Durante el mes de julio de 2020, La Tizza publicó una entrevista en tres tiempos con el Doctor en Ciencias Económicas Carlos Pérez Soto, profesor auxiliar de la Universidad de La Habana, poseedor de una amplia y diversa experiencia como funcionario del Gobierno cubano y quien actualmente se desempeña como trabajador por cuenta propia.
Desde el impacto del bloqueo económico, hasta los retos de la planificación y las invariantes de la transformación productiva en Cuba, el debate atravesó temas relevantes del panorama económico cubano. A más de seis meses de aquellas primeras entregas, nos proponemos reanudar la conversación, pero desde el prisma de lo acontecido desde entonces, en especial el inicio del Ordenamiento Monetario.
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La Tizza (LT): Carlos, los últimos meses han estado llenos de novedades para la vida de los cubanos: el anuncio por el Gobierno de la Estrategia Económica y Social, la profundización de la dolarización, el inicio del Ordenamiento Monetario, el avance de cinco candidatos vacunales, el rebrote de la Covid-19 a inicios de enero, la derrota de Trump, el incremento de las agresiones externas y las actividades de subversión, la aparición de nuevos reclamos de diálogo de sectores jóvenes desde canales alternativos a las instituciones tradicionales, el incremento del peso de las redes sociales como escenario de confrontación, diálogo e interpelación de las políticas públicas. ¿Cuán relevante crees que sea, a la luz de lo acontecido, lo conversado seis meses atrás? ¿Qué ideas merecen resaltarse? ¿Qué se pudo quedar por decir?
Carlos Pérez Soto (CPS): Antes de abordar cuestiones relacionadas con la realidad nacional, permíteme nuevamente abrir el lente y presentar de manera muy sintética algunas cuestiones que son indispensables tener en cuenta a la hora de analizar nuestra coyuntura interna.
En estos seis meses la evolución de los acontecimientos en la esfera internacional ha sido muy intensa pero, a su vez, demostrativa de realidades inobjetables; se profundizaron las contradicciones de las posiciones hegemónicas de los centros de poder internacional. Se hizo mucho más evidente la confrontación entre los que promueven la globalización de la dominación imperial del capital y los que insisten en instaurar y extender la globalización de la solidaridad y la cooperación.
Muy importante, la agudización de las contradicciones hacia el interior de los Estados Unidos, a partir del nivel de descrédito y la falta de ética del sistema político de ese país, con lo cual se evidencia que el concepto de democracia que tratan de imponer al resto del mundo tiene elasticidades muy dispares en dependencia de su manipulación y utilización a partir de intereses políticos y clasistas determinados. En otras palabras, se clarifica que el afanado «sueño americano» es, en realidad, una burbuja.
Queda demostrado que los grupos de poder en ese país, hacia su interior, son capaces de tolerar una elasticidad propensa al infinito. Sin embargo, cuando se trata de procesos políticos y sociales que luchan por su emancipación y soberanía, estos grupos cambian 180 grados y optan por ser por completo inelásticos en cuanto a sus preceptos democráticos.
Y remarco que no me refiero al debate legítimo sobre la diversidad de conceptos de democracia, donde cada filosofía política le da una connotación al término y lo utiliza ad hoc. Me refiero, en este caso, a las contradicciones propias del concepto de democracia derivado de la filosofía imperial.
Los efectos de la pandemia han ido más allá de lo pensado en todas las latitudes y en todas las esferas de la vida del planeta, y aún no existe una estrategia clara para superarla. En estos días, la competencia fundamentada en la lógica de la selección natural neoliberal, dictada por la eficiencia del capital, el individualismo y el unilateralismo se manifiesta con todo su potencial, dejando claro que el que no aguanta la competencia está destinado a desaparecer, incluso cuando se trata de vidas humanas. Un solo ejemplo: la desigualdad en cuanto al acceso a las vacunas, no solo entre países, sino también entre grupos sociales hacia el interior de cada país. Más del 70 por ciento de la vacunación realizada hasta mediados del mes de febrero se concentra en 10 países de la comunidad internacional; a pesar de ser una pandemia, no ha sido posible conciliar, concertar, un plan de vacunación de alcance global.
Muchos otros argumentos podrían mencionarse, pero la conversación se haría muy extensa. Lo que quiero resaltar es que lo acontecido en estos seis meses refuerza la idea de que el desarrollo de la lógica del capital, sus contradicciones y fracasos demuestran la necesidad de un enfoque diferente en las relaciones internacionales y en las formas de gobernar hacia el interior de los países, única manera de construir un mundo mejor.
Todo ello refuerza la validez del socialismo como alternativa política y del marxismo como herramienta de análisis, si es entendido como una construcción cultural y científica que conjuga el pensar y el hacer, y exige reflexión crítica y acción revolucionaria.
