Rodrigo Arboleda, campesino de un corregimiento de Medellín que ha impulsado el trabajo comunitario y la protección del territorio
Sus ojos son más azules en el campo que en un auditorio donde lo escuché hablando de agroecología. Quise saber su historia después de verlo convencer a cincuenta personas de que el trabajo asociado es más fructífero que la individualidad. A Rodrigo Arboleda, campesino del corregimiento San Sebastián de Palmitas, al noroccidente de Medellín, se le ve desde hace años haciendo pedagogía rural y dando pistas de cómo defender el territorio.
Rodrigo me invitó a la finca que comparte con su madre y cuatro hermanos. Trabajaron en ventas para conseguir el terreno en 1982. Antes vivían en terrenos de sus abuelos.
Palmitas es el corregimiento más alejado de Medellín y el más rural, además de ser la puerta de entrada al Urabá. Tiene ocho veredas y unos 15 mil habitantes, población que ha crecido en poco tiempo debido a la expansión de la ciudad.
Rodrigo siente gran orgullo por haber contribuido al proceso organizativo de este corregimiento. Nos sentamos en el corredor de la casa donde tenemos de frente la antigua vía al mar, en la que tardaba dos horas para llegar al corregimiento. Con la nueva y el túnel de Occidente es solo media hora de camino.
Desde niño fue impulsado por sus padres para estudiar. Logró terminar el bachillerato y ganar algunas becas. En las vacaciones tenía todo listo para ayudar con las labores de la tierra. «Quería trabajar pero no encontré esas opciones y opté por vincularme otra vez con la tierra, conseguí un dinero y me fui para Medellín con la familia. Por causa de la violencia perdimos un hermano que no quiso pagar una extorsión».
La ciudad lo fue cansando y en la década del 90 regresa a Palmitas. Cerca de su casa había una quebrada llena de mangueras, porque cada que hacían una casa, la gente iba por el agua hasta la quebrada. Un día le propuso a una funcionaria del Gobierno que arreglaran eso, que hicieran un tanque para mejor distribución del recurso. Ella le dijo que lo propusiera en la Junta de Acción Comunal.
Trabajo político
Invitaron a Rodrigo a una reunión de Junta, llevó la propuesta y le propusieron ser el presidente. «Empiezo a ver la gente, catorce adultos mayores de edad, la mayoría mujeres. Me eligieron presidente de la Junta». Eso fue en 1996.
La Junta empezó a gestionar proyectos. Hicieron el acueducto. Se empezó a vincular gente, sobre todo jóvenes. «Nos reuníamos y teníamos una JAC muy aterrizada en proyectos, muy desprendida para apoyo a la comunidad».
Uno de los grandes proyectos que lideró Rodrigo fue la construcción de un cable para el transporte de los campesinos. «Veíamos la vereda La Sucia con mucha dificultad para el transporte y era muy difícil que le asignaran un proyecto de carretera. Geológicamente es muy quebrada. Propusimos a la Administración una garrucha para que la gente bajara sus productos y pudiera moverse».
De todo dinero que llegaba a la Junta, ahorraban una parte para ese proyecto. Cierto día la Administración les dijo que ya tenían suficiente, que ellos ponían el resto y en 2010 se inauguró el cable con tres puntos de movilidad. «Yo siento un orgullo el tremendo con eso. Cada cuarto de hora está saliendo la cabina con la gente y no se le cobra a nadie».
En ese entonces no había un transporte que fuera directamente a Palmitas desde Medellín, sino que la gente debía tomar los buses que iban para el occidente o el Urabá, les cobraban más y el servicio era de mala calidad. Rodrigo empezó a proponer un transporte desde el centro hacia el corregimiento.
«Empezamos a mirar opciones con las personas que tenían carritos en la vereda. Empezamos a llevar los planteamientos, los estudios. Cuando eso había muchos grupos de autodefensas, entonces empecé a recibir llamadas amenazantes, llamaban a la familia, ellos se preocupaban, que si me iba a hacer matar por los otros. Mejor renuncié». Estuvo dos periodos como presidente.
Terminó en la Junta con 70 asociados y líderes que él mismo había formado, algunos rescatados de la drogadicción. Pero su trabajo no terminó ahí: empezó a impulsar la organización comunitaria.
Campo Vivo
En 2008 se conforma Campo Vivo, una asociación campesina agroecológica en San Sebastián de Palmitas, que se formaliza en 2011. Tiene 49 asociados. Rodrigo ha sido dos veces presidente, vicepresidente y ahora es tesorero.
«Trabajamos para contribuir a la defensa de la economía y la cultura campesina del corregimiento, promoviendo la organización, la producción agroecológica, la comercialización directa basada en la autonomía y soberanía alimentaria y la equidad entre géneros y generaciones».
Todos los productos son llevados a Medellín, a la tienda de comercio justo Colyflor. Cada miércoles pasa un carro de la tienda por todos los rincones del corregimiento recogiendo la producción. «Se hacen convenios en la planeación de siembra. Cada asociado debe regalar un día en la tienda. Ahí nos apoyamos, nos preparamos. Nos pagan un precio muy superior a cualquier comerciante».
Rodrigo cuenta que nunca ha usado químicos en la tierra y ha entendido la agroecología como una apuesta política. «Agroecología no es tanto sacar una producción orgánica. Es el manejo de las cuencas, el reciclaje, la participación de la mujer en el territorio, que haga parte de la economía familiar, defender la semilla, el territorio, sencillamente vivir en armonía con el entorno».
Distrito Rural Campesino
Desde hace algunos años, las organizaciones de los corregimientos de Medellín plantean la figura de Distrito Rural Campesino. Por eso, en el acuerdo municipal 048 de 2014 logran incluir sus propuestas al plan de ordenamiento territorial, para la protección de la vida campesina en la ciudad.
Las comunidades que le apuestan a esta figura esperan que este año sea reglamentada. «El campesino de Medellín está sumido en el olvido, no tiene legalidad en sus tierras, llegan los proyectos a desplazar y acabar con el ambiente, por eso el Distrito va en contracorriente a lo impuesto por el mercado, la concentración del capital y el consumismo».
La propuesta reconfigura el territorio hacia un modelo de desarrollo sostenible y la conservación de la cultura campesina.
Lo que menos quieren los campesinos de Palmitas es verse obligados a ir a Medellín a vivir en cuatro paredes, «en una alcancía», a perder su cultura y su trabajo en el campo. Ahora empezarán a hacer la doble calzada después del túnel, lo que traerá nuevos atropellos.
«Ojalá el Distrito esté listo para cuando empiecen ese proyecto, así nos podremos defender más. Seguiré hasta el final defendiendo la dignidad de los que alimentamos todo un país», dice Rodrigo y me invita a dar una vuelta por el predio. Limpia las arracachas, se alegra del ver el maíz casi listo y los fríjoles creciendo. Me muestra el cable que se puede ver desde su casa.