Negociando la paz El año que comienza será definitivo para la paz en Colombia. Si todo ocurre sin mayores inconvenientes, el 2017 será un año de definiciones. El 2016 fue un año importantísimo pero a la vez muy accidentado para la paz negociada, lo que dejó a Colombia en el limbo. El primer semestre de […]
Negociando la paz
El año que comienza será definitivo para la paz en Colombia. Si todo ocurre sin mayores inconvenientes, el 2017 será un año de definiciones. El 2016 fue un año importantísimo pero a la vez muy accidentado para la paz negociada, lo que dejó a Colombia en el limbo.
El primer semestre de 2016 correspondió a la recta final del proceso de paz con las FARC. Ya se habían logrado acuerdos parciales sobre casi todos los puntos de la agenda, la mesa de La Habana no aguantaba más postergaciones y para las FARC había llegado la hora de la verdad: tenían que aceptar su desaparición como grupo armado por cuenta de lo acordado con el gobierno.
Justo ahí se produjo un pulso muy duro. Las negociaciones se estancaron y estuvieron a punto de fracasar por tres problemas relacionados con:
- El desarme de las FARC; los voceros de la guerrilla se mostraron reacios a establecer fechas precisas para la dejación de armas;
- La implementación de los acuerdos; las FARC temían un incumplimiento de lo pactado, pues nada garantizaba que otro presidente, otro Congreso con mayorías distintas o las propias Cortes respetaran lo pactado en La Habana, y
- El número y ubicación de las zonas de concentración de la guerrilla.
Los tres impases pudieron solucionarse y se logró firmar el Acuerdo Final en Cartagena el 26 de septiembre.
Usualmente la firma de acuerdos de paz definitivos marca un hito en las negociaciones: termina la discusión entre los contendores, se aclaran las obligaciones mutuas, el «quién obtuvo qué», así como la ruta a seguir en la implementación de los acuerdos. Pero en Colombia volvieron a desordenarse las piezas del tablero tan solo una semana después de la firma de los acuerdos en Cartagena. Con el inesperado triunfo del No en el plebiscito del 2 de octubre el país volvió a la incertidumbre. Hubo que renegociar los acuerdos, buscando un delicado equilibrio entre algunas de las propuestas de los voceros del No y la protección de los intereses vitales de las FARC.
La renegociación
De nuevo la paz estuvo en vilo. Cambiar los términos de la negociación en el minuto 91 del partido fue muy temerario. O acaso, ¿qué suele pasar cuando todo está acordado, se logra el cierre de una negociación y de repente una de las partes dice que hay que cambiar lo pactado por cuenta de la inconformidad de algunos sectores del propio bando?
En La Habana la guerrilla no negoció como parte de una estrategia de guerra.
Lo normal es que la contraparte patee el tablero. Y para las FARC volver a la guerra era relativamente fácil: seguían armados, dispersos en el territorio y sin mayores impedimentos para retomar el repertorio que habían seguido desde siempre. ¿Por qué aguantó la negociación? Probablemente por la confluencia de varios factores.
- Aunque seguir en la ilegalidad y la guerra era una opción, varios de los altos mandos de las FARC debieron convencerse de la futilidad de su empresa. Luego de más de cincuenta años de una lucha armada cada vez más degradada y sin perspectivas de triunfo, las FARC probablemente llegaron a la conclusión de que había que parar. Seguir en una lucha armada sin apoyo ni futuro, sostenida fundamentalmente por rentas ilegales, acabaría de convencer a los colombianos de que detrás del discurso revolucionario solo había un interés económico.
- La edad avanzada de varios de los máximos comandantes de las FARC probablemente también acentuó la «fatiga de guerra».
- Además, a diferencia de otras ocasiones, en La Habana la guerrilla no negoció tácticamente, es decir, como parte de una estrategia de guerra. Lo hicieron buscando una salida de la ilegalidad. De ahí que para las FARC fuese costoso desechar lo invertido en cuatro años de negociaciones.
- Finalmente, el que una mayoría de colombianos rechazara el acuerdo de Cartagena (así fuera como consecuencia de una publicidad engañosa) contribuyó a que las FARC oyeran las objeciones y aceptaran algunos cambios a lo pactado. De ahí que el 24 de noviembre se firmara el nuevo acuerdo en Bogotá.
Los retos de la paz
Pero incluso con el nuevo acuerdo de paz el país permanece en el limbo. Los principales retos del 2017 se refieren justamente a salir de este estado:
- Se firmó la paz pero no se han implementado los acuerdos. El 2017 será clave para empezar a «traducir» lo pactado en La Habana en normas y leyes. Más aún: el fast track rige tan solo durante seis meses (prorrogables por otros seis), lo que significa que este año será decisivo para establecer el andamiaje normativo de la paz.
