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Daniel Jadue: Rojo amanecer

Fuentes: El Cohete a la Luna

Daniel Jadue es una de las figuras más notorias de la política chilena actual. Comenzó su militancia en las instituciones de la colectividad palestina a la que pertenece y a mediados de los ‘90 se unió a las filas del Partido Comunista. Desde 2012 es el alcalde de Recoleta, una localidad trabajadora del Área Metropolitana de Santiago, donde impulsó una serie de políticas sociales que lo llevaron a la trascendencia en el plano nacional. Es uno de los liderazgos más fuertes de la oposición y su nombre encabeza las encuestas para las elecciones presidenciales de 2021.

En esta entrevista analiza las posibilidades de la izquierda chilena para este año en el que, también, se elegirán las y los constituyentes que modificarán la Carta Magna heredada de la dictadura de Augusto Pinochet. Además repasa su trabajo como alcalde y aporta su mirada sobre el futuro de América Latina donde el neoliberalismo ha mostrado que “no da el ancho”.

– Este 2021 se perfila como un año de inflexión para la historia reciente de Chile. Tanto por las elecciones constituyentes de abril como por las presidenciales de noviembre. En ambos comicios la izquierda tiene perspectiva de obtener buenos resultados ¿Cómo analizas que se perfila este año?

– Estoy de acuerdo en que por primera vez en muchos años la izquierda va a poder lograr objetivos por los cuales viene trabajando hace tres décadas y que nunca se había visto ante la posibilidad real de lograrlos.

Esto surge cuando una parte mayoritaria de la población chilena, en 1990, decide confiar en la tesis de la Concertación de Partidos por la Democracia que decía que se podía salir de la dictadura militar con la Constitución de la dictadura, con el modelo de la dictadura, con la impunidad para los crímenes de la dictadura. Pero además, dándole continuidad a la cultura organizacional de las instituciones que habían gobernado en dictadura y se mantienen intactas hasta el día de hoy. Sobre todo en las Fuerzas Armadas y de orden y seguridad.

El modelo siguió por la misma ruta que la dictadura y creo que se empezó a revelar una verdad incómoda. La Concertación de Partidos por la Democracia, la socialdemocracia chilena que fue tan neoliberal, le había ocultado a Chile cuál era esta verdad incómoda: que en su seno habían vivido un proceso de convergencia ideológica en lo económico con la dictadura. Y que por lo tanto ellos estaban tan convencidos como la dictadura de que el modelo que teníamos era el que Chile merecía. Esa tesis comenzó primero a revelarse y después a hacer crisis dando paso a las protestas.

Llegamos a 2019 con dos millones de personas en las calles pidiendo a gritos lo mismo que el Partido Comunista pedía hace 30 años siendo minoría. Cuando uno mira la protesta no ve ninguna reivindicación original. Ninguna demanda que sea novedosa. Son exactamente las mismas que teníamos en las protestas más pequeñas de la década de 1990 pero que hoy se han convertido en mínimo común denominador del pensamiento contemporáneo. 

Y por lo tanto, más allá de que el temor a los rótulos sigue existiendo y mucha gente dice que esta revuelta no es de izquierda ni de derecha, son finalmente las creencias y propuestas de la izquierda las que se van convirtiendo en la base del pensamiento de la sociedad chilena. Eso es muy notable.

–  Las protestas de 2019 impugnaron el modelo neoliberal que venía de la dictadura y fue continuado en democracia, pusieron en jaque el statu quo, sin embargo no parece haber -a priori- una representación política clara de esa movilización popular. No hay un partido, un dirigente o una dirigenta, que aglutine ¿Por qué considerás que sucede esto?

– Tiene que ver con un proceso histórico porque la recuperación de la democracia en Chile en 1990 coincide temporalmente con la caída de los socialismos reales, con la crisis ideológica de la izquierdas. Entonces la izquierda chilena trata de reconstruirse a sí misma saliendo de una dictadura que ha destruido todo el tejido social y que además ha hecho una campaña brutal contra su pensamiento. A esto se le suma la crisis del «proyecto histórico» de la izquierda.

Eso torna cuesta arriba la discusión de la realidad política chilena. La izquierda se va reposicionando en el tiempo en la medida que todas las tesis de principios de los ’90 con Fukuyama y el fin de la historia, el pensamiento único, la visión de la hegemonía ideológica total. Cuando esto empieza a caer, la izquierda vuelve a surgir.

Se da primero en América Latina, pero Chile muestra un retraso por el impacto cultural de lo que estábamos viviendo. Creo que eso es lo que ha empezado a cambiar y pone nuevamente en valor el proyecto, no histórico, pero sí de transformación y superación del neoliberalismo. Por eso creo que hoy en día hay un consenso en el mundo de que el neoliberalismo no da el ancho.

