Uno de los grandes elementos que reiteradamente podemos escuchar sobre el aporte del MIR al movimiento popular, a la lucha de clases y a la organización revolucionaria es el poder popular y que, desde la vivencia de Víctor Toro, es en la 26 de Enero donde se construye el primer embrión de poder popular del MIR, y se manifestó en la construcción de una nueva organización poblacional.
por Camila Araya Guzmán
Como se puede apreciar, el relato de Víctor da cuenta de cómo se van manifestando ciertas prácticas que son inicios de lo que después se denominarán experiencias o embriones de poder popular. Éstas apuntaban a la formación y entrega de capacidades de las y los pobladores para su auto organización y el fortalecimiento de su propia lucha; así lo remarca en sus propias palabras cuando dice que «Nosotros tratábamos de hacer que la gente creyera en su autonomía, en sus cualidades, en sus capacidades, en que ellos podían hacer sus cosas, que podían avanzar, aportar a la organización y al desarrollo de la lucha». Ejemplo de ello, nos cuenta, fueron la creación de guardias populares, las milicias populares, la escuela de educación popular y el establecimiento de la asamblea popular como órgano fundamental de evaluación, decisión y construcción del proyecto de lucha.
En ese ejercicio, aparece la mujer como actora principal, ya que, como dice Víctor, «la mujer era la que más sentía la lucha de los sin vivienda», por lo que se puede considerar un ejemplo del desarrollo de su autonomía en la propia organización: «ella era la que tenía la necesidad principal de la vivienda y, por lo tanto, ella, de manera autónoma, asumía la lucha y la conducción del movimiento», relata Melinka. Por esto, aunque si bien se hacía cargo de la olla común, con el mismo tesón daba la batalla en enfrentamientos con la represión policial del gobierno de Frei Montalva, ya que, agrega, «eran ellas las que estaban en el campamento más que los hombres, y asumían esa lucha como propias (…), generalmente ellas eran las que se hacían cargo de la defensa del campamento, encabezaban las marchas con sus banderas, sus carteles, sus reivindicaciones y sus escritos».
De esta manera, todo lo anterior va contribuyendo a que el Campamento 26 de Enero, de La Bandera, llegara a ser un ejercicio de construcción «de una organización mucho más amplia y más preclara respecto de cómo hacer las cosas en la toma», relata el Jefe del campamento. Allí, lo más bello fue que todas estas formas de organización autónomas, que buscaban resolver, de alguna u otra manera, las necesidades materiales de las y los pobladores, se fueron «transformando en pequeño poder: era el futuro poder popular que se fue desarrollando de manera autónoma en la 26 de enero, y toda la gente respetaba su organización, la defendía, permitiendo el engrandecimiento del campamento, y fue ahí donde el MIR dio un ejemplo de que se podía ganar esa lucha, y Salvador Allende construyó las casas que pedíamos: sólidas, con escuelas y una clínica de construcción sólida». Tan importante fue la influencia del MIR, que los compañeros que fueron parte de esa lucha se ganaron la admiración de las y los pobladores del campamento. En ese sentido, Víctor dice que,
«La gente respetaba y apreciaba a todos quienes conquistaron estas viviendas. Y hasta ahora yo recibo mensajes y cartas de compañeras y compañeros, de hijas o hijos de compañeras que son de mi edad, y que las hijas hablan con orgullo, con honor, hasta lloran y me hacen llorar a mí, porque quiere decir que gracias a la lucha que nosotros dimos ahí, gracias a la forma de organización que desarrollamos, como la idea de un poder comunitario, un poder popular sencillo, reflejaban a organizaciones autónomas, donde se auto decidían las cosas en la asamblea popular; y mantuvieron su organización aún después que ellos conquistaron su vivienda: mantuvieron su milicia, mantuvieron su escuela, incluso tuvieron muchos debates después, y muchas luchas por la forma deficiente en que atendían las clínicas que les instaló el Estado, el gobierno, y lograron reivindicaciones aún después que ellos conquistaron las viviendas».
