El autor nos comparte la tesis que para deconstruirnos socialmente y cuestionar la masculinidad hegemónica existente hay que generar procesos de desmasculinizar todos los ámbitos de vida.
Se trató de cubrir estos huecoscon políticas de igualdad, con apoyo a la dependencia y con la contratación de mujeres inmigrantes y ahora, con los recortes, se habla mucho más de feminizar la política que de feminizar a los hombres o hacer políticas feministas, como si fueracreíbleque los políticos puedan feminizar nada sin antes desmasculinizarse. «Género» es una de esas palabras que se están desgastadode tanto adulterarlas.
Aunque el concepto partía de una diferenciación binaria cada vez más cuestionada, el «género» nos permitió hablar de las expectativas y los mandatos sociales a los que se sometía a niños y niñas en función de sus genitales para naturalizar y reproducir relaciones de poder asimétricas entre hombres y mujeres. Durante un tiempo se usó «género»como sinónimo de mujer, hasta que se admitió que la masculinidad es otra forma de género que ayuda a comprender lo que la sociedad espera de los hombres. Pero esa confusión entre lo biológico y lo cultural (social) perduró y oíamos hablar indistintamente de hombres/mujeres o de género masculino/femenino.
Esta confusión propició que se reivindicara la «igualdad de género», olvidándonos de que la razón de ser delos géneros son unas relaciones de poder que dictan una forma particular de tener que ser en función de los genitales, de que no hay igualdad posible sin la desaparición de los géneros,y de que la alternativa pasa por erradicarlos y consensuar unos valores universales que permitan a cada persona la libertad de intentar inventarse a sí misma en la singularidad.
La confusión está tan naturalizada que hay quien dice estar a favor de la igualdad entre los sexos sin que los hombres dejen de ser masculinos y las mujeres femeninas, como si fuera posible separar los géneros de sus consecuencias. Hay incluso quien sostiene que esas diferencias son necesarias para que surja el deseo sexual, aunque sospecho que sobre todo hablan del deseo heterosexual.Pero justificar los géneros, una socialización masculina y femenina diferenciada,requiere aclarar qué sentimientos o conductas se consideran positivas en los hombres y negativas en las mujeres y viceversa, sin privilegios, desigualdades o violencias que atenten contra la diversidad sexual y de género. Creía que había acuerdo en el movimiento de hombres por la igualdad en torno a la necesidad de deconstruir la masculinidad y de erradicarla. Desde ese compromiso he combatido los discursos sobre «nuevas masculinidades» o «masculinidades alternativas».
El post-machismo y el neo-machismo demuestran que lo nuevo no siempre es mejor: son dos ejemplos de la capacidad de adaptación del Patriarcado para que parezca que todo cambia aunque no lo haga; pero aunque solo sean los mismos perros con distinto collar, son las únicas «masculinidades alternativas»que pugnan por la hegemonía. Por eso, cuando oigo a algunos miembros del movimiento de hombres por la igualdad, a los que respeto, hablar de «deconstruirnos para reconstruir nuestras masculinidades», o de promover» masculinidades contrahegemónicas», la necesidad de desmasculinizar me parece más necesaria que nunca.
No sé de donde les sale esa necesidad de buscar una masculinidad alternativa, qué partes de la tradicional quieren conservar, qué les ata a la palabra masculinidad,ni si cuando hablan de deconstruirla lo que quieren es demolerla o reformarla.
Quienes hemos hecho una parte del camino de la deconstrucción de la masculinidad tenemos la responsabilidad de explicar cómo nos oprime la socialización de los hombres en el Patriarcado, el precio que pagamos por ir de machos por la vida o lo que nos cuestanlos privilegios.
Tenemos que convencer a otros hombres de la necesidad del cambio y mostrar a las mujeres que no les conviene confundir «empoderamiento»con la interiorización del modelo masculino, sin darse cuenta de que su relación con la masculinidad va más allá de sufrir los privilegios de los hombres: Indira Gandhi, Golda Meir, Margaret Thatcher, Condoleezza Rice o Angela Merkel nos muestran que ser mujeres no las vacunó contra el Patriarcado o el machismo.
«Feminizar» y «desmasculinizar» son dos caras de la misma moneda. La primera nos habla de lo que debemos incorporar: cuidados, empatía…; la segunda de lo que tenemos que abandonar: privilegios, agresividad, competitividad…
Sobre el Autor: José Ángel Lozoya Gómez .Miembro del Foro y de la Red de hombres por la igualdad.
Fuente: http://gizonduz.blog.euskadi.eus/blog/desmasculinizar/