En Chile ya ha concluido el proceso electoral y las inquietudes que surgen de los resultados es cómo será la gestión política del próximo gobierno y cómo se comportarán las coaliciones en el nuevo parlamento. Y como las ilusiones e ingenuidades políticas no se han perdido, algunos sectores abrigando escondidas esperanzas se preguntan si acaso […]
En Chile ya ha concluido el proceso electoral y las inquietudes que surgen de los resultados es cómo será la gestión política del próximo gobierno y cómo se comportarán las coaliciones en el nuevo parlamento. Y como las ilusiones e ingenuidades políticas no se han perdido, algunos sectores abrigando escondidas esperanzas se preguntan si acaso el gobierno de la Bachelet será por fin un gobierno concertacionista de carácter progresista como se ha esperado desde hace 15 años. También ronda la inquietud con dejos de curiosidad, si es que la Michelle agradecerá los votos del Partido Comunista y los de algunos sectores del Juntos Podemos.
Sin duda, todas las preguntas e inquietudes que surgen a la hora de agotado un proceso electoral como el de nuestro país, en el que hace rato también las grandes mayorías son apenas espectadores de la disputa política en la que se encuentran enfrascadas las fracciones burguesas, tienen que ver precisamente con el hecho de que los sectores dominados no se han constituido hasta hoy en el sujeto histórico-social que asuma su propio norte estratégico, se suma a esto el que la clase dominante cuenta además con un gran mecanismo garantizador de su farsa electoral: el sistema binominal, que obviamente asegura en el gobierno y en el parlamento la sola presencia y ejercicio de quienes profitan del sistema político y defienden con sus estructuras sus intereses económicos estratégicos.
Decimos que la coyuntura electoral en nuestro país, tiene sus particularidades, y lo que decimos no obedece a una mirada caprichosa del acontecer político en Chile. En cualquier país, por mucho que las elecciones expresen las iniciativas e intereses de las clases dominantes, de una u otra manera, en estas se refleja un clima que refiere a la lucha de clases o derechamente constituye un enfrentamiento entre estas, por supuesto que se trata de una lucha exenta del ingrediente revolucionario. En cualquier país los trabajadores y sectores del pueblo, conducidos por visiones reformistas, se han hecho de todas maneras capaces de conservar sus conquistas y avanzar en la consecución de nuevos derechos. En los países capitalistas desarrollados los trabajadores han batallado por mantener con importantes movilizaciones, sus sistemas solidarios en salud y previsión social, la cobertura estatal gratuita de la educación y los subsidios estatales al desempleo. Muchos de los temas económicos sociales se juegan de manera importante en las elecciones de gobierno y parlamento. Pero ¿qué ocurre en Chile?
En Chile pasa que las elecciones sólo expresan las contradicciones interburguesas, así de simple, pero también, así de preocupante. Preocupante porque en nuestro país pervive el desmantelamiento de la conciencia de clase que ayer acercó a la clase obrera y al pueblo a grandes definiciones y permitió el logro de grandes y significativas conquistas económicas, políticas y sociales. Hoy el mundo de los explotados y oprimidos de nuestro país, en su mayoría es un mundo cooptado y recluso de la ideología dominante, es una mayoría que lo quiera o no, le afecte o no le afecte, sostiene y prolonga no sólo el modelo económico sino el mismo sistema capitalista. Esas mayorías, que crean las riquezas y realizan la plusvalía que se convierte en la ganancia patronal del Chile de hoy, desde la dictadura militar de los monopolios de ayer, hasta la dictadura tecnócrata de las corbatas ahora, son el objeto permanente de las ofertas ideológicas que el bloque dominante les instala mediante su maquinaria comunicacional y publicitaria.
A diferencia de otros países latinoamericanos, Chile se mueve en el espejismo de una paz social, que huele a paz de cementerio, exhibe los equilibrios macro-económicos como galardones que rinden supuestamente honores a la a inteligencia y la sabiduría de buenos gobernantes, se jacta de la política del superávit que tiene a millones de pobres mirando como gato para la carnicería. Chile, como una dulce patria, recibe los votos del consenso y la reconciliación. Pero este sigue siendo el Chile de los monopolios, sigue siendo el Chile de las transnacionales, Chile es, para vergüenza nuestra, el alumno más aventajado de las lecciones imperialistas y el más ortodoxo servidor del Consenso de Washington; entonces, ¿en qué podemos afirmarnos para pensar y creer lo contrario?
Objetivamente ni en el discurso, ni en la acción se ha expresado clave o señal alguna que nos permita concluir, que un nuevo gobierno de la Concertación, comenzará, como en una suerte de cura de la amnesia histórica que han sufrido, a recordar que hace 15 años prometió, no sólo recuperar la democracia, sino también saldar la enorme deuda social que el Estado contrajo con los trabajadores y el pueblo de este país, cuando la dictadura y sus lacayos cometieron los grandes robos y las grandes estafas económicas contra el patrimonio nacional. Ese gran daño hecho al país y a nuestro pueblo, la Concertación ¡señores! No lo reparó, ese daño lo profundizó, porque los muy demócratas, a pesar de la enconada oposición de sus propias bases, continuaron privatizando los activos del Estado y no los menos importantes sino las empresas más estratégicas (sanitarias, acciones de las eléctricas, etc.). Insistimos, ni el «socialista» Lagos, ni la «socialista Bachelet» han confesado voluntad progresista.
