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La tesis de Juan Vicente Martínez

Desfetichizar la revolución rusa para la revolución comunista en el S. XXI

Fuentes: Rebelión

«La emancipación de la clase obrera, será obra de la propia clase obrera» Karl Marx «Los comunistas no constituyen un partido que dirige al proletariado, sino un partido que le ayuda [o mejor, diríamos nosotros, que lo apoya y lo compaña] para autodirigirse». Fernando Claudin «El mayor triunfo de la burguesía del siglo XX es […]

«La emancipación de la clase obrera, será obra de la propia clase obrera»

Karl Marx

«Los comunistas no constituyen un partido que dirige al proletariado, sino un partido que le ayuda [o mejor, diríamos nosotros, que lo apoya y lo compaña] para autodirigirse».

Fernando Claudin

«El mayor triunfo de la burguesía del siglo XX es haber hecho creer por doquier que lo que había en Rusia era socialismo, cuando en realidad la contrarrevolución había triunfado y se desarrollaba el capitalismo».

Grupo Comunista Internacionalista


Y no porque toda esa experiencia revolucionaria que mostró el proletariado europeo -en particular el ruso y el alemán- haya sido insuficiente, y finalmente derrotada, se llegue a la falsa conclusión, de que históricamente se ha demostrado que el proletariado no puede constituirse como sujeto revolucionario comunista. Sino más bien, se ha tratado de un largo proceso histórico de construcción, en donde el proletariado ha dado señales en varios momentos (las revoluciones europeas de 1848-1849), la comuna de París de 1871, la revolución rusa de 1917, la guerra civil española de 1936-1939, el mayo francés de 1968, etc.) de su potencial actuar anticapitalista [y socialista-comunista]


La coartada ideológico-política

La masificación propagandística de la afirmación de que la revolución rusa fue una revolución proletario-socialista fue una de las armas ideológicas más poderosas en el siglo XX por parte del Estado estalinista burgués -que se hizo pasar por «soviético»- para aquietar conciencias, y contener y decepcionar procesos de concientización revolucionaria comunista (Lehning). Igualmente fue un arma ideológica y política fetichizadora y manipuladora que usaron los partidos estalinistas contra los movimientos proletarios y de la cual también se valieron los Estados burgueses imperialistas opuestos al Estado estalinista para acrecentar la competencia y para reprimir organizaciones y movimientos proletarios y populares. Es decir, como dice Jorge Veraza, utilizando esa coartada histórica como uno de los ejes importantes, la ideología y la política burguesa subordinaron una buena parte del marxismo del siglo XX. Así, por ejemplo, todos los desmanes autoritarios y sanguinarios del Estado estalinista en la URSS, se atribuyeron al «marxismo-leninismo», al «comunismo» o a los «comunistas», igualmente cuando el muro de Berlín fue demolido por el propio pueblo alemán en noviembre de 1981 y luego cuando la URSS desapareció en 1991, se propagandizó que el socialismo cayó porque es un régimen inhumano y por tanto no apto para el desarrollo humano y para la libertad, etcétera.

Y en todo esto tuvieron harta responsabilidad no sólo Stalin y su aparato burocrático nomenanklaturista de capitalismo de Estado en la URSS, sino todos los partidos y militantes autonominados «comunistas» que se subordinaron, asumieron y se vanagloriaron a el/del stalinismo, que fue presentado falsamente como «marxismo-leninismo». Teniendo como «bandera» la aceptación de la tesis de José Stalin de que el Estado soviético (que en realidad no era «soviético» sino burgués, o más claramente burgués «sui generis» pues no estaba basado inicialmente en un capitalismo de propiedad privada personal sino en uno de propiedad burocrático-estatal) estaba instaurando el socialismo «en un solo país».

