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Del 4-D a Andalucía viva, la visión de Isidoro Moreno

Fuentes: Apuntes de Clase

Su voz es respetada y escuchada en la izquierda andaluza. Coorganizador del 4-D, firme defensor de una Andalucía erigida como sujeto político y estudioso de la cultura popular. Hablamos con el antropólogo Isidoro Moreno.

Isidoro Moreno (Sevilla, 1944) es un histórico de la izquierda soberanista andaluza. Fue, como secretario general del Partido del Trabajo de Andalucía, uno de los organizadores de la masiva manifestación del 4 de diciembre de 1977, cuando dos millones de andaluces y andaluzas salieron a la calle en demanda de mayores poderes de decisión para el pueblo andaluz, en uno de los hitos de protesta popular de la Transición. Fue casi al final de un año especialmente duro, con elementos de extrema derecha -uniformados o no- que campaban con total impunidad y cuya violencia reaccionaria aquel día, en Málaga y por disparos de la policía armada, segó la vida de Manuel José García Caparrós. Moreno, catedrático emérito de Antropología Social en la Universidad de Sevilla y uno de los promotores de la plataforma Andalucía Viva -que se manifiesta este domingo en Córdoba- habla claro sobre lo que Blas Infante llamaba «dolores» de Andalucía.

Usted fue uno de los organizadores de la manifestación del 4-D. En alguna ocasión ha recordado que algunos de los líderes políticos de la cabecera no se sabían la letra del himno andaluz. Aquel día el protagonismo fue del pueblo y no de los organizadores. ¿Cómo explica aquel desborde popular?

La manifestación fue una tremenda sorpresa. Agradable, evidentemente, porque aunque la convocatoria era de partidos políticos, la gente efectivamente desbordó la previsión. En Sevilla, estábamos un rato antes en la explanada del Prado de San Sebastián y veíamos verdaderos ríos de gente bajando por el antiguo puente de la Enramadilla, de los barrios populares del este de la ciudad, gente con sus propias pancartas hechas en casa. Fue un estallido popular que desmintió los sesudos análisis de supuestos expertos que muy pocos días antes decían que en Andalucía no existía conciencia de identidad. Andalucía tenía gravísimos problemas sociales: renta, desempleo, la migración. Eso emergió y se encauzó con la reivindicación de la autonomía. En aquel momento no se sabía en qué podía consistir la autonomía, ni siquiera había Constitución, pero se sabía instintivamente que hacían falta instrumentos de gobierno para transformar la situación. Eso explicó el éxito en ciudades, cabeceras de comarca y, no lo olvidemos, también en Cataluña, en la que en aquel momento llamábamos novena provincia andaluza, que era Barcelona, donde hubo cientos de miles de andaluces en las calles apoyados por grupos políticos catalanistas.

Habla de ríos de gente desde los barrios populares. ¿Qué factor de clase tuvo el 4-D?

El andalucismo político ha sido desde la segunda mitad del siglo XIX, y lo sigue siendo hoy, un movimiento claramente de izquierdas. Por una razón que tiene que ver con las estructuras sociales de Andalucía. Aquí la oligarquía abrazó clarísimamente el centralismo. Las grandes fortunas andaluzas, ligadas a la propiedad de la tierra sobre todo, nunca han estado interesadas en que Andalucía se convierta en sujeto político. La oligarquía andaluza forma parte del bloque de poder central del Estado español y jamás le ha interesado Andalucía. En Andalucía no puede existir otro nacionalismo o soberanismo con planteamientos de transformación social. En otros territorios del Estado español sí han existido y existen otras variantes de derechas. En Andalucía es imposible por la propia estructura social, porque ¿a quién le interesa tener instrumentos de autogobierno? Quienes se benefician del mantenimiento de la situación dramática de la mayoría del pueblo andaluz ya tienen su instrumento, que es el Estado central.

El himno de Blas Infante se estrenó públicamente en la Alameda de Hércules una semana antes del golpe franquista. Su primera grabación histórica tuvo que esperar precisamente hasta el 77, gracias a Carlos Cano. La Andalucía del Frente Popular estaba ya proyectando su Estatuto de Autonomía en 1936.

Efectivamente, si no se hubiera producido el golpe militar fascista del 36, antes de terminar ese año Andalucía habría tenido ya estatuto. Estaba convocada para septiembre la reunión final de aprobación del texto que se llevaría a las Cortes y se pasaría a referéndum ese mismo año. Menos de un año después de aprobarse el Estatuto el 28 de Febrero de 1980, tuvimos el golpe de Tejero y Armada, que no fracasó tanto como se dice y consiguió desacelerar el proceso autonómico de todo el Estado. Tuvimos, y tenemos, un estatuto recortado en cuanto a competencias. Algunos creemos que estos 40 años de autonomía han sido de desencanto.

