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Exposición del FPMR en el seminario internacional "Crisis del capitalismo, recolonización y alternativas populares", celebrado en Bolivia

De la crisis capitalista a la continentalidad de la lucha

Fuentes: Rebelión

La crisis económica en desarrollo del sistema capitalista «neoliberal» ha ido mutando y ampliándose en sus secuelas, en el campo de los ideólogos del modelo económico aún rige la confusión, el miedo y el terror, surgiendo diversas explicaciones para esta crisis, sin poder encontrar las acciones adecuadas para superarla. En el seno de los ideólogos […]

La crisis económica en desarrollo del sistema capitalista «neoliberal» ha ido mutando y ampliándose en sus secuelas, en el campo de los ideólogos del modelo económico aún rige la confusión, el miedo y el terror, surgiendo diversas explicaciones para esta crisis, sin poder encontrar las acciones adecuadas para superarla. En el seno de los ideólogos del capitalismo domina el llamado síndrome del murciélago, algunos creen ver un ratón otros creen ver un ave. Sumamente gráfica de la situación de pesimismo y desconcierto que vive el sistema producto de la crisis, es la frase del ministro Finanzas Alemán, Peer Steinbrück, «aquellos que dicen ver la luz al final del túnel, quizás estén viendo a un tren que viene en contra».

En medio de las convulsiones provocadas por la crisis se han perdido miles de empleos, instituciones que parecían sólidas se han evaporado. La crisis está dejando una estela de quiebras y cesantía, se contraen el consumo y los créditos comerciales, etc. Pero lo más grave para el sistema es que la crisis no se ha reducido sólo a los mercados financieros, ya nadie cuestiona que también la economía real entró en un camino sin retorno. Agréguese a esto la crisis energética y alimentaria que vive el planeta, lo que completa un coctel de verdaderas bombas racimos que detonan en los cimientos del sistema.

Un Cambio de Fase y de Período

La verdad es que estamos frente a una crisis internacional de monumentales proporciones, que cierra un proceso que se viene desarrollando desde hace varios años, es decir el termino del patrón de acumulación capitalista en su Fase «neoliberal». Estamos en presencia de un cambio de Fase, es un momento histórico y económico crucial para todas las fuerzas sociales y políticas, pues todo esto implica un cambio también de Período, es decir un cambio en lo político, un cambio en las correlaciones de fuerza entre los de «arriba» y los de «abajo» y al interior de cada uno de estos sectores. La crisis exige la restructuración social, política y económica universal sobre nuevos paradigmas.

Con esta crisis además termina de reventar la «burbuja» ideológica de la «globalización», esta supuesta economía global que «flotaba ajena a toda determinación» del estado nación, se ve hoy sometida, humillada y subordinada nuevamente desde donde emana el poder; los supuestos casi inexistente Estados. Los Estados yanquis y europeos han destinado grandes recursos para evitar las quiebras de los grandes inversores. Los estados de los países subdesarrollados no se quedan atrás, intervienen en la marejada de inestabilidad económica que está encima. Intentan estabilizar la anarquía del mercado, a costa finalmente de todos los contribuyentes, como también con la intensificación de la explotación y el futuro aumento de la jornada de trabajo. Pero luego han venido las otras intervenciones de los estados, la acción represiva que ira en aumento para contener la oleada de descontento social que se incuba en los verdaderos afectados del derrumbe de la sociedad neoliberal; los sectores populares, trabajadores, campesinos, pueblos originarios, etc.

La Hegemonía entre Paréntesis

Para amplios sectores surge hoy la duda de la viabilidad de sostener una sociedad sólo con los parámetro que dicta el mercado, esta panacea y dogma antes casi incuestionable e inamovible la propia realidad la puso en entredicho a los ojos de la mujer y hombre común. La escena y protagonismo social y político del drama que vive el capitalismo comenzará cuando el aspecto económico comience a vivir un rol secundario, y su real problema sea el descontento social generalizado. Hay un costo social que el sistema capitalista debe pagar, la hegemonía de los de arriba se está poniendo aprueba durante el tiempo que duren los efectos de la crisis.

Lo que antes estaba solido, petrificado hoy se ha vuelto líquido, nuevamente moldeable y a su nueva forma y contenido entrarán en disputa fuerzas con intereses profundamente contradictorios. El ingreso a la a la escena política de los sectores populares por un lado y las opciones más reaccionarias ultraderechistas como el fascismo por otro delineara el conflicto de clase en los próximos años.

Podemos concluir que no estamos ya en la antesala de la hecatombe del modelo económico actual, sino en el centro mismo de su inmolación, producto de sus propias contradicciones internas. Su lógica de funcionamiento, su dogmas y paradigmas, como de la institucionalidad que lo sostiene se caen a pedazos y ya no hay fuerza que lo pueda impedir.

