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Desnudar a los fariseos

Fuentes: La Jornada

Cientos de intelectuales y artistas de veintitrés países han hecho pública una declaración de rechazo a la maniobra anticubana que una vez más prepara Estados Unidos en la Comisión de Derechos Humanos(CDH) de la ONU, con sede en Ginebra. Entre ellos, los premios Nobel José Saramago, Adolfo Pérez Esquivel, Nadin Gordimer y Rigoberta Menchú. El […]

Cientos de intelectuales y artistas de veintitrés países han hecho pública una declaración de rechazo a la maniobra anticubana que una vez más prepara Estados Unidos en la Comisión de Derechos Humanos(CDH) de la ONU, con sede en Ginebra. Entre ellos, los premios Nobel José Saramago, Adolfo Pérez Esquivel, Nadin Gordimer y Rigoberta Menchú. El hecho no deja lugar a dudas sobre el reconocimiento internacional de que goza la revolución cubana pese a la pertinaz campaña de la jauría mediática. Subraya también la solidaridad con Cuba de altos exponentes de la intelectualidad progresista cuando esta más lo necesita. Los firmantes de la declaración perciben el severo peligro de una intervención militar en la isla tras el arreciamiento de las medidas coercitivas, invectivas y amenazas de Washington: «Solicitamos de los gobiernos de los países representados en la Comisión que no permitan que la misma sea utilizada para legitimar la agresividad anticubana de la administración Bush, en momentos en que la actual política belicista de Washington hace previsible una eventual escalada de muy graves consecuencias.»

Y es que todos los gobiernos integrantes de la CDH saben perfectamente que esta no se inspira en lo que sería el loable propósito de defender los derechos humanos en el mundo y que, al contrario, ha devenido en un foro totalmente politizado utilizado por los países ricos para ajustar cuentas a las naciones subdesarrolladas, especialmente a las que defienden su independencia. El desprestigio de este ejercicio anual ha alcanzado tal magnitud que llegado un momento Estados Unidos se abstuvo de dar la cara como autor intelectual de la resolución anticubana y deja tal función a algún gobierno ultragenuflexo, ya que incluso entre sus incondicionales una mayoría se resiste a hacerlo. La CDH se ha desacreditado tanto que en su periodo de sesiones del año pasado fue imposible que la Habana inscribiera en el orden del día una moción solicitando una investigación sobre la situación jurídica y las torturas inflinjidas a los prisioneros en el campo de concentración de la base naval de Guantánamo.

Todos los Estados representados en la CDH están al tanto de que la causa real por la que se intenta estigmatizar a Cuba es su rebeldía contra el injusto orden mundial imperialista; la defensa inclaudicable de su independencia nacional, su decisión de construir su propio destino sin injerencias; el mal ejemplo que significa su democracia popular que subordina el mercado a la dignidad del ser humano; sus formidables realizaciones en educación, salud, pleno empleo y justicia social. Esa es la causa también del bloqueo económico, mantenido por casi cinco décadas por Estados Unidos en violación flagrante del derecho internacional, de la propia Carta de la ONU y de los más elementales principios de humanidad. Pero no se trata sólo del bloqueo, condenado desde hace muchos años por la Asamblea General de la ONU. Washington somete a Cuba a una guerra en todos los frentes que la ha hecho víctima del terrorismo de Estado como ningún otro país en el mundo, incluido el uso de armas biológicas contra su población y su producción agropecuaria. Estas sí son groseras y desfachatadas violaciones de los derechos humanos contra un pueblo entero que jamás han sido condenadas en la CDH.

La «nueva imagen» de cruzado mundial de la democracia autoadjudicada por Bush es una buena oportunidad para abrir un debate internacional sobre la democracia, los derechos humanos, qué se entiende por estos conceptos, quienes tratan de cumplir realmente con ellos y quienes los socavan y devalúan en la práctica diaria. Después de todo lo poco que existe de auténtica democracia y verdadero respeto por los derechos humanos en el mundo de debe a las luchas obreras y populares en las que la izquierda siempre ha tenido un papel protagónico. Es necesario desenmascarar de una vez por todas a los imperialistas y a la derecha y demostrar que han sido esas fuerzas las que siempre se han opuesto a la democracia y a la vigencia universal de los derechos humanos. La carta de los intelectuales en defensa de Cuba podría ser la chispa para encender este debate. El objetivo es desnudar a los fariseos que se llenan la boca hablando de democracia mientras mantienen sobre la Tierra un régimen de expoliación sin precedentes, tan criminal que ha puesto en peligro de extinción a corto plazo la misma vida de la especie humana en el planeta.

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