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Contribución al debate sobre la teoría marxista de la dependencia en el siglo XXI

Dependencia y sistema mundial: ¿convergencia o divergencia?

Fuentes: Rebelión

Introducción El presente ensayo reflexiona y debate sobre la vigencia de la teoría de la dependencia, particularmente en su vertiente marxista (TMD), en la explicación y superación del modo capitalista de producción en el siglo XXI. Al respecto, se colocan tesis centrales que se contraponen a las de quienes, como Niemeyer Almeida Filho[1], sustentan la […]

Introducción

El presente ensayo reflexiona y debate sobre la vigencia de la teoría de la dependencia, particularmente en su vertiente marxista (TMD), en la explicación y superación del modo capitalista de producción en el siglo XXI. Al respecto, se colocan tesis centrales que se contraponen a las de quienes, como Niemeyer Almeida Filho[1], sustentan la factibilidad de la fusión entre la teoría de la dependencia y la del sistema mundial porque, según este autor «, esta última «…descaracteriza la idea de la dependencia como una cualidad inmutable de algunas economías» (¿?, p. 38). Por el contrario, planteamos que la TMD contiene el potencial teórico, metodológico y analítico para desarrollarse internamente sin fusionarse necesariamente con otras corrientes de pensamiento como puede ser la teoría del sistema mundial elaborada por los braudelianos y, particularmente, por el propio I. Wallerstein.

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La teoría del sistema mundial es, sin duda, una de las más importantes corrientes teóricas del pensamiento crítico contemporáneo. Además, la más cercana a la tmd, al mismo tiempo que permite discutir y valorar su pertinencia en el siglo xxi.

Fue Theotônio Dos Santos quien, al influjo de la tendencia de los fenómenos sociales y humanos a proyectarse global y simultáneamente en varios espacios y tiempos, planteó que la actual configuración de la teoría de la dependencia se expresa en su integración-disolución en la teoría del sistema mundial. Su planteamiento es el siguiente:

Las implicaciones de la teoría de la dependencia están todavía por desarrollarse. Su evolución en dirección a una teoría del sistema mundial, buscando reinterpretar la formación y el desarrollo del capitalismo moderno dentro de esa perspectiva, es un paso adelante en este sentido (Dos Santos 2002: 52).

Por la importancia que reviste este planteamiento vale la pena, aunque de manera breve, realizar un balance de la teoría del sistema mundial y sus relaciones con la teoría de la dependencia porque, considerando las raíces de la primera, arraigadas en la perspectiva sistémica y en las concepciones de la Escuela de los Annales dirigida por Braudel (véase Aguirre, 1997 y para la Escuela de los Annales, del mismo autor, 1999), se advierte que son totalmente diferentes en sus principios y planteamientos epistemológicos, sobre todo, en lo que concierne a la tmd. En efecto, al respecto Aguirre (2003: 29) plantea que:

no es posible entender los trabajos de Wallerstein sin esa múltiple herencia braudeliana que, en primer lugar, implica la división de todos los fenómenos abordados del presente o del pasado desde una óptica intensamente histórica, que los resitúa de modo permanente dentro de los varios registros temporales de los acontecimientos, de las coyunturas y de las estructuras de la larga duración histórica, para delimitar su verdadera profundidad y sentido, y así otorgarles su real significación histórica específica…

En segundo lugar, es fácil reconocer la presencia de Braudel, y también de los primeros Annales en general, en el esfuerzo wallersteiniano permanente de resituar, una y otra vez, los problemas investigados dentro de una perspectiva globalizante o totalizante, que en su caso específico ha derivado en la reubicación de dichos temas dentro del horizonte de la ya aludida dinámica global planetaria del sistema-mundo capitalista en su conjunto…y en una línea que en este caso remonta a los trabajos de Marc Bloch junto a los del propio Fernand Braudel.

