La carta personal y la posterior reunión de Gustavo Petro, ex candidato presidencial del Polo democrático Alternativo, con el electo presidente Juan Manuel Santos, buscan ser explicadas con el argumento de que en una democracia moderna así funcionan las cosas. Es un argumento serio y efectivamente así deben funcionar las democracias modernas. Los líderes de […]
La carta personal y la posterior reunión de Gustavo Petro, ex candidato presidencial del Polo democrático Alternativo, con el electo presidente Juan Manuel Santos, buscan ser explicadas con el argumento de que en una democracia moderna así funcionan las cosas. Es un argumento serio y efectivamente así deben funcionar las democracias modernas. Los líderes de la oposición suelen reunirse con los mandatarios y sin crispaciones ni descalificaciones estruendosas se debaten los desacuerdos y hasta se llega a acuerdos.
Así seguramente funciona el sistema democrático en Dinamarca. Pero desafortunadamente y para nuestra desgracia no funcionan así las cosas ni en Colombia ni en Cundinamarca.
Los resultados de las elecciones no imponen obligatoriamente un borrón y cuenta nueva. Especialmente cuando quien acaba de ser elegido proviene de las más carnales entrañas del régimen anterior. Juan Manuel Santos no ha surgido de la nada. Encarna lo más retorcido y siniestro del uribismo.
Pareciera entonces, al ver la foto de Juan Manuel Santos y de Gustavo Petro en estrecho apretón de manos y amplia sonrisa, que los corajudos y profundos debates del Polo encabezados por Petro sobre el paramilitarismo no hubieran existido. Que no hubiera demostrado inteligentemente y hasta la saciedad la profunda esencia del paramilitarismo y su nexo con el uribismo. Deberíamos pensar que los falsos positivos obedecen a acciones aisladas de militares descarriados que se salen del control de los jefes militares y políticos y que ninguna responsabilidad tiene en ello quien era ministro de defensa. Que de verdad no existen desplazados sino migrantes internos. Y que lo del DAS fueron solo picardías de agentes despistados y desorientados
Casi que podríamos aceptar entonces que frente al supuesto Santos I que representa la continuidad exacta del uribismo debería el Polo Democrático hacer oposición, y llegar a acuerdos modernos con el supuesto Santos II, el del nuevo perfil y nuevo estilo, quien entonces tampoco tendría nada que ver con el voraz clientelismo, las trapisondas y componendas que rodearon la campaña electoral. Ni mucho menos con todas las acciones para desmontar el precario estado de derecho e imponer un régimen mafioso, violento y excluyente.
No se puede hacer tabla rasa ni borrón y cuenta nueva. Y esto no significa ser una oposición ciega, visceral, intransigente y anticuada.
Se trata de reconstruir la legalidad, la decencia y la ética.
Y desmontar el régimen mafioso de gobierno.
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