El pueblo andaluz se ilusionó enormemente el 4-D y lo ratificó el 28-F, pero luego constató que el marco político se convirtió casi en un régimen que no ha servido para transformar Andalucía, para encarar la dependencia económica ni para superar la subalternidad política. Se sigue degradando y folclorizando nuestra cultura. Eso ha producido la desafección de un pueblo anestesiado por la propaganda política y cultural del nacionalismo español de Estado y por la ideología neoliberal. Algunos pensamos que la tarea fundamental en este momento es despertar a Andalucía, que vuelva a autorreconocerse como pueblo y reafirme su identidad como sujeto político que tiene derecho a decidir sobre sus propios problemas, que son los mismos de hace cuarenta años y que hace cuarenta años eran los mismos que aquellos a los que Blas Infante llamaba «dolores».

¿Cuáles son esos dolores?

Lo fundamental es tratar de analizar las causas de la situación. Los síntomas son evidentes. Uno de cada tres andaluces en edad de trabajar está en desempleo. La emigración continúa, la diferencia es que en los años sesenta se emigraba con una maleta de cartón liada en una soga y ahora llevan debajo del brazo un ordenador portátil. En gasto por habitante en salud o educación estamos a la cola. Nuestra economía ha acentuado su carácter extractivista, y por tanto erosionador del territorio. De los tres pilares económicos, dos de ellos siguen siendo como en los tiempos de la Bética romana: la minería y la agricultura de exportación. La tercera es el turismo, convertido en un monocultivo.

A nivel político, Andalucía no pinta nada. Hay 61 diputados y diputadas, pero yo me preguntaría cuántas veces los problemas de Andalucía han sido planteados en las últimas legislaturas. Mientras, la Junta ha estado en situación de régimen unipartidista, aunque fue apuntalado por el extinto Partido Andalucista, Izquierda Unida o Ciudadanos. Siempre que le ha hecho falta ha encontrado un partido manijero. Al partido de ese régimen basado en el clientelismo con resultados de corrupción, como hemos visto estos días, no le ha interesado Andalucía más que como trampolín para ganar las elecciones generales y estar en La Moncloa. Los propios líderes de ese partido han estado en cargos en Andalucía con la mirada puesta a saltar hacia Madrid. La subalternidad es muy grande, acompañada de ese cloroformo a toneladas que ha sido durante décadas Canal Sur, que ha sido una vergüenza en un noventaymucho por ciento de su programación.

¿Dónde está el espíritu de 4-D?

No hay que confundir la conciencia andaluza con la mayor o menor existencia de alternativas electorales. Aquí influye la trayectoria que un partido llamado «andalucista» tuvo y la falta de credibilidad que logró muy pronto. Eso es un lastre. La cuestión es que en Andalucía hay importantes movimientos sociales, mareas, coordinadores de sectores, etcétera, a las que en la mayoría de casos les falta un anclaje político, y la suficiente percepción de que la transformación necesaria de Andalucía no puede tener una desembocadura positiva si no se tienen instrumentos políticos para ello.

Siempre ha habido grupos que conservan el espíritu del 4 de diciembre, pero algunos, como los impulsores de la plataforma Andalucía Viva, creemos que la labor es propiciar las confluencias de movimientos sociales con el planteamiento político de que Andalucía debe tener los instrumentos para dar respuesta a esas reivindicaciones, fusionarlas con la de autogobierno. Algunos creemos que eso implica ahora mismo el soberanismo, la reivindicación de que Andalucía tiene derecho a decidir por sí misma. Lo fundamental ahora es despertar de la anestesia de la ideología neoliberal individualista que ha atacado lo comunitario, que en Andalucía sigue siendo importante, y la propaganda del nacionalismo español, que siempre ha usado a Andalucía como mascarón de proa del españolismo frente a reivindicaciones de otros pueblos con los que algunos andaluces nos hermanamos y solidarizamos.

La irrupción institucional de Vox comenzó con su entrada en un parlamento, el andaluz, que a la vez denosta como lo hace en general con la autonomía. En el 4-D la mayor oposición a la verdiblanca la mostraban fascistas como Fuerza Nueva. ¿De qué manera está conectado el antiandalucismo con la extrema derecha?