Presentación del balance de las interpretaciones

La tesis del militante comunista y profesor universitario de la UNAM, Juan Vicente Martínez Bautista (muy influida por los desarrollos de los profesores Jorge Veraza y Andrés Barreda), en una de sus partes nodales acerca de la «Crítica a los fundamentos políticos de la revolución rusa y de la naturaleza del Estado soviético», fundamenta y documenta desarrollando los planteamientos originales de Marx y Engels, que la revolución rusa no fue una revolución proletaria socialista, sino una revolución burguesa que «se configuró de manera fetichizada» (p. 196) y que este develamiento precisamente sirve a los procesos y sujetos revolucionarios socialistas y comunistas del siglo XXI para desfetichizarla y avanzar en empujar una verdadera revolución socialista-comunista, teniendo en cuenta todas las condiciones de posibilidad necesarias y suficientes para su realización.

Juan Vicente Martínez Bautista hace un balance de las diferentes interpretaciones «clásicas», durante la primera mitad del siglo XX, sobre la revolución rusa y sobre la construcción del Estado «soviético». Para hacer esto se basa en las posturas de los autores, que son representantes de diferentes tendencias políticas. Podemos agruparlos por sus coincidencias o semejanzas para fines de esta polémica (aunque tienen matices importantes en este tema y diferencias en otros temas) de la siguiente manera: 1) Los socialdemócratas europeos y rusos. 2) Los bolcheviques y otros revolucionarios marxistas europeos afines. 3) Los consejistas alemanes y holandeses (principalmente) y los anarquistas (aquí los incluyo, aunque Juan Vicente no los menciona).

  1. Aquí tenemos a Karl Kautsky (socialdemócrata austríaco) y a los mencheviques rusos que desde el «conservadurismo» (porque se conformaron con aceptar el nacionalismo y no impulsaron procesos revolucionarios contra la guerra) convergen en su análisis de que Rusia era un país atrasado económicamente por el magro desarrollo de las fuerzas productivas capitalistas en el enorme territorio ruso, por tanto no estaría madura para una revolución proletaria socialista y para la implantación de la dictadura revolucionaria del proletariado, así, en este país básicamente de economía campesina sólo sería válida y viable una revolución burguesa que tendría que ser dirigida por la burguesía liberal. En donde la socialdemocracia tendría que apoyar dicha revolución, y, a la vez constituirse como oposición socialista que defendiera los intereses de la clase obrera frente a la burguesía. Ante los hechos de que el partido bolchevique rebautizado como Partido comunista se afianzó en el poder de Estado concluyeron que la revolución rusa fue una revolución democrático-burguesa y la construcción del Estado fue capitalista, pues ambas cumplieron las tareas de destruir el absolutismo zarista, abolir la nobleza feudal y crear una constitución política y un aparato estatal administrativo que aseguraron, políticamente, el cumplimiento de las medidas burguesas liberales.

  2. Lenin, Trotsky y Rosa Luxemburg, creyeron que la guerra mundial creaba condiciones para la revolución proletario-socialista y que la revolución rusa impulsaría las revoluciones proletarias en la Europa occidental, lo cual garantizaría que la revolución rusa fuera reforzada y completada hacia su carácter socialista. Amparados en la teoría del imperialismo como fase superior del capitalismo, plantearon que estaban a la orden del día las revoluciones proletarias en Europa occidental, principalmente en Alemania, Holanda, Austria, Francia, y que en Rusia, aunque fuera un país atrasado con inmensa mayoría campesina y poca clase obrera, podía llevarse a cabo la toma de poder encabezada por el proletariado bajo la alianza obrero campesina, que instauraría una dictadura del proletariado que tendría como misión desarrollar inicialmente las tareas democrático-burguesas y posteriormente las tareas socialistas, pero para llevar a cabo este tránsito revolucionario era condición indispensable conectarse con las revoluciones obreras europeas pues en dichos países contaban las condiciones materiales y tecnológicas (fuerzas productivas técnicas) para impulsar y consolidar no sólo un Estado obrero sino una confederación de estados obreros. Particularmente León Trotsky planteó que esto tendría que ser así pues la burguesía rusa era incapaz de llevar a cabo las tareas democrático-burguesas y el proletariado entonces las haría inicialmente para en un proceso de revolución permanente desarrollar las acciones socialistas propiamente dichas. Así pues, en general, la revolución rusa había sido una revolución proletaria y el Estado obrero supuestamente construido apuntaba al socialismo.