Toda esta experiencia del trabajo poblacional y popular del MIR, que según el relato de Melinka se inicia con la toma del Parque Subercaseaux y la de la Santa Adriana, marcan todo un proceso de aprendizaje «que llevó a desarrollar tomas muy importantes a nivel nacional, como la Lenin en Concepción, la Luciano Cruz en Coronel, la Huentelaf en Lautaro, y también para el norte, en Copiapó, La Serena, donde yo fui a trabajar».
El paso al Comité Central del MIR y su relación con las dirigencias
Como nos ha comentado Melinka, su participación en la fundación del MIR fue a partir de su inserción territorial desde el Partido Socialista Popular, el cual tenía una fuerte influencia de carácter trotskista, tendencia también hegemónica durante los primeros años del MIR, hasta el III Congreso de 1967, en que Miguel Enríquez asume el rol de Secretario General.
Así entonces, varios compañeros de Víctor se comienzan a marginar. Reconoce que él no fue atraído por la crítica que su sector levantó, así que siguió apoyando la construcción del partido revolucionario, ya que además comenzó a asumir mayores compromisos: «Me fui transformando en miembro del Comité Regional en Santiago, encargado del movimiento de masas, donde muchas veces era invitado al Comité Central, no siendo del Comité Central».
Sobre este contexto, en que el MIR se va desarrollando, Víctor Toro afirma que fue Miguel Enríquez quien lo propuso al Comité Central y que, tanto por unanimidad del Comité Regional Santiago como del Comité Central (en que estaban Luciano Cruz, Bautista van Schouwen, Edgardo Enríquez, e incluso el viejo secretario general Enrique Sepúlveda, que se margina del Comité Central, pero no yéndose de inmediato, sostiene), dio el pase para su incorporación en esa instancia de dirección.
La explicación que Toro da a este contexto, con la marginación del ex Secretario General, es que «el ritmo del activismo que imponíamos los jóvenes, era muy fuerte, muy radical en todos los sentidos. Entonces se requería mucha inteligencia, audacia, mucha decisión, mucha participación, tanto para tomar decisiones como para implementar políticas revolucionarias, en un momento en que había un auge enorme de la lucha popular, de la lucha de clase, con grandes movilizaciones, y las tomas de terreno ya no eran las siete del MIR de Santiago, sino que eran 40 tomas de terreno a nivel nacional, donde lográbamos movilizar gran cantidad de gente a nivel nacional». En cuanto a la política que se estaba desarrollando en pos de hacer crecer la lucha de los sin casa, de los desempleados, de las mujeres, es decir, de las y los trabajadores, el ex dirigente poblacional la considera como una política certera, y que hizo síntesis con lo que Miguel Enríquez «llegó a llamar los pobres del campo y la ciudad». Así, todas las reivindicaciones levantadas por las y los pobladores «hábilmente, Miguel Enríquez las integró a su análisis, y fueron parte de discursos, para definir la importancia de lo que eran los pobres del campo y los pobres de la ciudad» reafirma Melinka.
Además, aprovecha de reflexionar que uno de los grandes aportes del MIR al movimiento de masas fue precisamente,
«La organización de las poblaciones y las pequeñas iniciativas sobre poder territorial. Esta forma de organización, junto a sus respectivos ideales, son los que atrajeron tanta militancia de este sector de la sociedad chilena al Movimiento de Izquierda Revolucionaria, y que yo creo que tiene la misma simpatía hasta hoy, aunque no existamos como una organización potente ahora, de todas maneras hay muchos sectores, incluso jóvenes, que le atrae la lucha de los llamados pobres del campo y la ciudad, y especialmente los de las poblaciones, porque hoy sigue estando planteado el problema de la lucha de la vivienda».
Estas experiencias brindaron niveles de conciencia a quienes eran parte de dichas luchas, lo cual se manifiesta en los nombres que adquirieron los distintos campamentos del MIR. Así lo afirma Víctor Toro cuando dice que «todos esos campamentos que ellos construyeron y que, por iniciativa propia, le pusieron Lautaro, le pusieron Che Guevara, el MIR no necesitaba ponerle nombre, porque ya las masas habían adquirido ciertos niveles de conciencia, algún nivel de educación política que habíamos desarrollado con ellos. Y cabe destacar que eran iniciativas provenientes de las organizaciones que las mujeres habían construido en todos los campamentos, de manera independiente y autónoma de la organización general que se tenía en el campamento».