De esta manera, lo que está en cuestión para las fuerzas populares, es que en el ciclo que demore en reciclarse el sistema capitalista por que lo hará, ya no seguramente con las luces de antaño, sino en un estado crónico de subsistencia, con un nuevo modelo y patrón de acumulación (leer Las crisis en la era senil del capitalismo de Jorge Beinstein), el desafío de los movimientos populares es lograr construir la alternativa revolucionaria que abra un nueva época de grandes transformaciones en dirección de la construcción del Socialismo. Sin embargo, en esto no hay garantías para la opción revolucionaria, en este marco la lucha y las contradicciones tenderán agudizarse y la salida de las crisis pondrá ante los ojos de las masas tanto el fascismo como el socialismo como alternativas, para donde se inclinen finalmente los sectores sociales dependerá de la agudeza de la política revolucionaria y el nivel de sintonía y complicidad con los sectores afectados por la crisis capitalista.

El Estado como depositario del poder sigue siendo un espacio esencial en la confrontación de la lucha de clases, el control de las fuerzas populares del aparato estatal es fundamental para aplicar las medidas adecuadas para romper con la dependencia de las políticas imperialistas y sus intereses. La industrialización del país, la socialización de los medios de producción, la nacionalización de los recursos mineros y naturales, la reconstrucción de los mercados nacionales, la ampliación de la seguridad social, la salud y la educación gratuita, el derecho a la vivienda digna y el pleno empleo, son medidas que no tienen otro horizonte hoy que el Socialismo.

Hacia la Construcción de una Estrategia Continental de Liberación

El desmedido poder del Imperio norteamericano tiene un solo límite a su voracidad, y este es la unidad de nuestros pueblos, que debe comenzar por la unidad sólida de sus organizaciones políticas y sociales. Para que esto tenga posibilidades reales de hacerse efectivo es imprescindible una concepción común antiimperialista basada en la historia de las relaciones políticas y económicas que ha tenido EE.UU. con nuestra región.

América Latina tiene mas extensión en superficie que toda América del Norte (incluyendo Canadá). América Latina tiene más habitantes y tantas riquezas naturales como el norte rico. América Latina lo que no tiene es desarrollo económico y un históricamente pobre y limitado sentido de ser latinoamericano. A la región le es imprescindible la unidad, la razón más profunda de esta necesidad es la existencia misma del Imperio.

Un poder tan desigual y con conductas tan agresivas, capaz de desatar brutales guerras sin consideración a sus costos humanos ni materiales, es razón de primer orden a considerar en los nuevos proyectos políticos. Para ser objeto de agresiones de cualquier tipo o hasta sufrir la invasión del Imperio, los proyectos no necesariamente tienen que ser de carácter socialista. Basta con ser nacionalistas, con querer romper el orden y lugar asignado a nuestros países en la distribución de los poderosos, basta con querer redistribuir mejor las riquezas impidiendo que ésta salga a raudales al extranjero para que el Imperio sienta amenazados sus «intereses y su seguridad».

Las justificaciones para las invasiones se fabrican, en eso son expertos y cuentan con el monopolio casi absoluto de los medios de difusión masiva. Sólo en las últimas décadas varios países latinoamericanos sufrieron agresiones abiertas o encubiertas: Cuba, República Dominicana, Granada, Panamá, Nicaragua, El Salvador, Guatemala y otros más que ni siquiera pretendieron construir el socialismo. Incluso ya existen gobiernos en la región que están dispuestos a legitimar las decisiones imperialistas.

Ante tantas objetivas consideraciones no queda duda de que existe un gran y permanente enemigo del progreso y la vida de los pueblos latinoamericanos: el Imperialismo Norteamericano. A más largo plazo éste debiera ser el eje orientador de las luchas y quien despeje todo tipo de contradicciones entre aquellas organizaciones que por las más disímiles formas combaten y se oponen a sus imposiciones y voluntades. Entonces, los modelos económicos y políticos neoliberales y su proyecto anexionista debieran ser nuestros objetivos de lucha regionales más inmediatos.

El Internacionalismo debe superar los caminos recorridos hasta ahora y llegar al debate político y al intercambio de realidades y proyectos. La reciprocidad debe estar basada en el compartir plenamente las nuevas experiencias que emergen de la lucha de nuestros pueblos.

Lo inevitable de la búsqueda de una estratega común de cada uno de nuestros pueblo esta dado por el carácter que tienen los Estados capitalistas latinoamericanos: dependientes neo-coloniales, carente de poder de decisión real para trazar sus líneas de desarrollo.

La contradicción principal del periodo es «Neoliberalismo» versus lo Nacional, se manifiesta en que en las actuales condiciones históricas y políticas, lo «nacional» se ha transformado en un elemento subversivo, ya que basta plantear algunas reformas cosméticas para que el imperialismo se sienta amenazado en sus intereses políticos y económicos. De esta manera es imposible hacer en este contexto una propuesta alternativa al neoliberalismo sin enfrentar las relaciones de dominación y explotación capitalistas.

En los anteriores términos podríamos decir también que el hecho político más revolucionario, bajo las actuales condiciones del país, es la decisión de enfrentar al capital financiero. La liquidación de la oligarquía financiera tendría una importancia sistémica, de impacto determinante en todos los niveles de la actual formación social. En especial porque el presente modo de producción capitalista alcanza altos niveles de monopolización en torno a este capital.