Una de las diferencias más gruesas de la teoría del World System Análysis respecto a TMD es el sobredimensionamiento que la primera le otorga al factor «mundial» por encima de los factores nacionales y locales hasta quedar estos prácticamente asfixiados en la lógica mundial:

Así, lo que este segundo perfil de la visión de Wallerstein sobre capitalismo postula es que para entender cualquier problema histórico o presente de los hombres, acontecido en cualquiera de los momentos que abarca el período de los siglos XVI a XXI, lo que hace falta es remitirlo y conectarlo de manera orgánica con esa dinámica y estructura primero semiplanetaria y luego planetaria del sistema-mundo global. Lo que quiere decir que más allá de las dinámicas y los marcos de las «sociedades», de las «naciones», de los «Estados» y hasta de las «macroregiones» y las «civilizaciones», existe también una dinámica-marco más universal del sistema-mundo como un todo, que no sólo es real y actuante, sino que influye de manera determinante en la irrupción, el curso y desenlace específico de dichos acontecimientos, situaciones y procesos que se despliegan de modo constante en su seno (Aguirre, 2003: 42).

Una consecuencia, a mi juicio equivocada, de esta forma de concebir el sistema mundial consiste en calificar sólo a ese sistema como capitalista, pero no a los países y a las regiones en tanto tales, considerados aisladamente aunque constituyan «partes» del sistema mundial. Aquí se retrocede, a mi entender, respecto a las concepciones de la economía mundial de autores marxistas como el propio Marx, Lenin o Bujarin que desde un principio establecieron la articulación dialéctica ―que no la suma― de las economías nacionales con la economía capitalista mundial.

Pese a las diferencias, algunas de forma y otras de contenido, entre el world-system análysis de Wallerstein y la TMD, obviamente, esto no quiere decir que no puedan establecerse relaciones de debate y de intercambio conceptual y hasta de resultados en el análisis contemporáneo de América Latina, por ejemplo, sobre el papel que ésta juega en el actual sistema capitalista mundial. Al contrario, hay que estimularlas para desarrollar y extender el pensamiento teórico-crítico latinoamericano.

El objetivo que se propone Wallerstein en su monumental obra en tres volúmenes (1998 y 1999), es reconstruir la historia global del capitalismo y de la modernidad desde el siglo XVI hasta la actualidad y crear una teoría correspondiente a ese proceso histórico que culminará en la teoría del sistema-mundo capitalista (Aguirre, 2003: 37).

En el primer volumen de su obra, Wallerstein (1999, Vol. 1: pp. 489-502), esboza su concepción de sistema mundial (word-system analysis) como un:

sistema social, un sistema que posee límites, estructuras, grupos, miembros, reglas de legitimación, y coherencia. Su vida resulta de las fuerzas conflictivas que lo mantienen unido por tensión y lo desgarran en la medida en que cada uno de los grupos busca eternamente remodelarlo para su beneficio. Tiene las características de un organismo, en cuanto a que tiene un tiempo de vida durante el cual sus características cambian en algunos aspectos y permanecen estables en otros (Wallerstein, 1999: p. 489).

La perspectiva del sistema mundial posee una concepción analítica ―enmarcada en la historia económica y social, más que en la perspectiva económica o cultural― que pondera los procesos sistémicos por analogía con los organismos vivos, de donde se deduce que mientras unas «partes» del sistema cambian, otras permanecen intactas. De aquí la idea de que hasta la fecha existen economías-mundo, pero no imperios-mundo donde prevalece un solo poder político; nublando de esta manera la verdadera dimensión del imperialismo liderado por Estados Unidos, en el centro del bloque imperialista global actual, que ocupa y domina todos los espacios del sistema capitalista incluyendo a la economía-mundo.

Wallerstein considera que las economías de subsistencia y los sistemas mundiales son formas del sistema social. Por su parte, los sistemas mundiales estarían constituidos básicamente por los imperios-mundo y las economías de subsistencia. Una tercera forma, «imaginaria», del sistema mundial, es el gobierno mundial socialista. Lo interesante a destacar aquí es que para el autor, después de la era modera, cuya duración aproximada es de quinientos años hasta la fecha, sólo ha existido una economía-mundo capitalista que se ha visto imposibilitada para transformarse en imperio-mundo, lo que estaría a punto de suceder con la actual «crisis de hegemonía» de Estados Unidos.

