas y que desafían la heteronormalidad. Esos son inmensos desafíos, pero de eso que hablen ellas, nadie sabe más que una, que una misma, ellas nos dirán cómo lo ven. Un desafío de todos los feminismos revolucionarios, creo, ha sido y sigue siendo mostrar que si creemos en la autodeterminación de los pueblos y las comunidades, debemos asumir también, como humanidad, la autodeterminación de los cuerpos y de psiquis, entre ellos, la autodeterminación de las mujeres. Si no aceptamos eso, las y los revolucionarios, nuestro discurso se transforma en mentiras bien dichas.
* Victoria escribe habitualmente en Kaos en la Red (www.kaosenlared.net), La Haine (www.lahaine.org), De Igual a Igual (www.deigualaigual.net), Hommodolars (www.hommodolars.org), entre otros medios.
FABIANA TUÑEZ
Coordinadora general de la Asociación Civil La Casa del Encuentro, Espacio Feminista, Social y Cultural, Buenos Aires.
1. ¿Cómo describirías la situación en que nos encontramos las mujeres hoy?, ¿hay algún tema que consideres prioritario?, ¿existe una «especificidad» de las mujeres en Latinoamérica?
– La realidad que nos reúne en toda nuestra región es la profundización de la legitimación de la violencia hacia las mujeres, como una forma que encuentra este sistema para seguir controlando nuestras vidas y nuestros cuerpos. La falta de derechos humanos para las humanas y no considerar que la violencia hacia las mujeres sea una cuestión política. El patriarcado sigue avanzando y reinventa nuevas formas de opresión mientras el sistema nos dice que podemos ser diputadas, senadoras y presidentas consiguiendo de esta forma socias que siguen legitimando la violencia estructural hacia las mujeres en toda la región.
Las dos terceras partes de la jornada mundial del trabajo la realizamos las mujeres y recibimos el 10 por ciento de las remuneraciones mundiales, siendo propietarias sólo del 1 por ciento de la propiedad, y somos el 80 por ciento de las personas más pobres del mundo. En la actualidad existe un escenario político y social diferente, al capitalismo ya no le interesan los movimientos sociales y políticos, por eso busca la manera de atomizarlos y dividirlos en contradicciones secundarias. Y se dedica a la cooptación de actoras/es que, decididamente, son funcionales y protagonistas de las necesidades del patriarcado y del capitalismo así como de sus intereses. Como dice Audre Lorde, feminista, lesbiana y negra: «La supervivencia es aprender a asimilar nuestras diferencias y a convertirlas en potencialidades. Porque las herramientas del amo nunca desmontan la casa del amo. Quizás nos permitan obtener alguna victoria pasajera siguiendo sus reglas de juego, pero nunca nos valdrán para efectuar un verdadero cambio».
2. ¿Qué significa para vos ser feminista hoy?, ¿cómo ves a los feminismos en la actualidad?
– El feminismo es una filosofía política y un movimiento social, una teoría y una práctica que articulamos las mujeres, en la lucha contra este sistema de opresión, violencia y discriminación. Para mí ser feminista en la actualidad es pensamiento, cuestionamiento, acción y diálogo, que se expresa en diferentes propuestas y articulando estrategias, pero con planes de acción que nos tengan permanentemente en las calles, frente a frente fundamentalmente con las mujeres, y también frente al conjunto de la sociedad. Un feminismo que atraviese la sociedad siendo la contradicción principal al patriarcado y al capitalismo. Para poder analizar el hoy necesitaría hacer un poco de historia. En la década de los 90, herederas de las dos corrientes que atravesaron al feminismo en Argentina, así como en el resto del mundo, el feminismo de la diferencia y el de la igualdad, habían devenido en funcionarias, asesoras o miembras de ONGs (el de la Igualdad), y feministas de la denuncia permanente (el de la Diferencia). La Conferencia de Beijing (1995), con el guiño de Naciones Unidas, fue la puerta para «planes para el desarrollo con perspectivas de género», «derechos reproductivos», «procreación responsable», «derechos civiles» e «igualdad social entre los sexos», «violencia intrafamiliar», encajonando las antiguas consignas por el aborto, contra la violencia hacia las mujeres o los análisis que cuestionan «demasiado» al capitalismo como sistema de opresión; a partir de allí el enfrentamiento abierto entre dos corrientes que se venían gestando: la Autonomía y la Institucionalidad.
