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Desarrollar la vía con la que el sindicalismo puede ayudar a articular una sociedad diferente

Fuentes: Naiz

Muchas veces se ha dicho que el sindicalismo está en crisis, que frente a los cambios socioeconómicos de finales del siglo XX se ha quedado atrás, que ya no sirve. Esto no es más que un análisis miope de la situación, basta con observar sectores y empresas con alta sindicalización y comparar su situación en […]

Muchas veces se ha dicho que el sindicalismo está en crisis, que frente a los cambios socioeconómicos de finales del siglo XX se ha quedado atrás, que ya no sirve. Esto no es más que un análisis miope de la situación, basta con observar sectores y empresas con alta sindicalización y comparar su situación en lo que respecta a las condiciones laborales frente a plantillas y sectores no sindicalizados.

La participación en la economía de las trabajadoras se hace en situación de desigualdad desde el primer momento ya que es el capital (la organización empresarial) la que tiene el poder de contratación: no podemos hablar del mercado de trabajo como si hablásemos de productos o servicios, ni de demanda ni de oferta sin tener en cuenta que el que dispone de los medios de producción es el que manda en esta relación. Ante este punto de partida, la primera herramienta de la que disponen las trabajadoras es la organización, la base sobre la que se fundamenta el sindicalismo; es esta herramienta la que puede ayudar a articular una sociedad diferente y estructurar la economía en torno a las necesidades de la mayoría, que es lo que son las trabajadoras, rompiendo la organización atomizada de las empresas que pretende segregarlas y enfrentarlas.

Aun así, hay que admitir que el modelo sindical (que no sindicalismo) es, muchas veces, incapaz de hacer frente a los constantes golpes del neoliberalismo, ya que el contexto actual de la lucha de clases es favorable al capital: una legislación abiertamente pro-empresa, un sistema político clientelar y dependiente en gran medida del poder económico (salvo excepciones), una cada vez mayor desmovilización y desorganización social, a la que no ha ayudado la relación entre sindicalismo y movimientos sociales.

Esta situación de debilitamiento sindical no solo se debe a cuestiones externas, sino que es también consecuencia de la propia acción sindical que deriva del modelo de sindicalismo, afectando a las estructuras de las que se dota. El modelo que actualmente está generalizado, la representación unitaria, concede un excesivo peso a la representatividad frente a la densidad sindical (implantación de los sindicatos), segregando los diferentes colectivos de trabajadoras en categorías profesionales. Esto podría ser útil en un contexto fordista de gran empresa, pleno empleo y donde miles de trabajadoras perteneciesen a una misma empresa. Sin embargo, el capitalismo ha evolucionado hacia un modelo donde las múltiples empresas, subcontratas y contratación precaria y temporal son la estructura dominante en el que este modelo demuestra sus límites.

El sindicalismo surgió en contextos mucho más hostiles como herramienta de autodefensa de trabajadoras en una situación bastante más precaria que la actual, con la que consiguieron mejoras que actualmente las empresas están poniendo constantemente en entredicho. Las organizaciones han de hacer el esfuerzo de transformar el modelo sindical ya que las representaciones unitarias conduce a que estas atiendan a los sujetos estables en la estructura empresarial, marginando doblemente a quienes ya sufren la precariedad más alta. Un ejemplo: en un mismo centro de trabajo, conviven diferentes empresas (una principal, diferentes subcontratas, personas contratadas vía ETT,…), con trabajadoras con cierta estabilidad laboral, y el resto, en precariedad. ¿Cómo puede actuar el sindicalismo? La vía unitaria plantea dificultades derivadas de la representatividad en una sola empresa ya que ¿cómo lograr que la parte más débil, la precaria, pueda defenderse, cuando está excluida del ámbito de actuación de esta? Pasa por romper el esquema de intervención sindical del modelo unitario, y buscar 1) implantación sindical más que la audiencia electoral, lo que facilita la implicación de las trabajadoras; 2) la respuesta a las problemáticas desde una perspectiva de centro de trabajo, y no solo de la empresa principal; 3) organizarse sindicalmente superando la lógica de la empresa, buscando la cohesión sindical sectorial vía centros de trabajo, dando cobertura a las capas más precarias de trabajadoras que pivotan de empresa en empresa, pero muchas de las veces trabajando en el mismo sector y hasta mismo centro de trabajo y 4) facilitar la incorporación de las precarias en la vida sindical y en las estructuras, dejando de ser un terreno dirigido a las personas con empleo estable, lo que facilitaría adoptar una visión en principio más amplia.

Desde esta perspectiva de trabajo se puede estructurar una defensa más amplia de los intereses de las trabajadoras, yendo a la mayoría, que cada vez es más precaria. Al ejemplo anterior, que engloba a la precariedad en su conjunto, podemos sumar a el de los autónomos «a la fuerza» o falsos autónomos. Esta relación empresa-trabajadora deriva de una debilidad extrema en la correlación de fuerzas de la parte laboral. Al mercantilizar la relación la empresa busca flexibilizar al máximo los costes laborales eliminando derechos básicos. Si entendemos el sindicalismo bajo los parámetros antes citados, la acción sindical debería buscar o la reinternalización de esas trabajadoras, o la creación de cooperativas entre esas trabajadoras autónomas.

Es aquí otro punto en el que el sindicalismo tiene mucho que ofrecer, más allá de defensa de derechos: la creación de alternativas económicas. Históricamente los sindicatos han creado cooperativas y la recuperación de empresas ha sido parte de su estrategia en los momentos de mayor fuerza sindical, además del control sindical de la contratación, como herramientas para hacer frente al desempleo y a las listas negras.

Esta es el reto, desarrollar la vía con la que el sindicalismo puede ayudar a articular una sociedad diferente, mejorando las condiciones de vida de las trabajadoras, pero sin perder el horizonte de quedarse en lo meramente reivindicativo: construir una alternativa en la que las trabajadoras sean las dueñas de su propio trabajo, siendo la recuperación de empresas y el cooperativismo una forma de estructurar esta vía.

Fuente: http://www.naiz.eus/iritzia/debate/un-modelo-sindical-para-el-futuro?debate_collaboration_id=5