El autor nos expone algunas de las estrategias del machismo del siglo XXI (o Posmachismo) de ir colocando obstáculos para el avance de la igualdad real.
El machismo no para de colocar trampas en el camino para evitar que la sociedad avance hacia la Igualdad, y cuando no puede colocar uno de esos cepos o artimañas, cambia la señales e indicaciones para confundirla y que se dirija a otro lugar dentro de su territorio.
Una de las formas demás habituales que utilizan para invisibilizar al machismo es reducir toda la construcción cultural del patriarcado a las manifestaciones de la violencia conocida, especialmente a los homicidios, para luego limitar cada uno de los casos a sus circunstancias particulares y personales. De ese modo, dejan todo en manos de «unos pocos hombres que actúan bajo la influencia del alcohol o las drogas, o bien que padecen algún tipo de trastorno mental».
Bajo esas referencias, la violencia que sufren las mujeres «nada tiene que ver con el machismo» y todo son «unos pocos casos aislados», curiosamente el mismo argumento que utilizó el entonces Vicepresidente del Gobierno, Álvarez Cascos, tras el asesinato de Ana Orantes por José Parejo en 1997, hace ya 21 años. Nada nuevo, como ven.
La estrategia ha cambiado en esa actitud adaptativa del machismo, pero el objetivo es el mismo: cuestionar la realidad de la violencia de género para que no se llegue a su raíz y causa, que es el machismo. Antes negaban la violencia del machismo porque no había estadísticas oficiales ni se conocían todos los casos (no se consideraba como tal los homicidios cometidos sobre mujeres cuando el agresor no convivía con ellas), y todo se entendía como parte del crimen pasional o de la España negra. Y ahora que se conoce con exactitud su dimensión y que los datos hablan a gritos desde su silencio numérico, intentan negar el machismo de la violencia.
Por eso tratan a toda costa que el machismo de nuestra sociedad, el mismo que lleva a la discriminación de las mujeres, a que estén sobrerrepresentadas en el desempleo, en la pobreza, en el analfabetismo, en la precariedad del trabajo… y sobrerrepresentadas en la brecha salarial, en el acoso, el abuso sexual, las agresiones sexuales, en la violencia dentro de las relaciones de pareja y en los homicidios que se producen en dicho contexto, quede fuera de toda esa causalidad. Da igual que todo eso se lleve a cabo por «hombres normales» reconocidos como tales por sus entornos y en sus lugares de trabajo, cada uno con sus rasgos y características de personalidad, con sus hábitos y sus costumbres, con sus experiencias y aficiones, pero no «enfermos ni alcohólicos». Son hombres de todas las edades, de diferentes niveles socio-económicos y de cualquier lugar, que actúan con violencia bajo las referencias comunes de la cultura machista.
El argumento es tan falaz que, de repente, el machismo «ha eliminado» todos los crímenes de odio. Según su planteamiento, el racismo no existe, y cuando un hombre blanco agrede a otro de un grupo étnico diferente se debe a factores particulares y, según su razonamiento, se justificaría diciendo que los hombres blancos también agreden a otros hombres blancos. Y han acabado con la xenofobia, porque cuando un hombre español agrede a un extranjero lo hace por las circunstancias que han rodeado a los hechos, y lo explicarían por el hecho de que los hombres españoles también agreden a otros españoles… Es el típico argumento falaz y simple que puede utilizar quien se encuentra en una posición de poder que, por un lado, lo hace creíble, y por otro, coincide con lo que la mayoría de la gente necesita oír para no cuestionarse nada en lo personal ni respecto a la sociedad en la que vive. De ese modo contribuye a la confusión sobre la violencia machista, que es el objetivo de la estrategia posmachista para que el machismo se vea impune y salga indemne de todas las situaciones que él mismo crea.
