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Des-hacer el poder

Fuentes: Rebelión

“La Socialdemocracia, si bien tiene aún, su base social, en gran parte, en el proletariado, por lo que respecta a su ideología y la función política que cumple debe considerarse no como un ala derecha del movimiento obrero, sino como un ala izquierda de la burguesía y como tal debe ser desenmascarada ante las masas”.

A. Gramsci. 1926   

El 2020 nos ha deparado un escenario político, económico y social con una dinámica que vaticina grandes convulsiones y cambios en el mundo, en el continente y en Colombia en particular.

El 02 de enero la doctrina imperialista de “agresión positiva” o “guerra preventiva” despierta al mundo con el asesinato en Bagdad (Irak) del segundo hombre más importante del Gobierno Iraní Qasem Solemanei, este acontecimiento marca un punto de inflexión de las relaciones internacionales, rompiendo la  confianza en los acuerdos que establezca la comunidad internacional, teniendo en cuenta que Solemanei cae en una trampa montada por los Estados Unidos, quien viola los acuerdos establecidos con Europa, Rusia, China e Irán en torno a temas nucleares (es decir, asuntos de guerra). También se violan los acuerdos establecidos entre Irán, Rusia, China, Turquía, Irak, EEUU, entre otros, en lo relacionado a la lucha conjunta contra el grupo terrorista denominado “Estado Islámico”, ISIS o Dáesh.

Este escenario de desconfianza en la política global nos ubica en una incertidumbre que no solamente afecta la diplomacia sino también las relaciones económicas y militares entre los Estados, producto de esa nueva geopolítica son los pronunciamientos de Kim Jong-Un líder máximo de Corea del Norte, quien reta a Estados Unidos con el uso de un “arma secreta” al observar la condición belicista y guerrerista del gobierno de Donald Trump. En el mismo sentido, el mundo árabe asume como un acto de agresión el denominado “Acuerdo del Siglo” entre EEUU e Israel, donde se imponen las políticas del imperialismo norteamericano y sionista junto a las de su principal aliado, Arabia Saudita. América Latina no es ajena a la denominada “agresión positiva” por parte del gobierno de los Estados Unidos, lo que ha significado diversos golpes de Estado de “nuevo tipo” tales como los de Honduras, Paraguay, Brasil y Bolivia, al igual que los procesos de desestabilización y persecución a gobiernos alternativos y críticos a la doctrina imperial, tales como Argentina, Uruguay, Ecuador, El Salvador, México, Nicaragua y la guerra desplegada en sus diversas expresiones contra la República Bolivariana de Venezuela y la Cuba Revolucionaria.

Estas agresiones violan todos los protocolos internacionales, haciendo uso de viejas doctrinas como las que emanan del TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca) y la Carta Democrática de la OEA, desconociendo organizaciones regionales como UNASUR,  CELAC, entre otras. En este contexto el gobierno de Colombia, encabezado por Luis Carlos Sarmiento Angulo, Álvaro Uribe Vélez y el Subpresidente Duque, se somete a los dictámenes de estas políticas imperiales generando escenarios de inestabilidad regional que han colocado al borde de la guerra a Colombia y Venezuela, profundizando la guerra irregular que lleva más de cincuenta años en nuestro país, colocando como máximo producto de exportación la mixtura terrorista del narcoparamilitarismo, que se asienta en territorio venezolano principalmente en su zona de frontera.

Este “nuevo” escenario de la geopolítica imperialista global preñado por una gran desconfianza, demarca disputas regionales diversas, entre las súper potencias que rompen con la concepción del denominado mundo unipolar, que busca mantener Estados Unidos, Europa y Japón, sin embargo la emergencia de estructuras globales y regionales ponen en entredicho la doctrina del hegemón, los denominados BRICS se resisten a perecer y aunque Brasil ha quedado temporalmente fuera, Rusia, India, China y Sudáfrica avanzan en la construcción de nuevas alianzas y ante todo en la consolidación de nuevos procesos socioeconómicos y militares, situación que hace presencia en Latinoamérica con múltiples inversiones principalmente de China y el apoyo político y militar de Rusia al proceso venezolano.