En relación a la historia específica del MIR, Víctor Toro ve este proceso como un aporte importantísimo que las y los pobladores militantes hicieron al diseño de la política poblacional, es decir, permitió ir vislumbrando los pasos que había que dar antes de realizar una toma. Las tomas no se podían realizar a tontas y a locas, debían tener una «preparación en todas las direcciones antes» afirma, ya que «lanzar una toma por la sola necesidad de resolver el problema de la vivienda, lo más probable es que a futuro tenga grandes problemas» (como, por ejemplo, delincuencia, tráfico, violencia, entre otros).
En este contexto, el grado de profesionalización y compromiso en el desarrollo de los campamentos también fue valorado por el presidente Salvador Allende. En ese plano, Víctor Toro recuerda que en el momento en que comenzó a darse un aumento de tomas improvisadas a nivel nacional:
«Salvador Allende nos mandó a buscar a mí y al Mickey para que le ayudáramos, porque desde Chillán al sur, hasta Coronel, se estaban tomando hasta las veredas de las calles, la gente empezó a tomar todo con una improvisación inmensa. No era la táctica del MIR. El presidente estaba preocupado y creía que nosotros podíamos ayudarle a que eso no ocurriera. Por supuesto que ayudamos en lo que pudimos, pero ese era un problema que tenía que resolver el Estado, nosotros nos hacíamos responsables de las organizaciones y movimientos que levantábamos, y que en esos tiempos eran muchos más».
En cuanto a su vida orgánica y su relación con las dirigencias del Comité Central, Víctor recuerda una gran amistad con Miguel Enríquez, que se nutría por una admiración mutua: Sin duda alguna, que la figura del secretario general trasciende en su importancia más allá de la cultura mirista, su presencia es relevante para la historia de la(s) izquierda(s) chilena(s) y el mundo, se reconocen en él grandes destrezas políticas, que no sólo caben en el plano de lo orgánico, su perfil militante asumía una fuerte influencia guevarista, que se caracterizaba en dar el ejemplo, lo cual, en el momento que Miguel asume la conducción de la organización, se transformaría en una contradicción para la ejecución de operaciones armadas y asaltos a bancos. Así también lo describe Ignacio Vidaurrazaga:
«Estaba la contradicción entre dar el ejemplo y arriesgar innecesariamente a dirigentes que por su significación había que precisamente cuidar y preservar. Ese era el caso de Miguel, que había participado en las operaciones iniciales y por tanto ya «dado el ejemplo».
Pero sus compañeros insistían que continuara haciéndolo.
¿Cómo se le convencía? Ese era el problema. En una oportunidad operaron sin Miguel, y así lo recuerda René Valenzuela:
“Habían decidido en el secretariado algo que Miguel no iba aceptar, que se hiciera sin su presencia. Al parecer, Tito y Luciano se habían perdido, y eso hizo que esa primera vez fallara la operación. Luego, como Miguel tuvo que ser informado de lo sucedido, se rio mucho y dijo: ‘¡estos se creían tupamaros!’ Fue así como se organizó el segundo intento y tuvieron que aceptar la presencia de Miguel” (Ver Ignacio Vidaurrázaga Manríquez (2021). «El MIR de Miguel. Crónicas de memoria. Tomo I: 1960-1972«. Negroeditores, p.186.).
Son estas características que describen al secretario general y a la militancia mirista las que hasta el día de hoy generan una mística disciplinada difícilmente posible de alcanzar. Siguiendo el relato de Víctor:
«Los miristas trabajábamos día y noche en la causa por la revolución. No parábamos ni un momento. Estábamos totalmente convencidos que podíamos hacer una revolución y que podíamos liberar a nuestro pueblo, a nuestros obreros y a nuestros campesinos, los pobres. Y en esa causa y en esa lucha y por esta educación que tuvimos, muchos dimos la vida: los 119, los que cayeron en Concepción, en Neltume, los que cayeron en las fábricas, en las poblaciones, en Santiago, todos cayeron en combate porque tenían la convicción 100 % de que era posible liberar al pueblo de Chile».
