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De la resistencia a la ofensiva política y de masas…

Fuentes: La Voz Rodriguista

El capitalismo dependiente chileno no tomó vacaciones ni da descanso a los chilenos, mucho se ha visto y dicho sobre el tristemente célebre Transantiago, ya la sabiduría popular lo ha colocado en el sitial que merece como otro de los amargos frutos del modelo. Pero lo ocurrido en Santiago es expresión de un problema nacional, […]

El capitalismo dependiente chileno no tomó vacaciones ni da descanso a los chilenos, mucho se ha visto y dicho sobre el tristemente célebre Transantiago, ya la sabiduría popular lo ha colocado en el sitial que merece como otro de los amargos frutos del modelo. Pero lo ocurrido en Santiago es expresión de un problema nacional, ya que como en el trabajo y los salarios, la salud, la educación, la vivienda y la previsión, también esta «modernización» muestra de manera mucho más concentrada y palpable, la tremenda desigualdad en la distribución de riqueza y el acceso a aquellos servicios que puedan dar una vida mas digna.

El gobierno escogió el método del «Big Bang» para lanzar este plan de transporte, y podríamos decir que la partícula inicial de esta dañina explosión esta compuesta por la alianza entre el Estado y el capital financiero nacional y transnacional (bancos, operadores, empresarios), la misma simbiosis que se ha encargado de transformar a Chile en el paraíso neoliberal.

La segunda semana de enero se conoció un ranking de «libertad económica» de la Fundación Heritage de Estados Unidos, que ubicó a la economía chilena no sólo como la más liberal de Latinoamérica, sino en el lugar once entre un grupo de más de cien países del planeta. Este informe fue recibido con jubilo por el ministro Andrés Velasco, quien llega a declarar que esta noticia confirma que Chile «tiene políticas económicas modernas, innovadoras y que promueven el crecimiento y el emprendimiento. Una vez más, recibimos el reconocimiento en ranking, en evaluaciones internacionales, a la calidad de esas políticas y a la calidad de nuestras instituciones».

El ministro pasa por alto que Chile es el único país pobre («emergente» le dicen ahora) en la mencionada lista. Es el único país pobre y sin protección social que ha liberado toda su estructura económica, es decir que ha dejado el campo abierto a los grandes inversionistas, con menos regulación del Estado, menos impuestos, menor intervención de los sectores sociales. Este mismo contexto permite además la existencia de la corrupción en el área estatal y privada.

Dicha combinación sólo ha producido mayor concentración de la propiedad y la riqueza, no mayor bienestar, ni siquiera ha producido un crecimiento sostenido de la economía en los términos neoliberales. Lo ocurrido con Transantiago de manera lapidaria, es expresión del abismo existente entre los intereses y las promesas del bloque en el poder, y la realidad de la mayoría del pueblo que ve su dignidad atropellada de forma permanente.

Todos esto ratifica lo que ya señalamos como tendencia a fines de 2006; la incapacidad del régimen para enfrentar y resolver las causas de los conflictos desatadas en diversos ámbitos sociales, como ocurrió durante el movimiento de los estudiantes secundarios; y si bien el gobierno aun puede maniobrar, dar soluciones de parche, o utilizar prácticas dilatorias o conciliadoras para apaciguar la movilización y cooptar a su dirigencia; todo este proceso está agotando la base de apoyo oficialista, y acelera también tendencias disociadoras dentro del propio bloque de gobierno. A medida que se acercan las elecciones municipales el mapa político nacional se está reordenando, acercando las tendencias más reaccionarias dentro de la Concertación hacia las más «liberales» de la derecha, mientras el denominado «progresismo» se esfuerza en integrar al Partido Comunista al sistema político para equilibrar su correlación.

