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De la memoria al poder para tocar las estrellas

Fuentes: Periódico Latinoamericanista Giraluna

Una noche de plenilunio en una silente comunidad mapuche, oteando la cúpula celeste tachonada de fulgentes luces añiles, pensé que en Valparaíso uno puede subir a cualquier cerro en cualquier noche de primavera y tocar las estrellas con la mano. El anciano mapuche simplemente alzó la mirada hacia las alturas y con calma antigua dijo […]


Una noche de plenilunio en una silente comunidad mapuche, oteando la cúpula celeste tachonada de fulgentes luces añiles, pensé que en Valparaíso uno puede subir a cualquier cerro en cualquier noche de primavera y tocar las estrellas con la mano. El anciano mapuche simplemente alzó la mirada hacia las alturas y con calma antigua dijo quedamente que los mapuche no tocan las estrellas, porque ellos vienen de las estrellas, y del mar, y de los montes y de los ríos y del sol. Por ello, jamás desaparecerán, pues son memoria y futuro, son tierra que da frutos. Son memoria fértil, aquella que trasciende la nostalgia o el mero recuerdo para transformarse en semilla de mañana, quizás por lo mismo, este pueblo originario inicia sus nguillatun – ceremonia rogativa – en el cementerio ancestral para capturar la fuerza de sus antepasados y rendir homenaje a sus vidas en el seno de la muerte para seguir respirando el aroma del canelo con renovados bríos. Pero los mapuche no solo respiran, sino que suspiran, sueñan, germinan y luchan por un mundo mejor. Y esto es precisamente de lo que se trata: transformar la memoria en instrumento de poder, pues solo con el poder en tus manos puedes cambiar el mundo.

La memoria fértil para sembrar futuro

Y Chile necesita cambios, Chile merece cambios, porque fue violada inmisericordemente por la esperma militar un martes ya lejano, pero cercano en el corazón, y en la piel, y en la mirada dolida de todos aquellos que pervivieron la dictadura. Fueron luengos años de horror donde los asesinados murieron para siempre, donde los desaparecidos desaparecieron para siempre, donde el país entero feneció un poco, o quizás mucho, demasiado para un país tan pequeño incrustado sin piedad entre cordillera y mar, allá por el fin del mundo. Y fue tan doloroso que aún cuesta rememorar esos tiempos de noches eternas, tal vez por lo mismo, por décadas, el once de septiembre y el golpe militar han sido conmemorados con desolación, abrumados por el recuerdo de la muerte simbolizados en las victimas de la dictadura. Entonces, la marcha del once de septiembre en Santiago comienza en el centro de la ciudad y culmina en el cementerio general, donde se encuentra el memorial a las víctimas de la represión. Pero ha llegado el momento de resignificar este día, adscribirle un sentido de futuro, vencer a la muerte con palabras de sol y luna, así, al igual que los mapuche, dialogar con nuestros caídos, besar la hermosura de su generosidad para superar el pasado sin jamás olvidarlo.

Porque nunca seremos copartícipes de acción u omisión alguna que implique olvidar el pasado, pero tampoco deseamos circunscribir nuestras vidas al dolor permanente de la dictadura. Es que la memoria es recuerdo y añoranza, evocación e invocación, mas por sobre todo es futuro; es el útero que debe dar a luz las nuevas estrellas, fortalecer y alumbrar a todos aquellos que, de una u otra forma, se han hecho cargo de la vergüenza de vivir en el Chile capitalista. Por eso, porque la memoria debe ser futuro, es que se plantea simbolizar la resignificación del día del golpe militar invirtiendo la dirección de la marcha, comenzando en el cementerio y culminando en el centro cívico de la capital. Es decir, desde la memoria al poder, desde el llanto a las risas, recuperando el legado de lucha de todos los que, desde Salvador Allende, resistieron a la dictadura. Y recuperando, por sobre cualquier cosa, la capacidad de soñar.

El sueño lo irisamos entre todos

Es un sueño embrionario quizás, pero depositario de Leftraru y Paikavi, Pelentaru y Lientur, es un sueño de resistencia y entrega que busca reparar nuestra capacidad de asombro, porque no es posible que a los asesinos del dirigente del MIR, Jecar Neghme, los hayan condenado a penas remitidas – no pasarán un solo día en la cárcel – después de largos 17 años de investigación. Porque es inaceptable que en este país supuestamente desarrollado se construyan casas diminutas de tan solo 9 metros2 para que la habiten los pobres. No es admisible que doscientos carabineros armados, una vez más, allanen la comunidad mapuche de Temucuicui aterrorizando a hombres, mujeres y niños.

No es el Chile que queremos, no es el país que alguna vez fue dueño de sus recursos naturales, que dignificó a los trabajadores, devolvió la tierra a los campesinos y donde la educación era un derecho elemental. Y no fue hace mucho, por lo mismo aún duele esa pérdida inmensa, sin embargo no nos paralogiza el dolor, ni menos aun el miedo, sino que nos anima, motiva y convoca el clamor a irisar el mismo sueño de justicia social, pero en un nuevo siglo. Un sueño de sombras y luces, de certezas e incertidumbres, de antiguos caminos e ignotos senderos, pero atiborrado de libertad, democracia, dignidad. Es un sueño de poder, pues anhelamos sembrar verdad y justicia en relación al pasado, pero – por sobre todo – cultivar las condiciones para que nunca pueda volver a surgir una dictadura en nuestro país. Y eso solo se puede lograr por medio del poder que hay que comenzar a construirlo hoy: en las calles, en las poblaciones, en los centros laborales, en los colegios, las universidades, los barrios, las comunidades indígenas, en las radios comunitarias, los centros culturales, agrupaciones medioambientales, las organizaciones de derechos humanos, los centros de estudios. Así, estudiantes, trabajadores, mujeres, indígenas, pobladores, campesinos, temporeros, trabajadoras sexuales, homosexuales, ecologistas, vecinos, jóvenes, niños y ancianos irán fortaleciendo la idea de la memoria al poder, armando poco a poco el entramado de una tribuna popular que les de cabida a todos en esta colosal obra que es revolucionarnos para hacer la revolución entre todos, entre muchos, entre hermanos, porque no hay tiempo que perder, porque Chile se muere de angustia, porque hay que pensar y actuar en grande. Ahora.