Es imposible no conmoverse con lo que Víctor nos cuenta, sobre todo al escuchar lo que significó el MIR y Miguel para uno de los grandes dirigentes poblacionales del rojo y negro: «Para mí es un tipo muy preparado en todos los sentidos, o sea, dirigió una organización que verdaderamente pudo haber hecho una revolución». Tampoco se olvida de mencionar a sus otros grandes compañeros militantes del Comité Central, Luciano y Bautista que, recuerda, «visitaron nuestros campamentos y alojaron en los campamentos y apoyaban nuestra escuela de educación popular». Pero no solamente se quedaron en las visitas, sino que también iban con tareas concretas:
«El Bautista van Schouwen aparece en una foto hablando en un campamento donde hay como mil pobladores, y él es el que está hablando. Él guiaba la escuela de educación política de la Nueva Habana y de la 26 de Enero. No olvidarse que Bautista era encargado de la educación política del Comité Central del MIR y era director del periódico El Rebelde. Por tanto, tenía una dinámica, una práctica, un lenguaje, un estilo para la educación con mujeres, con la juventud, con pobladoras, con pobladores, muy buena. Luciano Cruz también fue uno de los líderes que ayudó a preparar físicamente lo que nosotros definimos como las milicias populares de La Bandera de la 26 de enero, siempre visitó el campamento».
Poder popular: un mensaje necesario para hoy y siempre
Uno de los grandes elementos que reiteradamente podemos escuchar sobre el aporte del MIR al movimiento popular, a la lucha de clases y a la organización revolucionaria es el poder popular y que, desde la vivencia de Víctor Toro, es en la 26 de Enero donde se construye el primer embrión de poder popular del MIR, y se manifestó en la construcción de una nueva organización poblacional.
Esta nueva organización poblacional, dice Melinka, ya no es la organización burocrática de los pobladores marcada desde arriba por el partido político, sino una organización que «se autodesarrolla, que genera su propia forma de organización y educación, y que integra a su quehacer -con mucha importancia- la cuestión de la educación popular». Por un lado, destaca su característica embrionaria y la capacidad de desarrollar ciertos niveles de autonomía organizacional, que van permitiendo la transformación de la población con el trabajo y la ayuda de todas y todos quienes participan allí. Por otro, alude a la conquista de la vivienda: «El hecho que ellos hayan conquistado una vivienda, la que construyeron con el apoyo del MIR, es la razón por la cual la definimos como el primer embrión del poder popular del MIR en Chile».
Junto a esta experiencia se articulan varias más, así lo recuerda Melinka al mencionar que cerca de la 26 de Enero, se levantó el Campamento Ranquil, con el apoyo de «toda la dirigencia nueva y vieja de la 26 de Enero» y que, con posterioridad, mucha gente se va a la Nueva Habana y a otras poblaciones que se construyeron en el gobierno de Salvador Allende. Es en este momento de la conversación que Víctor aprovecha de darme un consejo:
«Hoy, así como hicimos nosotros, analizamos cuál era la situación de la gente primero, no íbamos a tirar un rollo sin base. Nosotros necesitábamos, los que éramos de las células miristas de carácter poblacional de esos tiempos, estar preparados, estudiados, formados, teníamos que saber paso a paso todas las necesidades, todas las reivindicaciones que tenía la gente de la población. Con todo ese análisis en el cerebro se podían proponer cosas que la comunidad podía realizar. Por eso es un embrión de poder popular. Nunca hemos dicho que hemos construido un poder popular perfecto. Fueron grandes avances, fueron hechos muy importantes y se desarrolló en muchas partes de Chile».
Lo anterior, es una reflexión en lo que respecta a la lucha por la vivienda, es decir, la importancia de tener un conocimiento claro en los territorios y de nuestras inserciones, con el objetivo de proyectar tareas claras en base a la realidad. Víctor reconoce que hoy, al parecer, la construcción de poder popular no está tan fácil, en comparación a sus tiempos de dirigente en los campamentos.
