La discriminación de la mujer en el mundo laboral es un secreto a voces. La brecha salarial que perdura entre ambos sexos sitúa al género femenino con una inferioridad del 18,8% de media en los distintos empleos. En los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, donde es evidente una estructura totalmente jerarquizada y masculinizada, las mujeres optan a contadas oportunidades y a limitados derechos. La representatividad femenina es muy baja dentro de los uniformes, siendo más insignificante aún en los altos cargos. «No es una cuestión de perspectiva, tan solo hay que mirar los datos», denuncia Pilar Villacorta, secretaria de la Mujer en la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC). En la Guardia Civil, el Cuerpo Nacional de Policía, el Ejército y la Policía Local, la mujer encuentra pocas facilidades en su día a día: la escasez de promoción, la falta de integración dentro del cuerpo o el impedimento para compaginar la vida laboral y la personal.
«Realmente, la integración de la mujer en la Guardia Civil no existe», recalca Pilar Villacorta
A toda la falta de aplicación del principio de igualdad de trato y oportunidades en todo el contexto laboral, se une la penalización a aquellas personas que se rebelan, que deciden luchar contra el modelo masculinizante tradicional establecido dentro de estos cuerpos: «Las mujeres que están dentro de los Cuerpos y Fuerzas del Estado saben que tener una actitud abiertamente pro-igualitaria es un sesgo, una marca que les va a penalizar, como si no pudieras salir del lugar que hay configurado para ti», afirma Sonia Núñez, experta en materia de perspectiva de género. Tanto en la Guardia Civil como en el Ejército, existen organismos que defienden la igualdad efectiva entre hombres y mujeres: el Comité de Igualdad de AUGC y el Observatorio militar para la igualdad entre mujeres y hombres en las Fuerzas Armadas, respectivamente. Comisiones Obreras actúa en materia de igualdad en representación de la Policía Local, y la Federación de Igualdad y Conciliación del Sindicato Unificado de Policía (SUP) por el CNP. Pero, ¿son efectivas estas políticas de igualdad para incluir una perspectiva de género?.
La integración de la mujer, una realidad no efectiva
El colectivo de la Guardia Civil está formado por alrededor de 79.000 personas, de las cuales sólo el 6% son mujeres. «Realmente, la integración de la mujer en la Guardia Civil no existe», denuncia Villacorta. La vocal del Consejo del cuerpo reclama, ante la existencia de obstáculos para que las mujeres asciendan a cargos que hasta hace menos de dos décadas sólo ocupaban hombres, la creación de una Comisión de Igualdad dentro del Consejo de la Guardia Civil. La Dirección General nunca ha autorizado su creación, según explica Villacorta, pero creó un Comité de Igualdad efectiva entre hombres y mujeres, órgano que no se encuentra dentro del Consejo y por ello «no se entera de lo que ocurre dentro de él, está aislado. La normativa que se trata dentro del Consejo debe hacerse con informes de impacto de género, y el Comité de Igualdad está al margen». Estos organismos tienen poca capacidad de actuación y se encuentran alejados de cumplir los requisitos de una sociedad formalmente igualitaria. «Ninguna institución puede permitirse el lujo de parecer tan reaccionaria como para despreciar la perspectiva de género, pero los organismos que crean no sirven prácticamente para nada», afirma Sonia Núñez.
«La mayor parte de las mujeres que entran en el cuerpo quedan relegadas a temas administrativos porque el concepto mujer-oficina sigue muy anclado, denuncia Manuela Oliva
Lina González, secretaria de la Federación de Igualdad y Conciliación del SUP, recalca que la representación de la mujer en la Policía Nacional (un 12% en toda España) es limitada: «Hay integración, pero no hay facilidades». La Federación trabaja para visibilizar los nuevos modelos de familia, por la diversidad sexual, la formación en el ámbito de la igualdad; y para que la normativa se vaya adecuando a esa realidad. «En los 2.137 cuerpos de Policía Local en España, el porcentaje de mujeres es bajísimo, y en algunos casos llega a ser inexistente», recalca Manuela Oliva, responsable de Seguridad Pública a nivel estatal en CCOO, y afirma que la mayor parte de las mujeres que entran en el cuerpo quedan relegadas a «temas administrativos» porque el concepto «mujer-oficina sigue muy anclado». Por ejemplo, de los 5.972 policías municipales que hay en Madrid, tan solo el 12% son mujeres.
«Habría forma de corregirlo, con unas leyes de coordinación, sobre aquellos ámbitos en los que las mujeres tienen más problemas, que fomentaran la participación». No se han publicado datos del porcentaje de mujeres policías locales en toda España. De los 120.972 militares que integran las Fuerzas Armadas, sólo un 12,5% son mujeres. Si hablamos de mujeres oficiales, la cifra desciende al 8,2%. «Se nos ha vendido que la mujer está muy bien representada y que nuestro Ejército es de los más modernos. Es verdad que en España las mujeres pueden acceder a cualquier escala y cuerpo, y eso no pasa en todos los países. Pero ahí nos hemos quedado», explica Letizia Prieto, comandante auditor de los Cuerpos Comunes en excedencia.