Las institucionales, amparadas por gobiernos y grandes organizaciones, salieron triunfantes de esta batalla ideológica y política mientras nosotras, las autónomas, luego del Encuentro Feminista de Cartagena en 1996, cuando estalla la confrontación con la aparición de las «expertas» sobre las políticas de mujeres, sólo pudimos tratar de resistir al poder hegemónico de las instituciones y observar cómo se fueron reemplazando las políticas feministas por las políticas de género y la cooptación de los gobiernos hacia el interior de nuestro movimiento. El sistema busca y reinventa maneras de filtrarse y lograr su objetivo. Las mujeres debemos continuar siendo oprimidas, para que el sistema patriarcal capitalista pueda seguir gozando de sus privilegios. ¿Por qué pensar en lo diferente si es mejor ser iguales? preguntaban las compañeras, desde la institucionalidad.
Y desde la autonomía, contestábamos ¡ser iguales significa que ya existe algo a quien parecernos! La igualdad es parte de la teoría del desborde, las sobras del patriarcado capitalista. Pero… las «regalonas del patriarcado» como dice Margarita Pisano, se sentían felices con esas migajas que les regalaba el sistema, sin tomar conciencia de que estaban siendo capturadas por el enemigo, para continuar con el dominio. Después de la debacle de los partidos políticos, después del techo que imponen las ONGs que responden a los intereses de los partidos políticos y gubernamentales, habría que volver a consolidar un movimiento autónomo que sea la expresión de una resistencia y de un cambio transformador. Voces de mujeres, feministas, del movimiento de mujeres que con debates aún pendientes se expresen y digan. Hablamos de «Feminismos», cuando las mujeres aún no alcanzaron a conocer uno solo. Porque el feminismo que el sistema les presenta es el que le es funcional a sus intereses y el otro está lejano de sus vidas cotidianas encerrado en lógicas endogámicas y elitistas en un lenguaje muchas veces incomprensible y en otros casos con una comunicación muy distante. Nos hemos convertido en algunos casos en grupos de mujeres mediáticas dentro del sistema hablando de géneros para reemplazar al feminismo, que lo único que logró fue más invisibilidad que potenciación de nuestra ideología. Desarrollamos la profesionalidad del activismo y desde una computadora analizamos, discutimos, disentimos, proyectamos y así estructuramos un sistema jerárquico propio del patriarcado. Pero existen también expresiones de un feminismo que está pero que no se nombra porque todavía no fue desarrollado académicamente, que en muchas ocasiones es minimizado y ridiculizado por las «expertas», que es aquel que diferentes grupos y personas en diferentes lugares del país y de la región desarrollan en su lucha cotidiana, es la nueva categorización de un feminismo popular construido entre todas las mujeres y de cara a toda la sociedad.
3. ¿Podrías comentarnos de qué manera concebís a la lucha feminista?, ¿pensás que el feminismo puede ser una contribución a la lucha por la transformación social?
– Concibo la lucha feminista como un movimiento feminista popular, construido y articulado desde cada rincón de cada ciudad o pueblo. El feminismo que hace que cada mujer recupere su voz, su cuerpo y sus deseos generando ella misma su propia revolución que tendrá su correlato en un cambio en la sociedad. Que nos reencuentra con la humildad, las sensaciones, la alegría, la ética de la solidaridad y las luchas, y cuestiona todo feminismo que no llega a todas las mujeres de los diferentes sectores de nuestra sociedad. Creo que la primera revolución es la que cada mujer hace primero cuando cambia la mirada y toma conciencia de su opresión que va mas allá de la clase social a la que pertenezca. Sin dudas el feminismo es una herramienta indispensable para la transformación social porque cuestiona el sistema, la norma, la opresión y el orden establecido, se subleva frente a la injusticia social y a los mandatos, cuestiona los poderes, se enfrenta al poder opresor de las Iglesias, que pasa primero por nuestro cuerpo oprimido, porque trabaja por la creación de una sociedad basada en otros valores éticos, políticos y culturales para transformar la realidad de violencia, opresión, marginación y hambre. Pero sólo si lo entendemos como un movimiento que busca permanentemente nuevas formas de decir y hacer que generen puentes, vínculos e identificación. Hacerlo y construirlo desde un lenguaje más coloquial, personal y cotidiano permitirá a miles de mujeres, comprender que lo que todas sufrimos y padecemos es por lo que lucho y lucha el feminismo. El proceso de internacionalización de los asuntos feministas exige pensar y actuar de forma conjunta sobre nuestras políticas, nuestra ética, nuestras visiones y nuestras demandas más urgentes, de forma de elaborar estrategias conjuntas. Esto significa enfrentar nuestras diferencias, respetar nuestra diversidad y descubrir formas de trabajar juntas sin comprometer nuestros ideales políticos individuales y colectivos, para que pueda ser la herramienta de la transformación que todas queremos.
