Lo que para algunos empresarios y gobernantes fue un «impase» con Hidroituango, para las poblaciones aledañas al río Cauca es una tragedia que lleva un mes y aún no hay soluciones para los afectados ni EPM ha aclarado cuál fue el verdadero problema. Después de recorrer los municipios afectados y observar la magnitud queda la […]
Lo que para algunos empresarios y gobernantes fue un «impase» con Hidroituango, para las poblaciones aledañas al río Cauca es una tragedia que lleva un mes y aún no hay soluciones para los afectados ni EPM ha aclarado cuál fue el verdadero problema. Después de recorrer los municipios afectados y observar la magnitud queda la conclusión de que todo esto se salió de las manos y no se ha aceptado la responsabilidad, por el contrario todos los días el gerente de EPM dice que todo está bajo control. Y en ocasiones el gobernador Luis Pérez ataca o defiende la empresa.
Es necesario saber que el procurador general envió una carta al presidente de la junta directiva de EPM, Federico Gutiérrez, solicitando aclarar aspectos corporativos, técnicos y de postemergencia sobre lo que ha pasado con la represa. Le hace alrededor de 35 preguntas que debe responder en quince días, entre ellas: ¿Cuáles han sido los cambios estructurales del proyecto desde que se inició la construcción? ¿Cuáles fueron las recomendaciones de las autoridades ambientales sobre exposición al riesgo durante la construcción del proyecto? Otras sobre los túneles, la casa de máquinas, el vertedero.
Fue una gran sorpresa pasar un domingo por Puerto Valdivia y verlo totalmente vacío. Este era un corregimiento donde todos los días las cantinas tenían los equipos a todo volumen, el movimiento era constante, algunos pescadores con bagres grandes al hombro. Campesinos con botas, machete y sombrero lo adornaban. Hoy está desolado, solo algunos perros o gatos al borde de la muerte y la tristeza porque sus amos se fueron. Y fue más impactante no ver el clásico puente amarillo que atravesaba el Cauca, fue uno de los que se llevó el río.
Valdivia se encuentra totalmente detenido con las miles de personas que han llegado a cuatro albergues centrales y gran cantidad de autoalbergues, donde familias deciden acoger a otras familias afectadas y donde deben llegar las ayudas. Una de las denuncias que hacen es que nada de eso llega y les toca casi aguantar hambre. La tristeza y el desamparo rondan por las calles y los rostros de quienes lo perdieron todo, además de la libertad.
Campos de concentración
Cuando llega un periodista a alguno de los albergues la gente quiere contar su desgracia a gritos, no perder la oportunidad de ser escuchados y tal vez visibilizados, con la esperanza de que algo ayuden a resolver. Las quejas con pruebas contra EPM abruman porque es indigno el trato que les dan. Les quitan la casa y la tranquilidad.
La alimentación es uno de los grandes problemas. No les llega a tiempo, no es balanceada, tres veces al día los inunda de icopor. «Vea, en la mañana estamos desayunando huevo pero ya estamos cansados. Nos han dicho que no están para llevar caprichos». Al almuerzo pude ver un pedazo de carne, una papa cocinada y arroz.
El hacinamiento dentro de los albergues es evidente. Carpas muy juntas llenan un coliseo. Dentro de ellas se ven colchonetas, a los alrededores ropa y enseres que pudieron rescatar. En unas duermen tres personas, pero en otras del mismo tamaño, hasta nueve. Un señor es levantado del suelo por dos muchachos para sentarlo en una silla de ruedas y llevarlo al baño. Dicen que todos los días tienen que hacer ese esfuerzo que debilita más al enfermo.
La atención para discapacitados no existe. «Yo tengo un nieto discapacitado. La hija mía en este momento está con un cuadro de depresión, no come, ni nada, es muy terrible. Estamos en un segundo piso y toca bajar al niño todos los días al baño. Vinieron y anotaron lo del niño pero no nos han resuelto nada», dice una señora en medio de lágrimas.
Cuentan que hay que hacer filas hasta de una hora para entrar al baño o para lavar la ropa. «Con tanta gente no dan abasto esos baños. Cada día está más crítica la cosa». Los horarios y las visitas dentro de los albergues son restringidos. «No nos dejan salir en la noche. Aquí no pueden venir mis hijos a verme, no los dejan entrar, me toca salir a la calle a verme con ellos».
Todas las entradas están vigiladas por Policía, Ejército y Defensa Civil. Los dos primeros son los encargados de hacer los censos, entregar las ayudas, la comida, jugar con los niños, conquistar a las muchachas. Nadie ha visto a funcionarios de EPM haciendo la labor. La gente se siente en la cárcel.
«Nos tienen encerrados como animales, nada más comiendo y engañados. Ya nos dijeron que el resto de año ya no podemos habitar a Puerto Valdivia. Si no tenemos una manilla no podemos entrar, nos tienen marcados y esas manillas se caen cuando uno lava la ropa. Soy la líder del salón seis y no me iban a dejar entrar porque no tengo la manilla. Después de las nueve de la noche no nos abren la puerta. Nosotros no estamos en la cárcel, es lo que tenemos por casa».
EPM les está ofreciendo un millón cien mil pesos para que dejen los albergues y busquen una casa en arriendo. «Que busquemos las casas nosotros mismos, si son ellos los del problema. No tenemos a dónde ir. Dejamos casa, cama, perros, ropa, todo, por culpa de la represa. Nosotros necesitamos que nos reconozcan la propiedad, si nos dan un millón cien, para pagar un arriendo, alimentarnos cuatro personas, sin trabajo, eso no alcanza».
La gente habla de que les ofrecieron un millón quinientos mil pesos, es decir que se están perdiendo 400 mil.
Censura y desinformación
Cuando un grupo de periodistas alternativos quisimos entrar a los albergues para registrar la situación, nos frenaron a la entrada negando el permiso aunque lo hayamos solicitado en el Puesto de Mando Unificado (PMU). «Yo tengo que preguntar al coordinador mío a ver si los dejan ingresar», nos respondió una mujer de la Defensa Civil. Unos cinco minutos después regresó y dijo que no nos permitía la entrada. Que fuéramos al PMU.
En la tarde nos tocó ver a periodistas de CNN entrando a los albergues sin problema. «Nos dijeron que si venían personas del noticiero no podíamos hablar. Han venido RCN, Caracol y Teleantioquia y los han dejado entrar. Vienen los medios cuando el Ejército está poniendo una película a los niños, cuando están haciendo teatro o cuando llegan algunas cosas, pero no muestran las condiciones en que nos mantenemos nosotros diario».
Dentro de los albergues no los dejan tener televisor con el argumento de que pueden entrar en pánico con lo que transmiten los noticieros. «En estos días trajeron un TV, lo colocaron en un salón y se los hicieron quitar. Solicitamos uno y nos dijeron que sí pero no lo han traído. No tenemos información de ninguna clase».
Viven en la incertidumbre, con deseos de regresar a sus casas. Muchos lo han hecho sabiendo los riesgos que pueden correr. Los pueblos y veredas a orilla del río están desolados, son fantasmas que alguna vez tuvieron una historia y que solo quedará en el recuerdo de quienes la presenciaron.
Fuente original: https://prensarural.org/spip/spip.php?article23184