Salvo el poder, todo es ilusión Vladimir Ilich Lenin Bolivia vive una campaña electoral en la que la polémica en torno a algunos candidatos que no vienen de la militancia en organizaciones sociales o incluso con un pasado en la derecha ha sido solventada por el Vicepresidente Álvaro García Linera con una referencia a […]
Vladimir Ilich Lenin
Bolivia vive una campaña electoral en la que la polémica en torno a algunos candidatos que no vienen de la militancia en organizaciones sociales o incluso con un pasado en la derecha ha sido solventada por el Vicepresidente Álvaro García Linera con una referencia a la construcción de hegemonía y la necesidad de derrotar e incorporar al enemigo: «No olviden, siempre hay que sumar a Lenin con Gramsci, al adversario hay que derrotarlo, eso es Lenin; Gramsci, al adversario hay que incorporarlo, pero no se incorpora al adversario, en tanto adversario organizado, sino en tanto adversario derrotado.»
Con la afirmación de que al enemigo hay que derrotarlo no podemos estar más de acuerdo, y de hecho esa es la fase que se da en Bolivia entre los años 2008 y 2009, donde el enemigo encarnado en la derecha fascista y racista desplegada desde la Media Luna en el oriente del país sufrió una derrota política y militar que culmina con la aprobación del referéndum constitucional en enero 2009 y la desarticulación de un comando terrorista de mercenarios de Europa del Este en el operativo del Hotel Las Américas en abril de ese mismo año en Santa Cruz.
Por lo tanto con un enemigo derrotado y que no se rearticulará de nuevo hasta la segunda mitad del próximo periodo 2015-2019, el debate se sitúa en torno a la construcción de hegemonía y la consolidación de un sentido común de época en Bolivia a partir del nuevo bloque histórico cristalizado en el movimiento indígena originario campesino.
La hegemonía vista desde Lenin
Aunque ya lo utilizaban los antiguos griegos (eghemonia) para designar la conducción suprema de su ejército, el concepto de hegemonía (gegemoniya) fue una de las consignas que la socialdemocracia rusa colocó en el centro del tablero político entre los años 1908 y 1917. El propio Lenin consideraba que la hegemonía era el liderazgo de la clase obrera en un frente más amplio que abarcara varias clases sociales, contraponiéndola a una fase más corporativa o gremial. Frente a las propuestas mencheviques de que la hegemonía del proletariado era algo obsoleto, Lenin argumentaba: «Predicar a los obreros que lo que necesitan «no es la hegemonía, sino un partido de clase» significa traicionar la causa del proletariado en favor de los liberales; significa predicar que la política obrera socialdemócrata debe ser reemplazada por una política obrera liberal. Renunciar a la idea de hegemonía es la forma más cruda de reformismo en el movimiento socialdemócrata ruso».
Pero Lenin además de revolucionario tenía la capacidad de buscar el acercamiento de los comunistas rusos con otros grupos socialistas, sobre todo del campesinado. En «La significación del materialismo militante» escribe en 1922: «Uno de los errores más graves y peligrosos de los comunistas es la idea de que una revolución puede ser hecha por los revolucionarios solos». Asimismo, en su Informe de la situación actual de la Conferencia de toda Rusia declaró: «Durante los períodos de auge revolucionario, cuando la fuerza del movimiento popular es grande, suele ocurrir que las masas pequeño-burguesas se inclinen por la revolución estableciéndose un «profundo abismo» entre éstas y sus dirigentes políticos». Incluso avanzando aún más en esas posiciones pragmáticas llega a afirmar en una reunión de los activistas del Partido en Moscú haciendo alusión de los rivales políticos que comienzan a acercarse a las posiciones revolucionarias que no hay que darles la espalda, y que si en su momento se escribió contra ellos descalificándoles «tenemos que volver a escribir nuestros volantes, porque la actitud de los demócratas pequeño-burgueses hacia nosotros ha cambiado. Debemos decir: bienvenidos…».
