El frustrado proyecto del presidente del senado Juan Manuel Corzo para revivir la inmunidad parlamentaria es un signo del falso debate que atraviesa el establecimiento. Aparte las causales que emparentan el conservatismo adherido a Uribe con su moral ultramontana de carácter instrumental y su eternización del pasado como razón última de permanencia del sistema, salen […]
El frustrado proyecto del presidente del senado Juan Manuel Corzo para revivir la inmunidad parlamentaria es un signo del falso debate que atraviesa el establecimiento. Aparte las causales que emparentan el conservatismo adherido a Uribe con su moral ultramontana de carácter instrumental y su eternización del pasado como razón última de permanencia del sistema, salen a la luz sus vínculos en investigación con el paramilitarismo como una consecuencia casi natural.
Ese sistema, que en su ala más regresiva, muestra por ejemplo al jefe del ministerio publico encabezando la cruzada contra el aborto terapéutico, la unión de parejas del mismo sexo, el mismo que dio luz verde al fallido tratado sobre las bases yanquis en el país, la reelección de Uribe o la inhabilidad por 18 años a Piedad Córdoba, entre otras perlas, también deja al descubierto realinderamientos engañosos que generan la ilusión de enfrentamientos de fondo entre el hacendado del Ubérrimo y el gobierno santista.
Las únicas diferencias significativas han sido dictadas para la mejor adecuación a los intereses de clase y a las presiones de la administración Obama, en función de la política exterior del imperio. En particular, la modificación, en parte, del aislamiento internacional del Estado colombiano por su agresiva función de plataforma del intervencionismo militar del Comando sur frente a Latinoamérica o para mitigar las renovadas denuncias de crímenes de lesa humanidad.
Las líneas ultraconservadoras de Corzo, la reiteración de posturas extremas sobre penalización de dosis mínimas, el debate en torno a referendo para cadena perpetua a violadores de niños, evocan la agenda uribista que se activó contra la llamada ley de víctimas y tierras y estarán sujetas seguramente a las mismas rectificaciones por semejantes intereses de la dominación.
El pugilato es bastante postizo. En realidad, tiende una cortina de humo sobre las políticas del gobierno marcadas por la constitucionalización del neoliberalismo, la institucionalización de los superávits primarios, la falsa formalización laboral, la represión y militarización de las protestas obreras, como en Puerto Gaitán, la entrega del territorio al saqueo agrominero del capital transnacional, entre otras innovaciones. Y pone en segundo plano la intensificación y escalamiento de la guerra interna con los bombardeos aéreos incesantes en regiones indígenas y campesinas, asombrosamente silenciados por los medios adictos al régimen.
Al garrote, el régimen acotó las sinuosas políticas de cooptación para dividir el sindicalismo, los movimientos sociales y las organizaciones humanitarias con vistas a neutralizar sus luchas y la oposición a la orientación guerrerista oficial contraria a una solución política para la paz.
La contradicción del país no es entre Uribe versus Santos sino entre el régimen creado y sustentado por la oligarquía tradicional colombiana con las mayorías populares explotadas, perseguidas, reprimidas y satanizadas desde el poder, con los recursos de la exclusión pero también con el argumento de la guerra contrainsurgente. El verdadero dilema es unidad del pueblo, fortalecimiento del Polo como fuerza avanzada de la oposición al sistema, o régimen de la derecha, oscilante entre el oscurantismo y la seudo democracia limitada, pero claramente identificado en la eternización de los burdos privilegios que no reparan en el sacrificio del país en la guerra ni en el saqueo infame de sus riquezas.
(*) Jaime Caycedo es Secretario General del Partido Comunista Colombiano
Publicado en Editorial VOZ, pág. 5 Edición 2602 del 10 al 16 de agosto de 2011
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