Desde que en 1945 la editorial Gallimard lanzara su famosa Serie Noire de novela negra -conocida popularmente como «polar», abreviatura de policier-, este género ha experimentado una notable evolución en Francia. A partir de los años setenta los escritores franceses dejaron de ser meros aprendices de los americanos y crearon un estilo propio, cargado de […]
Desde que en 1945 la editorial Gallimard lanzara su famosa Serie Noire de novela negra -conocida popularmente como «polar», abreviatura de policier-, este género ha experimentado una notable evolución en Francia. A partir de los años setenta los escritores franceses dejaron de ser meros aprendices de los americanos y crearon un estilo propio, cargado de intención política, al que denominaron neo-polar.
La revolución americana
A partir de los años treinta, la novela negra americana dio un vuelco a la tradición de las historias de detectives y de misterio. Las tramas y los personajes criminales comenzaron a ubicarse en una compleja realidad social. Los escritores salidos de la revista Black Mask (Hammett, Chandler, McCoy, Goodis, Burnett…) utilizaron las pesquisas de sus detectives para hablar acerca de los criminales como grupo social definido, con sus hábitos (la violencia), sus códigos (el argot), sus espacios urbanos (los barrios bajos) y sus relaciones bien definidas con otros colectivos, en especial con las clases dominantes.
En el ambiente intelectual francés de los años cincuenta y sesenta se recibió este nuevo género policiaco con los brazos abiertos y se utilizó como medio para criticar la cultura institucional. Algunos autores americanos como el gran Jim Thompson (padre espiritual del neo-polar) se salvaron de caer en el olvido y la ruina económica gracias al sólido interés de los intelectuales franceses por la literatura marginal americana.
El neo-polar
Jean Patrick Manchette es el primer escritor de novela negra francesa que asume que el conato revolucionario de 1968 ha sido un fracaso y que sus formas culturales han dejado de ser innovadoras para convertirse en clichés escleróticos perfectamente explotables por la industria cultural. En El asunto N´Gustro (1971) aborda el tema del terrorismo de estado a través de la figura de un ultraderechista que narra el plan de los servicios secretos franceses para asesinar a un disidente africano (una historia basada en el caso del opositor marroquí Ben Barka). La confusión está servida, Manchette juega con una ironía política y literaria tan fina que los lectores de la Serie Negra, acostumbrados a los manidos panfletos políticos del 68, creen detectar a un fascista infiltrado en las filas del polar.
Las intenciones de Manchette se hacen más claras con la publicación en 1972 de su obra más reconocida: Nada. Esta novela cuenta la historia de un grupúsculo terrorista de revolucionarios fracasados que con la ayuda de algún intelectual resentido secuestran al embajador de Estados Unidos en Francia con la irrisoria intención de propinar un golpe mortal al capitalismo. Manchette destroza los clichés policiacos por la vía del exceso. Lo más sorprendente del desenlace no es la matanza final, casi inevitable, sino una ultraviolencia descrita con tal detalle que resulta difícil pensar que no está teñida de humor negro. Por lo demás, también da un nuevo giro al sentido político de la novela negra: la necesidad de subvertir el orden capitalista ya está suficientemente clara y los ataques se centran en una izquierda incapaz de realizar esta tarea. El análisis del movimiento post-sesentayochista que hace Manchette presenta a una izquierda institucional desactivada y a una escisión armada que, desvinculada de cualquier red social, no puede sino actuar ciegamente. El poder se presenta como un telón de fondo de brutalidad constante y la policía es una simple encarnación de la violencia del Estado.
Las novelas del detective Tarpon (un ex antidisturbios retirado del servicio por haber asesinado a un estudiante en una manifestación), La morgue esta llena y Un montón de huesos, exploran las posibilidades de este esquema narrativo y van puliendo un estilo que Manchette denominó «conductismo total». Los motivos y la reflexión de los personajes no cuentan, el argumento se desarrolla a partir de un conflicto inicial que tiene un desenlace violento y que hay que describir minuciosamente. Para Manchette, este registro es una recuperación de lo esencial de la novela negra ante la proliferación de intentos de darle una «dignidad» literaria que en la mayor parte de los casos dulcifica y estiliza la violencia al gusto del mercado. En 1976 y 1977 publica dos pequeñas joyas: Volver al redil, en la que somete a un joven ejecutivo a una odisea despiadada, y Fatal, la historia de una asesina a sueldo contratada para acabar con un burgués de provincias.
