¿Cuáles son los términos adecuados para reseñar la reciente visita a República Dominicana del jefe del Comando Sur, almirante Alvin Holsey? Es imposible corregir las reseñas ya publicadas, pero queda pendiente la tarea de buscar las palabras adecuadas para repudiar la anunciada visita de Donald Trump en diciembre próximo, cuando tendrá lugar la mal llamada Cumbre de las Américas.
Los movimientos de mujeres deberán destacar la mal disimulada misoginia del visitante. El movimiento popular y los grupos revolucionarios deberán repudiar su política antiinmigrantes y su postura de negador de derechos… ¿Para qué continuar la enumeración cuando es preciso que todo ente consciente, sensible y respetuoso de la dignidad, lo repudie como representante de una potencia que pretende mantener su hegemonía aplicando políticas de corte fascista y como rostro visible de un poder anacrónico y criminal que crea escenarios de guerra y financia y sostiene a genocidas como Benjamín Netanyahu?
Los medios controlados por corporaciones, como lo hicieron en febrero pasado, a propósito de la visita de Marco Rubio, han encargado a sus más conocidos analistas y pseudoanalistas presentar como gran oportunidad para la colaboración regional y el desarrollo una visita de Trump, proclamando que ojalá se materialice.
Sobre la visita de Holsey, hablan de la colaboración antidrogas y de la persecución al delito y, aunque reconocen el interés en las tierras raras, niegan implícitamente la magnitud del saqueo y del despojo. Los pseudoanalistas patrioteros reproducen el manido discurso de que se trata de ayudar a Haití sacrificando a República Dominicana. Es todo un concierto de mentira y retorcimiento.
Este es el accionar de los medios tradicionales y también de los que surgieron como difusores de contenido basura, que son hijos no reconocidos de la prostitución del ejercicio. El hecho de que presidentes y presidenciables no puedan negar su apoyo a los medios basura constituye un claro indicador de que esos medios son parte de su prole. Unas veces lo niegan, otras veces lo reconocen. Tienen sobrada experiencia en moverse entre la mentira y el descaro.
EL CORO DE LOS PATRIOTEROS ENTREGUISTAS
Donald Trump es `persona non grata` y, ante una posible visita hay que preguntarle: `who desires your presence?`
Los analistas que presentan como deseable la visita son los mismos que toman la palabra para tildar de ilegal al inmigrante pobre y para calificar como criminal cualquier acto de protesta.
Viene Trump con la sombrilla de la Organización de Estados Americanos, OEA, el organismo regional que da carácter legal a la invasión y a coordinar la injerencia. Hoy es Trump, y en el pasado fue Biden, Obama… y siguiendo la cuenta hacia atrás se puede llegar a Lyndon B. Johnson. Justo en el 60 aniversario de la ocupación yanqui a Santo Domingo, una ocupación abrigada por la OEA, esa abominable anciana pretende traer aquí a Donald Trump. No es necio o tremendista repartir el paquete de repudio entre organismo y personaje.
¡Desafinado coro el de los periodistas y comentaristas obligados a emitir elogios o a disfrazar la ofensa!
Otra vez hay que citar al teórico italiano Antonio Gramsci, quien en 1931, en una de sus cartas a Tatiana Schucht dice:
“Nunca fui periodista de profesión, que vende su pluma a quien paga mejor y debe continuamente mentir, porque la mentira forma parte de sus calificaciones. Fui periodista absolutamente libre, siempre de una sola opinión, y nunca tuve que esconder mis profundas convicciones para agradar a los patrones”.
Hablar con Craig S. Faller cual si fuera dueño del mundo (año 2021, cuando vino al país siendo jefe del Comando Sur); elaborar reseñas envueltas en papel celofán sobre las visitas de la sustituta de Faller, generala Laura Richardson; saludar ahora a Hosley; presentar como afectuoso visitante a un enemigo de los pueblos como es el secretario de Estado Marco Rubio y prestarse a presentar como deseada la visita de Trump, son labores específicas que periodistas serviles realizan para complacer a sus patronos.
Es su cuota de colaboración con altos oficiales militares comprometidos con las ideas más abyectas y marcados por las más sucias prácticas, con politiqueros que buscan posicionamiento a cualquier costo, con un empresariado que ha multiplicado sus capitales a través de la sobreexplotación y la trampa y con un sistema político que la clase dominante maquilla y remienda en un intento desesperado de preservar un sistema podrido.
Es el precio que pagan por el favor de la clase dominante, el camino que deben recorrer para insertarse en ella y parte del quehacer permanente para mantener esa inserción. ¡Qué asco!
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.