También en «La significación del materialismo militante» escribe: «Sin la alianza con los no comunistas en las más diversas esferas de la actividad no puede hablarse siquiera de una exitosa construcción comunista.» Es decir, Lenin era un ferviente defensor de sumar alianzas con otras clases y buscar aliados para consolidar la hegemonía del proceso revolucionario que era un islote en medio de un mar llamado sistema-mundo capitalista.
Lenin, en un informe político al Comité Central en marzo de 1918, lo dejaba claro: «Si no sabemos adaptarnos, si no estamos dispuestos a avanzar arrastrándonos por el fango, entonces no somos revolucionarios, sino charlatanes»; para posteriormente sentenciar: «yo propongo esto, no porque me agrade, sino porque no queda otro camino, porque la historia no ha sido suficientemente bondadosa para hacer que la revolución madure en todas partes simultáneamente.»
Con estos retazos podemos concluir que ya la formula derrotar e incorporar ya la podemos encontrar completa en Lenin, que de hecho en «El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo» de 1920 dejó escrito: «Los demócratas pequeño-burgueses (…) vacilan inevitablemente entre la burguesía y el proletariado, (…) entre el reformismo y el espíritu revolucionario. (…). La táctica acertada de los comunistas debe consistir en utilizar estas vacilaciones, en no ignorarlas; para utilizarlas hay que hacer concesiones a los elementos que se inclinan hacia el proletariado (…) además de luchar contra quienes se inclinan hacia la burguesía.»
Aunque también Vladimir Ilich Ulianov nos dejaba la advertencia de que hay sumas que restan en «Un acuerdo de lucha para la insurrección»1 cuando advertía que las revoluciones nos dejan: «demasiados ejemplos del enorme daño que causan los experimentos precipitados e inmaduros de una ‘unidad de lucha’ en la que se pegan con cola los elementos más heterogéneos para formar comités del pueblo revolucionario con lo cual sólo se obtiene el inevitable resultado de fricciones mutuas y amargos desengaños».
Ese es Lenin, al que Lukács definía como un práctico de la teoría y un teórico de la práctica.
La hegemonía vista desde Gramsci
Pero tuvo que ser años más tarde Antonio Gramsci, secretario general del Partido Comunista Italiano, quien durante sus años de cárcel construyera una teoría más amplia y completa sobre la hegemonía, siempre eso sí a partir de las enseñanzas de Lenin, como deja claro en «El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce» donde asevera: «Todo es político, también la filosofía o las filosofías, y la única filosofía es la historia en acto, es decir la vida misma. En este sentido se puede interpretar la tesis del proletariado alemán como heredero de la filosofía clásica alemana, y se puede afirmar que la elaboración teórica y la realización de la hegemonía realizada por Ilich se ha convertido en un gran acontecimiento metafísico.»
Mientras que para Lenin la hegemonía era la primacía de la sociedad política (Estado) sobre la sociedad civil, para Gramsci era lo contrario, o más exactamente la fusión de ambas en un escenario que sumaba la coerción con la persuasión, la dominación con el liderazgo intelectual, convirtiendo en un hecho cultural la dirección política e intelectual en el que un grupo imponía, mediante el consenso, su visión del mundo, de la sociedad y del Estado a otras clases sociales. En palabras de Ernesto Laclau, que afirmaba haber llegado a Gramsci a través del peronismo2, la clase hegemónica es la que asume la función representativa de la totalidad.
Podríamos llegar a la conclusión en este caso, de que el proceso de cambio boliviano está construyendo hegemonía pues es un bloque histórico el que está posicionando su visión como la visión de todo un pueblo y de todo un país, logrando además mayorías electorales que lo ratifican y permiten seguir caminando en esa dirección.
Afortunadamente esa construcción de hegemonía que hace a lo simbólico y a lo cultural, y permite la transformación estructural de una sociedad que camina hacia el Estado Integral, que en Bolivia adopta la forma de Estado Plurinacional, no depende de pactos, alianzas ni sumas que, como advertía Lenin, a veces se convierten en restas.
Notas:
1 Tomo 9 de las Obras Completas
2 Laclau: «A través del peronismo llegué a comprender a Gramsci» http://elpais.com/diario/1983/09/06/cultura/431647210_850215.html
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