Desde el punto de vista nacional, estos meses han evidenciado la hostilidad, crueldad, agresividad y falta de ética de la política del Gobierno estadounidense hacia nuestro país; su carácter injerencista, su capacidad de movilizar fuerzas externas e internas. Su intencionalidad de desacreditar y derrocar a la Revolución y establecer un Gobierno lacayo. Basta con mencionar la campaña de descrédito orquestada a escala internacional contra la labor que realizan nuestros médicos en el mundo.
Para Cuba, como para la mayoría de los países, los impactos inducidos por la pandemia son significativos y extraordinarios, de gran repercusión en lo político, lo económico y social. A ello se le suma el costo asociado al criminal bloqueo impuesto por el Gobierno de Estados Unidos que, en el año de la pandemia, alcanza una cifra récord que supera los 5.000 millones de dólares[L1], lo que equivale al 40 por ciento de las importaciones realizadas en el año 2019. Ambos sucesos con efectos determinantes en el decrecimiento del 11 por ciento del PIB [L2] con respecto a lo alcanzado en 2019, en términos reales.
También, nos han dejado lecciones que debemos analizar con profundidad si queremos actualizar, perfeccionar y fortalecer nuestra Revolución y garantizar su continuidad. La existencia de enfoques diversos, en consecuencia, contradicciones en algunos casos no antagónicas, pero también antagónicas, que deben ser atendidas y resueltas. En el primer caso para enriquecer nuestra visión de desarrollo integral y en el segundo, para enfrentarlas y derrotarlas con resolución y sin ambigüedad alguna.
No se puede subestimar la capacidad de convocatoria que tienen algunos grupos, incluso cuando estos tengan probada condición de anexionistas, mercenarios y lacayos al servicio de intereses de una potencia extranjera, y cuya esencia motivacional sea el dinero y el lucro en función de proyectos individuales o de grupos, y no del país.
Se ha puesto de manifiesto la necesidad de recortar las brechas entre el ideal y la realidad. No basta con la argumentación, la historia; se requieren hechos concretos, avances continuos, alcanzar viejas metas, que a veces se eternizan, y proponernos nuevas metas con capacidad de movilización. Tener presente que la demagogia revolucionaria fomenta la enajenación política, el desencanto y la frustración.
En tal sentido, aprovecho y me refiero de manera rápida a las redes sociales. Lo que apreciamos en ellas, en gran medida, es una manifestación o consecuencia de los desequilibrios relacionados en el párrafo anterior. El tema tiene muchas aristas, pero resalto esta porque me parece fundamental.
Debemos perfeccionar nuestra institucionalidad. No estoy de acuerdo con la idea de desvincularla coyunturalmente de la Revolución, sobre todo cuando analizamos errores y desaciertos en su funcionamiento; son su expresión concreta y práctica. Creo que ese enfoque nos desmoviliza. Esto conecta con la idea de acortar la brecha entre ideal y realidad.
Hay que profundizar y agilizar el proceso de desarrollo de nuestra democracia socialista cubana, concepto que incorpora tanto su presencia en las instituciones como su realización en la sociedad; donde las libertades individuales y políticas se adecuen a los derechos humanos y se integren con los derechos socioeconómicos y culturales, al garantizar en su realización la mayor equidad social posible.
Comprender que la democracia socialista cubana se hace más efectiva en tanto sea más participativa y la representatividad, más genuina y responsable, bajo el mandato soberano de los electores a los que están obligados a rendir cuenta.
Donde el objetivo fundamental del ejercicio del poder sea el servicio a las grandes mayorías, al propiciar, garantizar y consolidar nuestra soberanía, independencia y prosperidad como nación. Todo ello, es solo posible si somos capaces de garantizar la continuidad de la Revolución en su expresión más genuina, no solo como ideal, sino como práctica.
En estos meses hemos visto la capacidad de resistencia de nuestro pueblo, sus fortalezas y potencialidades para imponernos y desarrollarnos en la difícil coyuntura que enfrentamos. Ha sido posible aquilatar con objetividad el valor inestimable del pensamiento estratégico de Fidel, la capacidad científica del país y el potencial de los recursos humanos con que contamos, sobre todo si los grandes retos se enfrentan pensando como país, al propiciar la participación ciudadana consciente y organizada, y reforzar nuestros valores socialistas, humanistas y revolucionarios. También se han visibilizado retrocesos, problemas, deficiencias y errores que tenemos que resolver con celeridad, mayor integralidad y sostenibilidad.
Se ha comprobado la posibilidad y capacidad de llevar a cabo profundos y complejos cambios dentro de la Revolución, sobre todo en el terreno económico, la necesidad de estimular una amplia participación de los diferentes actores sociales en los procesos de diseño de políticas y toma de decisiones, con el propósito de propiciar y fortalecer consensos; así como los costos políticos y sociales cuando se aplazan o se demoran innecesariamente estos cambios, luego de haberse consensuado en el plano social.