Rosa Luxemburg hizo algunas críticas a la forma en que los bolcheviques llevaron a cabo las primeras medidas desde el gobierno, pero dio la bienvenida a la toma del poder bolchevique basándose inicialmente en los soviets y aceptó reconocer su carácter supuestamente proletario, aunque su mantenimiento dependía de la revolución obrera europea.

Inicialmente José Stalin como miembro del partido bolchevique comulgó con las ideas básicas de esta perspectiva, pero a partir de que él se apoderó del control del gobierno a través de presidir el partido bolchevique eliminando a sus opositores, y de que las revoluciones sociales europeas no se dieron, pues los intentos revolucionarios proletarios fueron derrotados, promulgó y decretó que se podía establecer el socialismo en Rusia sin necesidad de la inmediata ayuda de las revoluciones europeas; creo «la teología del socialismo en un solo país».

  1. Aquí tenemos a Helmut Wagner y Arthur Lehning. Wagner y los consejistas alemanes y holandeses señalaron igualmente que por su contenido y su forma se trató de una revolución burguesa que destruyó la estructura económica del imperio zarista, por su forma política organizativa fue de corte jacobina en contra de la burguesía, y dirigida por la intelectualidad revolucionaria pequeñoburguesa (partido bolchevique) y apoyada por el campesinado pobre y el proletariado ruso; y finalmente dicho partido dominó sobre ambas clases. Por ese carácter jacobino burgués de la revolución rusa, los consejistas alemanes y holandeses, se negaron a reconocer y aplicar la táctica y la estrategia bolchevique para la realización de la revolución socialista en la Europa occidental y central. Por su parte el anarquista A. Lehning planteó que la revolución rusa fue una revolución donde participaron los soviets para que triunfara, pero que éstos fueron reprimidos brutalmente cuando varios de los más importantes, tanto obreros (Kronstand) como campesinos (Makhnonismo) pidieron participar libremente, de esta forma el aparato estatal bolchevique se valió inmediatamente del terror contra todas las corrientes revolucionarias no bolcheviques (incluidas las anarquistas y anarcosindicalistas) y contra los otros partidos socialistas, por lo que la dictadura del proletariado fue en realidad una dictadura del aparato estatal y más concretamente del partido. Se trató, en suma, de una dictadura terrorista burguesa en manos del «comunismo» estatal bolchevique.

La postura histórica crítica de Juan Vicente Martinez y Jorge Veraza sobre la revolución rusa

El profesor marxista Juan Vicente Martínez Bautista sobre la base de sus análisis históricos de los procesos y las posturas de los autores citados (con soporte de una amplia bibliografía ad hoc) y perspectiva conceptual crítica en sus planteamientos, se adhiere, en general, a la perspectiva de los consejistas marxistas alemanes y holandeses. Pero su fundamento está en la obra de Karl Marx y Friedrich Engels, en este caso en sus planteamientos que claramente señalaron que la dictadura revolucionaria del proletariado sería una dictadura de la clase obrera en su conjunto como medio de autoliberarse como clase y liberar el conjunto de las relaciones inhumanas burguesas, y no como sucedió en la revolución rusa, la de un partido que como el de los bolcheviques decía ser la representación y la vanguardia del proletariado y que acabó gobernando con sus ministros y apoderándose el aparato del Estado, desplazando, desnaturalizando y reprimiendo a los soviets de obreros, campesinos y soldados.