Nadie en Colombia debería desconocer esta nueva realidad, muchísimo menos quienes ejercemos la docencia, es decir, quienes ayudamos a configurar las nuevas ciudadanías y debemos promover la articulación entre la  denominada política local y la global, pues hoy al mejor estilo de McLuhan estamos en una “aldea global” donde lo que ocurra en el más remoto lugar del planeta está interrelacionado por estructuras que definen el quehacer de la mayoría de la población. En este sentido, no podemos desconocer que el actual gobierno distrital de Claudia López expresa la dicotomía entre lo privado y lo público, entre una política neoliberal y una política social y humana, inmersa en un proceso convulsionado desde el pasado 21 de noviembre donde se genera el mayor número de movilizaciones continuas con la participación de millones de personas bajo el referente común de la inconformidad y rechazo al modelo neoliberal y la guerra.

Colombia para muchos “ha despertado” del letargo de más de 40 años, en que nos había sumido una guerra desarrollada por el Estado Colombiano, dirigido por diversas mafias que en su disputa han sacrificado cientos de miles de vidas generando millones de víctimas. Estas mafias expresan diversos sectores de las oligarquías y burguesías tradicionales y otras que emergen en el marco de las nuevas economías ilícitas, que al peor estilo medieval controlan grandes extensiones del territorio con ejércitos privados, de igual forma ejercen este poder con el control de la administración pública y los tres poderes del Estado, ponen presidentes, sobornan a la rama judicial y hacen elegir a verdaderos criminales como parlamentarios para hacer leyes a su medida.

No obstante en Colombia, América Latina y el Mundo, los pueblos desarrollan múltiples expresiones de resistencia primando en los últimos años las grandes movilizaciones populares, tal es el caso de las protestas que aún persisten en Irak contra la presencia imperialista norteamericana y su gobierno títere, los Chalecos Amarillos que junto a las principales Centrales Obreras de Francia logran reversar el desmonte del derecho a la pensión digna, en Chile la “generación de los Pingüinos” consolida el proceso del movimiento universitario y genera un gran levantamiento social y popular, que lleva más de dos meses continuos diciendo no más al neoliberalismo impuesto a sangre y fuego desde 1973 con la dictadura fascista de Pinochet, en Colombia la protesta social ha logrado tener un punto muy alto, aunque no ha tenido hasta el momento la conducción más adecuada de sus denominados líderes, quienes se disputan este escenario en torno a la candidatura presidencial neoliberal uribista de Sergio Fajardo con una entrada en escena inicial de Jorge Robledo y por otro lado, la Colombia Humana y su senador Gustavo Petro intenta reconducir ese proceso hacia una mayor movilización y lucha con una perspectiva reformista y progresista. Otros actores importantes son los promotores de la Paz, unos por un lado buscando la implementación de los Acuerdos firmados en La Habana y otros considerando que además del cumplimiento de los mismos, debe mantenerse el diálogo con el ELN y abrir diálogos con el EPL y las FARC-EP Nueva Marquetalia, entendiendo que esta última expresión de la lucha armada en Colombia aborda una nueva realidad y la necesidad de lograr conjuntamente la  denominada “Paz Total”, donde las expresiones armadas legales e ilegales del Estado también asuman los caminos del diálogo y la reconciliación.                                                                                                     

En este orden, Colombia está inmersa entre quienes se disputan diversas expresiones de lucha en las calles, el mundo de las confianzas y desconfianzas la práctica y los discursos ambiguos entre la vieja y la nueva política, además de quienes, como en Bogotá, llegaron a la Alcaldía levantando las banderas de una consulta de más de 11 millones de votos contra la corrupción, organizando la administración distrital y buscando capitalizar el 21N con abundantes dosis de mermelada, cooptando liderazgos, reconduciendo y frenando la lucha en las calles, legitimando de esta manera el modelo y sus políticas  regresivas y represivas, tal es el caso del desmonte del ESMAD que lo desvirtuó en el cumplimiento de unos “nuevos” viejos protocolos.

Finalmente, invitamos a todo el Magisterio Distrital y Nacional y a la sociedad colombiana en  general a profundizar la lucha y retomar las calles por verdaderas transformaciones estructurales, negando los intereses tradicionales de la concertación sindical y el viejo reformismo de ciertas izquierdas que buscan que todo cambie  para que todo siga igual. Este debe ser el año de las nuevas transformaciones y no de las grandes frutraciones, es por esto que insistimos en el llamado urgente e inaplazable a la unidad de los diversos sectores que estamos en contra del capitalismo, el neoliberalismo y su fascismo. ¡NO PASARÁN!

William Javier Díaz Ramírez, Directivo Asociación Distrital de Trabajadores y Trabajadoras de la Educación – ADE.