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Democracia burguesa, ley y delincuencia

Fuentes: El Rodriguista

¿Quién son los delincuentes?: Para el sistema, los delincuentes son aquellos que infringen la ley. Un significado posible seria «los delincuentes son personas que cometen delitos, es decir, que realizan acciones contrarias a lo que establece la ley y el derecho». ¿Pero, que es la ley y el derecho?, cuestión básica para definir al delincuente. […]

¿Quién son los delincuentes?: Para el sistema, los delincuentes son aquellos que infringen la ley.

Un significado posible seria «los delincuentes son personas que cometen delitos, es decir, que realizan acciones contrarias a lo que establece la ley y el derecho».

¿Pero, que es la ley y el derecho?, cuestión básica para definir al delincuente. Para algunos juristas «la ley es una «norma dictada por una autoridad pública que a todos ordena, prohíbe o permite, y a la cual todos deben obediencia».», además «un Estado de derecho es un modelo de orden para el país, este se rige por un sistema de leyes escritas e instituciones ordenados en torno a una constitución«.

Se habla de Estado de Derecho, lo que implicaría, según el sistema, que todos somos iguales ante la ley. Ley que sería neutral, imparcial, que además supone que las estructuras que defienden e imponen esas leyes, el propio Estado, sería también neutral e imparcial y velaría por el «bien Común».

Es fantasioso pensar que todos tenemos los mismos derechos y somos iguales en derecho. Es una ilusión, pensar en Chile, que usted o yo, somos iguales en derecho a Luksic, Angelinni, Matte, Bachelet, Piñera o cualquiera que pertenezca a la élite del poder.

El sistema educa (disciplina) a la población para que se respeten las leyes y las instituciones que la representan, educación «cívica» le llaman, y sí esas leyes no se acatan, el sistema usa la violencia, para obligar a dicho respeto o subordinación. Para el uso de la violencia, el Estado se reserva el monopolio de las armas y el uso «legitimo» de la violencia. La ecuación calza perfecta, el sistema disciplina a través de la educación y las normas, y si a alguien no le gusta y no acata, usa la «legitima» fuerza.

Hay un uso correcto de la violencia y un uso incorrecto de la violencia. Lo que dirime la violencia «buena» de la «mala»… es la ley.

Este relato fantasioso, tiene que tener dos condiciones básicas para que funcione en la vida real, para que se vuelva «material»: la confianza y el miedo de la población. Confianza en la ley, porque es justa y le creemos a los que la implementan y por otro lado el miedo, porque sino acato seré castigado.

Todo el relato del sistema, de la democracia que en el caso de Chile es la democracia burguesa, para sostener la neutralidad de la ley y del Estado, en un supuesto acuerdo social imaginario, que dio origen a la principal ley de todas, la Constitución y con ello todo el cuerpo legal del país. Pero en Chile, la Constitución de 1980 la impusieron Pinochet y Jaime Guzmán sobre los cuerpos de miles de chilenos y chilenas, torturados y asesinados, y los cambios que en la democracia burguesa se han hecho, son los que permite ese mismo cuerpo legal lleno de sangre y saqueo.

Pero repetimos, se nos insiste en que el delincuente es aquel que infringe la ley, no el que creó ese cuerpo legal.

Como si esto fuera poco, el sistema focaliza mediáticamente en los pobres los infractores de la ley. Hay un constructo social desde los medios de comunicación, con el apoyo de las «ciencias» sociales para hacer creer a buena parte de la población que los pobres son los delincuentes.

Solo para nombrar casos recientes, si la ley la infringe Sebastián Piñera en el Banco de Talca; o el hijo de ex senador Carlos Larraín en un accidente de tránsito; o Sebastián Dávalos hijo de la ex presidenta Bachelet en el caso «Caval» (Banco de Chile); o Iván Moreira senador de la República por boletas truchas; o los generales del Ejército por fraude al fisco en el caso turismo militar; o los ejecutivos de CMPC por la colusión del papel higiénico; o el caso «La Polar»; o el caso «Cascadas» (Soquimich); o la «Colusión de Pollos» (Cencosud); o….. un largo etc. La prensa y el sentido común del chileno no asocian a los responsables como delincuentes.

¿Esto porque?

Porque, existe una invención mediática, un imaginario creado desde la élite de poder, para asociar la delincuencia al «bajo mundo».

El día que el Papa Francisco visitó el Centro Penitenciario Femenino de San Joaquín; su capellana, la Hmna. Nelly León (59), que lleva 19 años trabajando en el acompañamiento de personas privadas de libertad, dijo una de las frases que más marcó su visita a nuestro país y que hasta sacó aplausos en el extranjero:

«Querido Papa Francisco somos un poco más de 400 mujeres, pero hoy estas mujeres representan aquí junto a usted los casi 50 mil hombres y mujeres pobres y vulnerables privados de libertad. Digo pobres, Santo Padre, porque lamentablemente en Chile se encarcela la pobreza».

