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Del No+AFP a la desobediencia civil

Fuentes: Punto Final

La vida diaria confirma que el neoliberalismo es enemigo de los pueblos. Mortifica la vida de la gente más carenciada, así sea que muchos crean que el acopio de bienes sobre la base de un eterno endeudamiento es algo sano. Los verdaderos gananciosos en esta cultura son las fortunas inmorales hechas sobre el sufrimiento de […]

La vida diaria confirma que el neoliberalismo es enemigo de los pueblos. Mortifica la vida de la gente más carenciada, así sea que muchos crean que el acopio de bienes sobre la base de un eterno endeudamiento es algo sano. Los verdaderos gananciosos en esta cultura son las fortunas inmorales hechas sobre el sufrimiento de millones. Y, cuando no, también de su estupidez.

Desde hace mucho que se habla de la crisis del sistema, pero en verdad la crisis es consustancial al sistema. Su esencia es reinventarse a cada rato para ir remendando las escoriaciones que de vez en cuando les propina el reclamo de sus víctimas más audaces, o que se autoinfringen por la vía de la torpeza congénita de muchos de sus baluartes.

El neoliberalismo ha sido una peste de rasgos bíblicos para el pueblo. Aunque de tanto repetir que Chile es uno de los más desiguales del planeta y el que más ofende y castiga a los trabajadores, como que se pierde el real sentido trágico que trae consigo esa terrible verdad. Pero el sistema ha tenido la gracia de sobrevivir con una salud digna de encomio. Señales de agonía no se ven por ningún lado, a pesar de cojear notoriamente. No se crea que su final está a la vuelta de la esquina, por mucho que a veces boquee, como avisan algunos optimistas irresponsables.

Fueron los estudiantes los primeros que pusieron su cuota para demostrar que el sistema no es invulnerable y han logrado instalar temas que muestran su debilidad. Pero, cosa curiosa, solo han sido capaces de llegar hasta ahí.

Y si el sistema ha debido retroceder en algún momento, ha sido solo para hacer la mímica que termina por desarmar a los más peleadores, convencer a los más febles y entusiasmar a los más inocentes.

Y ahora el brioso impulso dado por el Movimiento No+AFP ha generado más de una expectativa con una consigna que rasca donde pica. El sistema previsional de las AFP ha sido una de las mayores estafas conocidas, y ha hecho pebre la vida de los viejos luego de decenios de explotación. Este robo monumental ha sido la mejor expresión de la inmoralidad de la cultura que los otrora compañeros defienden con dientes y uñas. De la que son parte y que no quieren abandonar. De la que les ha dado la vida que llevan sin sobresaltos. A la que se vendieron a buen precio.

El movimiento No+AFP ha atinado en utilizar los mecanismos del mismo sistema para agudizar sus contradicciones y falencias y colapsar el sistema, lo que ha sido advertido con indisimulado pánico por los poderosos dueños de ese cogoteo.

Cabe preguntarse qué seguirá luego que estas iniciativas que tienen nervioso al sistema, desde la presidenta hasta el último ladrón de cuello y corbata. Soluciones de fondo, en el mismo orden, ni soñar.

Entonces si tanto la pelea de los estudiantes como la que impulsa la Coordinadora No+AFP tienen un mismo origen, ¿por qué aún no destella la necesaria articulación entre ambo sectores y de los otros muchos que también son víctimas? La experiencia indica que lo que sigue es potenciar un vasto movimiento social que suba en algunos grados la intensidad y alcance de la pelea. Hará falta involucrar a millones en un proceso de rebeldía y desobediencia que utilice todas las formas posibles.

El Movimiento No+AFP ha convocado a un paro nacional. Convengamos que es un paso audaz y arriesgado. Quizás antes de movilizaciones de esa envergadura haga falta involucrar a la gente con acciones que estén a su alcance, junto con propiciar un mayor protagonismo de la gente azotada por el sistema y que ha luchado durante todo este tiempo, cada una por su lado.

Una extendida rebelión popular, una desobediencia civil que involucre a todos, que vaya de cosas simples a las más complejas, que tenga éxitos, que minimice los fracasos, que apunte donde les duele, que sepa para dónde va y qué quiere, es lo que hace falta. Una estrategia de esa magnitud no puede estar en manos de un puñado de dirigentes por muy legítimos que sean o por muy atinadas que sean sus consignas. Si no es la construcción de todo el pueblo, no es.

Publicado en «Punto Final», edición Nº 863, 28 de octubre 2016.

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