Desde hace años, desde las primeras y masivas movilizaciones de los estudiantes hacia inicios de la actual década, no pocos observadores y activistas se habían preguntado cuándo esas protestas se extenderían a otras áreas de la sociedad. Quedaba claro que los estudiantes habían puesto el dedo en la llaga del modelo neoliberal, que habían identificado […]
Desde hace años, desde las primeras y masivas movilizaciones de los estudiantes hacia inicios de la actual década, no pocos observadores y activistas se habían preguntado cuándo esas protestas se extenderían a otras áreas de la sociedad. Quedaba claro que los estudiantes habían puesto el dedo en la llaga del modelo neoliberal, que habían identificado con claridad como el lucro. Utilidades, ganancias multimillonarias para un puñado de accionistas de corporaciones en servicios que otrora habían sido considerados como derechos humanos. Una lucrativa actividad alimentada por la ciudadanía en general y por los trabajadores en particular.
Posiblemente bajo esta idea central se han desplegado desde entonces millares de acciones sociales, todas como reacción comunitaria al abuso corporativo. Había, sin embargo, un área históricamente fundamental, ajena, o bien debilitada, en este trance: los trabajadores. Aun cuando desde hace dos o tres años habían comenzado a expresar con mayor presencia y decisión sus demandas, no estaban embarcados en este proceso. Salvo ciertos eventos más o menos aislados, como lo fueron las huelgas de las cadenas de farmacias, algunos bancos y mineras, o las protestas de los portuarios hace casi un año, el malestar generalizado de la población contra el accionar del capital no se replicaba en los trabajadores.
Esta contención, que frena necesarias reivindicaciones y la expresión del evidente malestar que existe en el mundo laboral, es consecuencia de una legislación laboral que en su esencia data desde la dictadura, que ha formado parte del paquete de reformas y desregulaciones que han favorecido al gran capital. Un espacio legal que ha inhibido las demandas de los trabajadores y ha permitido los actuales niveles de concentración de la riqueza.
Pese a esta camisa de fuerza reglamentaria que aprieta al trabajador chileno, hoy es posible observar ciertos cambios en la expresión de sus demandas. El clima laboral ha venido cambiando durante los últimos años. Si observamos las estadísticas de la Dirección del Trabajo, el número de huelgas y trabajadores involucrados se ha duplicado desde 2005 a 2013, pasando de 444 a 832 conflictos. En cuanto a trabajadores en huelga, éstos pasaron de poco más de 38 mil en 2005 a 111 mil el año pasado. Un número sin embargo insignificante en un universo de casi seis millones de personas.
Es un hecho que estas cifras, pese a su expansión, no resuelven el centro del problema, que es la baja tasa de sindicalización. Si en 2005 el 15,3 por ciento de los trabajadores pertenecía a algún sindicato, el año pasado este porcentaje disminuyó al 15,2%. Sin altas tasas de afiliación, los sindicatos quedan debilitados y las corporaciones siguen controlando las negociaciones. Sólo con sindicatos fuertes pueden revertirse los niveles de explotación y desigualdad. La reforma laboral que el gobierno enviará al Congreso este 29 de diciembre busca, entre otros aspectos, resolver este problema.
EVENTO EJEMPLAR PARA
EL MOVIMIENTO SINDICAL
La huelga que mantuvieron los trabajadores de Walmart-Líder durante una semana a inicios de diciembre no sólo ha sido un evento heroico y ejemplar para el movimiento sindical, sino que ha sido una clara expresión del momento crítico que viven los trabajadores chilenos, quienes no dudaron en desafiar a una de las mayores transnacionales del mundo. Walmart, corporación estadounidense de ventas minoristas, ícono en el uso de mano de obra intensiva en tiempos de la globalización neoliberal, lidera el mercado del comercio al detalle, mantiene una política de presión y fragmentación laboral y de control de precios a costa de sus proveedores. Es, en suma, un símbolo de la concentración de las ventas, las utilidades y de los sistemas de libre mercado desregulados.
En números, sólo en Chile Walmart tiene unos 45 mil empleados entre sus diversas áreas y servicios, cifra que asciende a más de dos millones en todo el mundo. Si en Chile tuvo utilidades por cerca de 300 millones de dólares en 2013, en el mundo éstas alcanzaron en 2012 a más de 15 mil millones de dólares después de impuestos. De hecho, se trata de la tercera mayor transnacional del mundo, con filiales en quince países. A esta corporación se enfrentaron los trabajadores y trabajadoras de Líder. David contra Goliat.
Una de las características bien difundidas en el mundo es la política antisindical que maneja este gigante sobre sus 2,2 millones de empleados. Pese a haber enfrentado innumerables demandas laborales, persiste en los bajos salarios, malas condiciones de trabajo y prácticas que están a todas luces orientadas a desarmar o cooptar a los sindicatos. Según datos de Wikipedia, que son fiables, la corporación tiene una alta tasa de rotación: aproximadamente un 70 por ciento de los asalariados abandonan la cadena antes de cumplir un año.
El caso de Walmart Chile no es diferente. Aun cuando el gigante estadounidense llegó al país en 2008 al comprar el consorcio D&S a la familia Ibáñez, antiguos oligarcas del comercio y la alimentación inscritos en la historia económica chilena del siglo XX, no alteró las políticas laborales que habían establecido los fundadores en Chile al amparo de la legislación heredada desde la dictadura. Durante largos años, D&S llevó hasta su máxima expresión la política del multiRut, creando numerosas firmas de papel para impedir que sus trabajadores se organizaran en sindicatos.
