Mary McCarthy es una adorable abuela canadiense que ha vivido la mayor parte de sus 107 años en Cuba, donde estuvo casada con un millonario cubano propietario de curtiembres e inmuebles. Hoy su nombre recorre el mundo pero no en la crónica social como en sus años mozos, sino en la sección política porque Estados […]
Mary McCarthy es una adorable abuela canadiense que ha vivido la mayor parte de sus 107 años en Cuba, donde estuvo casada con un millonario cubano propietario de curtiembres e inmuebles.
Hoy su nombre recorre el mundo pero no en la crónica social como en sus años mozos, sino en la sección política porque Estados Unidos le impide sacar el dinero de sus cuentas bancarias.
Mary no es narcotraficante ni miembro de una red terrorista. Su único delito es vivir en Cuba, causa más que suficiente para dejarla sin un centavo, según nos explica Elio García, su heredero y la persona que la atiende en todas sus necesidades.
La ley de embargo, que pesa sobre Cuba desde hace casi medio siglo, prohibe trasladar dinero desde EE.UU. hacia Cuba e impide cualquier transacción bancaria en dólares hacia la isla.
Sin embargo, la presión internacional parece estar haciendo mella y este año Washington decidió liberar algún dinero para que la anciana pueda recibir cuidados médicos especializados en un centro cubano de geriatría.
No es millonaria
Mucho se ha hablado de Mary por estos días y no ha habido pocas exageraciones afirmando que se trata de una millonaria que vive en la pobreza. Ambas cosas son serias inexactitudes.
En realidad la fortuna de Mary no llega al millón. «Son US$350 mil repartidos en tres cuentas y otro banco en el que está la caja con las joyas», que sacó de Cuba en 1961, nos explica Elio García.
Tampoco es cierto que viva en la pobreza. Vive en una mansión, rodeada de jardines con pavos reales, tiene a su servicio una asistenta de limpieza y un jardinero, y cuando lo necesita dispone de un auto alquilado con chofer y la visita regularmente su peluquero.
De todas formas Mary se queja de que «no es suficiente para pagar los médicos y la cierta cantidad de comida que necesito». Y es cierto porque todos los gastos corren a cuenta de una pensión que recibe Elio García de España, según nos explica él mismo.
Llegamos a su casa en vísperas del día de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba, y la encontramos en una celebración religiosa dirigida por un sacerdote francés secretario de la Nunciatura Apostólica.
Nos invitó a tomar té con masas y chocolates en porcelana de Limoges y Dresde, algunos de ellos ribeteados en oro, recuerdos de aquellas épocas en que pertenecía a la burguesía cubana.
Mary viajó en 1961 a Miami, pero al ver las condiciones en que vivían allí sus amigas de la alta sociedad decide regresar a Cuba y «esperar aquí a que la situación se solucione ya que se suponía que fuera rápido», nos cuenta Elio.
La situación no se «soluciona», por lo que Mary debe por primera vez en su vida comenzar a trabajar dando clases de inglés y piano. Uno de sus alumnos fue el niño Elio García, su actual protector y heredero.
Mejoría
En 1992, con la legalización del dólar en Cuba, su vida vuelve a mejorar porque Mary comienza a traer unos US$800 mensuales de Estados Unidos vía Canadá hasta que en 2003 es denunciada por su apoderado ante las autoridades de Washington.
Ni sus gestiones ni las realizadas por diplomáticos canadienses han logrado que se le permita sacar su dinero. Lo más que se ha podido conseguir es lo justo para pagar la cuenta del médico, siempre presentando las facturas detalladas.
Mary no puede viajar en avión por su avanzada edad y eso le impide trasladarse a Canadá y reclamar desde allí sus propiedades pero además tampoco desea hacerlo. «Quiere morir en Cuba junto a su esposo», nos cuenta Elio.
A pesar de sus reclamos poco parece que pueda lograr de las autoridades estadounidenses mientras no abandone el territorio cubano, país castigado por un embargo económico desde hace medio siglo.
Mary no podía imaginar en 1961 que su fortuna y las joyas que sacó a escondidas de Cuba para protegerlas de los comunistas serían retenidas por el gobierno de Estados Unidos medio siglo después.