Por otro lado, la economía mundo posee tres divisiones: los Estados del centro, las áreas periféricas y, por último, las áreas de la semiperiferia.

En la obra citada de Wallerstein, (1999; 144), se lee que en el siglo xvi:

La periferia (Europa Oriental y la América española) utilizaba trabajo forzado (esclavitud y trabajo obligado en cultivos para el mercado). El centro, como veremos, utilizaba cada vez más mano de obra libre. La semiperiferia (antiguas áreas centrales en evolución hacia estructuras periféricas) desarrolló una forma intermedia, la aparcería, como una alternativa extendida.

Esta visión pareciera acercar la teoría del sistema mundial a la de la dependencia, en lo que concierne a esta división tripartita que supera a la propia teoría de la cepal que trabajó con el bipartito teorema centro-periferia.

De la siguiente proposición se pueden extraer dos resultados:

La arena externa de un siglo se convierte a menudo en la periferia -o semiperiferia- del siguiente. Pero también, por otra parte, los Estados del centro pueden convertirse en semiperiféricos y los semiperiféricos en periféricos (Wallerstein, 1999, T.1: 493).

a) En primer lugar, la tesis que me parece correcta, sostiene que de un siglo a otro la «arena externa» de la economía-mundo, los sistemas mundiales con los que esa economía mantiene relaciones comerciales y de intercambio (Wallerstein, 1999: 426 y ss.), puede convertirse en periferia o en semiperiferia de una economía-mundo.

b) En segundo lugar, se esboza una teoría de la interdependencia que resulta problemática: postula que un Estado central ― por ejemplo, Estados Unidos, Alemania, Francia o Inglaterra― puede trocarse en semiperiferia en el transcurso de un determinado periodo histórico (un siglo, dos siglos).

Hasta donde yo sé, ninguno de los países centrales históricos (España, Francia, Inglaterra, Estados Unidos) se ha convertido en periferia o semiperiferia, por lo menos hasta hoy y en la perspectiva de la TMD.[2] Lo que hay, eso sí, son diferencias estructurales entre esos países capitalistas tanto a nivel regional, como internacional: niveles diferenciados de evolución y posiciones en la jerarquía económica y geopolítica de la estructura imperialista y neoimperialista mundial. De aquí que resulte completamente ilusoria la tesis de Niemeyer (op. cit., 45) que implícitamente comparte con Cardoso y con la teoría del sistema mundial respecto a que «…existen especificidades en las estrategias nacionales que dependen de las condiciones concretas de cada uno de los países, lo que abre la posibilidad para (impulsar) una política de desarrollo que, en determinadas circunstancias de disponibilidad de recursos naturales y tamaño del mercado, venga a acortar la brecha histórica de desarrollo con las economías desarrolladas».[3]

Por el contrario, lo que se observa, por lo menos a partir de la posguerra fría, es una unión estratégica del bloque imperialista bajo comando de Estados Unidos (¿unilateralismo imperial?), que dista mucho de suscitar un panorama donde la diferenciación se resuelva en la creación de periferias o semiperiferias al interior de ese bloque ni mucho menos en la conversión de las mismas en economías desarrolladas. Más bien, la modernidad y la globalización económica y del capital financiero, desarrolladas en las dos últimas décadas, profundizaron la división internacional del trabajo y del capital en centros y supercentros, periferias, semiperiferias y microperiferias ―por ejemplo, lo que sucede con algunas autonomías políticas, territoriales y culturales como GaliciaTP[4]PT o la región vasca en el Estado español― que cada vez más se transforman y desdibujan ―como Hong Kong o Taiwán― debido a esos factores y a la crisis estructural de larga duración que prevalece hoy día en la economía capitalista mundial (Marini, 1996).

