La construcción del socialismo en este siglo XXI debe implicar -lógicamente- una militancia participativa por parte de cada uno de los revolucionarios, de modo que se garantice y se alcance una verdadera acumulación de fuerzas sociales, gracias a la cual enrumbar los cambios estructurales que deben profundizarse y consolidarse a medida que se avanza en […]
La construcción del socialismo en este siglo XXI debe implicar -lógicamente- una militancia participativa por parte de cada uno de los revolucionarios, de modo que se garantice y se alcance una verdadera acumulación de fuerzas sociales, gracias a la cual enrumbar los cambios estructurales que deben profundizarse y consolidarse a medida que se avanza en la conquista del poder. Para lograr tal propósito, es necesario impulsar una ofensiva mediática y de formación ideológica que contribuya a resaltar las fortalezas del proceso revolucionario y la necesidad urgente de construir el Estado socialista, sin que ello esté exento de debates serios, libres y constantes que, a su vez, ayuden darle la solidez requerida a tal militancia participativa
Consideramos que la formación ideológica revolucionaria es de vital importancia en cualquier coyuntura histórica presentada, de manera que la confrontación con la clase dominante permita el trazado de líneas de acción que vayan configurando -de algún modo- el poder popular y comunal que le restituirá su soberanía al pueblo. De ahí que sea sumamente esencial que esta militancia participativa no se limite nada más que a la militancia sectaria y clientelar en algún partido político, sino que ella tiene que expresarse de una forma más abierta y atípica, aunque se justifique la necesidad de contar con un partido político revolucionario único que le sirva de vanguardia a los sectores populares, puesto que el mismo dinamismo de la vida social actual impide la simplificación de la acción revolucionaria, dado que en ella tienen cabida los grupos sociales más variados (y, a veces, disímiles), entre quienes distinguiríamos (sin ser los únicos) a campesinos, obreros, mujeres, pueblos originarios, comunidades urbanas con rasgos de pobreza en sus distintos niveles, y jóvenes.
Por ello mismo, el socialismo demanda permanentemente de una militancia participativa que lo haga comprensible y una alternativa viable inmediata entre los sectores populares, jalonándole espacios de poder a quienes desde siempre lo han usufructuado. Así, este tipo de militancia no podría someterse a los arbitrios de una jerarquía partidista, en especial, si ésta se mantiene en una posición dogmática y ajena a la soberanía de sus bases, impidiéndole el ejercicio real de una democracia participativa y protagónica que cambiaría definitivamente las relaciones de poder imperantes, lo que constituiría un primer paso para hacer del socialismo la herramienta idónea para erradicar las desigualdades e injusticias capitalistas y edificar una sociedad radicalmente diferente.
Sin embargo, cada revolucionario debe estar consciente que una militancia participativa implica -necesariamente- una revolución de paradigmas, sometiendo a un cuestionamiento tenaz los diversos valores que han representado los soportes del modelo de sociedad vigente. De otro modo, ocurriría que se hable de revolución y socialismo sin afectar significativamente lo que es la sociedad bajo el imperio del capitalismo, generando, en consecuencia, contradicciones que, eventualmente, frustrarían los anhelos de los sectores populares por alcanzar su emancipación definitiva, restituyendo la situación suscitada por éstos a sus niveles iniciales, lo que haría más difícil (no imposible) el camino de la revolución socialista al no disponer de cuadros revolucionarios comprometidos que lo sustenten, convencidos de su necesidad y viabilidad histórica.-