Bueno, el antiandalucismo no es un monopolio de la extrema derecha. Lamentablemente, hay muchos partidos que mantienen una posición parecida. La negación de Andalucía como sujeto político nacional la comparten la derecha y los partidos denominados de izquierdas. Es general en todo el espectro político español. La extrema derecha está contra el Estado de las autonomías y por un centralismo feroz. Yo creo que ese Estado está agotado, hay que rehacerlo, en el sentido de superarlo. En Andalucía existe, en muchos ámbitos de la izquierda, un desconocimiento y una incomprensión de la especificidad andaluza. Yo mismo tuve, a finales de los setenta, alguna polémica con algunos intelectuales del PCE de entonces, que negaban la existencia política de Andalucía con el argumento de que donde había tanto problema social no podía haber identidad cultural ni política. Esa barbaridad la siguen manteniendo organizaciones de izquierda. Este es uno de los obstáculos fundamentales.

¿La andaluzofobia va a más o remite?

Los instrumentos que ha tenido la Junta de Andalucía -o el PSOE, porque hay gente que tiene 45 o 50 años que no vivió otro régimen que el pesoísta-, los medios que deberían haber mostrado la verdadera Andalucía, hicieron propios los tópicos. Tomaron por bandera los estereotipos más humillantes para Andalucía. Mucha gente, al verse reflejada de una determinada manera, puede creer que son así, eso es terrible. Eso mientras desde fuera hay polémicas como la de la serie La Peste porque no se entendía cómo hablaba la gente. Daba la casualidad de que la mayoría de actores hablaban como hablamos los andaluces, que no es como se habla en Valladolid. Lo peor es que desde dentro se interioricen estereotipos, eso ha hecho mucho mal.

Usted es de izquierdas, sevillista y cofrade. Como antropólogo ha estudiado a fondo la Semana Santa. ¿Le ha dejado la izquierda a la derecha, a todo el espectro reaccionario, manifestaciones de la cultura popular como el fútbol o la Semana Santa?

Pertenezco por tradición familiar a una cofradía de Semana Santa, yo no me definiría exactamente como cofrade. Creo que existe, de manera bastante generalizada, un dogmatismo ortodoxo de izquierda que simplifica la realidad y que tiene especiales dificultades para entender las manifestaciones populares. Creo que tiene que ver con el déficit tradicional del marxismo ortodoxo consistente en su minusvaloración de las identidades nacionales y el género, ese creer que todo puede explicarse en las coordenadas de clases sociales nítidamente separadas. Eso dificulta tremendamente entender la realidad.

Con respecto a algunas fiestas populares andaluzas, si entendemos que esos hechos son religiosos y punto, estamos dando la razón a la interpretación que los poderes dominantes hacen de esas manifestaciones. La cultura andaluza ha hecho que haya oposiciones simbólicas a la realidad social en ámbitos festivos. La simplificación de la realidad es dejar ese terreno vacío y regalárselo a las interpretaciones reaccionarias, las que van en dirección de fortalecer el poder. El primer alcalde republicano de Sevilla era el hermano mayor de la cofradía a la que pertenezco, la de los Negritos, que antiguamente fue de esclavos. No es cierto que en estas asociaciones todo haya sido desde siempre derecha dura. La pluralidad es mayor de la que parece, aunque actualmente son preocupantes los vientos integristas que corren en esos ámbitos. Estoy absolutamente en contra de regalar terreno de interpretación de hechos, relaciones sociales o fiestas al pensamiento reaccionario.

¿Cómo ve la Andalucía de 2020?

La Andalucía de hoy, en vísperas de la tercera década del siglo, se encuentra en situación crítica. Hay dos caminos, seguir transitando a la desidentificación, hacia la acentuación de ser una colonia interna de España, o reactivar la conciencia de pueblo, de que pertenecemos a un país, Andalucía, que es un sujeto político nacional con gravísimos problemas por el papel que se le adjudicó en la división internacional del trabajo. La juventud en esto tendrá necesariamente un papel muy importante. Eso sí, con el hándicap del desconocimiento generalizado de nuestra propia historia y cultura. Eso ha estado planificado desde los organismos de la Junta. En nuestros colegios, el Día de Andalucía, que el régimen pesoísta cambió del 4 de diciembre al 28 de febrero, se celebra con lo que llaman un desayuno andaluz. Es decir, que le dan a los niños pan con aceite, y con algunas excepciones eso es lo que en la mayoría de centros escolares se sabe de Andalucía.

Fuente: http://apuntesdeclase.lamarea.com/protagonistas/del-4-d-a-andalucia-viva-la-vision-de-isidoro-moreno/