Hardt y Negri, (2002: 307) cuestionan esta concepción del sistema mundial y de la economía-mundo, pero con una visión completamente equivocada de la estructura del capitalismo, cuando dicen que esa división real en centros, periferias y semiperiferias es insuficiente para dar:

cuenta de las divisiones globales ni de la distribución de la producción, ni de la acumulación ni de las formas sociales. Mediante la descentralización de la producción y la consolidación del mercado mundial, las divisiones internacionales de las corrientes de mano de obra y de capital llegaron a fracturarse y multiplicarse hasta tal punto que ya no es posible demarcar amplias zonas geográficas como el centro y la periferia, el Norte y el Sur. En regiones geográficas tales como el cono sur de América Latina o el sudeste asiático, todos los estratos de producción, desde los más altos a los más bajos niveles de tecnología, productividad y acumulación, pueden existir simultáneamente uno junto al otro mientras un complejo mecanismo social mantiene la diferenciación y la interacción entre ellos. También en las metrópolis, el trabajo abarca todo un continuo desde las alturas a las profundidades de la producción capitalista: los talleres donde se explota a los obreros de Nueva York o París pueden rivalizar con los de Hong Kong y Manila. Aun cuando el Primer Mundo y el Tercero, el centro y la periferia, el Norte y el Sur, estuvieran realmente separados por líneas nacionales, hoy existe una clara influencia recíproca que distribuye las desigualdades y las barreras según múltiples líneas fracturadas (Hardt y Negri, 2002: 307, cursivas mías).

Porque:

la división de la esfera capitalista en centro, periferia y semiperiferia homogeneiza y eclipsa las diferencias reales que existen entre las naciones y las culturas, pero lo hace con el propósito de destacar cierta tendencia a la unidad en cuanto a las formas políticas, sociales y económicas que surgen en los largos procesos imperialistas de la supeditación formal (Negri y Hardt 2002: 306-307).

Según Hardt y Negri ya no existen diferencias de naturaleza, sino de grado, entre países imperialistas y subdesarrollados. Lo que entonces anula la dependencia e introduce la «interdependencia». Así, expresan que: «La geografía de un desarrollo desigual y las líneas de división y jerarquía ya no estarán determinadas por fronteras nacionales o internacionales estables, sino por límites infra y supranacionales» (Negri y Hardt 2002: 307).

Pero: ¿cómo se mantiene esa «clara influencia recíproca»; la interdependencia?

Los autores responden, que indirectamente, es a través de las empresas transnacionales, de los organismos hegemónicos como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional y de las políticas neoliberales que de una forma u otra impulsan todos los gobiernos dependientes en la actualidad. Evidentemente no en beneficio de la segunda parte del argumento de Hardt y Negri: la que «distribuye las desigualdades y las barreras según múltiples líneas fracturadas», sino en detrimento concreto de los países de la periferia y semiperiferia del capitalismo que siguen existiendo, independientemente de las tendencias homogeneizadoras del imperialismo en escala mundial que son muy reales y perjudiciales.

¿De qué manera, el petróleo iraquí -apropiado y saqueado por la fuerza de las armas, la represión política y la ocupación neocolonial del Estado imperialista norteamericano-, se reparte actualmente «por igual» para paliar las desigualdades sociales existentes en el pueblo estadounidense, entre los obreros automotrices de ese país y los multimillonarios especuladores, magnates de las finanzas internacionales? ¿No acaso esa «influencia» es negativa para las masas iraquíes, que se empobrecen cada día más, y de absoluto beneficio para la burguesía norteamericana y sus empresas transnacionales?