Han pasado, como apuntaba, de «negar la violencia del machismo» a «negar el machismo de la violencia», pero ya no cuela. La sociedad ha crecido en Igualdad y en conocimiento gracias al feminismo, y ahora es lo suficientemente consciente y comprometida para que sus pasos se dirijan de manera decidida hacia la erradicación del machismo. Los argumentos que utilizan y los ataquen que hacen a diario en las redes sociales nadie los acepta, salvo ellos mismos, lo cual actúa como una especie de terapia de grupo, con el único inconveniente del odio que alimentan entre quienes piensan y actúan bajo esas referencias, que aún son demasiados.
Las nuevas aportaciones a la estrategia argumental que utilizan para negar el machismo de la violencia, se basan en tres elementos principales: el cuantitativo, la exclusividad y la incompatibilidad. Los vemos de forma resumida.
- Según el argumento cuantitativo, como «sólo son unos pocos hombres» (60 de media al año), en comparación con los 20 millones de hombres de nuestra sociedad, no hay problema social. El argumento es tan pobre como decir que como sólo se producen unos 300 homicidios al año, tampoco existe ningún problema con la criminalidad ni hay hombres que decidan asesinar, todo se reduce a unos pocos hombres con problemas, pues de los 20 millones sólo matan, roban, estafan… unos cuantos. Pero, curiosamente, ese razonamiento sólo lo aplican a la violencia de género.
- La exclusividad trata de definir el machismo como conductas que sólo pueden hacer los hombres sobre las mujeres. Si los hombres las hacen sobre otros hombres o las mujeres también las hacen en diferentes circunstancias, ya no es machismo. Por lo tanto, como los hombres también agreden a otros hombres y las mujeres actúan de manera similar en ocasiones, ya no hay machismo en las agresiones que realizan los hombres sobre las mujeres. Para el machismo todo lo que termina en el mismo resultado tiene el mismo significado y debe abordarse del mismo modo, da igual que la violencia sea terrorista, xenófoba, racista… De nuevo buscan esconder el machismo de la violencia que genera, ocultado que la esencia de la conducta violenta está en las motivaciones y en los objetivos que pretende, no en el resultado, pues todas las violencias acaban en conductas similares, pero desde diferentes posicionamientos.
- La incompatibilidad presenta al machismo como un elemento incompatible con cualquier otro elemento o circunstancia. Según ese argumento, si un hombre tiene un rasgo de personalidad que lo presente como narcisista, dependiente, impulsivo, asertivo… ya no es el machismo el que actúa en la elaboración de su conducta, sino sus características particulares; como si un narcisista no pudiera ser machista o un compulsivo tampoco pudiera serlo. La realidad nos dice que es lo contrario, y que es el machismo el que da las referencias para llevar a cabo determinados comportamientos, y que luego se realizan de manera distinta según sus características personales y las circunstancias particulares que actúen en el momento de materializarlo. Niegan el machismo para que no se pueda incidir sobre los factores que permiten la violencia de género como una conducta amparada por la normalidad, los mismos factores que actúan también como garantes de los privilegios de los hombres en una cultura levantada sobre la desigualdad.
El machismo es cultura, no conducta… Lo que define al machismo es esa cultura que determina las identidades y crea los valores, ideas, mitos, estereotipos… que las sustentan, circunstancias que permiten encontrar razones para llevar a cabo los comportamientos que decidan, y luego proporcionar justificaciones para integrarlas en la sociedad bajo la idea de «normalidad» (cuando su resultado no es muy intenso), o de «patología» (cuando es grave y necesitan recurrir al alcohol o a los trastornos mentales).
La argumentación del machismo es pobre y simple, pero les sirve para reforzarse en sus pociones, mantener la cohesión interna como grupo, y levantar odio hacia fuera. Y les sirve también para generar confusión en una sociedad pasiva que contempla la realidad como si no formara parte de ella.
El machismo está cada vez menos presente, pero los machistas que están son cada vez más violentos. No debemos permitirlo.