Es un deber de los revolucionarios el ser muy claros. Quien en este país no se declare enemigo de la constitución del 80 aún con los retoques que le han hecho, no posee ni voluntad ni conciencia de cambio. Quien en este país y en cualquier país no se declare enemigo del actual y ya colapsado modelo económico, no puede autodefinirse demócrata o progresista, porque lo sabemos hasta la saciedad, el actual patrón de acumulación que el imperialismo ha impuesto a los pueblos del mundo es lo más retrógrado que se ha ensayado en la historia de la humanidad. Quien en este país y en cualquier país acepte que el asesinato y el crimen de lesa humanidad, deben quedar prescritos, amnistiados o tapados por un ansioso afán de reconciliación entre victimas y verdugos, no puede auto creerse demócrata, progresista o santo, para nosotros toda postura que posterga, impide, u olvida la necesidad histórica de hacer justicia, simplemente es un inmoral, un cínico y un cretino. Preguntemos entonces, quién de la Concertación, respecto de estos temas y de otros muchos, que tienen que ver con verdad, justicia e igualdad, ha tenido un pronunciamiento claro, oportuno, intransigente; simplemente nadie.
Tenemos que decir, que en estos 15 años de Concertación todo lo bueno que se ha logrado, no diremos que se debe a la lucha constante y masiva de los trabajadores y el pueblo, porque no sería la verdad, pero si ha obedecido a la demanda permanente de las minorías que con su dignidad y entereza han cuestionado los vergonzosos contubernios que ha fabricado el consenso burgués, esas minorías revestidas de su valor moral han impedido que esa Concertación negocie o venda el alma de la verdadera patria: sus trabajadores, sus pobladores, sus estudiantes, sus indígenas, sus profesionales; sus hijos consecuentemente democráticos.
En estos 15 años de Concertación todo lo malo, es aquello que política, social, económica y moralmente, fue sumando con su mediocridad el espíritu servil y oportunista de los agentes concertacionistas que han asumido la gestión política de nuestro país. Desde los presidentes, pasando por los parlamentarios, para llegar a alcaldes y concejales, todos, unos más otros menos, se han sentido dentro del capitalismo nadando en sus propias aguas, ninguno ha sufrido crisis de desadaptación, y todos en su momento han hecho el esfuerzo conciliador para compartir con los asesinos y ladrones de ayer «las impecables instituciones» del Estado, mostrándonos una clase dominante sin fisuras ni trastornos. La concertación ha sido hasta hoy, y a Estados Unidos no le cabe la menor duda, la mejor garante del capitalismo chileno.
La Concertación como la Alianza por Chile representan a la clase dominante y ambas coaliciones se han alineado desde un comienzo con el actual modelo económico y han establecido el acuerdo político básico para aplicar en nuestro país el Consenso de Washington. Dentro de la actual coyuntura la izquierda reformista y también aquellos sectores de antigua tradición electoralista como el Partido Comunista, han quedado al margen de esta contienda, unos llamando al voto nulo y los otros ofreciendo apoyo condicionado a la candidata concertacionista. Así y todo, a pesar que la atmósfera pareciera señalar la posibilidad de cambios y novedades para los próximos años, lo que en realidad ocurre, es que las elecciones en Chile a diferencia de otros países del continente no están ofreciendo nada nuevo ni extraordinario.
En nuestro país el bloque dominante hace mucho rato cerró filas con el imperialismo norteamericano y europeo. Es necesario decir, que la Concertación nunca ha representado ni siquiera pálidamente los intereses de los trabajadores y el pueblo, toda vez que es una alianza que surge precisamente para contener cualquiera aspiración que debilite los soportes principales del sistema; la coalición gobernante nació en nuestro país para conjurar el riesgo de un alzamiento revolucionario y mantener sobre la base de negociados y acuerdos espurios «la sacrosanta» propiedad privada, el modelo económico de superexplotación del trabajo asalariado, una democracia protegida por el tutelaje militar y una institucionalidad al servicio de la concentración y acumulación de los capitales y las riquezas para el bolsillo de los monopolios financieros.
Pero también es necesario decir que en la conciencia de las mayorías lamentablemente permanece vivo el engaño que ve en la Concertación a una convergencia progresista, pero que no avanza por las trabas políticas de la constitución del 80. Las mayorías nacionales, pese a ser las victimas de todas las políticas que a implementado la Concertación en los últimos catorce años, no logran ver cual es el nudo que realmente impide zafarnos de las situaciones de pobreza y miseria que afecta a un porcentaje significativo de población y que hoy corresponde a un 20%, la cesantía fluctúa en alrededor del 10% y el desempleo de la población juvenil lo tenemos casi en un 27,8%.
Podemos realizar un análisis más acucioso, podemos integrar otros elementos que se incorporan en la coyuntura como datos desfavorables para los sectores obreros y populares desde el punto de vista social y económico. Sin embargo no es nuestro objetivo, el agregar más argumentos que confirmen nuestra posición acerca de que intereses se protegen y promueven desde las esferas del poder. Con lo dicho es suficiente, y basta para enunciar lo que a nuestro juicio debe constituir una de las tareas principales de los revolucionarios: reconstruir el Movimiento Obrero y Popular, rearmar su conciencia de clase, dar un fuerte impulso a la convergencia de los revolucionarios, desarrollar en todos los frentes la organización y la lucha democrática independiente, agitar con fuerza las demandas populares y rescatar de las manos del populismo y la demagogia las banderas del cambio y la transformación revolucionaria de nuestro país.
No pediremos ni esperaremos que nuestros enemigos nos hagan de la justicia que necesitamos, sólo nosotros, premunidos de una conciencia de clase, armados de una voluntad intransigente por la revolución y el socialismo, nos liberaremos del capitalismo y su explotación de siglos.
Comité Editorial CUR
Santiago de Chile, 19 enero de 2006