En este sentido, la debilidad estructural de la burguesía tradicional (industrial, comercial) descapitalizada y sometida a una nueva forma de transferencia de la plusvalía por el capital financiero, no le permite ensayar un modelo de acumulación similar al de la época del Estado de Bienestar. La burguesía tradicional no está en condiciones de imponer un nuevo modelo de acumulación, o de retorno al capitalismo de Estado proteccionista.

El debilitamiento o decadencia de la burguesía tradicional surge de su nueva dependencia del capital financiero (que ha copado los principales espacios de las ramas industriales) y del imperialismo, por su alto grado de endeudamiento y dependencia de tecnología, medios de producción, insumos, etc., siendo una fracción burguesa controlada monopólicamente por el capital financiero, que coexiste con sectores de la mediana y pequeña empresa, y sectores medios proletarizados que de distinta manera se han visto perjudicados por el modelo.

De lo anterior podemos deducir que la defensa de los intereses nacionales es una tarea que bajo las actuales condiciones históricas solo podría llevarla a cabo un gran movimiento popular que unifique a la clase trabajadora y el pueblo en su conjunto, desde una propuesta articulada en defensa de lo nacional, la autodeterminación y la recuperación de los bienes pertenecientes al Estado, socavando las bases que sostienen al imperialismo en América Latina. En este sentido la particularidad del actual momento histórico se expresa en que hoy los intereses nacionales están indisolublemente unidos orgánicamente a los intereses estratégicos de las clases explotadas. No hay lucha nacional sino a condición de avanzar al Socialismo y no es posible el Socialismo sino a condición de continentalizar la lucha.

Es necesario abrir un frente de lucha donde confluyan las diversas organizaciones políticas populares y revolucionarías en concordancia con aquellos gobiernos populares que avanzan en transformaciones profundas en cada uno de sus países. Esta estrategia común no debe sólo situarse en el ámbito de la solidaridad, sino que buscar una construcción a nivel del continente, donde se entienda cada uno de nuestros países y cada una de nuestras organizaciones como trincheras de una misma lucha de liberación. Esto implica la decisión política de entender el Internacionalismo como el intercambio de tácticas, estrategias y luchadores, sin imponer esquemas rígidos o vaticanos ideológicos, sino que respetando la cultura de los pueblos, tradiciones, costumbres y formas de luchas. Un proceso de construcción histórica de acumulación y correlación de las fuerzas populares que implique compartir y unificar diversos pensamientos y acciones revolucionarias, consolidando aportes que propendan a levantar y hacer viable una estrategia común de lucha continental contra el imperialismo desde nuestros pueblos.

Es necesario hacer del internacionalismo un hecho concreto y no sólo declamativo, a partir del cual es necesario iniciar prácticas de trabajo conjunto de corto, mediano y largo plazo, para aportar al fortalecimiento y desarrollo de la organización y lucha popular en el continente, apoyándonos mutuamente en las resolución de los problemas, y diseñando perspectivas en el largo proceso emancipador que tenemos por delante que busque potenciar la lucha en el continente desde una posición Antiimperialista, Anticapitalistas y por el Socialismo.

Todo lo anterior es imprescindible sobre todo cuando consideramos que unos de los eslabones débiles del imperialismo se encuentran en el «triangulo ecuatorial», es decir Venezuela, Colombia y Ecuador, junto a Bolivia. Estos países hermanos viven desde hace años una serie de procesos económicos, políticos y sociales, caracterizados principalmente por la movilización y la resistencia popular frente a las políticas imperialistas norteamericanas. La intervención imperialista directa en términos militares es una posibilidad real, aquí la dimensión de una estrategia de liberación continental es una responsabilidad que los revolucionarios necesariamente debemos tomar. Debe existir la certeza que ningún proceso puede avanzar si no avanzan conjuntamente los demás, en la premisa que es imposible sostener un proceso revolucionario sino existe un equilibrio de fuerzas que garantice su defensa y consolidación a nivel de toda la región.

En este sentido, no es contradictorio plantearse lo nacional y a la vez hablar de lo continental, porque esta región justamente como lo digiera el Che en el mensaje a la Tricontinental «Hay una identidad tan grande entre las clases de estos países que logran una identificación de tipo» internacional americano», mucho más completa que en otros continentes. Lengua, costumbres, religión, amo común, los unen. Los grados y las formas de explotación son similares en sus efectos para explotadores y explotados de buena parte de los países de nuestra América».

En el anterior sentido es indispensable considerar el legado y el llamado del Che en el Mensaje de la Tricontinetal, entender que la revolución en nuestro continente es Socialista o sino será una caricatura de revolución, que nuestra liberación será producto de la propia acción del movimiento popular y no de una supuesta alianza con las burguesías nacionales. Y principalmente la visión del Che en entender el necesario carácter continental de la revolución latinoamericana.

Es necesario constituir una bitácora en el continente que asuma que el enfrentamiento con el capitalismo y el imperialismo será una lucha de largo aliento. En tal contexto la formación, la educación y el mutuo apoyo debe ser parte de una estrategia internacional común.

– Jorge Gávez Iturra es miembro de la dirección nacional del Frente Patriótico Manuel Rodríguez.

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