ETA es muchas cosas. Entre ellas, un estorbo para la izquierda. Incluida la abertzale. Primer ejemplo, muy actual: ha arruinado el movimiento de protesta por la sentencia del sumario 18/98. Fuera de Euskal Herria y después de lo de Capbreton, sólo cuatro kamikazes se atreverán a denunciar la amalgama que ha hecho la Audiencia Nacional […]
ETA es muchas cosas. Entre ellas, un estorbo para la izquierda. Incluida la abertzale.
Primer ejemplo, muy actual: ha arruinado el movimiento de protesta por la sentencia del sumario 18/98. Fuera de Euskal Herria y después de lo de Capbreton, sólo cuatro kamikazes se atreverán a denunciar la amalgama que ha hecho la Audiencia Nacional al condenar como cómplices o integrantes de ETA a título de agentes políticos (sea eso lo que sea) a muchas personas que nunca han tenido nada que ver con las armas, ni ganas.
Ahora la organización de marras ha anunciado que quiere enriquecer una de sus obras más propias, generadora de la variedad (no por surrealista menos real) del terrorismo ecologista.
Algo que no cabe negar al terrorismo vasco es su vocación histórica por la originalidad. La autodenominada «ETA político-militar», con el tiempo reconvertida y elevada a los altares, inventó lo que algunos bautizamos en su momento como terrorismo reformista. Los «poli-milis» ponían bombas y mataban para que el Estado concediera más transferencias a la comunidad autónoma.
Sus sucesores, «los milis», inauguraron el terrorismo ecologista dando tiros para impedir que se pusiera en marcha la central nuclear de Lemoiz. Siguieron en las mismas años después dinamitando el plan inicial de la autovía de Leitzaran.
Su última gracia consiste en emprenderla contra la llamada Y vasca, que es como se viene llamando el proyecto de unir las tres capitales vascongadas por líneas de ferrocarril de alta velocidad.
La oposición a la Y vasca no tiene nada de criminal, ni mucho menos. Hay gente muy sensata y reflexiva que está en contra de ese plan de infraestructuras. Como hubo mucha gente sensata y reflexiva que se opuso a la construcción de la central nuclear de Lemoiz, y al plan primero de la autovía de Leitzaran, y a la presa de Itoiz, y a tantos otros supuestos avances de la modernidad económica desmelenada.
El problema aparece cuando ETA asume una causa que los ecologistas han hecho suya previamente y empieza a defenderla a tiros.
Con lo cual la contamina. Y es difícil imaginar algo más contradictorio que una causa ecologista contaminada.