Todo lo que te he dicho ratifica la importancia de entender la diferencia existente entre la necesidad del cambio social y el cómo hacerlo. La necesidad del cambio social, como ya te expresé, es el resultado del desarrollo de la lógica del capital, sus contradicciones y fracasos. Sin embargo, el cómo hacer el cambio social significa cómo construir una sociedad en esencia diferente, al recolocar al hombre en el centro del desarrollo, significa avanzar en cómo construir el socialismo.
En el debate de cómo hacer el cambio social, es importante conjugar el reto entre la alternativa necesaria y posible en el proceso y en el proyecto; de manera que, lo posible presente no contradiga lo necesario futuro del proyecto histórico. Lo posible actual no debe comprometer lo necesario causal y esencial del proceso de transformación monumental del imaginario socialista.
Se requiere un debate científico integrador y multidisciplinario, donde las ciencias sociales desempeñen un papel protagónico. No es solo un debate económico, mucho menos economicista. En este caso particular, debe exaltarse la economía política, en ocasiones relegada e incluso olvidada. No se trata solo de maximizar ingresos y beneficios.
Te reitero que en este debate de pensamiento y de acción es necesario posicionarse y comprometerse, sin que esto signifique pérdida de objetividad. No resulta conveniente la ingenuidad o ambigüedad. Por su importancia decisiva para la nación es preciso ser ético y genuino y no dar cabida a la hipocresía o deshonestidad política e ideológica encubierta en el recurrido academicismo neutral.
Debemos reforzar y hacer realidad la convicción de que Patria es Vida, es decir, independencia, soberanía, socialismo, democracia, prosperidad y sostenibilidad y nuestra disposición a luchar y Morir por la defensa de estas ideas, como nos convoca la letra de nuestro himno nacional cuando dice «… no temáis una muerte gloriosa, que morir por la patria es vivir, en cadenas vivir es vivir en afrenta y oprobio sumido…». Seguro estoy de que, si vencemos los retos actuales y garantizamos la continuidad de la Revolución, la Patria, la historia y la humanidad nos contemplarán con orgullo.
LT: En julio decías que: «la Revolución cubana, defendiendo y construyendo la visión de la nación consensuada, se defiende a sí misma y se mantiene a la vanguardia de las fuerzas que luchan por hacer posible y real un mundo mejor». Desde esta visión estratégica, ¿cuál es la importancia del Ordenamiento?
CPS: Como ya te comenté, el cómo hacer el cambio social significa cómo construir una sociedad en esencia diferente, al recolocar al hombre en el centro del desarrollo, significa avanzar en cómo construir el socialismo.
En nuestro país esto adquiere una expresión concreta en los debates, diseños e implementación de lo que conocemos como proceso de actualización de nuestro modelo económico, cuyo objetivo es la consolidación de la visión de la nación consensuada.
A mi juicio, la Tarea Ordenamiento constituye una de las premisas básicas para garantizar la orientación socialista del necesario proceso de trasformaciones que demanda el modelo económico cubano.
Para garantizar la continuidad de la Revolución y con ella la consolidación de nuestro ideario socialista, es indispensable restablecer la efectividad de la propiedad social sobre los medios fundamentales de producción y eliminar cualquier viso de enajenación propiciada por su inadecuada implementación práctica; así como la funcionalidad de la ley de la distribución socialista y la centralidad del trabajo como vía fundamental para la reproducción social a todos sus niveles.
Se requiere también crear las condiciones necesarias que propicien la eficacia de la planificación centralizada, de la gestión descentralizada, de la regulación en lo fundamental bajo mecanismos indirectos y del control social basado en una mayor autonomía y participación de los actores sociales en los procesos de toma de decisión y control.
Todo ello demanda la consolidación de un sector empresarial estatal eficiente y efectivo, con capacidad de liderazgo para generar sinergias que propicien el desarrollo del sector no estatal desde una perspectiva complementaria y que promuevan el desarrollo cuantitativo y cualitativo de ambos, a partir de potenciar las fuerzas productivas y aprovechar todas las capacidades inherentes al capital humano impulsadas por la Revolución en todos estos años.
Para concretar todo lo anterior, es necesario construir un mercado funcional pero regulado desde el Estado que reconozca de manera adecuada las relaciones monetarias mercantiles, el contenido y naturaleza de las variables monetarias y financieras y de los instrumentos asociados a ellas.
Muchas otras cosas podrían decirse, pero la intención es direccionar la reflexión hacia el papel y contribución de la unificación monetaria y cambiaria, en particular, y el reordenamiento del entorno monetario, en general, para la consecución de estos objetivos.
