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Reacción a la intervención del ministro cubano de Exteriores Pérez Roque en la Comisión de Derechos Humanos de Ginebra

De la importancia de un discurso

Fuentes: Gara

              He leído de un tirón el magnífico discurso que el Canciller de la República de Cuba, Felipe Roque, acaba de pronunciar ante el Segmento de Alto Nivel del 61er Período de Sesiones de la Comisión de Derechos Humanos. Ha sido un regalo que me ha llegado por internet, […]

 

 

 

 

 

 

 

He leído de un tirón el magnífico discurso que el Canciller de la República de Cuba, Felipe Roque, acaba de pronunciar ante el Segmento de Alto Nivel del 61er Período de Sesiones de la Comisión de Derechos Humanos. Ha sido un regalo que me ha llegado por internet, a primera hora de la mañana cuando, medio dormida aún, buscaba las noticias en el diario digital Rebelión. Un grato y estimulante despertar muy bello para quien, como yo, está acostumbrada a hacerlo con los sobresaltos de los horrores que a diario ocurren en el mundo, manipulados y deformados según les convenga a los informadores. ¡Por fin una voz amiga diciendo con sencillez verdades como puños y denunciando flagrantes injusticias! Una voz familiar y contundente a la vez, exponiendo problemas reales, esos grandes problemas que los gobiernos callan y ocultan siempre.

 

Un bello despertar, insisto, con un bellísimo discurso tejido de verdades que van fluyendo sin estridencias ni aspavientos de cólera o de rabia, como podría esperarse de tan sólidas acusaciones. Un discurso tranquilo y pausado cuya gran fuerza le viene de las múltiples y poderosas razones en las que se apoya. Y todo él tan bien articulado, párrafo tras párrafo, in crescendo, en una síntesis perfecta del actuar imperialista en el mundo -no se puede decir más con tanta economía de lenguaje-, concentrada en un brevísimo espacio la intensa práctica de cuarenta años de resistencia: el día a día de un pueblo sometido al más feroz de los bloqueos y que, pese a ello, sigue venciendo los obstáculos, avanza, crece y construye. Toda esa experiencia destilada en sabiduría que penetra hasta la médula la entraña del gran enemigo causante de tantos males de la Humanidad, lo destripa y lo muestra disecado en su debilidad. Es un gigante que la palabra aguda y certera desarma. Un modelo perfecto de intervención que cuestiona tanto discurso vacuo de los políticos occidentales que se reclaman de la izquierda. Un texto importante no sólo por lo que dice sino por cómo lo dice y que invita, por ello, también, a un debate estético sobre el discurso político y su belleza.

 

Un texto leído en una tribuna internacional en la que se agrupan representantes de numerosos gobiernos que se han reunido para juzgar -y con qué engreimiento y prepotencia algunos- si se respetan o no los Derechos Humanos en Cuba. Unos derechos que casi todos estos gobiernos violan a diario. Se diría una broma, una burla, un escarnio: quienes invadieron Iraq, utilizan el napalm, el uranio empobrecido, mienten y torturan y encierran a los prisioneros en jaulas, juzgando ahora, en un grotesco esperpento, a uno de los pocos países que lucha por un mundo mejor y un pueblo más culto. Habrá sido precisamente ahí donde la palabra de Cuba habrá llegado como un dardo certero apuntando al corazón del problema y haciendo sentir vergüenza, si es que alguna les queda, a los dóciles gobernantes sumisos y dispuestos siempre a acatar las órdenes del gran amo imperialista que se muestra omnipotente. Es tan absurda la realidad que, si la situación no fuera tan trágica, sería para morirse de risa.

 

Estamos tan acostumbrados al eufemismo, al rodeo, a la ambigüedad, al lenguaje críptico y a la retórica confusa que cuando cae en nuestras manos un texto directo, con claridad meridiana, nos sorprende y nos emociona. Eso me ha ocurrido a mí con ese discurso tan valiente, impregnado todo él con la dignidad de su pueblo. «Ese es un texto que nos estaba haciendo falta», me he dicho, es un texto que nos concierne a todos porque las verdades que relata nos atañen a todos también. Y me ha dado mucha alegría constatar que Cuba no sólo sigue viva sino que nos defiende. Su discurso es el nuestro. Somos muchos cientos de miles los que nos sentimos expresados y dignificados en él. Si los pueblos del mundo hablaran en esta asamblea en lugar de sus gobernantes, nos dirían cosas muy distintas.

Yo, que no vivo en el llamado tercer mundo aunque sí en una llamada democracia, puedo aportar también mi granito de arena al ruedo de los horrores del campo universal. Puedo testimoniar sobre el Estado Español y, concretamente, sobre el País Vasco, que es donde yo vivo, y puedo afirmar, por ejemplo, que no pasa un mes sin que caiga en mis manos un testimonio sobrecogedor de tortura practicada en un centro de detención. Más de cuarenta casos, muy documentados, se publicaron el año pasado en un libro del TAT (organismo de médicos y abogados encargado de denunciarla). Que más de ochocientos presos políticos viven en condiciones infrahumanas bajo el régimen penitenciario-político de la dispersión, un aberrante sistema experimental, que merecería ser estudiado con detenimiento, y que viola los derechos más elementales de un prisionero. También podría decir que, bajo el pretexto de tener relación con el llamado terrorismo, o de conocer a alguien del «entorno», o del «entorno de ése entorno», miles y miles de personas no podemos votar a la opción política que deseamos y que, no satisfecho con la prohibición, el Fiscal General del Estado ha lanzado también sus amenazas sobre una nueva plataforma que se ha presentado, asegurando que va a investigar, una por una, las 17 mil firmas que la acompañan. Locura que no es más que una pequeña muestra de las numerosas aberraciones que están experimentando en ese gran laboratorio que es Euskal Herria, para destruir el movimiento popular. Y ése gran laboratorio es sólo una pequeña parte de lo que pasa en el mundo. Ahí está Iraq, ahí están las grandes amenazas del imperialismo sobre Cuba.

 

Está pasando todo esto y los representantes de los gobiernos, sin pudor alguno, se disponen a juzgar a Cuba en la Asamblea y a mentir si es necesario acatando con docilidad lo dispuesto por el gran amo. Da vergüenza ajena tener que asistir a tanta degradación. Es cierto que Cuba está en peligro, como lo estuvo en su día Iraq y lo estuvieron otros pueblos. También nosotros estamos en peligro si no reaccionamos a tiempo: hoy ilegalizan un partido, mañana torturan a un vecino, después nos lo muestran pisoteado en Guantánamo. Si no despertamos del «sueño democrático» y nos mantenemos alerta, mañana se crecerán sobre los que hoy consienten y callan y tratarán de convertirnos en colonia. Es así como sobre el silencio y la indiferencia se va abriendo camino el Imperio para hacernos regresar a la era colonial, que es la forma que ahora les conviene. Que la Humanidad está en peligro no es una consigna del momento sino una inquietante perspectiva que nubla el horizonte.

 

Por eso tiene tanta importancia lo que Cuba ha dicho en este momento. Por eso seguramente tratarán de silenciar su discurso para que no circule y nadie lo conozca. y por eso yo me he movilizado corriendo y tengo la necesidad de difundirlo y hablar de él. Si me dejara llevar por mis impulsos saldría corriendo a buscar una gran impresora que lo reprodujera por millares y, yo misma, con un gran fajo bajo el brazo, saldría a la gran plaza pública a repartirlo en mano a quienes por ella transitan.