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Derechos humanos por plebiscito

Fuentes: Ctxt

El nuevo Código de familia fue aprobado con dos tercios de los votos. Tanto la oposición como los grupos fundamentalistas religiosos mostraron su rechazo.

La versión 25 del nuevo Código de las Familias fue aprobada por referendo popular en Cuba. El domingo 25 de septiembre acudieron a las urnas un 74% de los electores, incluyendo los residentes en la isla, y en el exterior sólo diplomáticos y colaboradores en misiones oficiales. 

El Sí ganó con aproximadamente dos tercios de los votos, mientras casi dos millones de cubanos votaron por el No. Luego de meses de debates en redes sociales, en las comunidades y centros de trabajo, el Código representa un paso significativo hacia la ampliación de derechos humanos.

Probablemente lo que más ha trascendido de esta nueva ley es el matrimonio igualitario y otras conquistas de la comunidad LGBTI. No obstante, el documento de 130 páginas también amplía la protección jurídica para otros grupos vulnerables.

¿Por qué es importante?

Massiel Carrasquero, socióloga y activista, indica que el nuevo Código le permitirá acceder a servicios de reproducción asistida, en su condición de mujer soltera cishetero. Anteriormente, un requisito para ello era estar casada. Esta posibilidad, junto con la gestación subrogada en la modalidad no comercial y la adopción, se extiende a las parejas del mismo sexo.

La ley reconoce, excepcionalmente, la multiparentalidad, de modo que habrá familias con más de dos padres o madres. Especialistas apuntan que la normativa recoge en letra las dinámicas que ya vienen ocurriendo en las familias cubanas.

La abogada y feminista Alina Herrera menciona como avances la eliminación del matrimonio infantil, al establecer los 18 años como edad mínima para poder casarse. (Hasta ahora, las niñas se podían casar con 14 años, y los varones con 16, si los progenitores lo autorizaban). Se amplía la protección respecto a la violencia intrafamiliar, a las personas en situación de discapacidad y los adultos mayores.

Uno de los puntos álgidos de las discusiones ha sido el cambio del término “patria potestad” –señalado por su origen patriarcal– por la de “responsabilidad parental”, que se enfoca desde los deberes hacia los menores y donde ambas figuras tienen obligaciones iguales con relación a la crianza. En un contexto donde todavía es usual “corregir” a los niños mediante golpes y gritos, esta novedad ha despertado rumores y desinformación.

Por primera vez se reconoce de forma explícita el trabajo doméstico y de cuidados, su rol económico y social; y se incluye la mediación como recurso para resolver los conflictos familiares (sin llegar a juicio). Varias de estas novedades aparecían en tratados internacionales firmados por Cuba, pero no tenían el correspondiente reflejo en la legislación nacional.

Con el viento en contra

Nada ha sido fácil en el camino del nuevo Código. Se ha encontrado la acción organizada de grupos fundamentalistas religiosos, que han promovido una campaña en defensa del “diseño original de la familia”, y han mostrado el poderío de su influencia.

La oposición política también se manifestó en contra, con el argumento de que “en dictadura no se vota” o que hay cosas más importantes y esto “puede esperar”; obviando que no se puede abogar por unos derechos humanos sí y otros no, ni priorizar los de algunas personas o grupos.

Por otro lado, algunos opinan que la campaña en los medios oficiales tampoco fue de gran ayuda, pues politiza en extremo el asunto, y asocia el Sí directamente con el apoyo al Gobierno. Ello conecta con un para nada desestimable voto de castigo, consecuencia del malestar y la precariedad que han producido las medidas económicas de los últimos dos años, entre otras razones.

“Creo que los jóvenes han sido los mayores voceros positivos del Código –comenta Grettel Escalona, filóloga de 34 años–. Nuestra generación entiende de una forma más cómoda el respeto. Sin embargo, hay una generación más vieja que le está costando aceptar, no solo el matrimonio igualitario; lo más difícil para ellos es entender que esa familia tenga derecho a tener hijos”. 

El machismo y la homofobia que habitan en la sociedad cubana tuvieron igualmente su impacto. Por demás, todo lo anterior ocurre en un momento de aplastante crisis económica, donde la gente no tiene el tiempo o la tranquilidad para pensar en mucho más que la supervivencia diaria. Según dijera el activista LGBTI Ulises Padrón Suárez, “nuestra única ventaja es tener la razón”. 

