Desde la rebelión social del 18 de octubre de 2019, hemos estado recabando todo tipo de documentos, audiciones y declaraciones sobre las opciones y acciones de los políticos chilenos sobre una de las protestas sociales más significativas acaecidas en Chile, desde la dictadura hasta la actualidad. Los políticos burgueses y pequeñoburgueses verbalizan sus tendencias derechistas, neoizquierdistas y centristas, colgados del trapecio de la ambigüedad, la endogamia, la anomia, la ignorancia teórica sobre sus mismas posturas ideológicas, y lo que nos parece más grave, amojonados en su privilegio de intocables y sabelotodo a espaldas de la historia política chilena, latinoamericana y de las aspiraciones democráticas de la mayoría de la ciudadanía. Los parlamentarios han sido incapaces, durante 3 años, de elaborar un estudio crítico, proyectivo y porvenirista sobre esta movilización social. Menos lo harán sobre el rechazo al texto de la dictadura que prometieron cambiar, bajo la consigna “nueva constitución para Chile”. La derecha no va a ceder que le revisen los ejes estructurales de la constitución del 80. La neoizquierda, ante este dilema, siempre ha estado vacilante.
Lo único concreto, desde la dictadura hasta ahora, es que impera la hegemonía de la derecha y del neofacismo (atemperado), casi sin contrapesos ni apertura hacia la democracia directa e incluso a su propia justificación de democracia representativa. Creemos que nunca como ahora en nuestra historia política, la derecha lo determina todo con tanta comodidad, desparpajo, encerrada en sus negocios y supremacía religiosa. Los negacionistas de la historia de las últimas décadas, pretenden transformar la rebelión del 18 de octubre en el grito circunstancial, de hastío y desesperación, de un pueblo sin apoyo en su conducción política, aplastado en la ignorancia cívica y sumido en la incapacidad reflexiva sobre su propio camino de liberación. Esto último es lo que muchos no han podido o no han querido ver como una de las causas que postergó el texto constitucional que fue desechado por muchos de los mismos gestores de la mal llamada nueva izquierda y centristas que justificaban el rechazo para reformar.
En la actualidad, demorando las iniciativas y resoluciones parlamentarias amparados en las negociaciones, comisiones y reglamentos, técnica de la negación y la colusión, se constata que no hay ideas matrices movilizadoras que aglutinen propuestas sustantivas. Las cabecitas individualistas de estos políticos están representadas en más de 12 partidos y para esta coyuntura el SERVEL está tramitando aproximadamente 10 más. Hay un intento de partido que se va a llamar Fuerza de la Muchedumbre, tan oportunista y reduccionista como el partido de la gente y de los amarillos. Esta fragmentación viene del colonialismo monárquico: “dividir para reinar”. El objetivo de esta dispersión partidaria es tener, aproximadamente, 20 partidos.
El pueblo productivo y trabajador sigue estando ausente en las decisiones que impone el gran capital nacional y el financiero internacional. En efecto, es obvio que en el acuerdo de la infamia como lo ha calificado Miguel Lawner para elaborar un segundo texto que reemplace la constitución de la dictadura, los 50 elegidos para el Consejo Constitucional, se transformen en la práctica en una caja sin voz. Su silenciada presencia estará destinada a poner ideas en borrador y permanecer rezagados en un segundo y tercer nivel de decisiones, atenuados y presionados, frente a los 24 integrantes de la Comisión Experta (redactores) y de los 14 del Comité de Admisibilidad para la revisión o armonización de lo aprobado. Esta modalidad parlamentaria es el traje a la medida de la derecha, lo que ha hecho siempre. La reducción copular que evita la participación de mayor. No más de 14 políticos, abogados y mercaderes de turno, decidirán finalmente su redacción final con palabras “adecuadas”, obligando a la ciudadanía, con toda la parafernalia y dinero destinado a costear las “fake news”, a que vote o se pronuncie en un plebiscito de salida en el teatro electoral parecido a los entretenidos juegos de Disneylandia. Y toda esta comedia de equivocaciones, en medio de la inseguridad pública, bandas de narcotraficantes, inflación, desempleo, deserción escolar y la corrupción que ya se apoderó hasta del parlamento europeo.
Si este fenómeno de manipulación electorera, de incumplimiento de la palabra empeñada y de abjuración a principios y programas sigue aumentando, es posible que el gobierno de Boric, se transforme en un fiasco más de la política chilena, casi calcado a lo que aconteció con la imposición de la constitución de 1925, el gobierno radical del traidor Gabriel González Videla e incluso se recurra a procedimientos y maromas parecidas a las que se hicieron para la aprobación del texto de la dictadura. Esperamos que no se llegue a la grotesca imposición de reeditar la Ley maldita de Defensa de la Democracia (ley N° 8.780 / del 3.9.48), en oposición a todo lo que los comisionistas de la derecha y del centro agitan contra los cambios que propone la democracia ecomunitarista. Si surgen nuevos estallidos sociales, seguramente serán reprimidos y borrados de la memoria como la derecha lo ha intentado siempre. Los negacionistas seguirán haciendo lo que se les antoje ante un pueblo sin medios de comunicación alternativos, sin partidos como escuelas de civismo, atrapado en la lógica del neoliberalismo, disperso, endeudado, políticamente desorganizado y hastiado del electoralismo ramplón.
Para nosotros hay un sueño que realizar, comencemos a trabajar por la utopía Ecomunitarista. Tenemos que cambiar esa extraña voluntad de hundirnos en la decepción por otra que nos despliegue la capacidad de recuperar la soberanía popular.
¡Por la Comunidad organizada en la democracia de todos!
MOVIMIENTO ECOMUNITARISTA NACIONAL (MEN)
Chile, 15 de diciembre de 2022
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