Como se desprende del párrafo anterior, los autores ignoran que esas «similitudes y diferencias», que apuntan como «evidencia» de lo insuficiente que resulta la división del mundo capitalista en centros y periferias, originó un cúmulo de discusiones, clasificaciones y tipologías ―las más de las veces imprecisas― justamente para delimitar esas diferencias y similitudes histórico-estructurales al interior de los países dependientes, y entre éstos y los capitalistas del centro. Por lo tanto, no hay novedad en ese planteamiento, sino confusión cuando afirman que en «zonas geográficas como el Cono Sur ―en Argentina que ha experimentado una de las crisis más violentas y profundas de su historia; en Uruguay, Paraguay y Brasil― ya no existe la dependencia, ni el estatus de economías periféricas, por el solo hecho de operar allí «enclaves» avanzados de tecnología, productividad y acumulación de capital (versión cercana a la teoría neoclásica).

En beneficio de la ambigüedad teórica y política, Hardt y Negri olvidan que esas no son las determinaciones de raíz del sistema capitalista, sino las relaciones sociales de producción basadas en la propiedad privada de los medios de producción y de consumo, la integración imperialista de los sistemas productivos y de trabajo, de la circulación, del intercambio y el consumo bajo el dominio del capital extranjero y de las empresas transnacionales; en América Latina, la sistemática transferencia de valor y plusvalía a los centros y el concomitante aumento de la deuda externa, que en la actualidad bordea 800 mil millones de dólares, además de la superexplotación del trabajo, la exclusión social de grandes contingentes de la población y la precariedad laboral en el universo contradictorio del mundo del trabajo.

Otro punto importante que destacó brevemente para evaluar las diferencias y rasgos comunes de la TMD con la teoría del sistema mundial, es el relativo a las ondas o ciclos largos que desempeñan un papel importante en ambas teorías.

La teoría del sistema mundial utiliza los ciclos braudelianos relativos a la larga duración que caracterizan a la estructura del sistema-mundo. Destaca, en primer lugar, la tendencia estructural de la «expansión progresiva» y la «consolidación del sistema-mundo capitalista por todo lo largo y ancho de los espacios del planeta» (Aguirre 2003: 48). En segundo lugar, se describen los ciclos hegemónicos que plantean el problema del auge y caída de los grandes imperios, desde el holandés del siglo XVII, pasando por el inglés del siglo XIX hasta el actual, el estadounidense en el siglo XX que, según Wallerstein, hoy está en «decadencia». Por último, en tercer lugar, se coloca la teoría del ciclo Kondratiev cuya magnitud supone dos fases: una (A), de ascenso, crecimiento y recuperación de 25 años de duración aproximada y, otra (B) depresiva, de caída, también de aproximadamente 25 años de duración (Aguirre, 2003: 51-54).

Es en este último punto donde existen similitudes y diferencias. Las primeras, debido a que la TMD utiliza a la teoría del ciclo de Kondratiev al igual que la teoría del sistema mundial. Las segundas, sin embargo, contienen dos interpretaciones opuestas respecto a la situación estructural del capitalismo contemporáneo. Mientras que autores como Wallerstein, Amin o Theotonio Dos Santos suponen que nos encontramos ante una ola de ascenso que se habría originado en la época de ClintonTP[5]PT, otros autores (Sotelo, Chesnais, Brenner, Beinstein o Valenzuela Feijóo (que no necesariamente dependentistas), muestran, por el contrario, una serie de indicadores de la economía capitalista actual dentro de un proceso macrohistórico de crisis, recesiones y depresiones. La primera interpretación conduce a una actitud optimista respecto al ciclo histórico de la evolución del sistema capitalista y de las luchas sociales, mientras que la segunda plantea que esas luchas y el futuro de los trabajadores se tendrán que librar en el seno de un proceso capitalista cada vez más parasitario, recesivo y con fuertes tendencias al estancamiento, la descomposición social y la guerra.

Hago una breve síntesis de lo dicho hasta aquí.

La teoría del sistema mundial proporciona elementos muy valiosos al conocimiento de la economía mundial y de los países latinoamericanos, sobre todo, con su retrospectiva histórica de los ciclos largos ―de cien o doscientos años―, así como en aportes al conocimiento del capitalismo mundial cuya división internacional del trabajo reproduce y profundiza la relación dialéctica entre centros, periferias y semiperiferias.

