Se reúne este fin de semana en Cartagena de Indias la «Cumbre de las Américas», encuentro de 34 mandatarios de la región con la exclusión del gobierno revolucionario de Cuba. La militarización de la ciudad recuerda el cerco que en 1815 le impusiera el español Pablo Morillo. En medio del hambre y las epidemias el […]
Se reúne este fin de semana en Cartagena de Indias la «Cumbre de las Américas», encuentro de 34 mandatarios de la región con la exclusión del gobierno revolucionario de Cuba.
La militarización de la ciudad recuerda el cerco que en 1815 le impusiera el español Pablo Morillo. En medio del hambre y las epidemias el heroico pueblo cartagenero resistió durante cinco meses. Un tercio de la población fue exterminada.
Hoy Cartagena no sólo está sitiada por sus propias fuerzas militares y las norteamericanas que acompañan al presidente Obama y las de los grupos paramilitares que controlan buena parte de la ciudad. Esta sitiada nuevamente por el hambre y la muerte de las decenas de miles de desplazados que habitan en los cinturones de miseria que rodean el paradisiaco destino turístico.
El centro histórico de la ciudad conocido como «la tacita de plata» está más reluciente que nunca. De sus calles fueron arrojados vendedores ambulantes, putas, putos, perros callejeros que tanto pululan, indigentes, vagos, palenqueras, malabaristas callejeros, vendedores de pomadas y de ilusiones, desocupados y todo cuanto pueda afectar la sensibilidad de los ilustres visitantes.
La Colombia protocolar y cipaya está de maravillas: por primera vez en la historia un presidente norteamericano va a dormir dos noches seguidas en cama criolla. Qué honor. Antes venían, mandaban y se largaban. Cuba es la gran ausente gracias al democrático veto yanqui. Físicamente. Políticamente estará más presente que nunca y Obama seguro que se sentirá bastante incómodo dentro de la «guayabera», camisa de origen cubano, que elegantemente lucirá.
Rafael Correa renunció a asistir en protesta por el veto a la mayor de las Antillas. Contundente expresión de dignidad. Hugo Chávez quizás estará presente con su ejemplar batalla contra la muerte y el presidente Santos hará gala de su melindrosa diplomacia e hipocresía.
Será una Cumbre como todas las anteriores. Discursos demagógicos llenos de frases huecas sobre la democracia, la libertad y los derechos humanos. Una Cumbre de costos absolutamente multimillonarios.
Pero afortunadamente también se escuchará la voz rebelde de la nueva América latina. La que hablará por Cuba y por los nuevos vientos y palabras que caminan por llanos, selvas, montes, ciudades y cordilleras. Se escuchará en los elegantes salones del conclave y en las militarizadas calles que serán desafiadas por los centenares de asistentes a la Cumbre alternativa. La de los pueblos.
Será la última Cumbre sin la presencia de Cuba y con la humillante arrogancia norteamericana.
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