4. ¿Cuáles serían para vos los desafíos del feminismo en la actualidad?
– Considero que uno de los principales desafíos de las feministas es dejar de hacer política «para» las mujeres y hacerla «con» las mujeres, modificar nuestra forma de comunicar y construir un feminismo desde lugares no tradicionales, que podemos hacer todo aquello que siempre quisimos hacer, que las feministas tenemos las mismas opresiones y las mismas historias, que reímos y lloramos y a partir de allí conectarnos, creciendo en las ideas, aprendiendo a debatir, profundizar y sobre todo a animarnos a construir otra forma de escucharnos, vernos y reconocernos, entendiendo que el cambio será construido entre todas. Encontrar nuevas formas de decir y hacer que generen puentes, vínculos e identificación. Hacer desde un lenguaje más coloquial, personal y cotidiano. Si cada acción que hacemos sirve para cambiar la mirada, generar una pregunta a una mujer o a un varón, cumpliremos con el objetivo que nos propusimos. Hacer un feminismo con el cuerpo, un feminismo que cualquiera puede entender porque lo hace desde su historia o la historia de otra mujer. Al movimiento lo construimos entre todas, cada día y con cada mujer que se incorpora y cada varón que se cuestiona sus privilegios. Feminismo popular construido entre todas las mujeres y con toda la sociedad. El desafío es cómo confluimos para articular ampliar y profundizar esta revolución que producimos las mujeres cuando tomamos conciencia y nos organizamos al cambiar la mirada. Somos todas esas mujeres violadas, con hambre que mueren a diario en nuestra región, víctimas de la violencia, las que desaparecemos y somos asesinadas por las redes de trata, trabajadoras o piqueteras, estudiantes, las que morimos por abortos clandestinos, las que por igual trabajo recibimos diferente salario, las obreras textiles, las esclavas del siglo XXI, las lesbianas, y además también feministas.
Asociación Civil La Casa del Encuentro, Espacio Feminista, Social y Cultural, Buenos Aires.
RUTH ZURBRIGGEN
Integrante de la Colectiva Feminista «La Revuelta» (de Neuquén) y junto a otros grupos feministas del país estamos en proceso de construcción de una Red de Colectivas y otras/xs: Feministas Inconvenientes.
1 . ¿Cómo describirías la situación en que nos encontramos las mujeres hoy?, ¿hay algún tema que consideres prioritario?, ¿existe una «especificidad» de las mujeres en Latinoamérica?
– Me resulta difícil dar una respuesta a tanta pregunta. Supongo que según dónde pongamos el foco del análisis los abordajes acerca de la situación de las mujeres hoy pueden variar, complejizarse, encontrarse, distanciarse. Suelo correr el riesgo de buscar respuestas congeladas sobre la(s) dominación(es) y la(s) resistencia(s). Intentaré ciertos movimientos. Pienso en la pregunta y no puedo dejar de ubicarnos en los contextos globales del heteropatriarcado capitalista, racialmente estructurado, inmerso en relaciones de dominación que producen y reproducen nuevas colonizaciones. En un mundo de patriotismos, nacionalismos y fundamentalismos exacerbados todo se convierte en muy difícil para las mujeres. Y desde esta generalidad, también pienso en las complejas intersecciones constitutivas de relaciones amplias de subordinación y opresión a las que se enfrentan y nos enfrentamos mujeres concretas en el día a día. Que responden a cuestiones relacionadas no ya con el género sino con los géneros y las clases sociales, pero también a otros engranajes de una maquinaria que diseña y promueve constantemente desigualdades de diversa índole. Vivimos en un sistema que descarta vidas, que ilegaliza existencias, que depreda ferozmente al planeta mismo.