«Seguramente hoy es más difícil que en los tiempos que nos tocaron a nosotros, porque nosotros estábamos siendo ayudados por el enorme auge de la lucha de clases. Todos los sectores de la sociedad chilena estaban tratando de liberarse, tratando de ganar sus reivindicaciones, de engrandecer sus organizaciones, fueran sindicales, fueran campesinos, fueran obreros y fueran poblacionales. Vivimos buenos momentos de la lucha de clases, de la lucha popular. Nuestros discursos fueron escuchados, fueron aceptados, fueron entendidos y fueron aplicados. Entonces no creo que hoy sea tan fácil ( … ) Primero, hay que tener un cuadro político social de todo lo que hay en ese territorio, en la práctica que se elabore el programa y entenderlo como un trabajo de más o menos largo aliento, de largo plazo, no son batallas de cortoplacistas ( … ) hay que generar el movimiento de la gente que va a luchar por todas sus reivindicaciones».
Entonces, una vez que se tenga presente cuáles son las necesidades y reivindicaciones, es necesario convencer a quienes forman parte del movimiento popular, pero ello se realiza con acciones concretas, a través de la educación política que permita convencer, la propaganda revolucionaria con lenguaje sencillo y simple, e ir exponiendo las ideas incipientes del poder popular. Todas estas acciones deben complementarse para enfrentar las dificultades del ahora, sostiene Víctor, pues considera que actualmente «no hay un movimiento claro -político, cultural ni ideológico- en el movimiento poblacional. Hay mucha gente con necesidades, problemas, con situaciones dramáticas, hay gente viviendo mal, desesperados, con problemas no sólo de vivienda, sino de alimentación, de trabajo, de mala atención social, cultural. Y nosotros también tenemos que preparar pequeños trozos políticos que orienten y lleguen al pensamiento y al quehacer de la gente, las inquietudes que la gente tiene»». Es por ello que considera la importancia de una lucha sencilla y humilde, que avance paso a paso, pero con conocimiento real de las necesidades del territorio donde se trabaje.
Su tesón militante sigue intacto, desde las entrañas del monstruo no sólo nos brinda palabras de aliento a quienes nos cobijamos bajo el manto rojo y negro, sino que nos da el ejemplo de que la militancia y la organización son una decisión de vida y que, a pesar de toda su dura experiencia, sigue con su convicción intacta de que en algún momento terminaremos con este sistema capitalista explotador y deshumanizado. Para ello, las herramientas siguen siendo las mismas: organización y lucha:
«… Nosotros, en esas condiciones desarrollamos una lucha humilde y sencilla, a nivel de los barrios, a nivel de los sindicatos y a nivel de las comunidades, tratando de aportar lo que aprendimos en la lucha popular, en la lucha de base, también en la lucha sencilla que desarrollamos en nuestro país, en Chile. Así caracterizamos al monstruo, de una manera simple y sencilla».
Esta lucha humilde, simple y sencilla, parte con la llegada del compañero a las entrañas del monstruo, con sus innumerables formas de organizarse y levantar reivindicaciones desde el Movimiento La Peña del Bronx, y con todo el viento en contra.
«Para los que quieren construir un nuevo MIR en Chile o cualquiera sea la organización revolucionaria, esta lucha todavía no termina. Vamos, seguimos para adelante, no importa donde estemos. Le agradezco mucho esta conversación. Nuestros deseos son tremendos, ante el monstruo que cuenta con tantas armas y tantos odios contra los pobres, contra los marginados y contra los trabajadores, contra los pueblos, contra los inmigrantes. Pero nosotros nacimos para liberarnos y para defender las causas justas de todos nuestros pueblos en el mundo. Así que muchas gracias» (Víctor Toro Ramírez, 14 de agosto 2024).
(*) Fuente: Enviado por Víctor Toro a CT. /Entrevista extraída de “Miguel Enríquez y los pobres del campo y la ciudad”, C. Torres y J. Borquez (Eds), Santiago: Ediciones La Estaca. Septiembre 2024.