Hacer la analogía entre la historia de la poderosa y fenecida maquinaria electoral y criminal de Alberto Santofimio Botero y el imperio delincuencial y político de la familia Char (incluidos Gerlein y Names) es un ejercicio académico y científico necesario de análisis político y comprensión de las esencias del sistema de dominación oligárquica en el Estado colombiano y la fementida democracia liberal que se promueve como paradigmática en la cultura liberal occidental, ahora certificada como integrante de las sociedades desarrolladas.
Como se recordará, Alberto Santofimio Botero protagonizo en los años 80 del siglo XX una rutilante carrera política y electoral que, desde el departamento del Tolima se proyectó por diversos lugares de Colombia. Su capacidad oratoria, su discurso encendido de aparente inclinación hacia la izquierda y su desmesura demagógica le granjearon una gran reputación pública acumulando un gran caudal político y parlamentario. Pocos daños le ocasionaron a su ascenso las trapacerías iniciales en el manejo de las cámaras legislativas que lo llevaron a la cárcel.
Ya en el curubito del poder su desenfreno fue absoluto hasta concretar acuerdos, alianzas y pactos con todos los carteles de la droga imperantes al finalizar el siglo XX. Beneficiario de los millones del Cartel de Cali y simultáneamente figura central de las aspiraciones políticas de Pablo Escobar y su apocalíptico cartel.
La descomposición de Santofimio llego a los peores niveles. Su mentalidad criminal lo involucro directamente en el magnicidio de Luis Carlos Galán financiado y ejecutado por la horda sangrienta de Escobar y Popeye.
Al descubrirse su vinculación a tan horrendo hecho su decadencia se aceleró para cerrar su vida en las cárceles de Bogotá, pagando largas condenas después de comprobarse su responsabilidad directa en la muerte de Luis Carlos Galán, un prestante líder de gran credibilidad ciudadana.
Hoy Santofimio es una sombra siniestra del mundo de la mafia y el crimen que ronda y vive en el corazón del Estado colombiano, carcomido por la corrupción y la violencia genocida.
La ruta de Santofimio bien puede endosarse al poder de Fuad Char, el gran Cacique de la maquinaria electoral, clientelar y delincuencial que domina sin mucho reparo en Barranquilla y en otros departamentos y ciudades de la Costa Caribe. Dominio al que concurren otros reconocidos conglomerados de la politiquería bipartidista como la familia Gerlein y la de los Name.
El poder de esta reconocida mafia es fruto de la corrupción, el contratismo ventajoso con el Estado, los negocios de narcotráfico, el despojo de los campesinos, los negocios inmobiliarios oscuros, la manipulación del comercio con las tiendas Olímpica, el monopolio de grandes cadenas de emisoras, la violencia paramilitar y las inversiones deportivas en equipos de futbol.
Todo un holding criminal con abundante riqueza (15 billones de pesos de -5 mil millones de dólares- patrimonio reconocido) utilizada a fondo para la compra de votos, la infiltración de espacios claves del Estado y el exterminio violento de los adversarios políticos y de las organizaciones populares de la Costa caribe.
Un clan perfecto con enclaves de poder constituidos que no admite replica en la seudo democracia colombiana.
Pues bien, las recientes denuncias de Aida Merlano en Caracas han puesto al descubierto este imperio de corrupción y violencia que ahora nos anuncia su pretensión de acceder a las palancas del poder central para elegir como Presidente a uno de ellos y al otro como jefe del Congreso nacional. El otro, el encargado de la acción paramilitar, David, debió acogerse a la Jep para paliar su larga condena en la cárcel la Picota de Bogotá (40 años), después de confesar su participación en el asesinato de cientos de campesinos en Santa Marta, Cienaga, Ponedera, Barranquilla, Fundación y otras poblaciones del Caribe.
Con las denuncias de Merlano le llegó el turno para periclitar a esta maquinaria como en su momento sucedió con el siniestro de Santofimio.
Otra muestra de que algo está cambiando acá, que ojalá no se frustre con la comedia y el simulacro renovador de los conocidos nuevos alcaldes que ya están mostrando sus garras con el robo a los Programas de Alimentación Escolar y con las mega obras de la movilidad que desconocen los derechos de la naturaleza y las comunidades.