Encuentro estadísticas escalofriantes, vidas y muertes concretas, feminicidios, desaparecidas, cuerpos de millones de mujeres que siguen maniatados al control estatal y de los fundamentalismos religiosos al no contar con el derecho al aborto; miles de jóvenes siguen aspirando a modelos de belleza vendibles para saciar deseos masculinos; todavía hay países donde las mujeres viajan en los baúles de los autos; el maltrato y la discriminación matan más que el terrorismo; las víctimas de violaciones, las desplazadas, las secuestradas y prostituidas; las que intentan sobrevivir con un dólar por día; las lesbianas y bisexuales imposibilitadas las más de las veces de visibilizarnos para no perder los trabajos; las mujeres ganando menos que los varones por el mismo trabajo; la falta de viviendas y servicios básicos como el agua; la precarización de las vidas es mucho más que un síntoma en los tiempos que corren donde los derechos sociales se han convertido en responsabilidades individuales. Y más aún, en temas de placeres, cuerpos y sexualidades hay apropiaciones que no tienen límites, hay mujeres que mueren sin saber que tienen clítoris. Y veo también a muchas mujeres ejerciendo los modelos patriarcales más horribles. No me gusta hablar de la situación de las mujeres, sin hacer ciertos cruces en relación con otras desigualdades impuestas en razón de clase, edad, etnia, deseos u orientaciones sexuales, etc.
En el Encuentro Nacional de Mujeres de Córdoba del 2007 cantábamos: No nos unen las vaginas, las inconvenientes no votamos a Cristina, ni a Lilita. Para mí esta consigna sigue tan vigente como entonces. No adhiero a la idea esencialistamente mujeril. Y sigo con la lista, algo en lo que pienso mucho: vislumbro todavía muchas trabas subjetivas para dejar de pensarnos en relación con los varones, para lograr que la masculinidad y sus parámetros no sean las varas con las que medirnos. La lista no se agota, pero a la vez es evidente que porfiadamente muchas/xs seguimos intentando cambios, luchando, resistiendo y que hemos alcanzado importantes derechos y reconocimientos impensables hace apenas unas décadas, a fuerza de pelearlos, sin duda, pero que significan otros posibles para nuestras vidas concretas. Y, si bien suena a poco, también contamos con herramientas legales; aunque la letra de las leyes en este sistema seguirá siendo letra (y muerta) mientras las mujeres no alcancemos y nos propiciemos otras subjetividades, otras autonomías e independencias para lograr ciudadanías plenas.
Al pensar en la situación de las mujeres no puedo dejar de pensarme a mí misma, intentando comprometerme con desafíos intelectuales que nos lleven a saberes y prácticas políticas más reflexivas y críticas, aunque esto muchas veces resulte peligroso y arriesgado porque me topo con los muros de mi propio pensamiento, con las herencias de cierta ortodoxia activista. Y prefiero la política de la localización a los universalismos ahistóricos que todo lo generalizan. Política que pone en primer término a la comprensión de la especificidad de los conocimientos y posiciones situadas. Pertenezco a una generación de mujeres con una historia particular. Mi bisabuela nunca pudo ejercer el derecho al voto (lo digo en términos de negación de derechos políticos, porque en estas democracias in-sustantivas el mecanismo del voto y lo que con ello se avala es, cuanto menos, revisable); mi abuela materna -dictaduras de por medio- creo que sólo una vez entró a un cuarto oscuro y apenas concurrió tres años a la escuela primaria; mi madre utilizó métodos anticonceptivos sólo cuando, luego de su octava hija/o, logró que un médico piola (top secret) le ligara las trompas, pero es una mujer que ante la pregunta de «¿Por qué no te separaste?» todavía responde con un «¿Qué iban a decir en el pueblo? ¿Quién