En una nota con pasajes no siempre fáciles, Juan Josep Nuet, ex senador, secretario general (o presidente, no puedo precisar) del Partido de los Comunistas de Catalunya (PCC), una de las personas con más poder en el seno de EUiA y de la coalición ICV-EUiA y vértice esencial de una de las corrientes de IU, […]
En una nota con pasajes no siempre fáciles, Juan Josep Nuet, ex senador, secretario general (o presidente, no puedo precisar) del Partido de los Comunistas de Catalunya (PCC), una de las personas con más poder en el seno de EUiA y de la coalición ICV-EUiA y vértice esencial de una de las corrientes de IU, ha escrito una nota sobre la inexistencia de políticos y la existencia de la política, con P mayúscula de pueblo [1]. En síntesis: clama y argumenta contra la noción «clase política» y hace una vindicación de la política bien entendida, del sentido bueno del concepto que diría Don Antonio Machado.
Nuet se niega a aceptar un concepto: el de políticos. En su opinión, no existen los políticos sino personas que hacen política. Si se piensa en términos globales, la distinción no parece evidente e incluso no es muy afortunada. No creo que haya ningún reparo conceptual en afirmar que Felipe González, Zapatero, Aguirre, Obama, Berlusconi, Clinton y Fraga son políticos (¿qué son si no?) y que, además, hacen política laboralmente defendiendo unos intereses muy concretos y, si se quiere, una determinada cosmovisión, bastante o muy flexible en su caso («Estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros» Marx, el de los hermanos).
Las políticas, prosigue Nuet, pueden servir a las minorías o a las mayorías, pueden ser de derechas y de izquierdas. «Las debilidades humanas de las personas que hacen polÌtica no pueden de ningún modo arruinar los valores de las políticas de izquierdas». ¿Qué son esas políticas de izquierda? Las practicadas, responde Nuet, para mejorar las condiciones de vida de las gentes e incluso «para emanciparla de la explotación».
No acabo de estar convencido que ninguna política, practicada desde el exterior, sin participación directa de los ciudadanos-trabajadores implicados, pueda liberar a nadie de la explotación, pero, sea como sea, y sin olvidar los ladrillos que ocultos pueden nublar mi propia visión, lo que Nuet llama «debilidades humanas de las personas que hacen política» es un nudo esencial de la cuestión. Porque no es eso, no es esa la cuestión. Nadie exige tener en todo momento y en toda circunstancia, aunque los modelos nunca estén de más, la coherencia de Mandela, Luxemburg, Guevara, Allende, Montseny o Sacristán para dedicarse a los asuntos públicos. La cuestión es que algunas personas dedicadas a la política durante largos años, aquellos que Nuet no llama políticos a pesar de estar dedicados a tareas institucionales y organizativas durante décadas y décadas, personas que irrumpieron desde las filas de organizaciones que se dicen de izquierda, practican, hacen política, con escasas diferencias a cómo la ejercen los políticos profesionales de la derecha. Aunque cualquier generalización en este ámbito es odiosa e imprudente, como ellos, viven de ella; como ellos, pactan cosas no siempre razonables y justas y no siempre por el comodín de la correlación de fuerzas realmente existente; como ellos, dejan en ocasiones, en un cajón olvidado, programas y compromisos; como ellos, usan manos y puños de hierro en el seno de sus organizaciones para defender posiciones de poder que aseguren posiciones privilegiadas; como ellos, mienten cuando creen necesario mentir; como ellos, se hacen responsables de conselleries de Interior que actúan contundentemente contra manifestantes pacíficos; como ellos, aunque no con tanta frecuencia, dicen diego y hacen zapping; como ellos, tienen netos privilegios económicos y sociales. Etc, etc, la lista es larga y conocida.
El desprestigio de la clase política, ese concepto que Nuet se niega a aceptar, que no es ninguna buena noticia, ha alcanzado dimensiones abisales. Es posible, puede pensarse, que sea un éxito de la tenaz e interesada política cultural de la derecha. Pero es posible pensar también complementariamente que ese sentimiento generalizado tenga motivaciones nada ficticias, toque realidad, mucha realidad. Por poner un ejemplo reciente: ¿qué diferencia esencial hubo, en la forma de actuar en la mañana del 15-J, entre los representantes políticos de la derecha nacionalista y españolista y la supuesta izquierda catalana, incluyendo en ésta la coalición ICV-EUiA? ¿No firmaron conjuntamente un comunicado poniendo de vuelta y media la actuación de los indignados? ¿Hubo algún desmarque notable, rupturista, de la izquierda? ¿Se hizo política de otro modo, con otros presupuestos? ¿No fue Jaume Bosch, el portavoz de la coalición, quien en una conferencia de prensa posterior puso énfasis tan sólo en dos asuntos: el fracaso del conseller de Interior en la defensa de «la integridad» de los diputados y en lo que diría en aquellos momentos la prensa y los medios si hubiera sido Saura el responsable de Interior? ¿Este es un discurso de ruptura, radicalmente otro, una perspectiva de izquierdas que piensa en las mayorías y en las clases populares?