Se trató, pues de que un partido dirigido por intelectuales pequeñoburgueses revolucionarios y jacobinos que utilizó a los soviets en su carácter insurreccional y luego los sometió a sus propios dictados, por tanto ese gobierno no se basó ni fue de soviets en su carácter de órganos democráticos y autogestivos de poder político y social, éstos fueron sometidos y menguados (incluso combatidos-reprimidos con las armas). Así, la revolución rusa fue una revolución de carácter burgués que instauró un capitalismo de Estado con un gobierno burgués bonapartista dictatorial encabezado por un «Bonaparte dictador» que inventó al marxismo-leninismo como dogma y con todo ello quedaron fetichizadas tanto la revolución de octubre que se presentó como revolución proletaria, como el gobierno estalinista, haciéndose pasar éste (aparencialmente) como Estado obrero que construía el socialismo (esto siguiendo supuestamente los lineamientos de Marx, Engels y también los de Lenin, pues a Trotsky se le excluyó).

O como lo dice con mayor profundidad Jorge Veraza, se trató de un formidable simulacro epocal dentro de la historia del desarrollo capitalista, constituyéndose la revolución rusa y su epigonía como resultados estructurales (igual que las guerras mundiales y otras revoluciones como la China) de su contradictoria procesualidad histórica.

Juan Vicente Martínez abunda su argumentación en su Tesis al plantear la importancia de las condiciones objetivas y subjetivas, subraya que en la coyuntura e 1917-21 con la primera guerra mundial y con el desarrollo del capitalismo no había las condiciones suficientes y maduras ni en Europa ni menos en Rusia, y por ello es que no se dieron las revoluciones proletarias en Europa. Esto es, que los fracasos revolucionarios socialistas muestran dicha inmadurez, por lo que aunque se hubieran dado revoluciones triunfantes en Europa hubiera sido muy difícil desarrollar la revolución socialista mundial y la construcción de dictaduras obreras internacionales; más bien -si esto hubiera sucedido- se hubieran seguido desarrollando las fuerzas productivas mundiales burguesas (como sucedió durante el siglo XX aún sin revoluciones proletarias pero sí con campesinas-populares) (tanto técnicas como procreativas) y desarrollando el capitalismo a escala mundial, aunque la oposición obrera quizá habría sido más fuerte.

Las condiciones objetivas y subjetivas de la revolución auténticamente socialista

Así pues, es muy importante para los procesos revolucionarios clasistas del siglo XXI reconocer las condiciones necesarias y suficientes tanto de: a) la revolución socialista proletaria, b) de la dictadura revolucionaria de la clase obrera y c) de la construcción del socialismo.

Siguiendo lo que señala J. V. Martínez y completándolo, dichas condiciones, serían -vistas muy esquemáticamente- las siguientes:

1. En primer lugar, el grado de densidad, cobertura y barrido territorial de las fuerzas productivas tecnocientíficas (maquinaria y gran industria: automatización y participación de la ciencias) y de las fuerzas productivas generales (infraestructura, medios de comunicación y de transporte) capitalistas. Su escala y medida (y cualidad) geopolítica nacional, continental y mundial.

2. La medida cuantitativa y cualitativa de los valores de uso (medios de producción y medios de subsistencia) que ofrecen esas fuerzas productivas capitalistas dentro del mercado mundial (y de los mercados alternativos) global capitalista

3. El peso, la proporción y la importancia productiva, reproductiva y política de la clase obrera en las diferentes zonas, regiones y naciones, por tanto su peso nacional, internacional y mundial-global.

4. El grado de organización (solidaridad, cohesión, intercambios, comunitariedad, alianzas, etc., incluso con otros sectores y clases aliadas y revolucionarias) y el nivel y grado de desarrollo de conciencia (educación, experiencia, transmisión, conocimiento, etc.) de la clase obrera y el proletariado en general (nacional e internacional) para que históricamente sí pueda constituirse como sujeto revolucionario comunista.

5. Todas ellas vistas y evaluadas crítica y dialécticamente (en sus mutuas interrelaciones y reciprocidades) en sus grados de contradicción degradación-potenciación, de crisis-regeneración, de escasez-abundancia, o sea en la dialéctica de su desarrollo, madurez y riqueza objetiva-subjetiva.