le lavaría la ropa a tu padre?». Miro esa línea y veo tanta discontinuidad con mi propia existencia vital que digo claramente que soy otra. Tuve otras posibilidades, hubo otras que las habilitaron pero también hice y hago mucho para seguir habilitándomelas. Y son discontinuidades hacia una vida más libertaria, no me caben de dudas de eso. Me animo a pensar que eso ocurre con muchas mujeres. Hay autoras/es que definen la historicidad como una especie de sensación de que las cosas ya nunca volverán a ser lo mismo porque se han abierto nuevas posibilidades al tiempo que muchos viejos esquemas se han hecho trizas. Decía antes que según dónde enfoques habrá tantas respuestas como puntos de fuga hagas prevalecer al intentarlas. Por ejemplo, si al reflexionar sobre esa pregunta pensás en el poder y en la concepción que tengas del mismo, las posibles respuestas cartografiarán diferentes trazos y especulaciones. Pensando en el poder del heteropatriarcado capitalista, no hay dudas de que las mujeres y muchos otros sujetos oprimidos y discriminados vivimos en tiempos de destrucción y avasallamientos pocas veces vistos en la historia de la humanidad. Sin embargo, entendido el poder como una trama de relaciones, como algo móvil, sin fijeza, distribuido en redes que se difuminan, las reflexiones sobre la situación de las mujeres me lleva a pensar en lo que podemos, en lo que deseamos, en lo que hemos podido y queremos seguir pudiendo, en lo que imaginamos para transitar la vida. En lo atrevidas, en la bienvenida inconveniencia de nuestras prácticas políticas que nos conducen a intransigencias semánticas para las intrincadas esferas de nuestras vidas privadas y públicas. Y me resulta evidente que uno de los efectos del capitalismo globalizado es una mayor visibilidad de los asuntos de las mujeres en la escena social y política, el espacio de lo privado y lo público se desdibuja a partir de denuncias, reclamos, resistencias… esto está también.
2. ¿Qué significa para vos ser feminista hoy?, ¿cómo ves a los feminismos en la actualidad?
– Entre otras cosas significa decir no y hacer de ese no una fuerza de resistencia decisiva y creativa. A la idea de ser feminista prefiero pensarla desde un estoy siendo feminista. Es la indagación constante por pensamientos y epistemologías que horaden todo el tiempo y a cada momento las naturalizaciones, las jerarquizaciones, los autoritarismos, el imperialismo de pensamientos dogmáticos. Pretendo un estar siendo feminista, aun sabiendo que el feminismo no explica el conjunto de problemas de las sociedades actuales. En todo caso ofrece posibilidades. Y sobre todo posibilidades de pensar los escenarios micro-políticos de intervenciones, la búsqueda imperiosa por cambiar el estado de cosas en su manifestación más cotidiana, politizar la vida toda hasta límites impensados para propiciarnos revolucionar todo lo que estamos siendo. Hacerle lugar a la micro-política para que las versiones ortodoxas de las formas de hacer política plagadas de hipocresías, misoginia, sexofobia y homo-lesbo-bi-travestofobia (incluyendo, mal que nos pese, a ciertas versiones de la izquierda organizada) no se queden con nuestros pensamientos y actuancias. Correr riesgos es también estar siendo feminista, riesgos que nos colaboren para extender todos los límites. Politizar las relaciones humanas, nuestras corporalidades, nuestros deseos, nuestras sexualidades, para hacer estallar las lógicas de sentido común construidas y todas las normativizaciones. Estar siendo feminista es parte de mi apuesta por ser libre hasta de mí misma ¿será posible ensanchar las libertades hasta esa línea de fuga? Ojalá…
3. ¿Podrías comentarnos de qué manera concebís a la lucha feminista?, ¿pensás que el feminismo puede ser una contribución a la lucha por la transformación social?