Pero dada su naturaleza epistemológica, esa teoría no puede de ninguna manera fundirse con la tmd. Más bien, a partir de relaciones de intercambio, de debate y de aportes al conocimiento de la fenomenología contemporánea del capitalismo entre ambas, a mi modo de ver, la teoría de la dependencia tiene que seguir su propia trayectoria cognoscitiva como una importante corriente de pensamiento teórico y crítico latinoamericano que tiene muchísimos elementos por aportar.

Conclusión

El examen anterior me permite concluir que hay alcances y limitaciones de las principales expresiones paradigmáticas del pensamiento social latinoamericano. En la actualidad las dos corrientes más importantes que prometen superar esas limitaciones son la teoría del sistema mundial y la TMD, aunque ambas marchan con sus propios medios y caminos, encontrándose en algunos espacios, pero sin fundirse. Lo deseable es que esos encuentros sean cada vez más duraderos con el fin de proseguir con objetos de estudio y objetivos comunes. En el caso de la teoría de la dependencia, tendrá que perfeccionar sus métodos y conceptos, de tal suerte que pueda levantar hipótesis sugestivas, cuya verificación empírica permita comprender la esencia de los fenómenos de todo orden que hoy determinan la realidad latinoamericana.

Referencias bibliográficas

ü Aguirre Rojas, Carlos Antonio (1997), Braudel a debate, México, JGH editores.

ü Aguirre Rojas, Carlos Antonio (1999), La Escuela de los Anales, Madrid, Montesinos.

ü Aguirre Rojas, Carlos Antonio (2003), Immanuel Wallerstein, crítica del sistema-mundo capitalista, México, ERA.

ü Almeida Filho, Niemeyer (junio de 2005: 32-50), «O debate atual sobre a dependencia», Rio de Janeiro, Revista da Sociedade Brasileira de Economia Politica no. 16.

ü Cardoso, F.H. y Serra, José (1978, pp. 9-55), «Las desventuras de la dialéctica de la dependencia», en Revista Mexicana de Sociología, año xl, vol. xl, núm. extraordinario (E), iis-unam

ü Dos Santos, Theotônio (2002), La teoría de la dependencia, balance y perspectivas, México, Plaza&Janés.

ü Hardt, Michael y Antonio Negri (2002), Imperio, Buenos Aires, Paidós.

ü Marini, Ruy Mauro (1973), Dialéctica de la dependencia, México, Era.

ü Marini, Ruy Mauro (1978: 57-106), «Las razones del neodesarrollismo» (respuesta a Fernando Enrique Cardoso y José Serra), Revista Mexicana de Sociología, Año XL/VOL. XL, Núm. Extraordinario (E), México, IIS-UNAM.

ü Marini, Ruy Mauro (1996), «Proceso y tendencias de la globalización capitalista», en Marini y Millán (coord.), La teoría social latinoamericana, tomo iv, Cuestiones contemporáneas, México, Ediciones El Caballito.

ü Martins, Carlos Eduardo (2003), Globalização, dependência e neoliberalismo na América Latina, Tesis de Doctorado en Sociología, São Paulo, Departamento de Sociología, Faculdade de Filosofia, Letras e Ciências Humanas da Universidade de São Paulo.

ü Sotelo Valencia, Adrián (2004), Desindustrialización y crisis del neoliberalismo, maquiladoras y telecomunicaciones, México, Plaza y Valdés-uom-enat.

ü Sotelo Valencia, Adrián (2005), América Latina, de crisis y paradigmas: la teoría de la dependencia en siglo XXI, coedición Editorial Plaza y Valdés- UOM, FCPyS-UNAM, México.

ü Wallerstein, Immanuel (1998), El moderno sistema mundial, Vol. 3, La segunda era de gran expansión de la economía-mundo capitalista 1730-1850, México, Siglo xxi.