Pese a esta práctica, en 2007 los trabajadores consiguieron crear un sindicato interempresa, evento que empalma con la venta de D&S a Walmart por los Ibáñez. Una vez que los estadounidenses obtienen el control de la firma chilena (adquieren el 75 por ciento de unos activos valorados en 2.600 millones de dólares), aplican también su nueva política laboral. Hacia 2010 la empresa termina con el multiRut, pero se crean organizaciones sindicales espurias que confunden a los trabajadores.
PRACTICAS ANTISINDICALES
COMO MODELO DE NEGOCIO
La Federación Nacional del Trabajador Walmart, que nace en 2007, es una respuesta a las prácticas antisindicales, pero en especial al sindicato proempresa creado bajo el alero de los gerentes de D&S. Inicialmente surgen en forma espontánea algunos sindicatos autónomos en no más de cinco locales, los que se unen para comenzar a funcionar como federación de facto a fines del año 2008, adhiriéndose más sindicatos en el camino hasta llegar a la constitución legal en noviembre de 2010. Actualmente agrupa a más de trece mil trabajadores en los formatos de venta HiperLíder, Líder Exprés, Presto y otros. Es esta federación la que lideró durante diciembre la histórica huelga.
Las prácticas antisindicales son parte del modelo de negocios de esta transnacional. Como muestra, están registradas en la Dirección del Trabajo las multas cursadas a D&S por exceder el máximo de horas extras, no contabilizar de forma correcta las asistencias y horas trabajadas, no otorgar los descansos de fin de semana y efectuar deducciones de los sueldos de formas inconsultas y arbitrarias. En este escenario laboral, al que hay que agregarle los bajos salarios, los empleados del formato Ekono realizaron hace dos años una primera huelga que se extendió durante veinte días.
El 18 de diciembre Manuel Díaz, presidente de la Federación, anunció no sin tristeza que la huelga terminaba sin haber logrado el objetivo central de un reajuste del cinco por ciento. Aun cuando explicó que los reajustes serían escalonados según la antigüedad del trabajador y comunicó el logro de un bono de término de conflicto de 740 mil pesos, admitió que perdieron la batalla con el gigante. Una derrota «heroica», matizó, en la que destacó la masiva movilización y la dignidad de los más de diez mil trabajadores en huelga. «Nunca se había visto una huelga tan grande como la que hicimos nosotros», afirmó Díaz.
Aquella misma tarde, el dirigente, a través de un video difundido por las redes sociales, decía dos cosas que expusieron fielmente las políticas antisindicales, así como expresaban el turbio clima laboral en Walmart. Díaz dijo que la huelga se había suspendido «pensando principalmente en nuestras compañeras jefas de hogar, a las cuales la empresa les negó el aguinaldo y el anticipo», a la vez que agregó: «Distintos antecedentes indican que las instrucciones de Walmart internacional fueron buscar el sometimiento de esta federación y sus trabajadores». En suma, dividir y desgastar.
Durante los días de la huelga hubo denuncias, refrendadas por el senador Alejandro Navarro, sobre prácticas ilegales operadas por la empresa para romper el movimiento, como lo es reemplazar a trabajadores en huelga. Navarro se refirió al reciente fallo de la Corte Suprema que sentó jurisprudencia al negar a la empresa Promolinks el derecho a reemplazar a sus trabajadores en huelga incluso con personal de la misma firma que cumplen otras funciones. Este fallo es consecuencia de un litigio entre el sindicato y la citada empresa, por lo cual, afirman expertos, la decisión de la Suprema debiera ser leída con mucha atención por los empresarios chilenos para que en el futuro no sean los tribunales de justicia los que resuelvan los litigios laborales.
Ante este fallo y sus consecuencias, que generó en su oportunidad sendas críticas editoriales a la Corte Suprema por los periódicos del duopolio -lo que expresa la inquietud del empresariado-, Navarro instó al gobierno «a terminar con la fiesta de abusos de Walmart y contemplar en los proyectos de ley que presentará en el marco de la agenda laboral la prohibición total de cualquier tipo de reemplazo en huelga». Una entrevista al presidente de la Sofofa, Herman von Mühlenbrock, aparecida en un matutino de Copesa el 20 y en la cual el dirigente levanta todas sus aprensiones y críticas a la reforma laboral, hacen pensar que este cuerpo legal recogerá el llamado de Navarro y de muchas organizaciones sindicales. Pero subsisten las dudas. Aquella misma semana la presidenta de la CUT, Bárbara Figueroa, se quejaba que el gobierno no le había informado del contenido de la reforma.
Cualquier freno en los niveles de concentración de la riqueza y de desigualdad pasa por el fortalecimiento del movimiento sindical, y por una cultura laboral no generada desde las gerencias de recursos humanos, sino desde la comprensión del trabajador como el principal generador de riqueza para el dueño del capital. La huelga de Walmart-Líder pese a la dureza expresada por la corporación, es muy probable que genere nuevas cohesiones sindicales, tanto en esta empresa como en otras que observaron este proceso.
Hacia finales de noviembre el INE publicó la Encuesta Suplementaria de Ingresos, que da una idea de la condición de los trabajadores chilenos. El ingreso medio durante 2013 llegó a 434 mil pesos, cifra que también constata una enorme brecha de género, con trabajadoras que reciben un 32 por ciento menos que los hombres. Si estimamos que un tercio de los hogares chilenos es mantenido por una mujer, podemos afirmar que sobre las mujeres trabajadoras no sólo recae un problema de desigualdad en la distribución de la riqueza, sino la discriminación por género. Por hogar, las cifras son similares, al quedar en 880 mil el ingreso promedio de un hogar chileno. Sin embargo, el 70 por ciento de los hogares están bajo esta cifra. Una simple muestra estadística para comprender la olla a presión que es hoy el mundo laboral en Chile.
Publicado en «Punto Final», edición Nº 820, 26 de diciembre, 2014