La inexistencia de chalecos antibalas individuales ha ocasionado diversas problemáticas y últimamente ha generado cierta polémica con el caso de la Guardia Civil: Alicia Sánchez, denunciada por su superior por un delito de insubordinación tras optar por un chaleco propio que sí se adaptaba a su anatomía. El chaleco, cuya finalidad es la protección del agente, dificulta en ocasiones su labor, ya que no se adapta adecuadamente al cuerpo de cada persona, especialmente al de las mujeres, que tienen luchas constantes ante las tallas diseñadas para cuerpos masculinos.
«La maternidad te penaliza»
Los Cuerpos y Fuerzas Armadas del Estado no tienen una adecuada normativa sobre la conciliación familiar. La mujer tiene dificultades para compaginar su vida profesional y personal: «La maternidad te penaliza. Si estás embarazada, no asciendes con la misma facilidad que los hombres», afirma Lina González.
«Si estás embarazada, no asciendes con la misma facilidad que los hombres», afirma Lina González
La maternidad sigue siendo un tema tabú para los cuerpos de Policía. Manuela Oliva afirma que si una mujer se queda embarazada y está opositando, se tiene que retirar. «Nuestra capacidad queda muy reducida para ascender», asegura. En la Policía Local, además de fomentar la promoción y el acceso de las mujeres en el cuerpo, se debería evitar que la mujer tenga que «elegir entre su vida personal o la carga profesional. A un hombre no se le obliga a elegir». En la Guardia Civil, las mujeres tienen derecho a la reducción de jornada teniendo hijos menores de 12 años, pero no pueden elegir el horario. «Es un derecho absolutamente limitado que no tiene ningún valor en el contexto laboral. No se pone ningún tipo de ayuda a la hora de compaginar el derecho que tienen las mujeres a trabajar y el derecho que tienen a conciliar», explica Pilar Villacorta.
Juez y verdugo
«El protocolo contra el acoso sexual y laboral en la Guardia Civil es nulo e ineficaz», reclama la secretaria de la Mujer de AUGC: «Cuando un hombre o una mujer se decide a poner una denuncia o a activar el protocolo de acoso, nos remitimos a una norma que no nos garantiza ni siquiera unos plazos en los que se abra una información verbal. Puedes esperar un día, siete meses, un año…». Villacorta asegura también que no se aplican las medidas preventivas ante una denuncia de acoso respecto a la víctima: debido al protocolo interno que sigue la Guardia Civil (alternativo al protocolo propio de la Administración General del Estado), la víctima se puede ver ante la situación de que el jefe jerárquico que se encargue de su caso sea el mismo que protagoniza el acoso. El Cuerpo Nacional de Policía también se rige por un protocolo interno ante las denuncias de acoso laboral y sexual.
La Federación de Igualdad del SUP lucha para que se aplique y sea efectivo, pero Manuela Oliva asegura que de momento no está llegando a los resultados que esperaban. «Los procesos son lentos y largos, así que la solución temporal que se toma es el traslado de la mujer que denuncia a otra unidad mientras se lleva a cabo el proceso de investigación», afirma. El acoso laboral y sexual siempre se mueve en un terreno incierto, en el que «está la duda de si la mujer puede haber provocado la situación», afirma Sonia Núñez. «Las jerarquías de poder son tan invasivas, pero a la vez tan sutiles, que muchas veces las mujeres no pueden atestiguar nada. Los mecanismos con los que se ejerce el poder cuentan tanto con la complicidad de los dominados que son muy difíciles de abordar».
Las jefas masculinizadas
«Las mujeres que llegan a puestos de poder quieren demostrar que son iguales que los hombres, mimetizarse con los que ostentan el poder de manera masculinizante», explica Sonia Núñez
La mujer vive en un entorno complicado dentro de la estructura masculinizada de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, lleno de incertidumbre al no tener un referente femenino en los cargos de superior o igual nivel. Las mujeres que alcanzan puestos de trabajo dentro de estas instituciones terminan adoptando unas actitudes rígidas y en ocasiones incluso agresivas. Esto se denomina Teoría de la Abeja Reina. No sólo el número de mujeres con capacidad de mando es prácticamente insignificante en estas instituciones, sino que si a una mujer se le ocurre mandar de una forma distinta a la establecida, con una impronta propia de su género, se le discrimina por esa situación.
Sonia Núñez explica que «las mujeres huyen cuando llegan a puestos de poder de la idea de que ser mujer les haya podido beneficiar de algún modo para llegar a donde están; quieren demostrar que son exactamente igual que los hombres, mimetizarse con los que ostentan el poder de manera masculinizante», porque a los hombres que han alcanzado esos puestos de trabajo aparentemente nadie les ha dado facilidades.
La experta en feminismo ofrece una deriva de la Teoría de la Abeja Reina: la Superwoman, en la que la mujer adopta ese rol masculinizante para no tener relación con todo aquello que se asocie a ella como mujer, porque le va a llevar a la penalización. La sociedad ha ido introduciendo poco a poco estas líneas en los estereotipos, que ahora son fuertes y difíciles de modificar. Es necesario «un trabajo de base» para educar con perspectivas de igualdad y para eliminar esos estereotipos que «pueblan el imaginario cultural». Pero «no podemos pedir a ninguna mujer que sea una heroína», recalca Sonia Núñez, «tenemos que conseguir las estructuras sociales para que las mujeres tengamos nuestro espacio de aparición y podamos ser ciudadanas de primera». Es decir, sin techos de cristal ni abejas reinas.
Fuente: http://www.publico.es/sociedad/uniforme-no-hay-feminismo.html
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