Fuera de los ámbitos académicos y a un siglo de esta epopeya revolucionaria, sigue siendo muy poco lo que se conoce sobre la misma y menos sobre una de sus figuras centrales, Deodoro Roca. Fue en junio de 1918 cuando un aliento de juventud brotó de la tierra y que con su viento de cambio […]
Fuera de los ámbitos académicos y a un siglo de esta epopeya revolucionaria, sigue siendo muy poco lo que se conoce sobre la misma y menos sobre una de sus figuras centrales, Deodoro Roca.
Fue en junio de 1918 cuando un aliento de juventud brotó de la tierra y que con su viento de cambio venía a arrasar con todos los privilegios y la mediocridad de las cúpulas universitarias de la época.
El movimiento reformista por su profundidad, implicancias y extensión fue un evento de mayor transcendencia que el Mayo Francés, aunque el tiempo y los hombres hayan socavado su legado, dejando en pié solamente la cáscara formal institucional, pero poco de su esencia rebelde y transformadora.
«Apenas se escucha la voz de uno que otro maestro», diría Deodoro, más en estos días en que los herederos del reformismo se han pasado al bando monárquico de la burocracia neoliberal al asalto del Estado.
Seguramente Ud. seguirá con la duda de quién fue, Roca, uno de los grandes soslayados de la historia oficial argentina.
Deodoro Roca (1890-1942), buen cordobés, (como a él le gustaba adjetivarse) fue, producto de su rebeldía y gran sensibilidad social, el más esclarecido ideólogo de la Reforma Universitaria de 1918.
Su estatura intelectual y compromiso, parieron el célebre «Manifiesto Liminar» de la Reforma, que expone el «derecho sagrado a la insurrección», y que al comienzo dice: «Hombres de una República libre, acabamos de romper la última cadena que, en pleno siglo XX, nos ataba a la antigua dominación monárquica y monástica. Hemos resuelto llamar a todas las cosas por el nombre que tienen. Desde hoy contamos para el país una vergüenza menos y una libertad más Los dolores que quedan son las libertades que faltan. Creemos no equivocarnos,…: estamos pisando sobre una revolución, estamos viviendo una hora americana». Y efectivamente lo era. Fue en la historia, la última revolución de las ideas amasada en nuestro país.
No es casual tanto olvido, los molinos de viento contra los que batallaba eran demasiado poderosos para permitir que su ejemplo y sus ideas echaran raíces y crecieran fuertes y los «malos pensamientos» se diseminaran por todo el campo nacional y popular argentino, exportando la revolución universitaria a todos los aspectos de la realidad nacional.
Hoy en general, las universidades, acordes con los nuevos tiempos y las viejas ideas, han vuelto a ser el refugio de aquellos pocos que han saltado a los escasos botes salvavidas de la debacle económica y que son los más férreos defensores de la dependencia cultural e intelectual, aliada al poder financiero internacional.
Del templo del saber devienen al templo de los negocios, si son privadas y clasistas mejor, en las cuales la pedantería, las formalidades banales y las relaciones sociales son el trampolín para las aventuras empresariales o institucionales.
Más que cualquier cosa que pueda expresar en torno a Roca, lo mejor es reproducir sus escritos, donde temas como el poder de la prensa, lo tienen como un esclarecido, que siguen conservando toda la actualidad y vitalidad con que fueron redactados.
En el editorial del periódico: «FLECHA, por la paz y la libertad de América», del 22 de Noviembre de 1935, decía: «No tenemos armas para más largo alcance. Sólo la ‘Gran Prensa» dispone de ellas. Pero le sirven (más aún mientras más poderosas las hace el crecimiento técnico) para una especie de ‘Paz Armada’ del pensamiento. Máquinas prodigiosas. Millones de escribas. Publicidad pasteurizada….Paz Armada del pensamiento. Eso es, a eso ha llegado con su prodigioso crecimiento técnico, la ‘Gran Prensa’. Es la proa de bastas empresas comerciales enlazadas por una monstruosa trampa. Alguna vez la máquina servirá para la liberación del hombre.»
Denunciaba, en el Primer Congreso Nacional de Estudiantes, a aquellos sectores, que como muchos de hoy, adoctrinan «en el ansia poco escrupulosa de la riqueza, en la codicia miope, en la superficialidad cargada de hombros, en el desdén por la obra desinteresada, en las direcciones del agropecuarismo cerrado o de la burocracia apacible y mediocrizante.«
Sobre la oligarquía agraria, que con denuedo defiende sus intereses el gobierno actual, decía: «Súbita transformación de la Argentina. Mucha prosperidad, mucho campo sembrado. Mucha riqueza. Sin embargo, el criollo pobre. Recorremos leguas y leguas. El campo es el mismo. Monótono y triste. Todo sembrado de maíz, de trigo, de lino. (Hoy de soja.) Todas las espigas irán a engordar el bolsillo de Bunge y Born y de Dreyfus: Pareciera que estos pueblos de la pampa sólo tienen un objeto: enriquecer a Bunge y Born y Dreyfus.» (agreguemos unas pocas empresas más), pero como se ve, nada ha cambiado desde Enero de 1936, en que se publica esta nota en «Flecha».
Por último los dejo con un pensamiento que en definitiva es una exhortación para la acción: «No nos desalentemos. Vienen días de porfiados obstáculos. Nuestros males, por otra parte, se han derivado siempre de nuestro modo poco vigoroso en afrontar la vida.»
Ricardo Luis Mascheroni, docente.
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