ü Wallerstein, Immanuel (1999), El moderno sistema mundial, vol. 1, La agricultura capitalista y los orígenes de la economía, México, Siglo xxi, novena edición.

ü Wallerstein, Immanuel (1999), El moderno sistema mundial, vol. 2, El mercantilismo y la consolidación de la economía-mundo europea 1600-1750, México, Siglo xxi, cuarta edición.



Adrián Sotelo Valencia es sociólogo e investigador del Centro de Estudios Latinoamericanos (CELA) de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, México.

[1] Niemeyer Almeida Filho, «O debate atual sobre a dependencia», Revista da Sociedade Brasileira de Economia Politica no. 16, Rio de Janeiro, junio de 2005, pp. 32-50. El autor sostiene, aunque no demuestra fehacientemente, la pertinencia de la fusión de la teoría de la dependencia -que él llama: Aporte da Dependencia particularmente en las versiones de Theotonio Dos Santos y de Cardoso ignorando los indudables aportes de Ruy Mauro Marini-, con la teoría del sistema mundial cuestión que, en la práctica, presupone la absorción y dilución de aquélla en esta última.

[2] Lo que se tiene es el surgimiento de lo que podríamos llamar nuevas periferias surgidas después del derrumbe de la Unión Soviética y del bloque socialista en Europa. Al respecto véase mi ensayo: «Neoimperialismo, dependencia y nuevas periferias en la economía mundial» preparado para un libro en homenaje a Ruy Mauro Marini pronto a aparecer en Brasil.

[3] Hay que aclarar que no se debe confundir el evidente desarrollo capitalista en la periferia respecto a la superación de la dependencia estructural y del subdesarrollo. Son dos cuestiones distintas que merecen tratamientos diferenciados. Esta confusión fue propia de los debates de la década de los sesenta del siglo pasado, donde al lado de los impulsores de la teoría de la dependencia (Marini, Theotonio, Bambirra) que sostenían el carácter estructural y de largo plazo de la dependencia, estaban los autores del «enfoque» así bautizado por Cardoso y su escuela que vislumbraban la dependencia como «suceso coyuntural» que podía ser «superado» sin superar el modo capitalista de producción. Al respecto véase la polémica de Marini con Cardoso y José Serra; del primero, 1973 y 1978; de los segundos, 1978. En su faceta neoliberal como funcionario y presidente del Estado capitalista brasileño, Cardoso y cía. se encargó de enterrar lo poco que quedaba de «crítico» de este enfoque para entregarse de lleno a promover el neoliberalismo y profundizar la dependencia histórico-estructural en que actualmente se debate el Brasil de nuestros días.

TP[4]PT Específicamente para esta región del Estado español, véase la página WEB de la Confederación Intersindical Gallega (http://www.galizacig.com/index.html).

TP[5]PT En la óptica de la teoría del sistema mundial y del ciclo Kondratiev, por ejemplo, Martins (2003: 271) llega a plantear, sorprendentemente, que en América Latina países como México o Chile (ya) se encuentran en la fase A del ciclo ascendente Kondratiev, cuando afirma que: «O Brasil é forte candidato a impulsionar os níveis de descapitalização da região, pois México e Chile são países que já ingressam na nova fase A do Kondratiev e estão em melhor situação relativa na região, e a crise na Argentina talvez já tenha atingido seu ponto mais baixo». Tesis extremadamente polémica, pues si el autor tomara un período amplio, como el del ciclo neoliberal (1981-2001), constataría sin duda que la tasa promedio de crecimiento en América Latina, independientemente de los comportamientos de la tasa de ganancia cuyas causas se tendrían que analizar, fue de sólo 2.05%, mientras que el producto por habitante fue negativo (-0.9%) y sólo creció, en los años 90 a una tasa de 0.15% (Sotelo, 2004: 71-72). Cifras que distan mucho de ofrecer un panorama donde países como México o Chile, y mucho menos regiones como América Latina, estarían internándose en la paradisíaca fase A del ciclo Kondratiev de 25 años.