El referendo que no debió ser 

Resumido en una oración, en palabras del intelectual cubano Julio César Guanche: la dignidad no se plebiscita. Preguntarle a una mayoría si está de acuerdo o no con aprobar derechos para otros es inconstitucional, y contradice la esencia misma de los derechos humanos, que son inalienables e innegociables. “Plebiscitarlos sería abrir puertas a la autocracia, aunque parezca democracia por el hecho de provenir de la ‘soberanía popular’”, subraya Guanche.

No han faltado entonces las críticas que hablan de instrumentalización del Código y pinkwashing. De hecho, nunca desde 1959 se había recurrido a un referendo para aprobar una ley. Pero llegado este punto, las opciones eran esa o que todo siguiera igual. 

En una entrevista, la académica queer Yasmín Portales sentenciaba: “Y sí, es humillante y es desastroso que los derechos humanos se estén plebiscitando; pero si este es el camino, es el camino que hay que tomar. Porque lo otro es aceptar la derrota”.

“No creo que hubiese otro momento para que esos derechos llegaran, aun sabiendo la forma y lo lento que llegaron –dice Javier Machado, sonidista–. No creo que sea la aspiración de mucha gente seguir esperando por esos derechos”. 

¿Qué viene después? 

Alina Herrera destaca que el Código de las Familias resulta un cuerpo bien amplio, robusto. A su juicio, los próximos pasos radican en crear las estructuras jurídicas e institucionales que respondan adecuadamente al espíritu y a la letra de esta ley. 

“Al mismo tiempo, es importante que exista y se empiece a consolidar una cultura jurídica, de derechos, y política, con relación a este Código: que la gente sepa cuáles son sus derechos, a dónde tienen que acudir ante una violación o un conflicto con relación a las familias”, explica. 

Y, así mismo como la ciudadanía necesita dominar estas nuevas posibilidades, también los operadores del derecho, precisa la abogada, “porque es allí donde se cumple el Código de las Familias, en la vida cotidiana”. 

“Es una ley demasiado profunda y abarcadora de una enorme cantidad de relaciones jurídicas, que llevará un largo tiempo metabolizar por las instituciones y el funcionariado cubanos”, advertía el jurista Julio Antonio Fernández Estrada. 

Para Massiel Carrasquero, lo que debe venir después de esto sería una Ley Integral de Género, donde esté contemplada la comunidad trans y se regule la equidad y la violencia de género de forma más específica. 

El país que somos 

Crisis parece una palabra corta. Se entiende mejor al saber que en Cuba hay apagones de horas, faltan los medicamentos y la comida, la inflación crece por día y la moneda nacional cada vez vale menos. Alrededor de 200.000 cubanos han llegado a los Estados Unidos en los últimos meses; una masa humana que ya representa el mayo éxodo de nuestra historia. Cientos de personas siguen presas por las protestas del 11 de julio de 2021, y algunos enfrentan condenas de hasta 20 o 30 años.

Y en medio de todo eso, llega esta ley, como una promesa. “Voté Sí por mi hija que tiene tres años –afirma Grettel Escalona–, porque nuestra familia monoparental está incluida en el Código; para que ella no tenga miedo a ser quien quiera ser, para que sea feliz con la familia que desee construir”.

Hay quienes aseguran que la sociedad cubana no está preparada para una ley tan moderna, y posiblemente tengan razón. Son décadas de poca o ninguna cultura jurídica, del debate, de la diferencia. “¿Qué foto me llevo de este proceso? Bueno, que todavía tenemos una sociedad conservadora (…) y eso es preocupante”, sintetiza Herrera.

“Pero también se ha visto un despertar de la sociedad civil –dice Carrasquero–. Por el lado positivo, ha habido una articulación ciudadana que nos ha permitido hacer un frente para exigir los derechos más abiertamente”. 

Este artículo se publicó en alemán en Taz.de. 

Fuente: https://ctxt.es/es/20221001/Politica/41065/codigo-de-las-familias-cuba-latinoamerica-derechos-humanos-matrimonio-igualitario-eileen-sosin.htm