El proceso de reordenamiento del entorno monetario cubano es condición esencial para la restauración del contenido económico de las categorías monetarias y financieras, aspecto clave para restablecer la funcionalidad institucional del mercado cubano.
Lo anterior es indispensable para dotar de contenido adecuado a los incentivos y señales provenientes del mercado, y propiciar que cumplan con eficacia su papel referencial para el proceso de toma de decisiones microeconómicas y el ejercicio de regulación desde la perspectiva macroeconómica.
Si no se avanza en lo anterior, la reclamada autonomía empresarial no será efectiva, avanzar hacia la descentralización se convertirá en una aventura riesgosa y resultará muy difícil concretar la aspiración de sustraerle a la planificación el proceso de asignación centralizada de recursos.
Un sistema de incentivos coherente es fundamental para motivar la participación activa e innovadora de los actores económicos y sociales, favorece el despliegue de las potencialidades de nuestras fuerzas productivas y permite sintetizar de manera efectiva la opción socialista de construir futuro a partir de la propiedad social sobre los medios fundamentales de producción.
La implementación de la unificación monetaria y cambiaria y el ordenamiento del entorno monetario cubano contribuiría, como condición necesaria, a allanar el camino para suprimir los marcos paralelos de gestión y, con ello, la diversidad de estancos y reglas discrecionales que hoy sustentan la diferenciación entre formas de gestión y de propiedad, con lo cual se facilitaría la transición del enfoque actual de «un país con diversas economías» a un enfoque integral y único del sistema económico de carácter socialista, en lo referido a los mecanismos de gestión.
Lo anterior fomentaría el uso y desarrollo de los instrumentos indirectos de regulación económica y la creación de condiciones reales para avanzar en la necesaria corrección de los conceptos de planificación financiera y centralizada, tan importantes para el adecuado desempeño de la economía socialista.
Para garantizar una orientación socialista del necesario proceso de redimensionamiento empresarial, el sentido de la estrategia debe apuntar a consolidar un liderazgo real y efectivo del sector estatal, no solo a partir de una decisión política, sino fundamentado por su capacidad, densidad y eficiencia productiva, organizacional y técnica, y, en consecuencia, capaz de generar oportunidades atractivas para su complemento desde las formas de propiedad no estatales, encargadas de actividades de pequeña escala pero necesarias para cerrar el ciclo económico productivo.
Como se ha explicado en reiteradas ocasiones, las condiciones de dualidad monetaria y cambiaria no favorecían la reproducción real, en muchos casos ni simple, de la empresa estatal socialista. Esto requiere de un conjunto de condiciones vinculadas, por un lado, al entorno en que se desempeña y, por otro, a su operatoria interna. En los párrafos anteriores ya comentamos las incidencias de la unificación monetaria y cambiaria y el reordenamiento monetario en lo referido al entorno de desempeño.
La alineación de las tasas de cambio en la producción y el consumo, es decir, el establecimiento de una tasa de cambio única, bajo el enfoque más amplio de garantizar el reordenamiento del entorno monetario cubano, también incide de manera positiva en la operatoria interna del sector empresarial. Contribuye a transparentar la contabilidad empresarial, a una mayor fundamentación objetiva en base a la eficiencia y la efectividad de las decisiones empresariales, a incrementar de manera efectiva los salarios en las empresas estatales, entre otras cuestiones.
Permite avanzar en la creación de condiciones de mayor equidad entre el sector estatal y no estatal a la hora de competir por oportunidades de negocios, imprimiéndole mayor eficacia y efectividad a la utilización de los recursos humanos y materiales con que contamos.
En tal sentido, elimina las posibilidades de ocurrencia de arbitraje y cuasifiscalidades que surgían en la interacción entre ambos sectores y favorece el establecimiento de condiciones que garanticen, de manera efectiva, la no concentración de la propiedad y eviten el enriquecimiento ilícito. Todo ello resulta fundamental para garantizar la lógica del redimensionamiento empresarial que hemos comentado y analizado en ocasiones anteriores.
A partir de abrir el espacio para el incremento efectivo de los salarios, es posible restablecer y consolidar que el aporte por el trabajo sea el criterio fundamental que determine la situación del individuo en la sociedad, con independencia del sector donde labore y, a su vez, la referencia que justifique la prevalencia del concepto de equidad social.
De esta manera se restauraría la funcionalidad de la ley de distribución socialista y, como ya se dijo, se crearían las condiciones para avanzar en la concreción de mecanismos redistributivos enfocados en no subsidiar productos sino personas y en la atención focalizada a grupos vulnerables, financiada a través de un sistema de transferencias tributarias.
