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Derrotemos la corrupción electoral

Fuentes: Rebelión

Cerradas las inscripciones para las próximas elecciones del 25 de octubre, quisiéramos expresar algunas preocupaciones sobre comportamientos que desdibujan el sentido democrático que debieran caracterizar los comicios alrededor de los cuales se define, en gran medida, el poder local y regional en nuestro país. Por todos lados aparecen denuncias sobre feria de avales para advenedizos […]

Cerradas las inscripciones para las próximas elecciones del 25 de octubre, quisiéramos expresar algunas preocupaciones sobre comportamientos que desdibujan el sentido democrático que debieran caracterizar los comicios alrededor de los cuales se define, en gran medida, el poder local y regional en nuestro país.

Por todos lados aparecen denuncias sobre feria de avales para advenedizos y connotados personajes ligados a narco-mafias y paramilitares, cuyos fuertes son el tráfico de votos e influencias, el fraude, el trasteo o trashumancia de electores y la venalidad, los compromisos con capos de la criminalidad y el clientelismo, contrastando con la exclusión de los más débiles y de los que decentemente aspiran a un cargo de elección popular.

Las campañas de las nuevas generaciones de delfines y testaferros, navegan en ríos de dineros del erario público y de negocios non sacntos, resaltando lo que ahora llaman «actuar en cuerpo ajeno», haciendo de las suyas mediante hijos, hermanos, primos, familiares, allegados y amigotes, contando con los avales de partidos y movimientos que, con pocas excepciones, más parecen redes delincuenciales al servicio de intereses personales, que para nada tienen que ver con la probidad que requiere la representación popular, en momentos en que el país aspira a transitar hacia un escenario de paz y de plena participación ciudadana.

Estudios recientes como el de la Fundación Paz y Reconciliación, entre varios otros indican, por ejemplo, que en unos 19 departamentos observados hay al menos 140 candidatos a Alcaldías y Gobernaciones que estarían vinculados a organizaciones criminales, o cometiendo delitos electorales con el objetivo de ganar las elecciones, con el agravante de que el 90% de ellos cuentan con avales de partidos tradicionales y con la herencia de estructuras criminalizadas de la parapolítica.

No obstante lo anterior, esta es una hora en que la dirigencia política más comprometida con los intereses de las mayorías, tiene en sus manos un horizonte de posibilidades que nace del anhelo de paz que envuelve a Colombia. Muchas reservas de dignidad y de democracia, decimos con certeza, existen en todos los rincones de nuestro país, para asumir con responsabilidad exigencias de honestidad y compromiso con la sociedad, de tal manera que el ejercicio de la política se convierta en la conjugación de un servicio público honroso en favor de las comunidades.

La realidad de descomposición institucional y de crisis del régimen, plantea retos que no pueden responderse con indiferencia y resignación. Es apremiante luchar por cambios en el sistema electoral y de actuar presentando propuestas innovadoras que recojan el sentir de los excluidos, llenando con audacia cada espacio de la vida nacional. Es momento de dejar rezagados con sus costalados de promesas y de demagogia a los politiqueros corruptos, asumiendo el compromiso del trabajo por la justicia social y la normalización de la vida nacional, de tal manera que se genere la confianza que permita la conversión de la guerrilla en movimiento político alternativo, que pueda poner en alto la voz de los desposeídos, sin que ello jamás vuelva a implicar represión, persecución y muerte, porque el uso de las armas en política ha sido puesto de lado por todos los actores del conflicto.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.