– El Partido Comunista de Chile, a diferencia de sus pares latinoamericanos llegó a ocupar el gobierno nacional y cargos importantes en el Estado, pero con la transición democrática quedó marginado de la escena. Eso empezó a cambiar en los últimos años y hoy, tu figura y como estás midiendo en las encuestas, da cuenta de cierta vuelta al centro de la escena. ¿Qué los volvió a ubicar en un lugar de preponderancia dentro del sistema político?

– Creo que lo primero es su fidelidad a los principios y valores, más que a las estructuras formales. El partido sigue comprometido con el bienestar de las grandes mayorías y la defensa de los derechos de los trabajadores. Más allá de que uno discuta si la experiencia soviética o su caída significa el término de esa experiencia histórica o de la necesidad de superación del neoliberalismo, lo que está en la base del actuar del partido es seguir trabajando más que en un proyecto, en un trayecto.

Ese trayecto es el de la solidaridad, de los derechos fundamentales y de la crítica a los abusos del modelo. Cuando esto se convierte en una situación permanente que además te da la opción de llegar a pequeños espacios de poder donde el Partido Comunista demuestra que la vida puede ser completamente distinta. A través de, por ejemplo, la gestión de los gobiernos locales, en donde demuestra que con pocos recursos puede mejorarle la vida a miles de personas.

Eso empieza a generar un impacto en todo el país, incluso trasciende las fronteras. Por eso el partido comienza a recuperar su valor histórico.

Y repito: se empiezan a caer las tesis de la hegemonía neoliberal y se empiezan a revalorizar las tesis de este conglomerado de personas, independientemente de que todavía permanece los efectos de la campaña anticomunista y de odiosidad. Esto aunque el Partido Comunista nunca gobernó solo Chile, nunca participó de una dictadura, nunca dio un golpe de Estado, nunca ha sido protagonista de violaciones a los Derechos Humanos. Y sin embargo somos culpables de todos los males, es un tanto irreal y la gente empieza a darse cuenta de aquello.

Por eso esperamos en los próximos eventos electorales dar un salto bastante importante.

– Vos sos alcalde hace ya dos mandatos en Recoleta. Para quien quizás no conoce tu trayectoria ¿Cómo fue ese proceso de llegar al gobierno local y gestionar un pequeño municipio sin perder esta perspectiva transformadora? ¿Qué medidas se tomaron que permitieron cierta trascendencia a nivel nacional?

– Primero parte de un objetivo macro: que los gobiernos locales solo deben estar a disposición de poder abaratar, simplificar y facilitar la vida de las personas. Y que deben intervenir el mercado para poder generar un término en una continuidad de abusos que venía viviendo la gente.

Habida cuenta de que tenemos un sistema neoliberal que le impide a cualquier parte del Estado incurrir en actos de comercio, tuvimos que diseñar una fórmula que nos permitiera meternos a la competencia del mercado sin incurrir en actos de comercio. Es bastante complejo.

Empezamos a diseñar un conjunto de servicios y negocios populares que no tiene lucro. El municipio paga los costos operacionales, se compra a un valor y se vende al mismo valor. Por lo tanto, al no tener utilidad no queda definido como acto de comercio.

Así en Recoleta aparecieron primero las Farmacias Populares, las Ópticas Populares, las Librerías Populares, las Disquerías Populares, la Escuela Abierta y la Inmobiliaria Popular: viviendas municipales que se arriendan a no más del 20% del ingreso familiar, en un contexto donde habitualmente los arriendos pueden concentrar hasta el 70% u 80%.

Todo esto fue golpeando fuertemente la estructura del país y llevándonos a trascender primero las fronteras de la comuna. Por ejemplo, las Farmacias Populares se copiaron en casi 200 de las 345 comunas de Chile.

Antes de las Farmacias Populares había 60 comunas que no tenían ninguna farmacia. Y antes de la Óptica Popular había 213 que no tenían ninguna óptica. Antes de la Librería Popular, había 297 comunas (más del 80% del territorio nacional) donde no había ninguna librería.

Esto termina impactando en todo el país y la gente empieza a notar que este es el país que soñamos. Un país donde se da la ciudad ideal, justa, sustentable, la de los 15 minutos. Donde las personas pueden resolver la mayoría de sus necesidades vitales a distancias no mayores de 15 minutos de caminata.

Se empieza a dar esta estructuración donde el precio justo se impone como una política de Estado. Eso es muy notable en un contexto donde el mercado era omnipresente y omnipotente.

– Partiendo de toda esta experiencia y este recorrido ¿cómo fue afrontar la pandemia de coronavirus desde un gobierno local y con un gobierno nacional que tiene sus propias formas de manejarse?

– Fue bastante complejo porque además, dentro de la estrategia de este gobierno, en la primera parte de la pandemia no consideró a los gobiernos locales. Entonces dejó afuera a toda la red de salud primaria, negándole información y encima sin querer colaborar.

Esa fue la etapa más dura porque fuimos fuertemente discriminados por el gobierno central respecto a las medidas que se iban tomando. Hay comunas ricas a las que el gobierno puso en cuarentena cuando tenían 56 casos cada 100 mil habitantes y a nosotros se nos esperó a que tuviéramos más de 350 casos cada 100 mil habitantes.