A modo de resumen, podemos reafirmar la idea de que la unificación monetaria y cambiaria, como parte integrante del reordenamiento del entorno monetario cubano, se erige como una de las premisas transformadoras que contribuyen a garantizar la orientación socialista del proceso de actualización del modelo económico cubano. Su implementación favorece la creación de condiciones que estimulan la participación del individuo como ente social, colectivo e individual; la conformación de una institucionalidad socialista; la efectividad de la propiedad social sobre los medios fundamentales de producción, vía redimensionamiento empresarial; y el restablecimiento del significado de los salarios y con ello de la ley de distribución socialista.
No resulta ocioso reiterar que todo esto será efectivo en la medida que se reconozca la interrelación que debe existir entre la unificación y el proceso de actualización de nuestro modelo económico.
La interrelación entre el ordenamiento monetario y el conjunto de medidas transformadoras en el orden institucional, de carácter estructural y en los patrones distributivos debe establecerse en ambas direcciones; unificar per se, no tiene gran sentido. La eliminación de la dualidad monetaria y cambiaria indiscutiblemente es una condición necesaria, pero no resulta suficiente para alcanzar los objetivos que se propone la estrategia consensuada de actualización del modelo económico cubano.
La unificación monetaria es esencial para crear condiciones que resultan indispensables para mejorar la gestión económica y su medición, pero la superación de los problemas que hoy afectan la producción de bienes y servicios, los ingresos y el bienestar de la población solo será posible, en definitiva, con la implementación profunda e integral del proceso de actualización del modelo económico cubano. Por su parte, la actualización del modelo estaría limitada o sería ineficiente si no se realiza en armonía con la unificación monetaria. En otras palabras, la unificación monetaria y cambiaria es parte de la solución, pero no la solución en sí misma.
LT: El Ordenamiento supone un cambio brusco, un «reboot» del sistema de precios de la economía, que conlleva un necesario ajuste de todas las relaciones técnicas y sociales de producción. ¿En qué medida el ajuste ha estado en correspondencia con lo que podría esperarse en un proceso de esta naturaleza? ¿Cuál podría ser el balance de estos dos primeros meses?
CPS: Debemos comenzar precisando el significado del término «reboot» en este contexto: reinicializar. Yo he utilizado los términos resetear o reformatear la economía cubana en general y, en particular, los mecanismos de formación de precios. Creo que sintetizan de manera adecuada, no absoluta, la transversalidad y complejidad de la Tarea Ordenamiento.
Es importante remarcar que esta reinicialización tiene sentido si las cosas se hacen diferentes. Dicho en términos cinematográficos, el reto no es hacer un remake sino, precisamente, un reboot.
La unificación monetaria y cambiaria es imprescindible porque el entorno monetario era disfuncional y transmitía esa disfuncionalidad al resto del modelo económico. Resuelve muchas de las distorsiones actuales, otras no, pero en estos casos su contribución radica en transparentarlas propiciando que se diagnostiquen de manera adecuada y se implementen las medidas necesarias para concretar las correcciones pertinentes.
A pesar de su necesidad y urgencia, la unificación monetaria y cambiaria y el reordenamiento del entorno monetario cubano no constituyen un trayecto fácil, ni siquiera con un éxito seguro, pero sí un camino ineludible e impostergable en las actuales condiciones.
Se trata de corregir distorsiones que se acumularon por más de setenta años en Cuba, periodo en que la tasa de cambio oficial, uno de los precios más importantes en el desempeño económico de cualquier nación, ha estado desconectada de la realidad y trayectoria de la economía.
Con la devaluación debe buscarse reconfigurar el tejido empresarial cubano al propiciar su realineación a favor de los sectores exportadores y que sustituyen importaciones. En otras palabras, reinicializar la economía estableciendo incentivos adecuados para encausar y consolidar encadenamientos productivos que emerjan de forma natural y favorezcan una inserción internacional que garantice independencia y soberanía, a partir de potenciar el efecto de arrastre de los sectores más dinámicos y estratégicos hacia el interior de la economía nacional. Para ello, resulta necesario reformular cualitativamente los procesos de formación de precios, en busca de lograr precios relativos coherentes.
La reconfiguración del tejido empresarial es un proceso complejo, demanda de un profundo cambio en la institucionalidad de la economía cubana, tanto a nivel de plataforma de desempeño, el mercado —hay que construirlo y dotarlo de todo lo necesario para garantizar su funcionalidad— y en los actores, individuos, empresas y autoridades reguladoras.
Estas trasformaciones deben ser implementadas, en primera instancia, formalmente: leyes, decretos-leyes, normas, etcétera. Resulta inevitable que su puesta en marcha requiera de ajustes posteriores. El anuncio oficial inicial de lo diseñado puede hacerse con relativa inmediatez, el ajuste y readaptación a la realidad requiere de un proceso de prueba y error que ineludiblemente tomará tiempo. Es algo común en los procesos de innovación, pensemos, por ejemplo, en la creación y puesta a punto de las vacunas para combatir la Covid-19 o la identificación de los protocolos para la prevención y el tratamiento de la enfermedad.
