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De Cuba con amor

Fuentes: El Siglo

Está hermosa La Habana. Siempre fue bella pero es que el talento de Eusebio Leal, el Historiador de la Ciudad, la ha rejuvenecido como muchacha de 17. Es un placer caminar por esas calles del recuerdo, San Rafael, Galiano, Prado, Obispo, entrar a las librerías o, derechamente, ir a refrescarse en el bar del Hotel […]

Está hermosa La Habana. Siempre fue bella pero es que el talento de Eusebio Leal, el Historiador de la Ciudad, la ha rejuvenecido como muchacha de 17. Es un placer caminar por esas calles del recuerdo, San Rafael, Galiano, Prado, Obispo, entrar a las librerías o, derechamente, ir a refrescarse en el bar del Hotel Sevilla en esta ciudad que no sé si seguir llamando Habana «vieja».

Hace un tiempo este año anduve por allí y estaba debiendo esta nota ; para evocar por ejemplo la Feria Internacional del Libro con asistencias diarias del orden de las 50 mil personas que buscan y compran, a precios bajísimos, libros de todas clases y autores, hasta agotar los puestos de venta, o presenciar los debates de intelectuales de todas partes, o escuchar al aire libre a grupos como el histórico sexteto de Ignacio Piñeiro, mientras afuera esperan los buses para trasladar de regreso a los ávidos lectores desde la bellísima fortaleza española en que se emplaza la Feria. Imposible no compararla con nuestras ferias.

Una noche en la TV ví un programa de la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media conducido por los propios alumnos y en que se discute acerca de la realidad nacional. En el Chile de hoy esto es simplemente impensable. Somos un país en que todos los canales sin excepción sólo trasmiten farándula, o Pelotón para pelotudos o malas copias de programas de otros países o humoristas momios decadentes, sin que sectores sociales fundamentales como los trabajadores o los estudiantes tengan el menor acceso a los medios de comunicación, salvo a los muy pocos de la Izquierda.

Otra noche fuimos con amigos cubanos a «El Sauce», una peña que se paga en moneda nacional y en donde además de consumir puedes disfrutar a grupos como el Moncada, vivir el reencuentro con Jorge Gómez, su director y uno de sus fundadores o gozar escuchando al Quinteto Santiago. Una noche inolvidable a costo mínimo. O entrar a un cine, porque en Cuba siguen existiendo los cines, y ahí están el Pairet, el Negrete, el Milan, el Rialto, el Yara, el Negrete, bueno, todos como hace 30 o 40 años. O enterarse que Tarará, el idílico lugar de los pioneros, sigue funcionando y desmiente a una mala película que mostraba su supuesto abandono. O ver a los cubanos disfrutar en Santa María, en Guanabo o en el mirador de Bello Monte donde el joven barman nos anuncia riendo que tomaremos «el mejor mojito de Latinoamérica». En fin, ese pueblo alegre, culto y solidario que conocimos hace tantos años cuando abrió sus brazos a los perseguidos de la misma derecha, triunfante hoy y cuyo presidente electo tiene la audacia de afirmar que en Cuba no hay democracia y que se violan los derechos humanos.

Un sujeto como Piñera, con los antecedentes personales, políticos y judiciales que todos le conocemos, debiera tener una mínima prudencia para hablar de estos temas. No pretendo que se interiorice de nada, no es persona estudiosa, pero si lo fuera podría llegar a saber que en verdad no sólo en Cuba se respetan los derechos humanos, que acá no se respetan, sino que la organización política de la sociedad cubana es mucho más democrática que la de esta inacabada transición nuestra. Sabría además que Cuba es el país de más baja mortalidad infantil del continente, y que forma generosamente médicos, maestros, músicos y cineastas de diversos pueblos del mundo y que hoy laboran en Haití unos mil quinientos médicos cubanos.

Quizás Piñera debiera hablar más con su futuro ministro de Mideplan, Felipe Kast, que vivió un año en Cuba y que hace unos días declaró acá en Santiago que los ciudadanos cubanos tienen » una capacidad de diálogo y crítica muy fuerte» y que aun cuando allí «No conocía a nadie, mis amigos fueron muy abiertos. Es un pueblo muy gozador, humano y transparente». Obviamente, Piñera no se parece al cubano.