Chile es un país con tendencia de laboratorio, condición que se hace mucho más evidente cuando se transforma, según el decir de sus «dirigentes», en un ejemplo para el resto de América. La globalización es la cara social del neoliberalismo, modelo que reconoce como eje fundamental el dinero, la industria financiera, el uso de tecnología,y […]
Chile es un país con tendencia de laboratorio, condición que se hace mucho más evidente cuando se transforma, según el decir de sus «dirigentes», en un ejemplo para el resto de América.
La globalización es la cara social del neoliberalismo, modelo que reconoce como eje fundamental el dinero, la industria financiera, el uso de tecnología,y que hace de la especulación su ABC, su Padre Nuestro.
Este es el modelo que usa los medios de comunicación como su avanzada, que llena el imaginario social con promesas e ilusiones que no tienen más sustentabilidad que las que les brinda su propio deseo, que abusa de los recursos naturales, que considera la explotación del hombre como un derecho natural y que eleva a la especulación a la categoría de doctrina económica.
Produce desigualdad y pobreza, afecta negativamente el medio ambiente y compromete el futuro del planeta que habitamos.
Este modelo nos atrapa, absorbe y nos reduce en sus fronteras de abismo y desesperanza.
La tarea, como habría dicho el poeta chileno Pablo de Rocka, la tenemos perdida desde la partida, y aún así, lo heroico es ganarla, transformar con inteligencia comprometida y porfiada, para hacer posible nuevamente las esperanzas y despertar las fuerzas que nos constituyen en seres que piensan, consientes, en seres que ligan su dignidad individual a su condición social.
En Chile, país laboratorio, su pequeña oligarquía tiene el mérito de haber recreado dos derechas, a una la llama Concertación y a la otra la muestra, incluso, con dos rostros, es su gracia mayor, es una suerte de Dios Jano actualizado, un ser con dos caras unidas en una misma alma; la del dinero y la especulación.
Vencer este nuevo y poderoso absolutismo, es la tarea necesaria, ineludible, y debe ser ahora, cuando en su tiempo de elecciones, los elegibles se muestran, se dejan ver, corriendo el riesgo, que en su pueblo luchador, porfiado y consiente, se manifieste su capacidad de construir historia, pero ahora, cuando aún es tiempo, cuando se puede iluminar el futuro, con la inteligencia de su capacidad mayor, la de darse cuenta.