Todo esto se podría resumir con el concepto dialéctico de K. Marx de medida y calidad geopolítica del capital en relación, decimos, a su contraparte de medida y calidad geopolítica de la clase proletaria.

Lecciones elementales: Hacia la revolución auténticamente socialista

Por tanto es esencial para el movimiento revolucionario comunista internacional debatir, estudiar y comprender que en la verdadera revolución proletaria-socialista (si es que logra realizarse pues ésta per se no está garantizada pues aunque es una necesidad y posibilidad histórica real de emancipación/superación humana de la escasez y por ende de autoliberación, la historicidad construida por la humanidad y sus modos de producción-reproducción y sus formaciones socio-económico-culturales, está abierta a pesar de que hoy nos encontramos en un contexto pre-apocalíptico) no se trata de llevar a cabo actos heroicos,meramente insurreccionales, ni pensar que se trata de que un «puñado» de revolucionarios agrupados en un «partido político o no (compuesto ya sea de pequeño-burgueses, proletarios o campesinos, o híbridos) que con enjundia, voluntad, intrepidez tome el poder de manera más o menos violenta apoyados en movimientos político-sociales, ni creer que cualquier revolución masiva sea de carácter proletario-socialista.

Esto, porque -justamente- durante el siglo XX, la mayoría de la revoluciones fueron masivas cuyos actores de peso fueron campesinos, pero fueron revoluciones sociales y/o populares (no socialistas), o sea, fundamentalmente, democrático-burguesas en el contexto de la «liberación nacional» o de la «liberación anti-imperial» (cumplieron tareas de terminar con dictaduras de carácter absolutista o o tareas anti-imperialista para realizar reformas agrarias, de democracia burguesa, para comenzar o avanzar la industrialización y la modernización institucional, social y cultural, etc.).

Porque de lo que se trata verdaderamente, es de hacer efectiva la dictadura revolucionaria de la clase proletaria, mediante una revolución hecha y sostenida por la clase proletaria misma (por lo menos la mayoría de la clase proletaria) y que mediante sus órganos directos y representativos (y combinados) de poder (consejos, concejos, comunas, ligas, fraternidades, sindicatos, confederaciones, asambleas, etcétera) tiene que coordinarse y enlazarse internacional y globalmente; en un proceso de revolución radical y multidimensional (total) o «revolución de y en las revoluciones», que transforme y libere -desenajenándolos- todos los ámbitos de la producción y reproducción de la vida burguesa: proceso de trabajo, producción, intercambios, consumos, vida cotidiana, domesticidad, sexualidad, relación hombre-mujer, socialidad, politicidad, tecnología, ecología, cuerpo-salud, ocio, arte, cultura, amor, educación, personalidad, ética y moral.

Y, entonces, donde la conquista o «toma» (por asalto o por cualquier otra forma más o menos violenta o pacífica, aunque será mejor ésta última) del poder político del Estado-gobierno y la destrucción de la relaciones autoritarias de la dictadura capitalista a nivel nacional e internacional sólo sea el instrumento para controlar, subsumir y descodificar/recodificar -mediante los órganos democráticos coordinadores centrales de la dictadura revolucionaria de la clase proletaria (y no de un solo «partido» y ni siquiera de «varios»)- los medios de producción, la fuerzas productivas tecnocientíficas y las instituciones jurídicas, administrativas y militares-represivas que sostienen y alimentan los Estados-nación y el proto-Estado global del capital; y, a su vez, que esto sólo sea un proceso «puente» o transicional para desvanecer, extinguir y desaparecer al Estado mismo como excrecencia de la división y la lucha de clases.

Así pues, la autogestión, la autoorganización, la colectivización autoorganizada, la libre asociación continental e intercontinental de consejos, de comunas, de municipios, distritos o regiones, etc., serán formas y vías para desplegar estas tareas y actividades revolucionarias de manera permanente y coordinada en absoluta democracia, o, mejor, en absoluta autogestión generalizada y planetarizada primero socialista y luego comunista.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.