– La lucha feminista por la que abogo pretende hacer entrar todo en la esfera de las preguntas y respuestas. Es la manifestación del disenso, pero disenso como construcción de una multiplicidad de mundos. Es una lucha que busca y provoca mutaciones. Esto en pos de pensar en qué nuevas formas de radicalidad podemos producir. No exagero si digo que mi existencia, seducida por la proclama de que lo personal es político, está dedicada a la búsqueda por trasformar este estado de cosas. Incluso muchas veces esa búsqueda es a tientas y a ciegas. Y qué tipo de feminismo ¿no? El feminismo tampoco es un todo inacabado y unívoco; de hecho hace falta insistir en la idea de los feminismos. Dicho esto, sí que contribuyen los feminismos, de lo contrario ya habría emigrado… y lo más impresionante para mí, que para llegar a estos pensamientos tuve que lograr dislocar muchos otros, es que colabora en transformarte la vida ahora, la que está siendo, la que estás viviendo (aunque hagan falta transformaciones a nivel macro-político que pongan todo patas para arriba, si querés), queremos transformar las injusticias en el día a día y desde el aquí y ahora. Arriesgarnos a devenir otras a partir de las luchas que gestamos, a no conformamos. Soñamos con evitar nuestros propios estancamientos políticos. Esto que estamos siendo busca transitar el nomadismo propuesto por Rosi Braidotti. Ella explicita que el nomadismo refiere al tipo de conciencia crítica que se resiste a establecerse en los modos socialmente codificados de pensamiento y de conducta. Intentar la subversión de todas las convenciones establecidas. El cuestionamiento persistente y tenaz en todos los órdenes de nuestras vidas es -a fin de cuentas- lo que anuncia el porvenir de nuestra revuelta. ¿Seremos capaces de seguir atreviéndonos a ello? Quizás un punto del que asirnos para esto sean las configuraciones de articulaciones que eviten disociar la micro-política de la macro-política; para que todo lo que tiene de intolerable esta época de heteropatriarcado capitalista y globalizado nos permita nuevos modos de sensibilidad y deseo capaces de imaginar otros mundos posibles.
4. ¿Cuáles serían para vos los desafíos del feminismo en la actualidad?
– Apenas algunos: opino que hacen falta intentos para que las agendas de los géneros y las sexualidades dejen de ser aplazadas ante la urgencia de los llamados enemigos principales. La búsqueda permanente por articulaciones en las que reconozcamos que las marcas de opresiones y desigualdades no son atributos fijos y estables, sino inseguros y contingentes, que pueden deslizarse en las luchas y prácticas concretas. La búsqueda inquisidora por dejarnos desafiar por esquemas que no supongan que las fragmentaciones debilitan la supuesta «unidad política». Quizás sean tiempos de identificación de las situaciones particulares de desigualdad, opresión y exclusiones, para ver cómo ésas se interconectan con otras exclusiones y producir articulaciones políticas que modifiquen posiciones y dialoguen sin renunciar a las diferencias, pero donde se dinamiten las jerarquías de todo tipo. Organizar y propiciar otras visiones. Feminismos más mestizos, más fronterizos, más híbridos…
MARÍA PAULA GARCÍA:
Integrante del círculo feminismo revolucionario de Socialismo Libertario (Buenos Aires).
1. ¿Cómo describirías la situación en que nos encontramos las mujeres hoy?, ¿hay algún tema que consideres prioritario?, ¿existe una «especificidad» de las mujeres en Latinoamérica?
– La mejor manera de definir cómo nos encontramos hoy las mujeres es decir que vivimos una situación de emergencia, muy compleja y delicada. Para mucha gente esta afirmación tal vez pueda parecer exagerada, ya que habitualmente se dice que las cosas han cambiado mucho para las mujeres. Y esto es cierto, sobre todo en algunas partes del mundo, pero también es verdad que dichos cambios van de la mano de una aceleración impresionante de la violencia contra las mujeres. Y ése es un tema prioritario. Todas las mujeres, más allá de las edades, las etnias, las culturas o la condición social, están en peligro permanente (al salir y volver solas o al quedarse en sus casas). Por ello hablo de una situación de emergencia, porque adquiere una magnitud tal que incluso se hace difícil de comprender, ya que no puede ser circunscripta a un aspecto en particular y mucho menos adjudicada a hechos aislados. La violencia contra las mujeres asume una multiplicidad de formas y expresiones: desde los golpes hasta las violaciones, desde el maltrato psicológico hasta la insoportable prepotencia masculina, desde las muertes por abortos clandestinos hasta los abortos selectivos de fetos femeninos, desde las injerencias de las iglesias en los cuerpos de las mujeres hasta las intromisiones estatales, desde la trata de mujeres para la prostitución hasta la mercantilización de los cuerpos femeninos en los programas de TV. Y no se trata simplemente de algunos casos: según datos de la ONU, una de cada tres mujeres en el mundo es víctima de abusos, violencias o violaciones; en China 2 millones de mujeres no llegan a nacer por la práctica de aborto selectivo; en India, de cada 1000 abortos 927 son de fetos femeninos; en Ciudad Juárez (México) las desapariciones y asesinatos