Más allá del reto impuesto por la implementación formal, está su puesta en práctica efectiva, es decir, el proceso de aprendizaje e internalización de las nuevas reglas. Ello resulta condición necesaria pero no suficiente, pues todo dependerá en última instancia de la concreción de un cambio de mentalidad que se traduzca en un cambio de actitud efectivo ante la nueva realidad. Esto último es bien complejo y difícil de concretar, los ejemplos sobran.
Los impactos de la unificación monetaria y cambiaria no podían predecirse en su totalidad. Transitar del 1 por 1 al 1 por 24, en el sector empresarial, significa una corrección del 2.300 por ciento, o de 23 veces. Desde la perspectiva cuantitativa un cambio de esta magnitud es gigantesco, pero mucho más lo es si se reflexiona sobre sus implicaciones cualitativas para la vida política, económica y social del país.
Por mucho que se estudie, no todo es predecible, la práctica superará a la modelación académica y administrativa, sin que ello signifique un demérito para la fundamentación científica de la esencia de la misma.
La gradualidad en la implementación posibilitará un proceso de prueba y error que permita validar los resultados esperados a partir de la contrastación con los resultados prácticos y avanzar con mayor seguridad y menores retrocesos, es decir, minimizando los costos de implementación y maximizando sus beneficios.
El elemento detonante para propiciar esta reacción en cadena en esta reinicialización, es la implementación de una devaluación que garantice su expresión en términos reales, es decir, que propicie un ajuste —en lo fundamental vía movilización de las reservas de eficiencia, que no son pocas— para evitar los traumatismos, y soportado por una comedida gradualidad que no anule esa necesidad del ajuste y con ello la esencia de la medida.
La devaluación del tipo de cambio nominal en sí misma, es decir, sin una expresión real, no aportaría beneficios, más bien representaría una distracción, costos operacionales adicionales y riesgos innecesarios.
El propósito de la devaluación real per se busca generar ajustes microeconómicos y en la asignación de recursos. Por su naturaleza, es una medida de choque, negarlo es ir en contra de su esencia y anularla antes de implementarla. El reto es reconocerlo, implementarla y, sobre todo, encontrar la manera de hacerlo dentro de una economía socialista como la nuestra.
El éxito de esta reacción en cadena no depende solo del elemento detonante, y volvemos a lo necesario y suficiente. La expresión en términos reales de la devaluación es necesaria, pero no suficiente. La reacción en cadena no aportará los resultados esperados si no se conduce bajo un enfoque adecuado que tenga en cuenta la estrecha relación —ya explicada— que debe propiciarse entre unificación, reordenamiento del entorno monetario, trasformaciones institucionales, estructurales y distributivas, es decir, un proceso de actualización integral y con una secuencialidad coherente y sistemática.
Lo anterior significa que la devaluación «cubana» forma parte de un proceso en el que se persigue reinicializar el sistema económico, lo cual la distingue y le agrega un nivel de complejidad adicional a la hora de compararla con otras experiencias internacionales de devaluación o depreciación, ya no solo por su magnitud.
Por eso en una ocasión, buscando una analogía simple, expresé que no era solo regular la presión de agua —aquí la tasa de cambio hace el papel de llave— sino de reconstruir y en muchos casos rediseñar el sistema hidráulico, refiriéndome al contenido y naturaleza de la variables monetarias y financieras y la efectividad de los mecanismos de transmisión de la economía cubana.
Es evidente que este proceso demanda de profesionalidad y experticia institucional para su gobernanza pero, sobre todo, la generación de un sólido consenso político a partir de la comprensión y aceptación de la medida a nivel de toda la sociedad. Se requiere cohesión e integralidad en el accionar de todos los actores que intervienen en este proceso. No se pueden subestimar los aspectos objetivos y técnicos, pero mucho menos lo subjetivos.
Tampoco puede subvalorarse el rápido y progresivo deterioro de las condiciones de partida, el famoso día o momento cero, provocado por los efectos combinados provenientes de la escalada sin precedentes de la hostilidad hacia Cuba por parte del Gobierno de Estados Unidos y la pandemia de la Covid-19 desde finales del 2019 y durante 2020.
Tal situación descontextualiza muchas de las referencias tomadas para los cálculos realizados, y los parámetros y los coeficientes establecidos en el diseño teórico, lo cual no significa la pérdida de su validez. Una situación de crisis como la que atraviesan el mundo y nuestro país, provoca costos extraordinarios inevitables muy difíciles de cuantificar desde condiciones de laboratorio.
