Hoy nuestro país enfrenta un problema matemático. El actual debate respecto a la modificación, o como algunos lo quieren llamar el perfeccionamiento de la ley Electoral, que busca garantizar una mínima participación de los partidos políticos que no cuenta con representación parlamentaria se asemeja más a una intrincada fórmula numérica que a la instalación de […]
Hoy nuestro país enfrenta un problema matemático. El actual debate respecto a la modificación, o como algunos lo quieren llamar el perfeccionamiento de la ley Electoral, que busca garantizar una mínima participación de los partidos políticos que no cuenta con representación parlamentaria se asemeja más a una intrincada fórmula numérica que a la instalación de más y mejor democracia.
Sin embargo, la propuesta de asegurar, por Ley, un número fijo de legisladores a los partidos que alcancen el 5% de las votaciones, se levanta como una buena salida política para ocupar un curul parlamentario pero, no asegura que las cosas cambien en el país, o que las leyes adquieran un rostro más humano ya que la actual legislación se encuentra abiertamente proclive al capital.
En este sentido, el rol de la ciudadanía y la creación de canales efectivos y reales de participación democrática no han sido temas en el debate de la clase dirigente. Hoy todos opinan respecto de la necesidad de modificar el sistema binominal pero, hasta la fecha, ningún partido político desarrolla un trabajo real de base o organización territorial y social. Por el contrario, las mediciones de opinión pública dan claras señales de esta realidad.
La última encuesta de abril de la empresa Adimark indica que el ciudadano frente a la pregunta, si aprueba o desaprueba, ¿Cómo la Concertación o la Oposición esta desarrollando su labor?, el conglomerado de gobierno sólo obtiene un 22.6% de aprobación frente a 57.8% de rechazo. En el caso de la Alianza, ésta obtiene un 18.6% de aprobación y un 60.6% de rechazo, mostrando una permanente baja en los últimos meses. En cuanto a la variable ¿Con que pacto se siente más identificado?. Adimark sostiene que continúa en aumento el porcentaje de personas que no se sienten identificado con ningún partido. En esta misma medición los chilenos que se declaran independientes o sin partidos aumenta en 4% llegando a 52% mientras que el Juntos Podemos crece y se ubica en 13% y, los grandes bloques como la Concertación (20%) y la Alianza (15%) manifiesta una constante caída.
A mi juicio, el debate estadístico respecto del binominal solo se sostiene en el egoísmo del «establishment político» que busca asegurar que los actuales legisladores no vean peligrar su cargo, que en muchos casos lo ejercen por 16 años y, de este modo, asegurar una mínima participación legislativa que les quite el concepto de extraparlamentario a quienes están fuera del actual sistema.
Pero, ¿qué pasa con temas como la inscripción automática y el voto voluntario?, ¿Existe voluntad de avanzar en conceptos como democracia participativa, no sólo a nivel legislativo sino también en el ámbito de los gobiernos locales?. Respecto de la primera, sin duda será tema de debate mediático pero quedará reducido a este espacio ya que las coaliciones Concertacionistas y Aliancistas no estarán disponibles para legislar es esta materia por que al momento de crecer el universo electoral en un millón y medio de personas más, nada asegura que los actuales porcentajes se mantengan. En cuanto a la segunda pregunta, ésta seguirá sin respuesta ya que no es tema de la actual agenda de los partidos políticos pues solo busca crear nuevos cargos parlamentarios. El tema de profundizar la democracia sigue como asignatura pendiente.
Terminar con la exclusión debe ser enfrentado no sólo como un problema numérico que permita asegurar por secretaría un piso mínimo de legisladores. La solución para acabar con este sistema electoral antidemocrático pasa por fortalecer la organización social pero de manera real. No importan los nombres de las estructuras sino el número de personas que se movilizan en torno a reivindicaciones o de interés. No hay que olvidar el potente ejemplo de organización que nos dio el Frente Amplio en Uruguay cuando ganó el gobierno por primera vez. Fue el pueblo y sus organizaciones de bases que rompieron con su voto el sistema binominal. Otro ejemplo, lo acaba de dar Paraguay hace poco tiempo, donde el ex sacerdote Fernando Lugo, quien con su movimiento social y político logra vencer a un partido que llevaba más de 40 años en el poder.
Es por eso, que a la luz de las próximas elecciones municipales de octubre se presentan como una oportunidad histórica para romper cualquier forma de exclusión, sea esta legal, ideológica o de participación. Los posibles enroques y pactos por omisión traerán más de una sorpresa y es muy probable que los porcentajes de alcaldes y concejales sean muy distintos a los actuales. Pero no hay que perder el norte que es el bien común del país. Para algunos los pactos de omisión serán legítimos y necesarios aunque sus momentáneos aliados se ubiquen al otro lado de su ideología y principios. A la vez, calificarán a los otros pactos como traicioneros y malignos porque perjudicará su opción de llegar al poder.
Es por estas razones que adquiere fuerza la idea que la democracia comienza en uno mismo cuando el individuo social se abre a la tolerancia y al debate de ideas, para luego buscar en las diferencias la unión que permita avanzar en la construcción de una democracia participativa, incluyente, diversa, solidaria y por sobretodo justa. Para acabar con el actual sistema binominal se debe colocar como piso base del debate más y mejor democracia con, por y para la gente, y luego, si sobra tiempo ponerse de acuerdo en cuantos cargos me corresponden tener.
Roberto Portilla es periodista y Editor General de Crónica Digital