de centenares de mujeres continúan impunes; en Argentina cientos de mujeres están desaparecidas por las redes de prostitución, mueren dos mujeres por día por abortos clandestinos y una es asesinada cada dos días por el simple hecho de ser mujer. Los femicidios se suceden día a día y a ello debemos sumarle la complicidad de las instituciones estatales mediante las leyes que los justifican y atenúan las penas para los culpables. Para la mayoría de las mujeres, la violencia sufrida y denunciada significa tener que soportar el juicio y la condena pública de quien, en definitiva, se termina solidarizando con los hombres violentos. Tengamos en cuenta el caso de Romina Tejerina, apenas uno entre los tantos parecidos que hay en el resto del país. Es necesario tomar el toro por las astas y asumir la lucha contra la violencia patriarcal como un compromiso ineludible, central y urgente. Es importante dar cuenta de que estamos hablando de violencia patriarcal y de que el patriarcado está presente en todas las esferas de la vida, en todas las sociedades y culturas (aunque se relaciona con un contexto histórico, social y cultural concreto). Es por ello que, desde mi punto de vista, podemos hablar de particularidades en nuestro continente. No es que la dominación de las mujeres haya aparecido con los conquistadores, pero no podemos dejar de tener en cuenta la forma en que dicha dominación fue reforzada y profundizada por la Conquista. Las mujeres hemos sido también colonizadas y la fundación de los Estados nacionales no significó una mejora en nuestras vidas, en absoluto. También hemos sufrido en carne propia dictaduras sangrientas y las hemos enfrentado valientemente, aunque luego las democracias latinoamericanas tampoco significaron un cambio. Hoy todos los gobiernos hablan de reconocimiento y respeto por los derechos humanos pero no sólo se violan cotidianamente sino que esas violaciones son particularmente impresionantes cuando se trata de mujeres. La insatisfacción de necesidades básicas, la imposición de modelos económicos despiadados, la rapiña y el saqueo de nuestros recursos naturales, el crecimiento de la pobreza y de la explotación, también se manifiestan en forma de violencia contra las mujeres, aun en países que tienen presidentas (como Argentina o Chile). Creo que hay que repensar al feminismo desde una perspectiva latinoamericana pero, obviamente, sin que esto implique una postura que niegue la búsqueda de miradas y propuestas globales.
2. ¿Qué significa para vos ser feminista hoy?, ¿cómo ves a los feminismos en la actualidad?
– Cuando hablamos de orígenes del feminismo estamos, en realidad, hablando de mujeres concretas, de mujeres que alzaron la cabeza y levantaron la voz contra el destino que querían imponerles, que comenzaron a unirse para afirmar la libertad y la dignidad, para adueñarse de sus propias vidas. El feminismo cobra vida a partir de esas mujeres trasgresoras e inoportunas para el poder, que con su lucha y sus convicciones desafiaron el orden impuesto, cuestionando cosas que nunca antes habían sido cuestionadas, poniendo en cuestión al patriarcado pero también a diversas formas de opresión y explotación. Hay una consiga ilustrativa de las sufragistas que decía: «Nadie lo hará por nosotras». Y tenían razón. No sin debilidades, contradicciones y parcialidades, por supuesto, postularon al feminismo como crítica radical de la dominación capitalista y patriarcal. Y es para mí muy importante reconocerse en esas pioneras que, dispuestas a revolucionarlo todo, comenzaron por revolucionarse a sí mismas. Debemos extraer lecciones de todo ese recorrido, muy complejo y contradictorio por cierto, asumiendo los desafíos del presente. Desde entonces corrió mucha agua bajo el puente y hoy es más correcto hablar de feminismos, en plural, como diferentes maneras de concebir la lucha de las mujeres. Algunos de estos feminismos en la actualidad han perdido ese espíritu, se han domesticado ante el poder, han caído en la trampa de la igualdad al interior del sistema de dominación y han reducido todo a una mera lista de reivindicaciones, a una «agenda de género», a políticas de Estado al interior de Estados patriarcales. Muchas mujeres han sucumbido ante la idea de que «desde adentro» y «empoderándose» del poder constituido se pueden cambiar algunas cosas. Algunas de ellas porque, claro está, no pretenden cambiarlo todo. Y así terminan por no cambiar nada sustancialmente, ya que su colaboración sólo le ha sido útil al sistema para intentar reciclarse. Por ello creo que ser feminista hoy implica, más que nunca, afirmar y profundizar un espíritu y una vida rebeldes, que no se conforma con nada, que no se ilusiona con las falsas opciones, que desafía la trampa del poder capitalista y patriarcal y devela su verdadero rostro. Ser feministas es apropiarnos de nuestros deseos, no seguir los mandatos preestablecidos, no conformarse ni subordinarse. Es problematizar y desnaturalizar todo lo aparentemente natural, incluso cuando los mandatos, los estereotipos y la violencia provienen de la propia sociedad y son sostenidos por ella, no sólo por los poderes. Afortunadamente son muchas las mujeres, feministas o no, que lo piensan y lo viven cotidianamente de esta manera.