La implementación práctica de cualquier diseño o modelación teórica requiere de una calibración permanente de sus parámetros y coeficientes teóricos. La situación descrita la hace más necesaria y profunda en el caso de la implementación de la Tarea Ordenamiento.
Todo lo anterior explica por qué este proceso de reinicialización de la economía cubana no puede concretarse en un ambiente de aguas mansas y, mucho menos, de la noche a la mañana. La ocurrencia de marejadas e incluso alguna que otra tempestad de mediana intensidad deben ser bienvenidas, demuestran que la navegación es real y exige y pone a prueba la pericia de los marineros; contribuye a su formación y entrenamiento y, en muchos casos, serán fuentes de profundos y necesarios aprendizajes.
Los meteorólogos cumplieron su misión si no ocurre un ciclón de gran intensidad u otro evento climatológico de gran envergadura que haga zozobrar la embarcación.
Es en este contexto que debemos valorar lo acontecido en estos dos meses de implementación, todavía muy poco tiempo teniendo en cuenta la magnitud y complejidad del proceso. Han sido necesarios y reiterados los ajustes y rectificaciones del diseño original. Lo importante, a mi juicio, es que se han realizado con transparencia y celeridad. Vendrán otros.
Se ha puesto en evidencia la insuficiente preparación del personal, lo que ha provocado en muchos casos una inadecuada interpretación de las normas y, a su vez, una incorrecta implementación de determinados aspectos. En gran medida, se debe al secretismo con que se trabajó antes del día cero. Se requiere intensificar la universalización de la preparación, aprovechando que ya no hay secretos y que se ha pasado de la teoría a la práctica. Todavía hay mucho que hacer en cuanto a preparación de la sociedad en su conjunto, el cambio es de gran envergadura.
También prevalecen insatisfacciones, incertidumbres e incomprensiones entre los trabajadores y la población en general, a mi juicio, consecuencia de la insuficiente preparación ya mencionada y de la falta de objetividad en la política comunicacional implementada hasta el momento. En tal sentido, se crearon expectativas sobredimensionadas de incrementos del poder adquisitivo de los ingresos por el trabajo a pesar de que la medida, como se ha insistido, no genera riquezas por sí sola, y ocurre en un escenario caracterizado por una profunda crisis internacional y una severa recesión de la economía nacional.
Por otro lado, surgen señales muy positivas incluso, aunque en muchos casos se manifiesten en forma de contradicciones; su carácter no antagónico con relación a la esencia y el objetivo de la Tarea Ordenamiento las convierten en fuentes de desarrollo que la enriquecen y perfeccionan.
Comienza a sentirse la presión de la demanda como contrapartida que regula y en muchos casos determina la efectividad de la oferta, y que obliga a los productores a organizar y diseñar su gestión mirando al mercado, lo cual contribuye a una mayor eficiencia y efectividad social.
Aunque de manera muy primaria y particular, en correspondencia con nuestra realidad, empieza a ser más efectiva la interacción entre oferta y demanda, y la famosa frase popular de «lo que te den cógelo», comienza a ceder espacio a favor de una mayor racionalidad y exigencia en las decisiones de los consumidores. Así interpreto lo ocurrido con el rechazo inicial por parte de la población de productos normados como el pan, la cancelación de suscripciones a medios de prensa escritos, la mayor exigencia con relación a la calidad de los comedores para grupos vulnerables; también una mayor preocupación por el ahorro en el consumo de agua, gas y electricidad, entre otros ejemplos.
El proceso de formación de los nuevos precios ha tenido dificultades y no pocas incoherencias; no obstante, hay que reconocer que ante la ausencia de mercados desarrollados y competitivos no queda otra alternativa que iniciar el proceso estableciendo índices que implícitamente permitan, en un primer periodo, garantizar el objetivo de propiciar la devaluación en términos reales. También se ha tenido que apelar al mantenimiento de la determinación centralizada de los precios de un grupo de bienes y servicios, cada vez más reducido, pero se han descentralizado muchos otros.
El mercado regulado que necesitamos no surge, se forma y se consolida de la noche a la mañana, es una construcción social que requiere de muchas iteraciones que parten de la interacción multidireccional de los actores que participan en este proceso, que necesariamente tendrá su dosis de prueba y error. Todo un proceso de aprendizaje para la sociedad cubana.
Lo importante es avanzar y no detenerse porque el vaso está medio vacío, sino saber aquilatar su proceso de llenado. Como decía un colega, no parece adecuado tildar de caótico a un proceso de ajuste necesario y natural que está en sus inicios y que requiere de tiempo.
