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De compadritos, tangos y cante jondo

Fuentes: Rebelión

…todos los movimientos del compadrito revelan al majo; el movimiento de los hombros, los ademanes, la colocación del sombrero y hasta la manera de escupir entre los colmillos, todo es de un andaluz genuino . Domingo fasutino Sarmiento.   Se dice que el tango nos llegara por los años 1880 desde la habanera cubana y […]

…todos los movimientos del compadrito revelan al majo; el movimiento de los hombros, los ademanes, la colocación del sombrero y hasta la manera de escupir entre los colmillos, todo es de un andaluz genuino . Domingo fasutino Sarmiento.

 

Se dice que el tango nos llegara por los años 1880 desde la habanera cubana y que al recibir letrillas prostibularias se transformara con perfiles enriquecedores y otros no tanto. También que los primeros tangos fueron sólo bailables, sin canto, y por 1890 se le agregaran letras picarescas y lunfardas y acaso eso no fuera muy incierto. Más esa idea es ajena al aporte de la raíz andaluza de los primeros tangos, tan evidente en don Angel Villoldo como autor fundacional cuya obra más meritoria se diera a inicios del siglo veinte. Y aquel razonamiento que hizo inseparable al tango del lunfardo, -ese código entre dos para que no se entere un tercero- al fin resultarían dos expresiones independientes aunque dos absolutos perfiles argentinos. Creíbles, con identidad libre de la colonia y que bien entrado ya el siglo veintiuno, persisten en la entretela de nuestra identidad. Por más que el tanguillo andaluz, la habanera y el fado portugués ayudan a interpretar el origen del tango y su sensiblería que persiste.

Pese a no ser al principio un género cantable, el especialista Roberto Selles dice que la milonga fue ‘una especie musical surgida del canto, como su antecesora, la guajira flamenca’, en cuanto ‘milonga’ es una voz del Quimbunda , habla de los negros de Brasil que significa ‘milonga: muchas palabras, palabrerío’. Así que hoy decir ‘déjese de tanta milonga’ expresa ‘por favor, no hable de más’; algo que enlaza a las guajiras acriolladas entonadas por los porteños con letrillas andaluzas de carnadura prostibularia y ya por 1868, aparece el primer tango en Argentina, ‘El negro Schicoba’, del organista de la Catedral de Buenos Aires José María Palanzuelo, y que era una jugueton canción andaluza que decía ‘un tango cara cun tango, un tango cara cun té, dame un besito mi negra ahora que nadie nos ve’. Más tarde, en Danzas Clásicas Españolas de Caballero Bonald se habla del ´bartolo’ o ‘bartolillo’: ‘Bartolo tenía una flauta con un agujero sólo y su madre le decía, tocá la flauta Bartolo’. Que en Uruguay se adaptara por milonga y en Argentina se cantara ‘Bartolo dejó una mina, yo no la quiero dejar, porque me calza me viste y me da para morfar’. Anterior a esto ya existían tangos andaluces marcados con el ritmo de la habanera cubana, como el ‘Queco’, sinónimo de quilombo o prostíbulo, que cantarían las tropas del general Arredondo por 1875. ‘Queco vení pal hueco, Queco, te tengo que hablar’, ya como tango compadrito, y en Colección de Cantes Flamencos, de Antonio Machado y Alvarez de 1881 se nombra ‘El Tango de la Casera’ que aludía a las romerías de la Recoleta, reuniones familiares de día y por la noche reunía a los primerizos bailarines de tango. El ya mencionado Angel Villoldo, – primer autor profesional del tango con rigor musical pero letrista de ‘La Morocha’, su tango más renombrado de 1905 sobre música del pianista Enrique Saborido, concebiría a ese tema como un cuplé a ser cantado por la ‘española’ Lola Candales quien junto a Saborido actuaban en un cafetín de la calle Reconquista en Buenos Aires. Y un poco al margen, tanto el pianista Saborido como la ‘cupletista española’ Lola Candales eran uruguayos de Montevideo; y por esas cosas…

Por 1906 Angel Villoldo compone letra y música de ‘Cuidado con los Cincuenta’, un tema ingenioso que medio siglo más tarde grabado por varias orquestas modernas. Y ese tema por su letra y el tratamiento musical inusual sería considerado como un indudable tango andaluz: ‘una ordenanza sobre la moral decretó la autoridad policial, y por la que hombre se debe abstener decir palabras dulces a una mujer. Chitón, que al que se propase cincuenta le harán pagar’. Además del reconocido ‘Cuidado con los Cincuenta’ quedan otros rastros del género chico español en los compadritos del precursor Villoldo: ‘aquí tienen al torito, el criollo más compadrito que pisó la población’ hoy mismo suena como zarzuelero y divertido. Y se nos ocurre que este mismo autor, – que fuera también tipógrafo de oficio- acaso conociera la opinión que Domingo Faustino Sarmiento diera en su libro ‘Facundo, Civilización y Barbarie’por 1845: ‘en Buenos Aires sobre todo, todavía está muy vivo el tipo popular español, el majo… todos los movimientos del compadrito revelan al majo; el movimiento de los hombros, los ademanes, la colocación del sombrero y hasta la manera de escupir entre los colmillos, todo es de un andaluz genuino’. Una aguda observación de un Sarmiento poco concurrido en el ámbito de la tanguería.

Durante más de cien años el tango tuvo notori os cambios rítmicos y sus letras marcarían notoriamente la literatura de los argentinos. Hoy los escasos nuevos tangos cantables sostienen su argumentación de lo personal a lo social, y aunque su construcción lo tiende a ser música de cámara propia para hábiles solistas, su espíritu sostiene el ‘sabor’ inherente a su origen. Y ya Jorge Luis Borges por 1930 había advertido sobre la calidad literaria de sus letras: ‘de valor desigual porque proceden de plumas heterogéneas, las letras de tango que la inspiración o la industria han elaborado, integran un inextrincable Corpus Poeticum que los historiadores algún día vindicarán. Es verosímil que hacia 1990 surja la sospecha de que la verdadera poesía de nuestro tiempo no está en ‘La Urna’, de Enrique Banchs ni en ‘Luz de Provincia’ de Carlos Mastronardi, sino en las piezas imperfectas que se atesoran en ‘El alma que Canta’. Y sin ambages se refirió Borges a una popular publicación semanal que difundía letras de nuevos y viejos tangos, agregaría el escritor ‘esta suposición melancólica o una culpable negligencia, me ha vedado el estudio de ese repertorio caótico’. Una reflexión propia de un indudable argentino como él, sobre nuestra canción identificatoria…

Pero no sólo a propósito del tango nos debemos algunos debates, sino a propósito de otras expresiones de nuestros hábitos y cultura. Que a veces los argentinos no encaramos acaso para mantener vigentes ciertas contradicciones. (2013)

Eduardo Pérsico nació en Banfield y vive en Lanús, Buenos Aires, Argentina.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.