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«Dar las gracias a las montañas y a los árboles y a los ríos caudalosos por estar ahí» (Decía Belén Gopegui)

Fuentes: Rebelión

Qué gran sensibilidad humana desde la filosofía materialista la de Belén al comparar a los cinco héroes cubanos con las montañas, los árboles y los ríos que nos rodean, con los que convivimos, sin los cuales no podríamos existir (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=20306). Leyendo su trabajo es de resaltar la siguiente frase suya que reproducimos, donde con tan […]

Qué gran sensibilidad humana desde la filosofía materialista la de Belén al comparar a los cinco héroes cubanos con las montañas, los árboles y los ríos que nos rodean, con los que convivimos, sin los cuales no podríamos existir (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=20306).

Leyendo su trabajo es de resaltar la siguiente frase suya que reproducimos, donde con tan pocas palabras sintetiza la concepción dialéctica del ser humano en su relación con el mundo en que se desarrolla y el conjunto de la naturaleza, de la que todos formamos parte indivisible y estamos necesitados de vivir en lógica armonía si no queremos autodestruirnos; la unidad dialéctica del complejo mundo material y espiritual, el dominio de esa filosofía que permite profundizar y razonar con tanta sensibilidad.

«Sólo si se ha vivido en una comunidad que sabe que cuando un hombre o una mujer caen caemos todos con él, sólo si se ha crecido en una comunidad que se comporta de forma consecuente con este conocimiento, es posible entender lo que significa dar la propia vida por esos hombres y mujeres que forman parte de uno y de los que uno forma parte».

Desgraciadamente muchos literatos y actores políticos carecen de la sensibilidad que concede el conocimiento de esa filosofía humanista, limitados en su conocimiento, no utilizan su habilidad literaria o política en sus escritos o denuncias políticas, se limitan a enumerar los hechos o efectos políticos sin inducirnos a lo más importante: comprender las causas que provocan esos hechos o efectos políticos, para así, entre todos poder abordar la solución de los problemas desde su raíz.

Hace ya algunos años, a un admirado columnista de afinada pluma en un importante diario, que además en otros tiempos fue un comprometido activista político de una organización de izquierdas, le enviamos un correo electrónico donde le manifestábamos nuestra preocupación porque sus columnas carecían de la necesaria denuncia ideológica, se limitaba a darnos la noticia comentada pero que no nos inducía a ir al fondo del porqué en tantas noticias que semanalmente nos describía con su habilidad literaria desde su columna periodística.

Nos contestó que tendría en cuenta la sugerencia, pero desgraciadamente su exquisita pluma no evolucionó y los mensajes denunciantes a lo sumo denunciaban a personas o partidos pero no al sistema, causa origen, al fondo de la relación dialéctica entre la causa y el efecto.

La influencia material de la ideología dominante es tan grande, que hasta esas personas bien intencionadas en sus escritos y proclamas políticas son condicionadas y les hace cómplices sin saberlo del sistema de dominio capitalista existente, ya que hacen el trabajo de mosca cojonera, con el que dan respaldo «democrático» a los medios de prensa donde trabajan, o a las instituciones del estado capitalista. No ayudan a vernos como seres sociales que somos, necesitados de los demás seres sociales; como parte material del complejo mundo material que es el universo. Individualizan y personalizan los problemas, simplificándolos. El malvado Bush, o su posa-mano-hombrerera Aznar, cuando la triada se confabuló para acabar con el imperio del malvado Hussein aposentado en Iraq, son, contra los que se lanzan los afilados dardos críticos. Aunque se denunció por algunos que detrás se escondía la mano negra de las petroleras, no se pasó de ahí. No se adoptaron medidas que permitiesen al conjunto de los seres humanos, sobre todo, a los oprimidos tomar conciencia del verdadero mal de fondo que subyace. Y que por no abordarlo nos mantiene dispersos y desunidos y nos aboca a la desaparición como especie.

Nosotros mismos, los que nos creemos estar embarcados en el mismo barco, limitados también en una filosofía que creemos dominar, no nos liberamos en nuestras expresiones, en nuestras confrontaciones dialécticas de la influencia del medio material dominante, de la forma de vida impuesta, de la ideología que nos hace comportarnos insolidariamente en nuestros debates, asumiendo en nuestra práctica, aunque sea a un menor nivel de espectacularidad, actitudes como las que realizan los más destacados personajes del sistema capitalista, lo que nos incapacita para poder avanzar con las aportaciones positivas que es evidente cada uno podemos aportar que contribuyan a generar el intelectual colectivo que dijera Gramsci.

Hoy, cuando las contradicciones entre pueblos y dentro de las naciones entre sus pobladores son tan agudas, no profundizamos en el porqué de ellas y cómo poder superarlas desde una base objetiva y científica, no estudiamos lo necesario y nos incapacitamos el poder contribuir a superarlas, nuestra limitada formación nos lleva a creer que lo sabemos todo y que los demás, la gran masa llamada a ser protagonista del proceso histórico revolucionario para el cambio de sistema de vida, creemos que sufren una mayor alienación que nosotros, imposible de superar, que solo tienen que seguirnos a los que creemos saberlo todo. Simplificamos el complejo mundo en que vivimos proclamando «Socialismo o barbarie», sacamos nuestras banderas y nuestras pancartas, cuando en un mundo tan sofisticado tecnológicamente esa batalla la tenemos perdida, siempre que no esté ligada a la acción consecuente tendente a la cohesión ideológica del disperso movimiento anti-sistema que permita la unidad de la izquierda y del conjunto de las masas trabajadoras dispersas y atomizadas desde el individualismo al que han sido inducidas por el poder ideológico que ejercen las clases dominantes.

La batalla por la formación y la profundización ideológica nuestra y de los protagonistas del proceso revolucionario se nos antoja ardua, larga e imposible. Sin embargo esa batalla si no se aborda, hará que la barbarie que estamos viviendo ya, solo sea el anuncio de las grandes catástrofes que llegarán, sobre todo cuando las energías fósiles se agoten dentro de pocos años y ya no haya tiempo para cambiar el modo de vida impuesto. Hoy, habrá que insistir permanentemente, la batalla a ganar es ideológica, la gente alienada está necesitada y preparada para recibir el mensaje educativo liberador que la permita superar el individualismo que la han creado, verse como ser social que es, necesitada de los demás seres sociales con los que produce y convive. La angustia, la inseguridad cada día mayor que padece la gente la hace receptiva al mensaje clarificador que las explique el porqué de esas angustias y temores. Solo hace falta comprenderlo a los que nos creemos saberlo todo para dotarnos de la necesaria organización que nos permita llegar a la gran masa ciudadana atomizada y dispersa, pero que si está aglutinada físicamente en los centros de producción donde son explotados. Allí hay que llegar, no basta con confiar en que el sindicalismo burocrático e integrado en el sistema, con su mentalidad y actividad burocrática como cualquier empresa de servicios, sea el motor educador y concienciador. La batalla económica y social si no está acompañada de la batalla ideológica está condenada al fracaso. Dotar a las gentes de cuantos conocimientos con base científica sean necesarios, que les permita pensar por si mismos, y colectivamente es la principal preocupación que debe impulsar la actuación consecuente de todo intelectual y político que comprenda el caos adonde nos están conduciendo los bárbaros dominadores del planeta.