Pero como también a quedado demostrado durante los 18 años de gobiernos concertacionistas, en realidad si se cambia de administrador la situación no variaría mucho, ya que el tema de fondo sigue siendo otro; el modelo esta tocando techo, su carácter dependiente y sus permanentes injusticias sobre la mayoría de este país, hacen que la tendencia histórica sea una espiral de descomposición y fracaso para sus gestionadores, lo cual en sí no provocará su caída, mientras aún no existan fuerzas sociales capaces de incidir en este proceso antes que el bloque dominante logre diseñar nuevas formulas de sobrevida para el neoliberalismo.

En síntesis, el «gobierno de estilo ciudadano» llevado a cabo por el «progre-set» del gobierno de Bachelet es un fracaso, quedando más que claro con la llegada de Belisario Velasco con sus tácticas de Estado Policial. No es para nada sorprendente entonces, que ante la indignación popular por el Transantiago el régimen responda con represión, amenazas de querellas y prácticas mafiosas como la de mencionar «listas de agitadores», ¡¡cuando el principal «agitador» ha sido el propio gobierno con su indolencia e ineficacia!!

Este desgrane del choclo se ha caracterizado también por las constantes expresiones de protesta social en distintas zonas del país y con diversos niveles de organización y politización de sus reivindicaciones, pero con la convicción de que las instituciones no son capaces de ofrecer solución a sus demandas.

Los estudiantes, los deudores habitacionales y pobladores sin techo, los trabajadores subcontratados, los portuarios, pescadores artesanales, comuneros mapuches, etc., demuestran la necesidad y la eficacia de la organización y la acción colectiva como forma de resolver sus problemas o presionar al Estado así como a las patronales.

El deber de los que luchan Respecto a lo anterior, si bien es cierto ya hay sectores sociales que están virando hacia posiciones que cuestionan el sistema, no se cuenta aún con una organización fuerte y cohesionada en torno a contenidos de escala nacional, o con la suficiente conciencia e independencia política de clase.

Por eso el deber de las organizaciones revolucionarias no se limita a hacerse parte activa y agitadora en las luchas sociales, sino que se debe ser un organizador colectivo, generar conciencia, integrar a más sectores y desarrollar una firme lucha ideológica para convertir las luchas aisladas y reivindicativas en luchas centralizadas de carácter político protagonizadas por un Movimiento Popular en ascenso.

Hoy en la izquierda se aprecian con nitidez 2 estrategias para enfrentar esta realidad; mientras para algunos su horizonte esta puesto en la lucha contra el sistema binominal y romper su propia exclusión como partido en el parlamento burgués, para otros como nosotros, el camino a seguir es el de la organización y la lucha coordinada y radical, es decir, cuyo contenido apunte a la raíz de los problemas, que es el modelo político, económico y social vigente, el cual en su lenta pero sostenida descomposición acrecienta los atropellos y humillaciones a la mayoría de los chilenos. Por ello, y ante tanta infamia, el pueblo tiene el legítimo derecho de alzar su voz y protestar, pero sobre todo, generar alternativas concretas de organización patriótica y popular para botar y cambiar este modelo.

En este contexto, el Frente junto a otras organizaciones políticas y sociales chilenas convergieron en la coordinación que convoca a la Protesta Popular del 29 de marzo, convencidos en la obligatoria evolución de la organización y capacidad de nuestro pueblo de pasar de la resistencia a la ofensiva política y de masas, de dejar de ser meros espectadores del fracaso de un modelo que ya demostró en todos los planos a que intereses representa.

Es tiempo que los afectados por este sistema pongan la agenda; no el gobierno, no la derecha, no el bloque en el poder, no el «progresismo» ni el reformismo, sino las fuerzas dignas y concientes que han logrado mantenerse de pie ante la agresión, marginación, explotación y engaño de todos estos años, y que hoy tienen el deber de unirse y luchar… porque además, no tienen otra opción…

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Ver:

29 de marzo: protesta popular

«Unir nuestras demandas y a manifestar nuestro descontento en las calles»