3. ¿Podrías comentarnos de qué manera concebís a la lucha feminista?, ¿pensás que el feminismo puede ser una contribución a la lucha por la transformación social?
– En primer lugar, considero a la lucha feminista como una lucha contra el patriarcado y por la liberación de las mujeres pero, inseparablemente, también como una lucha contra toda forma de opresión y explotación. No concibo a la priorización de la lucha por los derechos de las mujeres por sobre la transformación radical del sistema de dominación y de la sociedad en su conjunto. No habrá libertad y dignidad para las mujeres si todas y todos no somos libres, es decir, sin una revolución que comience a sentar las bases de una vida nueva para todos y todas. Por eso me parece un sinsentido pensar a la lucha feminista como separada de la lucha contra la pobreza, las guerras, el hambre, el desempleo, la exclusión, el saqueo de nuestros recursos naturales y, sobre todo, de las luchas de nuestros pueblos. Las mujeres somos parte del mosaico complejo que conforman nuestras sociedades, no pertenecemos a un sector social determinado. Ahora, al mismo tiempo, estoy convencida de que no habrá una transformación social radical si las ideas, los valores y la práctica de un feminismo revolucionario no son elementos constitutivos de su motivación y de su hacerse mismo. Muchas veces se habla de sistema capitalista y patriarcal, pero se piensa poco en cuáles son sus nexos y en la forma en que se sostienen mutuamente. Lamentablemente, siguen primando visiones que establecen jerarquías de uno sobre el otro -tanto en la lucha como en las reivindicaciones- y que buscan subordinar la lucha feminista a la lucha contra el sistema capitalista. Y eso no sólo es un error, sino, además, una gran ventaja para el sistema de dominación. Porque el patriarcado es un pilar fundamental a través del cual se sigue manteniendo la lógica propietaria, la violencia, el egoísmo, la represión de la sexualidad, los estereotipos, las representaciones sociales alienadas, las jerarquías familiares, etc. El «poder de los padres» sobre las mujeres es una manera opresora y violenta de concebir la vida y las relaciones entre las personas, que golpea en primer lugar a todas las mujeres pero que envilece a toda la humanidad. Es por ello que considero a la lucha feminista como una contribución necesaria y fundamental a la transformación social.
4. ¿Cuáles serían para vos los desafíos del feminismo en la actualidad?
– Desde mi punto de vista, los desafíos están íntimamente relacionados con lo que afirmaba más arriba. Un feminismo que pueda ser verdaderamente una contribución a la lucha revolucionaria debe tener también la capacidad para reinventarse y revolucionarse a sí mismo permanentemente. Creo que un proyecto de este tipo sólo puede crecer y enriquecerse en la sociedad, junto a las más y los más oprimidos y explotados, particularmente en aquellos lugares donde diversos sectores sociales se están planteando un cambio y están desafiando el orden impuesto por el poder. El gran desafío es cómo el feminismo puede -al tiempo que mantiene su necesaria autonomía de acción y pensamiento- enraizarse y crecer como opción de vida y como herramienta de lucha para cada vez más mujeres. En cómo deja de ser un feminismo «para» las mujeres y comienza a ser un feminismo «de» las mujeres, al alcance de todas, un feminismo creado e inventado colectivamente mientras dialoga e interpela permanentemente al género masculino. Es un desafío alto, que no podemos desarrollar cada una o cada grupo por separado y que no tolera esquemas o respuestas fáciles. Es necesario abrir una reflexión amplia, intercambiar visiones, opiniones, propuestas y ensayos comunes. Ojalá este suplemento especial pueda ser una contribución en este sentido.