Otra cosa, afirma Nuet a continuación, son las políticas que realizan organizaciones que se llaman de izquierdas y que tienen que ver poco con los intereses y situación de las clases trabajadoras. Señala, en un pasaje ciertamente difícil, confuso en mi opinión y algo gastado, que una cosa son «las condiciones objetivas y los intereses que de ellas se desprenden » y otra cosa es «la percepción y consciencia de las mismas». La relación entre base y superestructura es fundamental, concluye, como lo es igualmente «definir la democracia especialmente por sus contenidos y no simplemente por sus formas». Dejo el fragmento para otra ocasión.
La derecha y las fuerzas que quieren consolidar el injusto sistema capitalista quieren levantar un muro entre la política y las personas, especialmente entre la polÌtica y la juventud, «asociando todas las políticas a fraude, corrupción, clientelismo y enriquecimiento personal». Embrutecer la política es restar la participación de personas libres en la definición de su futuro y del conjunto de la sociedad, dejar estos asuntos esenciales, como en nuestro pasado más reciente, «en manos de interesados. y grupos oligárquicos sin contraste democrático». Tiene razón Nuet, no hay apenas nada que objetar, es uno de los mejores pasos de su nota. La derecha y sus representados aspiran, aunque no lo están consiguiendo (15-M, 15-M!) a reducir todo lo posible el marco de intervención política real de la ciudadanía. Sin duda, tiene razón el ex senador. La cuestión, el asunto que personas que hacen política como Nuet, y que no son políticos según su punto de vista, deberían preguntarse es la siguiente: las actuaciones reales, las del día a día y las de medio y largo plazo, de personas como él, con muy dilatada práctica política en instituciones y en fuerzas organizadas, ¿ha contribuido en algún medida a este alejamiento masivo de la, digamos, política institucional que no de la política, de amplios sectores de la ciudadanía? [2] La respuesta es evidente en mi opinión: sí y mucho. Uno puede esperar cualquier cosa de Aznar, Sarkozy, Uribe o González [3]. De otros, no. No eran eso, no era eso. Pero la vida, una vez más, nos ha dado muchas sorpresas. Hasta la desolación de creencias firmemente asentadas. ¿Alguien se imaginaba, en 1979, cuando Felipe González decía lo que decía a Claudín al ser entrevistado para Zona Abierta que acabaría siendo amigo íntimo, según confesión propia, del hombre más rico del mundo y consejero de Gas Natural, aparte de otras proezas empresariales? ¿Alguien podía pensar en aquella época que una luchadora comunista acabaría siendo Ministra de Medio Ambiente en un gobierno del PSOE rendido a los pies del capital?
Hacer política, añade Nuet, no es otra cosa que tener y actuar con conciencia crítica. Tal vez sea algo más. Pero tanto dan los complementos ahora; pelillos a la mar. ¿Por qué no empezamos de esa forma?, ¿por qué no intentamos actuar aquí y allá, fuera y dentro, con conciencia crítica y con espíritu de justicia, modestia y prudencia, y no, en cambio, con férrea voluntad de poder como se acostumbra a hacer?
Nuet finaliza su nota con una proclama de interés: rebelémonos contra «la tergiversación que el sistema hace de las palabras, hagamos mucha, mucha, política con P mayúscula de pueblo». Que sea así. Pero tal vez para ello sea necesario contar más con «el pueblo protagonista», admitir más controles democráticos en nuestras organizaciones, no actuar como mandatarios clásicos, recordar aquel «mando obedeciendo» que nos enseñó el insurgente Marcos y, sobre todo, no hacer con nuestras actuaciones, o no aspirar por voluntad o por falta de consciencia a ser un nudo más del omnipresente retículo del sistema profesional de la política establecida.
Notas
[1] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=131818
[2] En el Barómetro de junio de 2011 del CIS «los políticos» aparecen como la tercera preocupación de los españoles (24,7%, por detrás del paro y la economía). Público, 7 de julio de 2011, p. 14.
[3] No afirmo de ningún modo que sean uno y lo mismo.
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