En este proceso deben corregirse las improvisaciones y evitar que las soluciones sean superficiales o conlleven a nuevas improvisaciones, combinando celeridad con responsabilidad, objetividad y compromiso. Es muy importante determinar qué problemáticas están relacionadas con la implementación del ordenamiento y cuáles no, con el propósito de diseñar las soluciones adecuadas y no atentar contra la esencia del ordenamiento.
Hay problemas que se transparentan en las actuales condiciones, pero no se originan a partir de ellas, más bien se visibilizan. Los altos subsidios y la tasa de uno por uno, ocultaban o le restaban importancia a situaciones reales con gran incidencia en los costos, gastos indirectos, logística, eficiencia, y las perpetuaban en el tiempo. Solucionarlas atentando contra la esencia del ordenamiento es como esconder el polvo debajo de la cama o detrás del sofá.
Para citar ejemplos vinculados a los casos más mediáticos en estos días, y solo a manera de preguntas a priori, pues las respuestas requieren información que no disponemos y estar en el terreno. Lo conveniente será subsidiar la producción de arroz por tiempo indefinido o analizar la factibilidad de realizar una inversión donde aporten fondos las empresas, el presupuesto, incluso el sistema bancario ofrezca un crédito con un plazo razonable, en atención al interés social del asunto, y examinar la factibilidad de acercar los aviones de fumigación a los campos de cultivos. O, en el caso de Ceballos, habrá que analizar, entre muchas otras cosas, la conveniencia de buscar mejores mercados para importar las latas en el corto plazo y las alternativas que posibiliten producirlas en Cuba en el mediano plazo.
Reitero, a priori, que no sé cuál es la respuesta para estas cuestiones, pero sí estoy seguro de que bajo la óptica de la esencia de la Tarea Ordenamiento las respuestas tendrán una mayor fundamentación económica y social.
Se han dado pasos muy importantes en el establecimiento de premisas que contribuyan a la estructuración y reconfiguración del mercado, estos no pueden pasar desapercibidos y deben ser capitalizados con la integralidad necesaria para fortalecer ese objetivo. Esto demanda continuar avanzado en el proceso de actualización del modelo económico cubano con la integralidad y secuencialidad requerida.
Me refiero, entre otros, a la descentralización de muchas decisiones económicas y, en consecuencia, mayor empoderamiento de los territorios en esta área; el establecimiento de la tasa de cambio unificada; el acceso al comercio exterior de las formas de gestión no estatal; la equiparación de los precios de insumos fundamentales, electricidad, agua, gas, combustibles para actividades de transportación, para todas las formas productivas; y hacer más explícita la voluntad política de ampliar el trabajo por cuenta propia y avanzar en la creación de las micro, pequeñas y medianas empresas.
Todo ello elimina posibilidades de cuasifiscalidades y arbitrajes en las esferas financiera, comercial y productiva, permitiendo verdaderos encadenamientos entre los agentes económicos y fortaleciendo el enfoque de un sistema económico único.
El tema económico ha pasado al primer plano del debate nacional, a mi juicio desde un enfoque cualitativo superior. Comienza a incrementarse el interés por el trabajo, muchas entidades están enfrascadas en comprender la nueva situación, en rediseñar sus procesos en busca de mayor eficiencia y utilidades, con colectivos de trabajadores más involucrados en estos procesos al percibir con claridad que sus ingresos también aumentan en correspondencia con los resultados de la entidad.
Cerraría con un balance preliminar optimista: ya nos lazamos al mar, estamos navegando, única alternativa para alcanzar la otra orilla; la contemplación y los debates nos paralizaban y la hacían más distante. La travesía tendrá sus retos, es nuestra responsabilidad enfrentarlos y superarlos.
Ante esta realidad histórica, no es ocioso reiterar las reflexiones del Che sobre otro momento definitorio para la historia política y económica de la Revolución cubana, me refiero a la implementación de la Ley de Reforma Agraria:
«… estábamos frente al dilema que ustedes tendrán muchas veces en el curso de su vida revolucionaria: Una situación en la que avanzar es peligroso; detenerse, más peligroso aún; y retroceder, la muerte de la Revolución. ¿Qué hacer frente a esta disyuntiva? De todos los caminos, el más justo y menos peligroso era avanzar…».[1]
Toda una profecía.
LT: Gracias, Carlos, por este repaso necesario y auténtico sobre la complejidad de los momentos que vivimos. En la próxima entrega continuaremos hablando del proceso inflacionario que atraviesa la economía cubana, la pertinencia de la nueva tasa unificada, la redolarización de la economía en tiempos de unificación, entre otros temas relevantes relacionados con el Ordenamiento.
Nota:
[1] Guevara, Ernesto. La planificación en los inicios de la Revolución cubana. Contexto, errores, desafíos. Primer seminario sobre planificación en Argelia, 16 de julio de 1963. Recuperado de lapupilainsomne.wordpress.com