Este será apenas un primer paso en materia de implementación ya que varios desarrollos legales se darán posteriormente, siguiendo los procedimientos ordinarios y la implementación de algunas reformas demorará más de una década. Pero el «esqueleto legal» de la paz se definirá en los meses venideros. Es enorme el reto de diseñar normas eficaces, sostenibles y con visión de futuro para el posconflicto.
- Se firmó la paz pero hasta ahora las FARC no se han desmovilizado ni han entregado sus armas. Aunque se ha dado un pre-agrupamiento de los guerrilleros en ciertos campamentos, falta lo sustancial en esta materia. En 2017 deberá culminar este proceso que marca oficialmente la finalización de la guerra. El reto para la ONU y el gobierno es garantizar que el tránsito de las FARC a la vida civil culmine con todo éxito.
- Solo en la medida que avance el proceso de dejación de armas habrá claridad sobre las verdaderas dimensiones de las disidencias de las FARC. Hasta la fecha se han conocido algunas disidencias que no dejan de preocupar, pero puede anticiparse que eso es tan solo el comienzo. Para los mandos medios y guerrilleros rasos de las FARC, la disyuntiva entre obedecer a sus jefes y desmovilizarse o engrosar las filas de las BACRIM o el ELN será mucho más apremiante cuando llegue la hora de su tránsito a la vida civil.
El país tendrá más certidumbre frente a la paz negociada en el grado y al ritmo que se cumplan los puntos anteriores. Los acuerdos de La Habana, que por ahora existen en el papel, se volverán tangibles y con efectos concretos.
Incertidumbres
En todo caso, permanecen varias preguntas abiertas y la paz navegará en aguas muy turbulentas.
1. Para empezar, el país permanecerá dividido frente al tema. Este año se prenderán los motores para las elecciones de 2018 y es fácil anticipar que el uribismo retomará su táctica de polarizar la opinión en torno de lo pactado en La Habana. Uribe siempre ha sacado réditos políticos de sus campañas de indignación, polarización y movilización contra las FARC y contra cualquier gobierno que haya intentado buscar una salida distinta del sometimiento de la guerrilla. Con el cuento de que «Santos entregó el país a la guerrilla» el uribismo pondrá el espejo retrovisor e intentará socavar lo pactado en La Habana (y/o entorpecer la implementación de los acuerdos).
El 2017 será clave para empezar a «traducir» lo pactado en La Habana en normas y leyes.
La polarización empezará a ceder cuando las circunstancias obliguen a Uribe a reinventarse políticamente. Y eso ocurrirá en el mediano plazo. En la medida en que llegue la paz y las FARC dejen de existir como organización armada, muchos compatriotas se darán cuenta de que no necesitamos a ningún supuesto redentor que nos salve de las garras del «narcoterrorismo», «castrochavismo» y similares. Eso es lo que llevaría a Uribe a abandonar su demagogia guerrerista y a que el debate democrático regrese a un cauce tranquilo y racional.
2. El ingreso de las FARC a la política democrática también da pie a diversas inquietudes.
-Por un lado, a diferencia de algunos analistas, no creo que se repita la historia de la Unión Patriótica. El exterminio de esta agrupación se ha explicado por la decisión de las FARC de formar un partido político con la idea de tomarse el poder mezclando vías legales e ilegales – lo cual causó una sensación de amenaza inminente en ciertos sectores de la extrema derecha-. Con el desarme, desmovilización y reinserción de las FARC la historia será distinta. No conozco casos de exterminio de guerrillas que han entregado las armas y jugado limpio con la democracia. Por supuesto, puede que haya atentados y algunos asesinatos de guerrilleros desmovilizados por cuestiones de venganza, pero es dudoso que la magnitud de las retaliaciones se desborde.
-Por otro lado sigue abierta la pregunta sobre el respaldo que recibiría el partido político que formen las FARC. Yo anticiparía que será un partido muy minoritario, con el que pocos se querrán aliar, gracias al prontuario de las FARC. Un triunfo electoral de esta guerrilla es simplemente inconcebible pues hace falta que logren una reconciliación con el país. Y esta reconciliación (si es que ocurre) por ahora parece tan distante como una estrella de otra galaxia.
Carlo Nasi, Profesor asociado del departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes. Las opiniones expresadas son responsabilidad del autor.