En una entrevista a un portal, también dice «son de Puente Alto, La Pintana, La Victoria, La Legua. Esa es la gente que está presa y esos son los cordones de pobreza que tenemos en Chile. En la cárcel están los más pobres entre los pobres», y cuenta Nelly, haciendo énfasis también en que, por otro lado, «en Chile no se encarcela a los ricos, porque pueden costear abogados, pagar fianzas y lograr acuerdos monetarios para cumplir sus condenas en libertad vigilada y no tras las rejas, como los empresarios de La Polar, por ejemplo».

Estos y muchos otros ejemplos muestran y demuestran que no somos iguales ante la ley, por razones muy simples y brutales: la ley la hacen los poderosos a su pinta, favorece a los que dirigen el país, a los que tienen el poder, principalmente el económico y por otro lado la ley se puede adecuar a los que tienen los medios para comprarla.

El sistema cuenta con un gran aliado para sus mentiras, los medios de comunicación, que están en manos monopólicas de los principales grupos económicos del país.

La investigadora del Centro de Estudios de Seguridad Ciudadana de la Universidad de Chile, Alejandra Mohor, dice que las coberturas de los medios de comunicación a los temas vinculados con la delincuencia han creado una gran sensación de inseguridad en la ciudadanía y también influyen en la estigmatización de ciertos sectores de la sociedad, para la académica a pesar de que Chile tiene un índice de delitos más bajos que otros países de la región, la sensación de inseguridad es alta, algo que se vincula directamente con la información que entregan los medios.

Alejandra Mohor también reflexiona sobre la presentación que hace la televisión de diversos actores sociales, donde se suele estigmatizar a las clases sociales más bajas vinculándolas siempre con la ocurrencia de delitos, esto, según la experta ha ocasionado que la gente pierda la empatía con otros ciudadanos, y que ni siquiera tenga la intención de ayudar a otros cuando ocurre algún hecho que amerite relacionarse sin conocerse.

Llego la hora, que desde el mundo popular, y también desde el mundo anticapitalista, definamos, que es delincuencia para nosotros, esa definición no debe ser con el parámetro de la actual ley burguesa, esa definición es en función de lo que en algún momento se convertirá en ley, la ley de de los trabajadores, del pueblo. Pero esa futura ley, hoy se puede convertir en una norma social, de lo que estamos dispuestos avalar y lo que no. Que nos parece justo y lo que no para el hoy. Traer el deber ser, al hoy, a las costumbres cotidianas. Como en la práctica lo hacen, comunidades de pueblos originarios, o espacios sociales múltiples en resistencia al sistema, que tienen sus propios códigos y maneras de entender la vida.

Entonces está claro que la delincuencia para nosotros, no es quien infringe la ley, sobre todas aquellas impuestas a sangre y fuego como las actuales, para nosotros los delincuentes son aquellos que le roban, abusan o dañan al pueblo, a la gente común y corriente. Es decir debería ser considerados como delincuentes la mayoría de los empresarios, los banqueros, los dueños de las AFPs e Isapres, los coludidos para encarecer el costo de la vida, los que trafican con la vida y dignidad de las personas, casi toda la casta política, los corruptos, los narcotraficantes, los usureros, casi toda la policía y los milicos que abusan del pueblo y están coludidos con verdaderas mafias de todo tipo, los que dañan a la madre tierra, los abusadores de los débiles y muchos otros que se hacen pasar por gente decente. Dentro de la delincuencia también están aquellos, que desde el mismo pueblo, le roban o abusan de sus vecinos o su clase, con los cuales se tienen que tener normas sociales claras y duras.

La delincuencia debe ser castigada y la forma de hacerlo es la justicia popular, justicia que tiene que ser pensada desde las mismas comunidades, poblaciones, centros laborales o lugares de convivencia. Justicia que tiene que ser humanista, pero firme y drástica.

Para esto tiene que existir el poder popular y un poder los trabajadores. Un nuevo orden social, un orden con justicia social, donde la base social tiene que colocar las nuevas reglas del juego para todos y todas.

Porque no pensar en jueces electos por el pueblo, en policías comunales, en una nueva forma de vida y sociabilidad que ponga «orden y justicia» ante una forma de vida, la actual, que solo favorece a unos pocos, los avaros, corruptos e inhumanos.

Tenemos que construir, des-construyendo.

Frente a la «dictadura» del capital es necesaria la «dictadura» de los trabajadores y el pueblo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.