En Chile se violan los derechos humanos. Una afirmación que es una realidad. Este martes Human Rights Watch (HRW) confirmó y subrayó en un informe difundido hacia el mediodía el registro que la semana pasada presentó Amnistía Internacional. Desde el inicio de las protestas el militarizado cuerpo de Carabineros es responsables de graves violaciones a […]
En Chile se violan los derechos humanos. Una afirmación que es una realidad. Este martes Human Rights Watch (HRW) confirmó y subrayó en un informe difundido hacia el mediodía el registro que la semana pasada presentó Amnistía Internacional. Desde el inicio de las protestas el militarizado cuerpo de Carabineros es responsables de graves violaciones a los derechos humanos, con miles de casos de violencia y abusos que se han mantenido hasta el momento en la total impunidad.
Una breve mirada al informe nos refleja una realidad propia de país en guerra, o por lo menos de una cruel dictadura. Las cifras, corroboradas por todos los organismos que han recogido denuncias y registros médicos, son alarmantes. La justicia investiga 26 muertes durante las protestas y los servicios de urgencias médicas atendieron a 11.564 personas heridas relacionadas a las manifestaciones entre el 18 de octubre y el 22 de noviembre, informó a HRW el ministerio de Salud de Chile. De ellas, 1200 presentaban heridas graves, en tanto disparos de escopetas antidisturbios han causado más de 220 lesiones oculares, con 16 casos de pérdida total o parcial de la vista y decenas en observación. Una lista del horror que no se detiene aquí. Hay más de 15 mil personas y jóvenes detenidos y detenidas y 442 han sido víctimas de torturas, violaciones y abusos sexuales. Otros centenares relatan vejaciones y humillaciones en las comisarías durante su detención.
Aun cuando el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) ha presentado ante el Ministerio Público 442 querellas en representación de víctimas de presuntas lesiones, tratos crueles, torturas, abusos sexuales, homicidios y tentativas de homicidios atribuibles a fuerzas de seguridad, el gobierno ahora atina a responder. Pero lo hace mal y tarde. Dejó pasar 40 días no solo en silencio, sino se atrevió a descalificar un informe anterior presentado por Amnistía Internacional. Este martes, con el quemante documento de HRW circulando por el mundo, tuvo que cambiar el tono. Sin condenar la brutalidad de los carabineros, registrada en millares de imágenes que circulan profusamente por las redes sociales, además de los miles de heridos, el gobierno de Sebastián Piñera se abre a iniciar investigaciones.
En un mes Piñera ha sacado su Mister Hyde. Una faz peligrosa, oscura, errática y cruel. Es insensible a las demandas de la población, a las que responde con apaleos y tiroteos. Su imagen está por los suelos y ostenta la marca de ser el presidente peor evaluado desde los registros de las democracias neoliberales. Un paseo por cualquier calle céntrica nos permite ver los cientos de rayados con dedicatorias a Piñera y a su madre. En estas imágenes urbanas, que constatan los sondeos de opinión, podríamos afirmar que solo un Pinochet lograría superarlo, aunque no hay documentación similar en la era del dictador.
El gobierno de Sebastián Piñera hace semanas que perdió su agenda. Improvisa, da bandazos y tumbos. Lo que dice un día lo olvida al siguiente. Pero tiene una estrategia: buscar el apoyo, el salvavidas, en el resto de los poderes del estado, desde el poder judicial, por cierto el Ejecutivo y las Fuerzas Armadas. ¿Para qué? Para salvarse él y defender el modelo neoliberal. Este es el plan lanzado el 12 de noviembre pasado a través del Congreso para la elaboración de una nueva constitución. Y esta es también la estrategia comunicada este lunes para sacar a las fuerzas armadas a las calles. No quiere decretar el estado de excepción, pero sí facultar a las fuerzas armadas mediante una ley de la república para que vigilen, como le llama, la «infraestructura crítica». En un país neoliberal, completamente privatizado, la defensa no es simplemente de carreteras o del suministro de agua y de electricidad , sino del capital invertido por las grandes corporaciones.
El primer plan, aún en curso aun cuando escorado a los pocos días, es un golpe de efecto para ganar tiempo. Piñera presionó la semana pasada al congreso para que acordara un cambio de constitución con el objetivo de contener las protestas. El resultado, hasta el momento, ha sido un conflicto interior, doméstico de la clase política, que no ha frenado las movilizaciones. Al constatar hechos, podemos decir que las ha vuelto más intensas.
El acuerdo parlamentario para elaborar una nueva constitución cae por su propio peso. Es antidemocrático, lleno de trampas, como el veto del quórum de dos tercios y armado al gusto de la derecha. El historiador Felipe Portales, que ha publicado varios libros sobre la transición, lo destroza de principio a fin: » Nada que no quiera la derecha quedará en la nueva Constitución». Con el alto quórum acordado para aprobar los artículos constitucionales, «se hará muy difícil, sino imposible, que en el catálogo de derechos se establezcan diversos derechos económicos y sociales. Seguramente, la derecha no aceptará, por ejemplo, reconocer en la Constitución el derecho al trabajo o a una compensación digna en caso de no poder obtenerlo». En suma, todo aquello que toque el modelo de mercado será vetado por la derecha y los representantes de los intereses económicos y comerciales.
Una trampa puesta por Piñera para ganar tiempo y, en especial, para reforzar las nefastas políticas de consensos de la transición. Nefastas, sí, porque en ellas está el germen de la corrupción, de la compra de políticos éticamente lábiles por parte del gran capital, de la brecha entre los políticos y la población. Piñera busca salir de la crisis social aislando aún más a las elites de la ciudadanía.
La otra decisión del gobierno tiene elementos todavía peores y sumamente peligrosos. Es la militarización de la política y la vida social. Pablo Salvat, doctor en Filosofía Política y académico de la Universidad Alberto Hurtado, observa con mucha inquietud los pasos de Piñera pero también la falta de reacción de otros sectores. «No se visualiza una reacción clara y suficiente de parte de la misma élite política y los medios de comunicación. Al parecer ellos siguen durmiendo recostados en su parcela de poder. Por favor, es cosa de mirar en el continente lo que sucede cuando se aplican políticas de fuerza. Colombia, no está muy lejos de aquí. Tampoco lo sucedido en México, con la militarización en la guerra al narcotráfico, la delincuencia y los opositores».
¿Es este el destino de Chile? Para Piñera es el camino y es el costo de mantener el modelo neoliberal. Como dijo este martes Teodoro Rivera, el canciller de Piñera en la sede de la OEA en Washington, «el desarrollo económico no alcanza para todas las demandas». En otras palabras y a modo de interpretación, sí alcanza para mantener sus privilegios.
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