Por eso nosotros simultáneamente comenzamos a desarrollar estrategias con medicamentos y tratamientos alternativos. El gobierno estaba más preocupado en defender los intereses corporativos que la salud de las personas.

Esta política que desarrollamos dio buenos resultados cuando pudimos empezar a implementarla, después del quinto mes. Ahí también el gobierno tuvo que entender y asumir que su política fue un fracaso total. Y empezar a considerar a los gobiernos locales y a la salud primaria.

Esto permitió, de una u otra manera, al menos en nuestra comuna, tomar el control del manejo de la pandemia. Eso mejoró mucho los números en el último tiempo a pesar de que la estrategia del gobierno sigue siendo completamente errática. Creo que el tema arrancaba mucho antes. Ahora, las vacunas empiezan a llegar un año después del surgimiento de la crisis. Hubo un año donde no tuvieron ninguna estrategia.

– Recientemente el Partido Comunista y el Frente Amplio, espacios que durante un tiempo se vieron con recelo, llegaron a un acuerdo electoral para los comicios de abril ¿considerás que esta alianza reciente tiene posibilidades de trascender este momento electoral y convertirse en una opción de poder real en Chile?

– Eso está en discusión. Creo que ha ido avanzando la posibilidad de que ese acuerdo trascienda. Pero hay que reconocer que dentro del Frente Amplio hay sectores que se sienten más cercanos a la socialdemocracia neoliberal que a un proyecto de transformación más profundo.

Pero una parte del Frente Amplio empieza a acercarse a las posiciones que antes atacaban y esto genera un conflicto interno. El Frente Amplio además basa su principal accionar político en una excesiva parlamentarización que tiene sus costos. Porque llegan a jugar a la superestructura política y se olvidan de los territorios.

De hecho hay liderazgos tremendamente potentes del Frente Amplio que en ocho años de Congreso no logran establecer un trabajo territorial que les permita mirar el futuro con tranquilidad en términos electorales. Esos son ruidos que se meten en la conversación y que dificultan el debate estratégico porque por supuesto hay intereses personales que median esta posibilidad.

Vamos a continuar haciendo todos los esfuerzos para entablar una alianza con el Frente Amplio pero hay sectores de allí que todavía piensan que para cuidar su marca tienen que llegar a la primera vuelta de la elección presidencial con candidato propio. Esperamos que esa discusión se siga desarrollando, avance, y nosotros vamos a seguir trabajando por la unidad de la izquierda que creemos que es fundamental para poder ofrecerle a Chile una alternativa antineoliberal.

– Mencionabas que Chile estuvo desfasado respecto a la realidad del resto de América Latina y el avance de ciertos gobiernos progresistas y de izquierda. Ahora bien, en los últimos años la región vivió una ofensiva conservadora, triunfaron gobiernos de derecha en varios países, hubo golpes de Estado, y más recientemente parece volver a un escenario de disputa. Ganaron espacios progresistas en México y Argentina, se recuperó la democracia en Bolivia ¿Cómo ves el escenario lationamericano para los próximos años y que desafíos tiene la izquierda a nivel continental?

– Cuando gana Macri y gana Bolsonaro, mucha gente en América Latina empezó a hablar de un reflujo neoliberal. Que se había acabado el tiempo de las izquierdas. Yo nunca compré ese discurso, porque tengo una convicción íntima: el programa neoliberal es incompatible con la democracia.

El programa neoliberal busca defender la tasa de ganancia de las empresas precarizando la vida de las personas. Además quieren pagar menos impuestos para limitar la capacidad del Estado de devolver a la gente lo que se le paga de menos todos los meses. Porque el Capital hace riqueza pagando a los trabajadores menos de lo que vale su trabajo.

Parto de esa convicción. Por eso cualquier retroceso de las izquierdas primero es responsabilidad propia y puede significar de alguna manera un resurgimiento muy temporal y acotado de alternativas de derecha. Pero estas alternativas duran lo que duró Macri, lo que duró el golpe en Bolivia.

Una vez vuelta a la realidad, empiezan a implementar el programa neoliberal y se encuentran con que la gente no lo tolera. Por eso es incompatible con la democracia.

Yendo a la segunda parte de la pregunta. Los desafíos de la izquierda son, primero, lograr la unidad. Y aquí hay que entender una cosa: es sumamente arrogante pensar desde la izquierda que 40 años viviendo bajo el neoliberalismo no nos permeó valóricamente. Por eso tenemos que ser capaces de confiar más en los compañeros y en nosotros mismos. 

Hay mucho proyecto personal, mucho caudillismo, y eso deriva en fraccionalismos innecesarios. Por eso el primer desafío es volver a poner el interés colectivo por sobre el individual y lograr la unidad.

Escuchar la entrevista completa: https://youtu.be/e6YDiJIb8wc

http://www.elcohetealaluna.com/rojo-amanecer/