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Deleuze: Filosofía, psicoanálisis y ciencias sociales

Fuentes: Rebelión

Al final de su vida, Gilles Deleuze, acompañado por su partenaire el psicoanalista Félix Guattari, escribe un libro sobre lo que es la filosofía. Deleuze ( no puedo evitar pensar sobre todo en él, que me perdona Guattari la injusticia si la hay) dice que lo hace como aquel que, libremente, piensa al final de […]

Al final de su vida, Gilles Deleuze, acompañado por su partenaire el psicoanalista Félix Guattari, escribe un libro sobre lo que es la filosofía. Deleuze ( no puedo evitar pensar sobre todo en él, que me perdona Guattari la injusticia si la hay) dice que lo hace como aquel que, libremente, piensa al final de su vida sobre el oficio que ha realizado. El libro es muy sugerente, estimulante y consistente, esto es lo primero que hay que decir.

De entrada me parece muy claro y lúcido los sentidos de la filosofía que Deleuze descarta. En primer lugar es la filosofía como contemplación, como una metafísica capaz de captar las formas de la realidad más profundas y esenciales. Sería la filosofía como saber sustantivo. Deleuze es claro : es la ciencia la que describe el estado de las cosas, el mundo real. La segunda posibilidad es la filosofía entendida como reflexión, que pretendería que lo que hace la filosofía es construir un lenguaje desde el que cuestionar los otros discursos: de la ciencia, del arte, de la política. Mal lo tiene la filosofía, si esta es su función, nos dice irónicamente. ¿ Es que vamos a decirles a los artistas, a los científicos, a los sociólogos, que es lo que hacen y porqué lo hacen ?. Son ellos los que pueden y deben reflexionar sobre sus prácticas. Tenemos finalmente la filosofía entendida como comunicación intersubjetiva, como estableciendo de principios universales. Tampoco aquí saldría bien parada, ya que la sociedad no es ni será nunca un escenario de acuerdos racionales. Las relaciones de poder, las pasiones, los deseos son los que marcan el devenir de lo humano y lo social. Que unos cuantos filósofos discutan piadosamente para buscar un consenso no tiene ningún efecto interesante, ni filosófico ni político.

Pero criticar es fácil, más difícil es construir alternativas. Deleuze lo hace. La filosofía es creadora de conceptos. Es la práctica propia y exclusiva de los filósofos. Suena bien, pero veamos que quiere decir con ello. En primer lugar desmonta la idea habitual de concepto. El concepto no es una forma universal ( ni en sentido realista ni nominalista) porque lo que hace no es generalizar, abstraer sobre cosas concretas. El concepto construye lo real no para describir un estado de cosas sino para marcar acontecimientos. El concepto no es verdadero ni falso, es interesante o no lo es. Antes ha de marcar lo que Deleuze llama un plano de inmanencia. Desde este plano de inmanencia ordenamos lo real de una manera intuitiva para poder elaborar conceptos. Lo que es este plano de inmanencia no queda del todo claro pero es una pista. Me recuerda el imaginario radical de Cornelius Castoriadis

( al que Deleuze nunca cita). Es como la perspectiva que adoptamos, como la posición desde la que intentamos ordenar el caos. Porque Deleuze tiene razón cuando dice que lo inmediato es el caos. Que nos libramos del caos con la opinión, la ideología, las creencias sociales establecidas. Que la filosofía, como el arte y la ciencia, son maneras de cortar este caos para establecer un orden desde el que nos podemos orientar. Que estas tres son formas creativas que luchan contra la inercia conservadora, rutinaria, de la opinión establecida. El concepto es una manera de construir lo real, de entender lo real. No es una proposición ni se elabora como elemento de ella. Es una posición delante del mundo, una manera de darle sentido. Pero sentido no quiere decir finalidad, quiere decir en todo cao valor, en el sentido niezscheano. Está claro que Nietzsche y Spinoza son las dos grandes

referencias de Deleuze. Pero ojo, referencia no quiere decir guía. Deleuze, como formuló con mucha precisión su amigo Foucault, lo que hace es transformar, casi destruir, a sus maestros como materiales para una cocción propia. El concepto es singular desde el punto de vista que señala una manera diferente de entender las cosas. Entender la filosofía como un discurso es un error, nos dice. Porque un discurso es un encadenamiento de proposiciones, cada una de las cuales es verdadera o falsa, y cuya referencia es el estado de las cosas. Esto es la ciencia, no la filosofía. Bueno, quizás podríamos mantener, en contra de lo que dice, la expresión discurso. ¿ cómo llamarlo sino ? Aunque sea un encadenamiento de conceptos conectados entre sí, no de proposiciones. Hay aquí una propuesta muy sugerente que permite muchos desarrollos ( también críticos). Lo dejo aquí. Consideremos entonces que el filósofo genera intuitivamente un plano de inmanencia, una posición, desde la que elabora conceptos interesantes que permiten dar un sentido a lo real. Pero la filosofía no puede ser incompatible con la ciencia, porque esta nos describe el estado de las cosas. No lo hace con conceptos sino con funciones. Establece variables a partir de las cuales construye un modelo para contrastar con lo real. Pero hay que señalar que aquí se refiere Deleuze a las ciencias físico-naturales, matematizadas al máximo. Cuando intentamos presentar a la filosofía como proposiciones sobre el estado de las cosas es cuando fallamos, porque entonces podemos reducir la filosofía, como máximo, a un conjunto de opiniones más o menos verdaderas.

Pero se me abren aquí dos interrogantes: uno referido al psicoanálisis y otro a las ciencias sociales. Para mí el psicoanálisis es algo serio, aunque polémico, sin duda. No comparto las posiciones de Deleuze y Guatari expresadas en el Anti-Edipo. Pienso que el psicoanálisis tiene un estatuto particular, que no es el de la ciencia ni el de la filosofía. Con el planteamiento de Deleuze queda recluido a la ideología. Pero mucho más grave me parece el lugar donde quedan las ciencias sociales. Personalmente me parece que la mejor propuesta es la de una ciencia social unificada, en el sentido de Immanuel Wallerstein. Integrar la sociología ( en un sentido amplio, que incluiría la antropología, la político y la economía ) y la historia, conectar el presente con el pasado. El tema es mucho más complejo pero en todo caso las ciencias sociales quedarían fuera del planteamiento de Deleuze.

Punto y aparte merece el desarrollo que corresponde al arte. Me parece magnífica. Deleuze está plenamente inspirado en su análisis, en sus ejemplos, en sus matices. La idea es que el arte es un bloque de sensaciones producido por afectos que vienen de aquellos. Los perceptos se construyen con el material de las percepciones, pero no son percpeciones. Lo que hace es construir universos posibles frente a los universos actuales de la ciencia. No me queda muy claro lo que quiere decir cuando afirma que los mundos de los que habla la filosofía son los virtuales.

Hay también comentarios más puntuales muy incisivos. Como cuando dice que lo único que ha universalizado el capitalismo son los mercados. Que los derechos humanos son sólo un axioma, que coexiste con la «vergüenza de ser hombre» de la que hablaba Primo Levi. Pero esta «vergüenza de ser hombre» no sólo se corresponde con las situaciones extremas como las de un campo de exterminio sino también con la insignificancia del hombre moderno ( aquí vuelvo a acordarme de Castoriadis y del «último hombre» de Nietzsche).

Hay por tanto muchas y múltiples ideas en la manera como Deleuze nos habla de la filosofía. Resulta bastante penoso recordar los que se refieren a él como un retórico de discurso vacío. Podrían tomarse la molestia y la paciencia de leerlo. O sin. Callar.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.