En 1981, Manchette publica la que sería su última novela, Cuerpo a tierra, considerada por el autor como su ejercicio más acabado de «conductismo total». Aunque continuará trabajando en campos afines a la creación literaria hasta su muerte en 1995, al propio Manchette le gustaba calificar esta retirada de la publicación de novelas como un ejercicio final de coherencia ante la evidencia de que también su propuesta había sido devorada por la industria del entretenimiento. Hay que tener cuidado, con Manchette la (auto)parodia nunca esta demasiado lejos.
Si Manchette da al polar un carácter revolucionario, Didier Daeninckx construye su vertiente antifascista. Asesinatos archivados (1983) es, junto con Nada, la novela más emblemática del nuevo policiaco francés. En esta obra, Daeninckx investiga tres hechos aislados de la historia reciente de Francia y, recurriendo a prestamos estílisticos del periodismo de investigación, muestra que aquellos que colaboraron con los nazis y torturaron impunemente en la guerra de Argelia siguen controlando los resortes de la policía y el ejercito francés. Daeninckx recurre a planteamientos políticos y estílisticos mucho más clásicos que los de Manchette, quizá menos interesantes pero, desde luego, más sostenibles a la larga. En su obra de los años ochenta, Daeninckx sigue trabajando en esta línea de recuperación de la historia de las atrocidades políticas cometidas en Francia que es, al mismo tiempo, la recuperación de la memoria de la lucha antifascista en la metrópoli y de la lucha por la liberación nacional en las colonias. Una excepción interesante dentro de su trayectoria es Play Back, una novela negra social muy clásica que se inscribe en el marco de los efectos de la reconversión industrial en una ciudad siderúrgica del norte de Francia. Ni que decir tiene que con la aparición pública del Frente Nacional, la postura antifascista y antirracista de Daeninckx ha ganado peso dentro del neo-polar, un buen ejemplo de ello es el último gran éxito editorial de este género: la trilogía marsellesa (Total Kheops, Chourmo y Solea) de Jean Claude Izzo.
En los años noventa, además de continuar con su propia producción literaria, Didier Daeninckx, colabora en la última gran ofensiva del neo-polar, un proyecto colectivo llamado Le Poulpe (El Pulpo) en el que en cada entrega un autor diferente se hace cargo del mismo detective. La idea consiste en volver a recuperar el carácter popular de la novela negra: historias contundentes y sin pretensiones, mensaje político inequívoco y precios baratísimos que hagan que El Pulpo derrote a la novela policiaca de derechas en los quioscos de las estaciones de tren.
Y además…
D. Pennac, La felicidad de los ogros (1985). Novela basada en una historia real: la colocación de varias bombas en los grandes almacenes de París en 1975.
J. François Vilar, Bastilla-Tango (1986). Una excelente historia que aborda el tema de la represión en Argentina tras el golpe de estado y el exilio parisino.
T. Jonquet, La bestia y la bella (1985). Una buena descripción (tal vez un punto pretenciosa) del ambiente degradado de las ciudades industriales del norte de Francia.
D. Daeninckx, El gigante acabado (1984), Metropolice (1985) y El verdugo y su doble (1986)… Todas las novelas de Daeninckx merecen la pena.
El polar más allá de Francia
El neo-polar ha tenido una considerable influencia allende las fronteras francesas. El caso más reciente es el de Yasmina Khadra, seudónimo de Mohamed Moulessehoul, un militar argelino que saltó a la fama con su trilogía de Argel: Morituri, Doble blanco y El otoño de las quimeras (todas ellas editadas en castellano por Zoela). Khadra muestra la hecatombe argelina a través de los ojos del comisario Llob, un policía lúcido y desencantado que desprecia por igual a fundamentalistas, nuevos ricos y políticos corruptos. Pero la influencia del polar ha superado con creces el ámbito francófono (Khadra escribe en francés) y resulta palmaria en autores como el aleman Jakob Arjouni. ¡Happy Birthday, turco!, Rakdee con dos es y Más cerveza (todas ellas editadas por Virus) son las tres desternillantes novelas de Arjouni protagonizadas por el detective de origen turco Karankaya. En palabras de M. Vázquez Montalbán: «Karankaya es algo más que un investigador privado de origen turco en una Alemania construida sobre cabezas de turco. Es la mirada crítica de uno de los autores más interesantes de la novela criminal contemporánea». También en Italia el giallo (allí las novelas negras son «amarillas») ha experimentado una considerable renovación desde los tiempos de C. E. Gadda. La influencia del neo-polar resulta particularmente clara en Almost blue (Mondadori, 2001) la novela más conocida de Carlo Lucarelli.